Miguel Hidalgo en la Independencia Mexicana

Los antecedentes del cura Hidalgo, sus opiniones de muy atrás manifestadas sin embozo, y tanto que la Inquisición, fijó en él desde 1800 sus recelosas miradas; las relaciones que existieron entre los conspiradores de Valladolid – El cura Don  Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga Mandarte Villaseñor^[ e Ignacio María de Allende y Unzaga, y las otros que ya en esa época unían á éste con Hidalgo, lo que autoriza á suponer sin esfuerzo que algún participio tuvo el último en aquella conspiración, precisamente tramada en la ciudad donde hizo sus estudios y ejerció el importante puesto de rector del colegio de San Nicolás; la simultaneidad que se nota en los levantamientos á favor de la independencia, efectuados en puntos muy distantes entre sí , apenas lanzado el grito de Dolores; la existencia, perfectamente comprobada, de agentes enviados por Hidalgo en distintas direcciones y que preparaban esos mismos levantamientos ; por último, el testimonio de uno de los compañeros del ilustre párroco, fray Gregorio de la Concepción , de la orden del Carmen, y que ha dejado escrita una curiosa relación de los principales sucesos de la independencia, que pronto verá la Casa que habitó en Dolores don Miguel Hidalgo luz pública, nos obligan á afirmar que á Hidalgo toca la gloria de haber iniciado la proclamación de la independencia, de haber meditado en ella más que algunos de sus nobles compañeros en la lucha y en el sacrificio, y de ser el centro directivo que dio vida y animación á los deseos y aspiraciones de segregar á México de España. «Este mismo día 23 de julio del año de 8, dice fray Gregorio de la Concepción, llegué al pueblo de Dolores (de paso para San Luis Potosí) y llegando á dicho pueblo fui al curato, y preguntándole al mismo señor cura si estaba ahí el señor cura, me dijo que él era, y sin bajar del coche le entregué la carta (de Allende), y como pensaba que yo era gachupín me recibió de mala data, pero luego que la leyó me hizo bajar del coche con cariño y hizo á los cocheros que me metiesen mi equipaje á su recámara, y me metió á su sala, y después de haberme dado un trago de vino y bizcochos me llevó á ver todas las curiosidades que tenía en ella, y en el cuarto adonde tenía sus animales de seda, me dijo por menor toda su combinación que tenía hecha con sólo cinco señores; yo en el instante convine en todo, y me aseguró que yo era el sexto ; y como á las dos horas poco más que yo había llegado, á decir al señor cura que allí estaban los señores Allende, Aldama, Arias y Abasólo, y mandó decir dicho señor cura que entraran; luego que nos vimos nos abrazamos tiernamente y nos fuimos debajo de un árbol, y allí nos presentó el señor Hidalgo el plan que tenía hecho, y todos convenimos en él , y aunque el señor Allende le hizo algunas reflejas , y yo lo mismo, no en cuanto á lo sustancial, pero quedamos unánimes y decididos á padecer la misma muerte, con tal de libertar de los opresores á. nuestra patria. "Dos días estuve allí con tan amable compañía, tratándome todos con el mayor aprecio, de manera que me avergonzaba ver el trato que me daban , y á los dos días me fui á San Luis lleno de las mayores amarguras por nuestra separación y del mayor júbilo por la confianza que tenían de comunicarme cosa de tanta entidad, y solo iba yo pensando por el camino en el aMo de diez y en el día de san Miguel. » Desde 1808, pues, el cura Hidalgo mantenía relaciones con Allende, Aldama, Abasólo y otros; celebraban frecuentes reuniones en las que se trataba nada menos que de proclamar la independencia de México ; el primero sometía á sus correligionarios planes políticos que éstos aprobaban, hacía construir lanzas en Dolores durante los primeros meses de 1810 él enviaba emisarios á distintas partes del país con la misión de propagar el principio revolucionario. Que Allende fuera el promovedor de las juntas secretas de San Miguel, primero, y después Don José Mariano Abasólo de las de Querétaro, no es motivo bastante para darle el primer lugar entre los héroes de la independencia, pues todos los que en ellos figuraban, incluso el mismo Allende, reconocían en Hidalgo al jefe que debía dirigirlos. «Hidalgo, dice el alcalde Ochoa en su denuncia al virrey, es el autor y director de la revolución proyectada. El mismo alcalde coloca en primer lugar el nombre de Hidalgo en la lista de los comprometidos en la revolución, y en otro párrafo de su carta al virrey se lee lo siguiente: "El doctor Hidalgo, cura de Dolores, es el principal motor y  es quien  sugiere las ideas, y su proyecto es reducido á la independencia. El padre fray Gregorio de la Concepción lo afirma en su interesante relación inédita. Estalla el movimiento revolucionario, y desde el primer momento Hidalgo es reconocido con calidad de jefe supremo, sin que se levante una sola vez para disputarle el mando, el cual pasó á manos de Allende varios meses después , cuando ya las derrotas habían agriado los ánimos, y cuando la discordia entre los defensores de la independencia aceleraba el triunfo de las armas realistas. Amigos y enemigos, en esa época, están conformes en colocar á Hidalgo en el lugar prominente. La duda ha venido después , y los que le disputan esa gloria al padre de la independencia han formado escuela entre los aficionados á la paradoja, casi siempre enemigos de todo lo que brilla y se impone por su mérito propio. Las juntas de Querétaro (alcoseri) fueron precedidas de las que en San Miguel el Grande había promovido Allende entre varios oficiales del regimiento á que él pertenecía. ¿Cuál fué la fecha en que cesaron de efectuarse las de San Miguel? Don José María de Liceaga, en sus Adiciones y rectificaciones á la Historia de México, escrita por Alamán, asienta que desde fines de 1808 promovió don Ignacio Allende en San Miguel el Grande una junta de conspiradores de la que formaron parte varios oficiales de su regimiento, el abogado don Ignacio • Aldama, hermano del capitán del mismo apellido ^, algunos eclesiásticos y varios particulares , vecinos de la misma villa: que las reuniones se efectuaban en la casa de don Domingo Allende, hermano de don Ignacio; que el plan que llegó á acordarse consistía en aprehender á los españoles á una hora dada en toda la extensión del país, respetándose en lo posible sus personas é intereses, y que luego, reunidos en México los jefes principales, se discutiría y determinaría la forma de gobierno más conveniente, y se daría libertad á los españoles, los que podrían permanecer en el país con sus familias y bienes, o trasladarse á la Península si tal fuese su voluntad; pero en este último caso sus bienes entrarían al erario público para cubrir los gastos de la guerra; y que si el éxito era adverso , se impetraría auxilio de los Estados-Unidos de América. El mismo autor expone las razones que los conspiradores tuvieron presentes para ofrecer al cura Hidalgo la dirección del movimiento que tramaban, y afirma que las juntas iban siendo más frecuentes y misteriosas, y que así iba pasando el tiempo en espera del mes de diciembre, que era el prefijado para el pronunciamiento, cuando fué necesario anticiparlo violentamente por haber sido descubierta la conspiración '^. Respecto de las juntas de Querétaro nada dice el señor Liceaga en la obra que acabamos de citar. Alamán, en cambio, guarda silencio respecto de las reuniones de San Miguel, y al ocuparse de las de Querétaro no menciona la fecha en que empezaron á formarse: el cura Hidalgo fué oculto á Querétaro á principios de setiembre (1810) invitado por Allende y habló con Epigmenio González, pero poco satisfecho de los medios con que contaban los conjurados, no se decidió á tomar parte en la revolución que intentaban, lo que más adelante hizo, habiéndole dado Allende informes más satisfactorios, tal es la única indicación cronológica que hallamos en este último autor respecto del punto que nos ocupa, y aun ella no es más que la repetición de lo que dijo Hidalgo en una de sus declaraciones. Don Juan Aldama, como antes hemos dicho, al ser interrogado por el juez Abella sobre el particular, declaró que sólo doce días antes de la proclamación de la independencia fué cuando Allende le habló de un plan revolucionario, pero que ni antes ni después concurrió á junta ninguna. Hemos citado todo lo que antecede para establecer la conclusión de que no es posible fijar determinada fecha al principio de las juntas de San Miguel y de Querétaro, y que no existen documentos en que apoyar una opinión precisa sobre esta materia; deficiencia, por lo demás, que no debe extrañarse siendo tan peligroso en aquel tiempo extender esos mismos documentos, y mucho más expuesto y difícil conservarlos. Pero lo que sí puede afirmarse es que ya á mediados de agosto (1810) las juntas de Querétaro traían conmovida aquella ciudad , y que las denuncias de alguno de los mismos afiliados enteraban á la Audiencia gobernadora de importantísimos detalles y de los nombres de casi todos los conspiradores. ¿Cuál era el plan acordado por éstos acerca del gobierno que debería establecerse cuando se hubiese hecho la independencia? Acabamos de ver el que Liceaga atribuye á los conspiradores de San Miguel encabezados por Allende, y que se reducía, aparte de ciertas medidas que habían de adoptarse contra los españoles, á dejar al arbitrio de los jefes principales que se reunieran en México la elección del gobierno  más conveniente. Don Lorenzo de Zavala, yucateco de ingrata memoria para México y autor de un Ensayo histórico henchido de inexactitudes, afirma que el cura Hidalgo olraha sin plan, sin sistema y sin objetivo determinado. El doctor Mora asienta que desde febrero de 1810 un doctor Iturriaga, capitular de la iglesia de Valladolid y que había tenido participio en la conjuración descubierta en esta última ciudad á fines de 1809 ^, se puso de acuerdo con Hidalgo y Allende y extendió un plan que consistía en encargar el gobierno á una junta compuesta de los representantes de las provincias que lo ejercerían en nombre de Fernando VII, quedando enteramente disueltas las relaciones de sumisión y obediencia para con España, sustituyéndolas con las de fraternidad y armonía. Alamán consigna en su Historia que cuando fué preso Epigmenio González, «entre los papeles que se encontraron en su casa, uno de ellos fué el plan general ó sistema que se había de plantear, poniendo un emperador y varios reyes feudatarios , y esto indica que si nada se había resuelto, había sido cosa tratada en las juntas, ó de que por lo menos se ocupaban algunos de los concurrentes á ellas. Este plan con todos los demás papeles, se entregó al oidor Collado que como en su lugar veremos, fué comisionado para estas causas.» Por último, fray Gregorio de la Concepción en los apuntes que escribió, afirma como testigo presencial que el 23 de julio de 1808, Hidalgo mostró á las personas que cita el plan que tenia hecho, el cual fué unánimemente adoptado. Este plan, sin embargo, se ha perdido para la historia. Nos quedan en cambio algunos documentos que indican cuáles pudieron ser los principios de gobierno que hubiesen planteado los héroes de la primera época de la independencia si la victoria hubiera coronado sus nobles esfuerzos. En el manifiesto del señor Hidalgo, publicado en Valladolid por el intendente Ansorena el 15 de diciembre de 1810, se lee lo siguiente: «Establezcamos un congreso que se componga de representantes de todas las ciudades , villas y lugares de este reino, que teniendo por objeto principal mantener nuestra Santa Eeligión, dicte leyes suaves, benéficas y acomodadas á las circunstancias de cada pueblo: ellos entonces gobernarán con la dulzura de padres, nos tratarán como á sus hermanos, desterrarán la pobreza, moderando la devastación del reino y la extracción de su dinero, fomentarán las artes, se avivará la industria, haremos uso libre de las riquísimas producciones de nuestros feraces países, y á la vuelta de pocos años disfrutarán sus habitantes de todas las delicias que el Soberano Autor de la Naturaleza ha derramado sobre este vasto continente i.» En un bando publicado por don Ignacio Antonio Rayón en Tlapujahua el 23 de octubre de 1810, este jefe declara en nombre del Generalísimo que «el objeto del plan de independencia no es otro más que la manutención de Nuestra Santa Religión, y sus dogmas, la conservación de Nuestra Libertad, y el alivio de los pueblos." Por último, si se considera que los primeros insurgentes adoptaron la palabra Nación para designar á la colonia, y si se tiene en cuenta que las ideas vertidas por Hidalgo desde fines del siglo pasado motivaron la causa que empezó á formarle la Inquisición, debemos suponer con fundamento que se hubiera inclinado á adoptar un gobierno democrático, á imitación de los Estados-Unidos de América, ó á ejemplo de la Francia revolucionaria, cuyo movimiento político había seguido con mirada atenta, y como contraste de aquel orden de cosas que se propuso aniquilar. La falta de un plan político respecto del gobierno que debiera establecerse en México, no amenguaría, por otra parte, la legítima gloria de Hidalgo y sus ilustres compañeros. La historia no nos ofrece, por cierto, el espectáculo de pueblos tranquilos y felices al día siguiente de haberse alzado en armas para recobrar sus derechos. Hay en esos levantamientos súbitos de las naciones , hombres que encarnan la aspiración universal, la suprema necesidad del momento, el odio y los rencores de una generación, y que se lanzan contra las prepotencias que oprimen á sus hermanas, sin que sea necesario al prestigio de su empresa un sistema de gobierno que ofrezcan á sus auxiliares. Una es la misión de los héroes, y otra la de los hombres de Estado. El pueblo de Boston, al arrojar al mar los cargamentos de té que enviaba Inglaterra á sus colonias, inauguraba una lucha desesperada ; y algunos años después , cuando el heroísmo de esos colonos había conquistado la independencia, los Jefferson, los Adams y los Hamilton discutían la constitución de un pueblo emancipado. Tell al dar muerte al opresor de Suiza, al poner su vida al servicio de sus compatriotas, allá en los albores del siglo XIV, no estableció esa admirable confederación que ha resistido incólume á través de los tiempos los embates de sus poderosos vecinos, y no por eso la gratitud de los helvéticos dejó de construir una capilla en el mismo sitio en que se alzaba la humilde morada del cazador de Uri. A Hidalgo le estaba reservado, sin embargo, el castigo eterno  del clero que en todo tiempo le han dirigido sus enemigos, los mismos enemigos de la independencia Mexicana: El morir sin los honores merecidos, y morir excomulgado y olbidado. Cargo á que responden victoriosos el cadalso de Chihuahua y la existencia de un pueblo independiente tras once años de épicos combates. Los masones lo recordamos como lo que ha sido siempre “El Gran Héroe  de la Independencia Mexicana”.

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