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General: La idea del Caos en Masonería
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Respuesta  Mensaje 1 de 3 en el tema 
De: Alcoseri  (Mensaje original) Enviado: 29/05/2020 01:12

La idea del Caos en Masonería

Si analizamos a profundidad la idea del Caos, podremos darnos cuenta , de detalles muy interesante en esta idea del Caos .

La palabra Caos se usa para hablar de desorden , confusión , de algo que no tiene orden , de esta manera la entendemos, y de esta manera la utilizamos, pero , qué tal que caos , no es algo en total desorden , que pasa si el caos es simplemente un orden que no tenemos la capacidad de ver o entender correctamente, este una de las bases de la teoría del caos, en teoría si una persona dignos el un masón , pudiera entender un sistema caótico ,podría ser capaz de predecir el futuro y elegir el camino correcto y utilizarlo, para ordenar las cosas.

Los foros masónicos de internet , los grupos masónicos de Facebook, y otras redes sociales de internet , son verdaderamente caóticos ahí vemos: burlas, insultos, luces, entendimiento , sombras , mucha coherencia y un total caos. Pero sin duda esto tiene un sentido , si lo analizamos correctamente.

El efecto mariposa, hay un antiguo proverbio chino que die que una aleteo de un mariposa podría provocar un tornado al otro lado del mundo. La relación entre el aleteo de una mariposa con acontecimientos remotos puede ya verse sugerida en el citado antiguo proverbio chino .Este proverbio aludiría a una visión holística, en la que todos los acontecimientos estarían relacionados y repercutirían los unos en los otros, pero sin implicar necesariamente una repercusión de enorme magnitud a partir de acontecimientos ínfimos. Hoy vemos como un chino come un murciélago infectado en un mercado en el centro de china, se contagia de coronavirus covid19, contagia a otros chinos y hoy es una terrible pandemia mundial, en donde usted que me lee puede contagiarse y morir.




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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: Alcoseri Enviado: 29/05/2020 01:12

Tal vez no sea una forma exagerada de verlo, pero es una cadena de pequeños eventos, puede tener consecuencias enormes , y este es un tema que aparece en masonería, en la idea de “ORDO AB CHAO : DEL CAOS AL ORDEN” Según el efecto mariposa, dadas unas circunstancias peculiares del tiempo y condiciones iniciales de un determinado sistema dinámico caótico (más concretamente con dependencia sensitiva a las condiciones iniciales) cualquier pequeña discrepancia entre dos situaciones con una variación pequeña en los datos iniciales, acabará dando lugar a situaciones donde ambos sistemas evolucionan en ciertos aspectos de forma completamente diferente (cabe resaltar que sin duda alguna y sin explicación científica). Eso implica que si en un sistema se produce una pequeña perturbación inicial, mediante un proceso de amplificación, podrá generar un efecto considerablemente grande a corto o medio plazo. Es un concepto de la teoría del caos.

En el pasado, el caos representaba lo desconocido, el mundo mágico: visiones amenazantes y de pesadilla que reflejaban el miedo del hombre a lo incontrolable y su necesidad de dar forma y estructura a sus aprehensiones, hoy la ciencia ha avanzado y podemos ver un orden en el caos. Hoy, la teoría del caos representa un campo emocionante y creciente, que implica el estudio de los fenómenos más diversos que muestran dependencia de las condiciones iniciales. Aunque el comportamiento caótico a menudo parece aleatorio e impredecible, a menudo obedece a estrictas reglas matemáticas derivadas de ecuaciones que se pueden configurar y estudiar.

Los gráficos por computadora son una herramienta de investigación importante para ayudar a estudiar el caos . Desde los juegos de azar que son del reino de lo caótico, pasando por el caótico comportamiento humano y llegado hasta los aparentemente insignificantes remolinos del humo del cigarrillo, el comportamiento caótico es generalmente irregular y desordenado; Otros ejemplos incluyen modelos meteorológicos, ciertas actividades cardíacas y neurológicas, el mercado de valores y ciertas redes eléctricas de computadoras . La teoría del caos también se ha aplicado a menudo a una amplia gama de aspectos masónicos , un ejemplo de ello son aquellas tenidas o sesiones masónicas donde nadie parece ordenado, por más intentos que hagan por ordenarlas, pero que al final , esas caóticas tenidas , resultan más provechosas que las aburridas tenidas ordenadas, pues nos brindan al final más luz .


Comentarios
  • Julio Diosdado Muy bonito pensamiento mi querido estimado hermano, hay que considerar que los siguientes puntos me recuerdan a mí interpretación personal, a las luces de are, que son muy determinantes. Ante la Biblia de Jerusalén que se ven originalmente sincrética dVer más

    En ciencia, hay algunos ejemplos claros y famosos de sistemas físicos caóticos, como la convección térmica de fluidos, reacciones químicas oscilantes, dinámica de fluidos, crecimiento de la población, el impacto de partículas en una pared sometidas a vibraciones regulares o circuitos eléctricos no lineales.

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Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: Alcoseri Enviado: 29/05/2020 01:13
  • Ahora analicemos este escrito :

    Los primeros destellos de la naciente Vida atravesaron la impenetrable extensión de la Noche Cósmica, convirtiendo las tinieblas de la negación en el confuso crepúsculo del ser. Recortada contra las sombras de las puertas de la Eternidad, se erguía, a las nebulosas orillas de la turbulenta sustancia, la solitaria figura de un místico extraño, cubierto con un quimérico y azul manto de misterio, con la cabeza nimbada por una áurea corona de deslumbradores destellos. Las tinieblas del Caos huyeron ante los rayos que brotaban, como torrentes de vivo fuego, de aquella forma divina. Desde algún Cosmos, incalculablemente más grande que el nuestro, había venido aquel místico visitante, respondiendo al llamado de la Divinidad. Saltó de estrella en estrella y era conocido desde el mundo hasta el universo, no obstante haber permanecido envuelto por las membranosas alas de la noche del Caos. De pronto se abrieron las nubes, y una luz maravillosa descendió de alguna región situada entre las hirvientes olas de la fuerza; y cubrió aquella forma solitaria con su celeste radiación, en que cada chispeante molécula de niebla brillaba como un diamante bañado por el vivo fuego de lo Divino. En la chispeante llama de la luz cósmica limitada por las oscuras nubes del no-ser, aparecieron dos grandes formas y una Voz poderosa vino irradiando eternidad; cada burbujeante átomo vibraba con el poder de la Palabra del Creador, mientras la inmensa figura de veste azul se indignaba reverentemente ante el pedestal de Su Hacedor, en tanto que una mano alargada desde el cielo extendía los dedos impartiendo su bendición. “Entre toda la creación, te he escogido a ti, y sobre ti he levantado mi solio. Tú eres el instrumento escogido por mi mano, y yo te encargo que seas el Constructor de mi Templo. Tú levantarás sus columnas y cubrirás su piso; tú lo adornarás con metales y joyas, y tú serás el maestro de mis obreros. En tus manos coloco los planos, y aquí en el puesto de comando de la sustancia viva, dejo grabado el plano que debes seguir, y en el que he trazado cada letra y cada ángulo con las fulgentes líneas de mi omnipotente dedo. ¡Hiram Abiff, escogido como constructor de la casa de Tu Padre, levántate y comienza tu tarea! Allí tienes las densas nubes, las grises nieblas, los destellos de la luz celestial, y las tinieblas del sueño de la creación. Con ellos construirás, sin el ruido de mi martillo ni gritos de obreros, el templo de tu Dios eterno que está en los cielos. La arremolinada e incesante acción de la negación te obligará a moler y pulir tus piedras. Entre esos espíritus de no-ser tendrás que mezclar la cal y echar tus cimientos, porque yo te he estado contemplando desde los días de tu juventud y te he guiado a través de los días de tu edad adulta. Te he pesado en la balanza y he visto que eres justo. Por tanto, a ti te concedo la gloria de trabajar, y por la presente te doy la investidura como Constructor de mi Casa. A ti te entrego la palabra de Maestro Constructor; a ti te entrego las herramientas del gremio; a tí te transmito el poder de que he sido investido. Ten fe en estas cosas. Devuélvemelas cuando hayas terminado, y yo te daré el nombre conocido sólo por Dios. Así debe ser”. La gran luz se extinguió en los cielos; los flamígeros dedos de la Luz de la Vida se desvanecieron entre la nebulosa y solitaria aurora, y otra vez envolvió al no-ser un negro manto. Hiram Abiff estaba de nuevo solo, contemplando en el infinito océano del olvido, un mar de atorbellinada e hirviente materia, hasta un horizonte sin fin. Entonces, tomando en sus manos cuanto le había sido dado y grabando en su corazón la radiante Palabra del Maestro, caminó lentamente hasta ser tragado por las nieblas de la noche primordial. ¿Cuántos hombres miden la interminable eternidad? Las edades pasaban, y el solitario Constructor trabajaba sus planes sólo con amor y humildad en su corazón; su mano modelaba las tinieblas que Él bendijera, mientras que sus ojos se alzaban hacia el punto de donde la Gran Luz descendió desde los cielos. Trabajaba en divina soledad, sin que nadie lo alentara ni lo censurara; solo, en plena libertad con la helada niebla matinal sobre su frente, pero con el corazón aún confortado por la Palabra del Maestro. Parecía la suya una tarea desesperada. Ningunas manos solas habrían podido modelar las tinieblas; ningún corazón por veraz que fuese, podría ser lo suficientemente grande como para proyectar el palpitante amor cósmico sobre las frías nieblas del olvido. Aunque las tinieblas se cerraban cada vez más sobre él y los atenazadores dedos de la negación estrechaban su ser, el Constructor, provisto de la divina verdad, siguió trabajando. Lleno de divina esperanza puso sus cimientos, y con su inagotable arcilla forjó los moldes para dar forma a sus sagrados ornamentos. Lentamente fue creciendo el edificio, y las indecisas figuras moldeadas por la mano del Maestro, fueron destacándose. El Maestro había forjado tres enormes, pero desalmadas criaturas, seres inmensos que aparecieron, cual torvos espectros, en la penumbra. Eran tres constructores a quienes él había bendecido y ahora pasaban, insolentemente, frente a él. Hiram tendió sus brazos hacia su creación, diciendo: “Hermanos, yo os he forjado para que realicéis vuestra obra. Yo os he formado para que trabajéis conmigo en la construcción de la Casa del Señor. Sois hijos de mi propio ser; yo he trabajado por vosotros; ahora, trabajad conmigo para la gloria de Dios”. Pero los espectros rompieron a reír. Se volvieron hada su artífice y lo atacaron con sus propias herramientas, las que Dios puso en sus manos desde los cielos; y dejaron a su Gran Maestro moribundo en medio de sus obras, herido y aniquilado por el triple poder de la cósmica noche. Sangrando, yacente a los pies de su obra, el martirizado Constructor levantó la cabeza hacia las encrespadas nubes, con su rostro radiante de dulzura, divino amor y cósmica comprensión, mientras sus labios oraban al Maestro que lo enviara al mundo: “Oh Maestro de los Trabajadores, Gran Arquitecto del Universo, mis labores no están terminadas. ¿Por qué tendrán que permanecer siempre incompletas? Yo no he terminado aquello para lo que Vos me disteis el ser, pues mi propia creación se ha vuelto contra mí y las herramientas que Vos me disteis me han dado muerte. Los hijos que yo creé para el amor, me han asesinado a causa de su ignorancia. Aquí, Padre, está la Palabra que Vos me disteis, tinta ahora con mi propia sangre. Oh Maestro, os la devuelvo porque la he mantenido como un sagrado don dentro de mi corazón. Aquí están las herramientas, el tablero y los artefactos que yo forjé En torno mío se yerguen las ruinas del templo que debo dejar. A Vos, oh Dios, divino Conocedor de todo os las devuelvo dándome cuenta de que en Vuestra voluntad descansa la posibilidad de realizar todas las cosas. Vos, oh Dios, conocéis todos nuestros actos, sabéis nuestros pensamientos. En vuestro nombre, Padre, he trabajado, y por Vuestra causa muero como un leal constructor”. El Maestro cayó desplomado, con dulce expresión en su rostro vuelto hacia el infinito en el postrimer descanso de la muerte, y cesaron los destellos luminosos que de él emanaban. Las grises nubes se tornaron más densas, hasta formar una mortaja ingrávida en torno al cuerpo del asesinado Hiram. De pronto se abrieron de nuevo los cielos y un chorro de luz bañó de celestial gloria la figura de Hiram. Una vez más, la Voz habló desde los cielos, en donde el Gran Rey tiene su solio entre las nubes de la creación: “Él no ha muerto; sólo está dormido. ¿Quién lo despertará? Su obra no está cumplida, y en su muerte guarda las sagradas reliquias más celosamente que nunca, porque la Palabra y los planos son sólo suyos desde el momento en que se los entregué. Pero así permanecerá, dormido, hasta que esos tres que lo han asesinado lo devuelvan a la vida. Todo error debe ser rectificado y los saqueadores de mi casa, los destructores de mi templo, deben trabajar como constructores hasta que arranquen de la Muerte al Maestro”. Cayeron de rodillas los tres victimarios y alzaron a la vez sus manos al cielo como para desviar la luz que había descubierto su crimen: “¡Oh Dios!, grande es nuestro pecado. Hemos dado muerte a nuestro Gran Maestro Hiram; justo es Vuestro castigo y, como lo asesinamos, tendremos ahora que consagrar nuestras vidas a su resurrección. Lo primero constituye nuestra humana debilidad, lo segundo nuestro sagrado deber”. “Así sea”, respondió la Voz desde el Cielo. La gran Luz se desvaneció y brumosas nubes de tinieblas envolvieron el cadáver del Maestro asesinado, desapareciendo en la vorágine de sombras, sin que haya quedado túmulo ni vestigio alguno que indiquen dónde yace el cuerpo del Constructor. “¡Oh Dios! - clamaron los tres confabulados - ¿Y en dónde podremos encontrar ahora a nuestro Maestro?”. Desde lo Supremo Invisible descendió de nuevo una mano, empuñando una frágil lámpara de aceite cuya mortecina llama alumbraba débilmente las tinieblas. Y a la vez oyeron la sentencia: “Con esta luz tendréis que buscar a aquel a quien habéis asesinado”. Las tres formas rodearon la luz y se inclinaron reverentes en oración, dando gracias por ese breve destello que alumbraría la oscuridad de su camino. Desde alguna parte en las regiones del no-ser, la Gran Voz habló con resonancias de trueno que hicieron retemblar el Caos: “Él vino como una flor y ha sido tronchado; voló como un arcángel, pero han sido abatidas sus alas; así como las aguas van a fundirse al mar y las flores se marchitan y secan, así es el hombre al morir. Aún me compadezco por las criaturas de mi creación; las dirijo en épocas de perturbaciones, y las salvo con mi inagotable poder. Buscad en donde yace un tallo roto y una vara seca; buscad en donde las nubes se ciernen; buscad en las piedras de la ladera, porque todo eso señala la tumba de Hiram, quien se ha llevado mi Voluntad consigo al sepulcro. Esta eterna búsqueda os corresponde hasta que encontréis a vuestro Constructor, hasta que el cuerpo entregue su secreto, hasta que la tumba disuelva a los fantasmas. No hablaré más hasta que vosotros no hayáis encontrado y resucitado a mi bien amado Hijo, y hayáis escuchado las palabras de mi Mensajero y, con Él como guía, hayáis concluido el templo en que habitaré. Amén”. La gris aurora aún yace durmiendo en los brazos de las tinieblas. Fuera del gran misterio del no-ser, todo era silencio, todo inconocible. A través de la brumosa aurora, como extraños fantasmas de un sueño, tres figuras vagaron por el gran reino desconocido, llevando en sus manos una leve lucecita: la lámpara que les entregara el Padre de su Constructor. Por tierras, mares, nubes y estrellas, vagaron eternamente en busca de la muda tumba, deteniéndose una y otra vez para explorar las profundidades de algunas místicas cavernas, orando por liberarse de su interminable búsqueda; siempre atados por sus votos de resucitar al Constructor al que habían dado muerte, cuya tumba ha sido marcada con una rama de acacia quebrada, y cuyo cuerpo fue arrebatado por el blanco y huracanado manto de la muerte, hacia algún lugar en la cima de la colina eterna.

    Alcoseri

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  • Damian Sanchez Castañeda En la ley del caos no hay error y esta frase es de una canción de Gustavo Ceratti y tiene mucho fondo.
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