A los cuarenta y pocos años, el hombre ya había recibido el premio Nobel de Física por sus descubrimientos sobre el efecto fotoeléctrico (un paso fundamental en el camino hacia la mecánica cuántica) y hacía rato que había pergeñado la fórmula E=mc², la que poquísima gente entiende o puede explicar pero que todo el planeta conoce.

Como era además un judío simpático, ocurrente y entretenido, enseguida se convirtió en una celebrity al estilo de la época, invitado a viajar por el mundo y a opinar de cualquier tema a través de incontables entrevistas y artículos que le pedían los periódicos.

Personaje de su tiempo, Albert Einstein llegó a este mundo en 1879 en Alemania y el 14 de marzo se cumplen 140 años de su nacimiento. Un ícono reverenciado a nivel global, sus teorías científicas siguen presentes en muchísimos elementos de la vida cotidiana en la actualidad, su estatura teórica está asegurada por siglos.

Pero, además de sus trabajos científicos, Einstein dejó detrás un legado de miles de cartas y documentos, diarios de viaje y anotaciones, en muchos de los cuales se revela como un ser humano complejo, capaz de disfrutar los beneficios de la celebridad pero también de ponerse de mal humor ante la presencia de extraños y de realizar comentarios que hoy son considerados fuertemente racistas o xenófobos.

 

Recientemente se conocieron algunos comentarios escritos por Einstein en su diario de viaje de entre octubre de 1922 y marzo de 1923 por Asia, Medio Oriente y España, en los cuales describió a los chinos como un pueblo "trabajador, sucio, obtuso". No muy políticamente correcto…
Un diario similar cubrió las peripecias del autor de la Teoría de la Relatividad durante su viaje de 1925 por Argentina, Uruguay y Brasil. Y no faltaron los comentarios racistas o despectivos, mezclados con declaraciones de amor y admiración por sus anfitriones.

Carta de Albert Einstein a su esposa Elsa y su hijastra Margot, enviada desde Buenos Aires el 23 de abril de 1925 (Ardon Bar-Hama/Einstein Archives at Hebrew U).

La lectura de los diarios muestra a Einstein como un hombre de humor cambiante que lidiaba como podía con el abrumador peso de la fama y pasaba de elogiar el clima o algunas costumbres a golpear con el martillo de su pluma y describir sin filtro a los personajes locales.

Einstein viajó desde Europa en un barco que hizo escalas en España y Portugal, y paró algunas horas en Rio de Janeiro y Montevideo antes de atracar en Buenos Aires el 24 de marzo de 1925.

Al llegar a la escala en Rio, Einstein fue recibido por "un rabino y alguien más, así como algunos ingenieros y médicos", cuenta el científico en los diarios, que forman parte del Archivo de sus documentos que atesora la Universidad Hebrea de Jerusalén.

En su primera impresión de Brasil, Einstein comentó que "todo vive y prospera, por así decirlo, frente a nuestros propios ojos", según se lee en las páginas de los diarios publicadas en alemán y en traducción al inglés por la Universidad de Princeton.

"La mezcla de gentes en las calles no tiene precio", continuaba el científico, quien vio en Rio "portugueses, indios, negros, con todos los matices posibles en el medio".

En la parada del buque en la ciudad brasileña vivió "una experiencia maravillosa, una abundancia indescriptible de impresiones en pocas horas".
Luego, la escala en Montevideo "al mediodía", adonde lo recibieron "periodistas y otros judíos de distintos tipos", entre ellos un tal Nierenstein, secretario de la universidad local. Nierenstein, escribió, "es una persona resignada, buena, pero los otros son más o menos sórdidos".

Albert Einstein, de visita en el Instituto Oswaldo Cruz de Rio de Janeiro

Después de un retraso en el puerto de Montevideo, Einstein llegó finalmente a Buenos Aires, "una ciudad confortable y aburrida" con "gente delicada, mirada inocente, graciosa pero 'clichéd'", poco original a los ojos del científico, quien vio en la capital argentina, apenas bajar del barco, "lujo, superficialidad".

En Argentina, Einstein pasó varias semanas, brindó doce conferencias, se reunió con organizaciones judías y sionistas y fue recibido por los más altos funcionarios locales, viajó a Córdoba y a la finca de un amigo en Llavallol, escribió un par de artículos para el diario La Prensa y anotó en sus papeles impresiones de viaje y ocurrencias científicas, incluyendo larguísimas fórmulas.

Ya con un día encima en Buenos Aires, Einstein opinó que la ciudad era como una "Nueva York atenuada por el Sur". Cuando se reunió con un director de la Universidad de La Plata, lo describió luego en su diario como "un elegante y falso pequeño hombre con una pequeña esposa análoga".

Einstein. en una de las conferencias que dio en el aula magna del Colegio Nacional de Buenos Aires

En su mayor parte, los diarios de América del Sur están escritos con frases cortas, como relámpagos de memoria que llegaban a las manos de Einstein desde un cerebro que buscaba recordar cada detalle llamativo de sus aventuras.

De su primera conferencia destacó el "calor hirviente" en la sala, pero destacó la gran presencia de jóvenes, "siempre agradables porque están interesados en las cosas". También le pareció "agradable" un alto funcionario del Ministerio de Educación, aunque encontró una serie de visitas "inútiles pero tolerables".

Un poco de paz llegó el "lluvioso" domingo 29 de marzo, cuando pudo disfrutar "una bendita paz a solas en mi cuarto durante la mañana".
"Uno necesita mucha ansiedad externa para encontrar la felicidad interna cuando todo está tranquilo", escribió.

En los primeros días de abril, Einstein sobrevoló la ciudad a bordo de un hidroavión Junker,se reunió con el entonces presidente, Marcelo T. de Alvear, visitó un museo de etnología y cenó con su amigo Leopoldo Lugones. También visitó La Plata, una ciudad "bonita, tranquila, estilo italiano, con magníficos edificios universitarios que están amueblados en estilo norteamericano".