La Parábola del Aguador
Un masón preguntó a un Sublimado
Maestro Masón si le podía enseñar la
Palabra Perdida, esa mítica Palabra tan Poderosa que al pronunciarla producía portentosos milagros,
alterar el curso de Naciones y cambiar así la historia, esa Mágica Palabra que los malos albañiles
del Templo dedicado a Dios en Jerusalén
pretendieron arrancar de los labios del Maestre de Obras del Templo Hiram Abiff, y que al negarse a dárselas los obreros le
asesinaron. El sublimado masón dijo así al Masón: nadie puede saber la
verdadera palabra de un Maestro Masón,
no hasta que es merecedor de ella. Hoy durante la exaltación la palabra sagrada
no sería más que la sustituta de esta poderosa palabra.
El Sublimado Maestro Masón entonces
dijo:
De acuerdo con la tradición masónica,
primero tengo que hacerte la prueba que demostrará tu capacidad. Irás al mercado de la ciudad y permanecerás allí
hasta caída la noche, regresarás entonces a la media noche en punto para
describir lo que hayas presenciado y más te haya impresionado.
El Masón que pretendía conocer la
Palabra del Poder Masónico, ilusionado, hizo lo que el Sublimado Masón que está
más allá de los grados masónicos tradicionales le dijo que hiciera. A la caída de
la noche regresó e informó al Sabio sublimado masón que está más allá del grado
33°.
Siguiendo sus instrucciones – dijo el
Masón, y agregó: me puse a vigilar en el Mercado de la Ciudad. El incidente que
más me impresionó de todo el tiempo que ahí estuve se refiere a un vendedor de
frescas y dulces aguas de sabores. El anciano vendedor fue asediado por un
inspector de sanidad, y pretendía el inspector extorsionarlo quitándole gran
parte del dinero que había ganado durante todo su día de trabajo.
El Inspector de Sanidad insistió en
que le diera más de la mitad de sus ganancias, el vendedor insistía en que el
agua que vendía era purificada, eso no le importó al inspector de Sanidad
pública. El viejo vendedor de Aguas, se notaba contrariado y empobrecido, pidió
le diera la oportunidad pues tenía que comprar medicamentos para su esposa
enferma, eso no le importó al Inspector. Dándose cuenta de que el viejo
vendedor de aguas frescas estaba desamparado, el inspector le arrebató la bosa que contenida las monedad ganadas durante
el día de trabajo, sacó más de la mitad
de las monedas, le dio un golpe al vendedor de aguas y se largó.
El Sublimado Maestro Masón preguntó:
¿Cuáles fueron tus sentimientos
cuando viste eso?
El masón contestó:
Deseé más que nunca conocer esa
palabra poderosa de los masones sublimados, esa palabra que puede cambiar el
rumbo de las Naciones, esa palabra que
puede derrocar tiranos, esa palabra que puede resucitar a los muertos, y hacer se haga justicia. Si la
hubiese conocido, la situación entre el vendedor de aguas frescas y el
inspector de sanidad habría sido diferente, el desafortunado e inocente aguador
hubiera sido ayudado por mí, y castigado por mí el abusivo inspector de
sanidad.
El Muy Sublimado Maestro Masón,
exclamó: ¡Oh, mi hermano masón, nacido de una madre viuda! Yo mismo recibí la Palabra Perdida de mi
propio Maestro Ascendido, después que me hubo puesto a prueba, y visto mi resolución
y averiguado si yo era digno de poder
utilizar bien tan poderosa palabra,
quiso saber si yo era un simple impulsivo emocional, un pasional
obsesivo o un buen sirviente del ser humano, y después de haberme sometido a
diversas experiencias que me permitieron a mí mismo ver mis propios
pensamientos y mi conducta.
El Poder de la Palabra Masónica, recuerda
bien, pudo hacer que el Maestre Hiram fulminara a los malos albañiles que le
pretendieron robar la palabra mágica. La Palabra Perdida es el nombre del Mismo Jehová y es siempre para el
servicio de toda la humanidad. Mi
Maestro no fue otro que el vendedor de Aguas Frescas del mercado, si el Aguador
(Acuario). Y el Inspector de sanidad no
es otro que el Mismo Sol, el que me puso a mí a prueba antes de que yo
recibiera la Palabra que da Vida en abundancia. ---
Alcoseri.