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General: Masones su historia
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Resposta  Mensagem 1 de 5 no assunto 
De: Kadyr  (Mensagem original) Enviado: 25/06/2025 05:30
¿Qué tienen  en común Simón Bolívar, Mozart, Oscar Wilde,   George Washington, Winston Churchill, John Wayne,  Mark Twain, Rubén Darío y Cantinflas? Exacto,   todos ellos fueron masones. Pero ¿cuál es el  origen de los masones y qué papel han jugado   en el transcurso de la historia?  ¿Son tan poderosos como se cuenta? La historia de la masonería siempre ha estado  envuelta en un halo de misterio debido al gran   poder político y militar que ostentaron  algunos de sus miembros y al carácter   secreto de sus reuniones. Durante siglos,  monarcas, papas y dictadores los han tratado   con recelo y desconfianza por ver en las logias  masónicas a grupos potencialmente subversivos,   con conexiones internacionales y cuyas  actividades se desarrollaban en las sombras,   por debajo del radar de las autoridades.  ¿Realmente tenían motivos para temerlos?

 La palabra 'masón' proviene del francés 'maçon',  que significa 'albañil'. Y como a los miembros   de los gremios de albañiles medievales  también se les denominaba 'franc-maçons',   es decir, albañiles libres –en el sentido  de que no estaban sujetos a un feudo ni   vinculados a un único señor por contrato–,  actualmente se usa de manera indistinta el   término 'francmasonería' o 'masonería'. En este  vídeo, por sencillez, hablaremos siempre de   masones en lugar de francmasones, pero, como  acabamos de explicar, significan lo mismo. El texto más antiguo conocido que habla de  la masonería es el manuscrito Halliwell,   también llamado Poema Regius, datado entre  1390 y 1425. Escrito en inglés medio –el que   se hablaba en Inglaterra desde finales del  siglo XI hasta finales del XV–, consta de 64   páginas de pergamino que contienen 794 versos  pareados, de ahí que se le denomine poema. 

Comienza describiendo cómo Euclides,  el genial matemático y geómetra griego,   fundó la masonería en Egipto. Entre los primeros  versos, si los traducimos al español actual   de manera libre y lo resumimos para una  mejor comprensión, se narra lo siguiente:   “Euclides entrecruzó las geometrías y les dio  el nombre de albañilería. Ordenó a quien era más   alto en este grado que enseñara al más simple de  ingenio en ese honesto arte a ser perfecto; y así   cada uno enseñará al otro, y se amarán juntos como  hermana y hermano. Además, ese a quien él ordenó,   llamado Maestro debería ser, para que fuera el  más venerado; pero los masones nunca deberían   llamarse entre sí ni súbdito ni sirviente. Cada  uno se llamará amigo de los demás. De esta manera,   gracias a su ingenio para la geometría, comenzó el  oficio de albañilería. Euclides lo descubrió así,   este oficio de geometría en Egipto,  donde lo enseñó ampliamente. Y también   en diversas tierras por doquier, antes de que  el oficio llegara a esta tierra, a Inglaterra,   en tiempos del buen rey Athelstan”. 


Aquel monarca  fue rey de Inglaterra entre los años 927 y 939. Hagamos una pausa para aclarar que, según  la mayoría de los estudiosos de este texto,   su autor pudo haber sido algún clérigo  que, además de su vida religiosa,   estuviera vinculado de algún modo  a la masonería de Inglaterra,   dado el profundo conocimiento que parecía  tener sobre sus reglas y que en una parte   del texto menciona que ya entonces había  masones ajenos al oficio de constructor. Retomando la narración del Poema Regius,  en este se cuenta que el rey Athelstan   construyó “altos templos de gran honor” para  adorar a su Dios con todas sus fuerzas y que   amaba tanto el oficio de la albañilería  que se propuso fortalecerlo y, a tal fin,   hizo llamar a todos los albañiles del reino para  escuchar sus consejos. 





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Resposta  Mensagem 2 de 5 no assunto 
De: Kadyr Enviado: 25/06/2025 05:30
A continuación, en una gran   asamblea de masones con presencia de los nobles  del reino, establecieron una serie de reglas para   organizar aquel importante oficio. Algunas, desde  nuestra perspectiva del siglo XXI, nos parecerán   justas y sensatas; otras, en cambio.... no tanto:  “Como maestro albañil, debes ser firme, leal,   y pagar a tus compañeros según lo que cueste, lo  que sea justo –se ordenaba en aquellas reglas–.   No aceptes sobornos ni de señor ni de compañero.  No hagas esclavo a tu aprendiz ni hagas aprendiz   a ningún deforme, pues para el oficio sería  una gran vergüenza tener un hombre cojo,   y hombre tan imperfecto debería ser de poco  beneficio para el oficio. Tampoco acogerás   a ningún ladrón o asesino o al que tenga un  nombre débil –es decir, mala reputación–, para   que no avergüence su oficio.


 Tu aprendiz cobrará  menos que sus compañeros, pues en las tareas del   oficio son más perfectos; pero deberás formar a  tu aprendiz para que su salario aumente pronto.   Ningún albañil trabajará de noche, y ningún  maestro suplantará a otro ni asumirá su obra   si esta pesa ya diez libras; a menos que la obra  en cuestión está tan mal hecha que queda en nada;   en ese caso, un albañil puede intervenir a fin  de que la obra, para beneficio de los señores,   se salve. 


Pero ningún albañil hablará  mal del trabajo de sus compañeros”. El Poema Regius prosigue hablando de  otros temas, como la Torre de Babel,   las Siete Artes Liberales o los buenos modales  dentro de una iglesia y en la vida en general,   pero, como decimos, destaca por ser el texto  más antiguo que hace referencia a la masonería.   Es, por tanto, el primero de los conocidos como  Antiguos Cargos de las logias masónicas, unos   130 documentos de entre los siglos XIV y XVIII que  describían los deberes de sus miembros. Cada masón   debía jurar una parte de ellos como requisito  para ser admitido. Por lo general, los Antiguos   Cargos comenzaban con una oración, una invocación  a Dios o una declaración general, seguida por una   descripción de las Siete Artes Liberales –es  decir, la lógica, la gramática, la retórica,   la aritmética, la geometría, la música y la  astronomía– en la que se ensalzaba a la geometría   por encima de todas las demás. A continuación, se  relataba la historia del oficio de masón, siempre   muy similar a la relatada en el Poema Regius y,  por último, se explicaban los reglamentos de la   logia y los del oficio de la masonería en general,  que los miembros estaban obligados a cumplir. 


Tras el Poema Regius, el texto más  antiguo es el Manuscrito Cooke,   de entre 1410 y 1420. Escrito en prosa,  su contenido es parecido, pero ahonda   más en las supuestas raíces históricas de la  masonería, remontándose hasta el Génesis bíblico,   en concreto a Yabal, uno de los descendientes  de Caín, a quien en la Biblia –Génesis,   4:20– se describe como el “antepasado de todos los  que viven en tiendas y crían ganado”. Pues bien,   según el Manuscrito Cooke –llamado así por el  editor que lo publicó en 1861, Matthew Cooke–,   Yabal descubrió la geometría y se convirtió  en el primer Maestro Masón. A su vez, otros   descendientes de Caín también fueron pioneros  en distintas artes y oficios: Yubal descubrió la   música; Tubalcaín, la metalurgia y la herrería;  Naamá, los tejidos...


 Cuando supieron que Dios   planeaba destruir la Tierra mediante el fuego o  el agua, inscribieron todos sus conocimientos en   dos pilares de piedra: uno sería inmune al fuego  y el otro, al agua. Muchas generaciones después   del Diluvio Universal, ambos pilares fueron  descubiertos –aunque, en nuestra opinión,   por la propia lógica del relato, el que solo  era inmune al fuego no debería haber perdurado,   ¿no?–. El caso es que uno de los pilares fue  hallado por Pitágoras; y el otro, por el sabio   Hermes Trismegisto. Aquellos conocimientos se  transmitirían a Nimrod, quien fue el arquitecto   de la Torre de Babel –siempre según el Manuscrito  Cooke– y, a través de este llegaron a Abraham,   que a su vez transmitió todo aquella sabiduría  acerca de las artes a los egipcios, con quienes   se encontraba Euclides.


 En Egipto aprendieron la  masonería los hijos de Israel y, siglos más tarde,   desde el Templo de Salomón, llegó a Francia. Y  de Francia, a la Inglaterra del rey Athelstan. De acuerdo, estas que os acabamos de relatar  son las raíces míticas de la masonería que,   con mayor o menor grado de credulidad, algunas  de las logias masónicas de siglos posteriores   siguieron incluyendo en sus textos fundacionales y  contribuyeron a extender esa pátina de misticismo   que popularmente se asocia a la masonería. Autores  posteriores, especialmente a partir del siglo   XVIII, añadieron todo tipo de personajes a  las supuestas raíces de las logias, desde   Moisés o Noé hasta los druidas o los Caballeros  Templarios –estos últimos, como posible cadena   de transmisión de la masonería entre el Templo de  Salomón y Europa Occidental–, pero, como decimos,   se trata de leyendas redactadas muy posteriormente  sin registros históricos que las sustenten.


 Si nos ceñimos a la historia comprobable, los  orígenes de las logias masónicas se remontan a   los gremios medievales de canteros, asociaciones  de artesanos que se agrupaban fraternalmente a   fin de regular su oficio y transmitir, proteger  y preservar el conocimiento técnico. Las primeras   evidencias documentadas de este tipo de masonería  operativa se remontan a la Escocia de finales del   siglo XVI, si bien los historiadores coinciden  en que previamente ya existían organizaciones   de canteros, aunque más pequeñas e informales, por  toda la Europa medieval.


 Un hecho que diferenciaba   a los canteros de otros gremios artesanales  era que ellos, con frecuencia, debían viajar   de una región a otra, en función de que tal o cual  monarca o noble decidiese emprender y financiar un   proyecto de construcción de cierta envergadura.  Con la ayuda de algunos parientes o amigos,   casi cualquiera podía construir una casa para su  familia, con mejor o peor maña, pero para erigir   un puente, una iglesia o incluso una catedral  hacían falta sólidos conocimientos técnicos,   matemáticos y geométricos que solo poseían los  maestros albañiles. Esa movilidad condujo al   desarrollo de la conocida como 'Palabra Masónica'  o 'Palabra del Masón', un sistema secreto   para reconocer a los artesanos de distintas  regiones que estuvieran realmente cualificados. 


  A falta de credenciales académicas como las  actuales, aquellos constructores primitivos   conocían una serie de signos, señales, apretones  de manos especiales y palabras confidenciales que   servían para demostrar su grado como masón y, por  tanto, sus capacitaciones técnicas. Para que estos   signos y contraseñas resultasen útiles debían  ser secretos por necesidad; de lo contrario,   si se divulgaban, perderían cualquier valor como  credencial de aptitud. Aquel secretismo y sus   misteriosos códigos, vinculados a la posesión  de conocimientos exclusivos e importantes,   sirvieron de simiente para alimentar las leyendas  posteriores en torno a las logias masónicas. El término 'logia', por cierto, provenía del  franco 'laubja', que significa 'cobertizo'   y que los canteros empleaban para referirse  a los talleres o refugios temporales en los   que trabajaban, y almacenaban herramientas.


  Algunas veces, también dormían en ellos y,   con el tiempo, la palabra logia pasó a designar  además las propias agrupaciones de masones. Los maestros masones medievales  que construyeron grandes obras,   como las catedrales, se hicieron ricos, y  gozaban de gran respeto. Eran los arquitectos   de su época y para elaborar sus planos empleaban  grandes compases y escuadras, de ahí que estas   herramientas aparezcan con frecuencia  en los emblemas de las logias masónicas.   Por cierto, quizá os estéis preguntando  qué significa esa letra G que también   aparece en muchas insignias masónicas. Representa  la ciencia más importante, la Geometría, y se   cree que también simboliza a Dios, como el Gran  Geómetra creador de todo, aunque en la tradición   anglosajona también se suele señalar que sería  la inicial de la palabra 'god', es decir, 'dios'. 




Resposta  Mensagem 3 de 5 no assunto 
De: Kadyr Enviado: 25/06/2025 05:30
No está claro cómo se produjo el paso  de la masonería operativa –o sea,   las organizaciones de albañiles dedicadas  a la aplicación práctica de su oficio– a la   masonería especulativa moderna,  en la que sus miembros ya no se   centran en la construcción física, sino en la  construcción espiritual y ética del individuo,   buscando el perfeccionamiento  moral y cultural de sus miembros. Una de las hipótesis más factibles, apoyada  por registros históricos hallados en Escocia,   señalan que, a mediados del siglo XVII, conforme  la construcción de grandes templos decayó y,   con ella, la importancia de los canteros,  las logias de masones empezaron a aceptar   como miembros a personas de distintos oficios –a  los que denominaban “aceptados” o “caballeros”–,   quienes se interesaban más por los  aspectos filosóficos e intelectuales   y la confraternización que por la transmisión y  la aplicación práctica de conocimientos técnicos.  


 La primera admisión registrada  de “aceptados” ajenos al oficio   de la albañilería data del 3 de julio de  1634, en la Logia de Edimburgo número 1. Se considera que la masonería,  tal como la entendemos hoy en día,   apareció en 1717 en Londres, con la  creación de la Gran Logia de Inglaterra.   Su texto fundador, las Constituciones de  Anderson, fue redactado en 1723. En él se resalta,   sobre todo, la tolerancia en materia religiosa y  política, pero se afirma textualmente que el masón   “nunca será un estúpido ateo ni un libertino  sin religión”. Es decir, que podías pensar lo   que quisieras acerca de la religión... mientras  creyeras en Dios. Por ello, las logias masónicas,   en cierto modo, fueron percibidas por  la Iglesia como una segunda religión,   una con sus propios rituales y misterios.



 Y eso,  sumado a la notoriedad de algunos de sus miembros,   suponía un riesgo incierto pero latente  para la Iglesia, de ahí que en 1738 el papa   Clemente XII emitiera contra la masonería  la bula 'In Eminenti Apostolatus Specula',   en la que condenaba a las logias masónicas  por sus “pactos impenetrables y juramentos   peligrosos” y prohibía a los católicos afiliarse  a ese tipo de sociedades bajo pena de excomunión. Un siglo y medio más tarde, otro papa,  León XIII, en su encíclica 'Humanum Genus',   condenaría también la masonería  por sus principios filosóficos,   especialmente por el naturalismo y la separación  entre Iglesia y Estado. En opinión de León XIII,   la masonería promovía un orden social  contrario a los principios cristianos. Durante la Ilustración, el movimiento  intelectual y filosófico que surgió en   Europa a finales del siglo XVII y prosiguió hasta  bien entrado el XIX, muchos de los pensadores que   estaban a favor del conocimiento adquirido  a través del racionalismo y el empirismo,   y cuyas ideas chocaban con el absolutismo y el  poder de la Iglesia sobre el Estado, formaron   nuevas logias masónicas o se unieron a ellas.


  En ellas podían reunirse, de manera secreta,   o al menos discreta, con gente afín a las nuevas  ideas que compartían sus intereses. Los masones   celebraban rituales, sí, y tenían jerarquías  –incluso bastante rocambolescas en algunos casos–,   pero en las logias se defendía la libertad de  pensamiento y se convirtieron en espacios donde   podían fluir los debates políticos y las  ideas ilustradas sin temor a represalias. Porque, aunque en aquella época comenzaron a  surgir por toda Europa diferentes academias   y reales sociedades científicas, así como  agrupaciones económicas de amigos del país,   todas ellas estaban vinculadas al poder  establecido, se encontraban bajo el mando   del despotismo ilustrado. Y, por tanto, en ellas  nadie se atrevía a contravenir el statu quo del   Antiguo Régimen.


 En las tertulias, salones y cafés  había un mayor ambiente de libertad, pero incluso   allí había que tener mucho cuidado con lo que  se expresara en voz alta, pues, al ser públicos,   muchas eran las personas que deambulaban por  ellos y no había manera de que conocieras a todos:   nunca podías saber quién era un vigilante de  las autoridades o quién decidiría señalarte   como un posible revolucionario a cambio de una  recompensa o simplemente para perjudicarte. En las reuniones de las logias, en cambio, solo  participaban quienes hubieran sido iniciados   como miembros tras ser invitados y haber pasado  una serie de filtros de selección y juramentos.   Por tanto, los masones podían sentirse  razonablemente seguros para expresarse   con libertad en compañía de sus hermanos  de logia.


 O hermanas, porque en muchas de   ellas también podían participar las mujeres. Como  hemos mencionado, en las logias había jerarquías,   pero estas se establecían a partir de una  base de igualdad entre sus miembros, quienes,   al margen de las particularidades de cada  logia, solían elegir en asamblea todas las   decisiones relevantes, desde el proceso  de iniciación de los nuevos miembros a   las reformas de sus estatutos y reglamentos,  pasando también por la elección de los cargos. No es de extrañar que muchos de los ilustrados  más celebres fueran también masones. Montesquieu,   por ejemplo, fue iniciado en 1730  en Londres, en la logia Horn,   de Westminster, a la que también pertenecían  el duque de Norfolk y el duque de Richmond. 

El célebre Voltaire también fue masón: lo  admitieron en la logia Neuf Soeurs –es decir,   Nueve Hermanas– de París en 1778. Aunque para  entonces ya tenía 84 años y falleció tan solo   siete semanas después, aceptó el nombramiento por  no querer despreciar el honor que le hacían los   miembros de aquella logia –fundada, entre  otros, por el destacado astrónomo Joseph   Jérôme de Lalande–; pero, de hecho, catorce años  antes, en su obra 'Dictionnaire philosophique',   Voltaire se había burlado de “los pobres  masones y sus aburridos misterios”.   En sus ritos de iniciación como masón, Voltaire  contó con la ayuda de otra personalidad ilustre:   Benjamin Franklin, quien por  entonces vivía en París como   embajador de los Estados Unidos y había  ingresado en la Neuf Soeurs el año anterior.


 El caso de Franklin, quien llegaría  a ser nombrado Venerable Maestro de   aquella logia, es especialmente relevante,   porque fue uno de los personajes célebres  más activos en el terreno de la masonería. En 1730 o 31, con apenas 25 años, se unió  a la Logia de San Juan de Filadelfia y   formó parte del comité que redactó sus  estatutos. A pesar de que, por lo general,   los hermanos de las grandes logias solo empiezan  a recibir cargos tras varios años de servicio,   Franklin fue nombrado Segundo Vigilante de la Gran  Logia de Pensilvania transcurrido tan solo uno,   y en 1734, antes de cumplir la  treintena, ya era Gran Maestro. Fue Franklin quien publicó 'Las Constituciones  de los Francmasones', el primer libro masónico   impreso en Estados Unidos. En realidad se trataba  de una reimpresión de las Constituciones de   Anderson –¿recordáis?, el texto que sentó  las bases de la Gran Logia de Inglaterra–.   


Los ejemplares de aquella publicación de  Franklin se consideran valiosos tesoros   en las diversas bibliotecas masónicas  repartidas por el país norteamericano. Pero Franklin no limitó su actividad masónica  al continente americano, también visitó diversas   logias de Europa y se inició en un puñado  de ellas. Por ejemplo, además de ingresar   en la mencionada Neuf Souers parisina, en 1760,  fue elegido Gran Maestro Provincial de la Gran   Logia de Inglaterra. En total, Franklin  fue un masón muy activo durante 60 años. Por supuesto, no podemos hablar de los masones en  Estados Unidos sin mencionar a otro Padre Fundador   del país, George Washington. La masonería había  llegado a las costas norteamericanas procedente,   al igual que los colonos, de Inglaterra. Hay  constancia de logias organizadas en Norteamérica   desde la década de 1730. 


También entre las  filas del ejército británico. Más adelante,   cuando estalló la guerra de Independencia, en casi  todos los regimientos había una logia masónica;   al igual que las había en muchos de  los regimientos del ejército colonial.   Pero la fraternidad entre masones no estaba  por encima de las lealtades patrióticas:   en los campos de batalla no importaba ser  masón o no a la hora de dispararse mutuamente. En septiembre de 1752 se estableció en  Fredericksburg, Virginia, una logia masónica   y dos meses más tarde George Washington,  con solo 20 años, se convirtió en uno de   sus primeros aprendices. En apenas un año, logró  progresar hasta convertirse en Maestro Masón. 


El grado de influencia de los masones en los  acontecimientos que condujeron a la Independencia   de Estados Unidos es muy debatido, pero la mayoría  de historiadores considera que se ha exagerado   enormemente. Es cierto que muchas figuras  destacadas de aquellos eventos eran masones,   pero eso no establece una relación causa-efecto.  Las motivaciones políticas y económicas impulsaron   por igual a los independentistas, sin  necesidad de pertenecer a ninguna logia,   y los ideales revolucionarios de igualdad  y fraternidad bebían de la Ilustración y,   en última instancia, del cristianismo.


 De  hecho, los líderes de la mayoría de las   grandes logias que había en Norteamérica  eran leales al rey de Inglaterra.   De los siete Grandes Maestros de provincias, cinco  apoyaron a Jorge III. Dicho esto, es cierto que,   de las 39 firmas que aparecen en la Constitución  de los Estados Unidos, se sabe que trece eran de   masones, y hay indicios de que otros siete  firmantes podrían haberlo sido también. Uno de los grandes héroes de la guerra de  Independencia para los estadounidenses,   el francés marqués de Lafayette, quien fue  nombrado general de división en el Ejército   Continental y desempeñó un papel clave en batallas  tan importantes como la de Yorktown... era masón.   ¿Adivináis en qué logia se había iniciado?  Sí, justo: en la Neuf Soeurs de París. Pero, como ya hemos mencionado, ser masón no era  sinónimo de ser antirreligioso ni revolucionario,   ni mucho menos. Ni siquiera ilustrado. De  hecho, en Francia, algunos de quienes se   oponían con mayor vehemencia a los filósofos  de la Ilustración y a los enciclopedistas,   como el dramaturgo Charles Palissot  de Montenoy –autor de la comedia 'Los   filósofos'– o el político y periodista  Louis Fréron también eran masones.   El objetivo de las logias no era subvertir el  orden establecido, sino favorecer el desarrollo   personal de sus miembros. Muchos de quienes se  unían a ellas lo hacían impulsados por un espíritu   inquieto y curioso, pero no menos lo hacían por  moda y por obtener contactos, del mismo que se   pueden buscar hoy en día en los clubes sociales o  las universidades privadas elitistas. 


De todos es   sabido que codearse con personas de cierto poder  y compartir con ellas rituales y secretos puede   ofrecer interesantes oportunidades para prosperar  más allá de las reuniones, en el mundo real. Los masones empleaban música en sus rituales,  y en el siglo XVIII también se unieron a   logias destacados compositores, como Joseph  Haydn o el célebre Wolfgang Amadeus Mozart,   quien fue masón durante los últimos siete años de  su vida. Fue admitido como aprendiz en la logia de   Viena llamada Zur Wohltätigkeit, que significa  'Beneficencia', el 14 de diciembre de 1784,   y se convirtió en Maestro Masón en un plazo  increíblemente breve, porque apenas cuatro meses   más tarde, el 22 de abril del 85, ya figuraba  con ese grado en los archivos de la logia.   Se sabe que asistió a reuniones de otras logias  austriacas, y que en todas ellas era bienvenido,   dada su gran reputación como músico. 


No obstante,  su vinculación con la masonería le costó que,   tras el fallecimiento del emperador José II, la  corte del nuevo monarca austriaco, Leopoldo II,   le hiciera el vacío. Y es que se relacionaba  a los masones con los jacobinos de Francia,   donde acababa de iniciarse la Revolución,  y los monarcas europeos temían que aquel   fuego pudiera extenderse a sus territorios. A  Mozart, aquello le afectó anímicamente. Pero   igual que un enfermo terminal parece recuperar  las fuerzas en sus últimos momentos, Wolfgang   recuperó su fuerza creativa en sus últimos trece  meses de vida y escribió 'La flauta mágica',   una de sus mejores obras, en la que ensalzaba  a la masonería. Paradójicamente, también hay   historiadores que creen que fueron los masones  quienes acabaron con su vida, envenenándolo. ¿El   motivo? Supuestamente, lo habrían asesinado  precisamente por revelar en aquella ópera,   'La flauta mágica' –que se estrenó el mismo año de  su muerte, 1791–, secretos y rituales masónicos. En España, la primera logia fue fundada en 1728  en Madrid por seis ingleses y fue conocida como   'La Matritense'. 


Estaba adscrita a la Gran Logia  de Inglaterra. Pero durante el siglo XVIII fueron   muy pocas las logias que se fundaron en España,  y casi siempre fueron creadas por comerciantes o   militares extranjeros. Y es que la Inquisición  española se encargó de perseguirlas en cuanto   surgían, haciendo cumplir la bula del papa  Clemente XII y una Real Cédula promulgada   por el rey Fernando VI en 1751 que prohibió  la masonería. No fue hasta el siglo XIX, con   la invasión de las tropas napoleónicas, cuando en  España comenzaron a surgir un número significativo   de logias masónicas, pero, en realidad,  eran un instrumento político de Napoleón,   de quien no hay pruebas de que fuera un masón  formalmente iniciado pero sí mantuvo una relación   estrecha con la masonería. De hecho, su hermano  José Bonaparte, a quien colocó como rey de España,   sí había sido iniciado como masón,  en una logia de Marsella, en 1793. Como decíamos, las logias que  surgieron en España durante la   ocupación francesa –algunas con nombres  tan significativos como el de 'Los Amigos   Fieles de Napoleón'– estaban formadas en su  gran mayoría por franceses o afrancesados,   y cuando las tropas napoleónicas fueron  expulsadas de la península ibérica y regresó   el absolutismo encarnado en Fernando VII, la  Inquisición volvió a perseguir la masonería. Curiosamente, el gran antagonista de  Napoleón en los campos de batalla,   el duque de Wellington, también  era masón. 


Se inició en Irlanda,   en la logia número 494 Trim de Meath, y también  fue miembro de la logia El Gran Firmamento,   de Londres. Y es que, como comentamos en el caso  de la guerra de Independencia estadounidense,   y a pesar de las múltiples hipótesis que  circulan por internet acerca de los masones   como un sólido organismo supranacional capaz  de orquestar guerras y alianzas entre naciones,   los datos históricos han corroborado, una  y otra vez, que pertenecer a una logia   masónica pesaba menos en las motivaciones de los  individuos que otras cuestiones como la fidelidad   a una bandera, a un monarca, a una fe religiosa,  a una ideología política o a los propios intereses   económicos. Si un masón podía echar una  mano a otro hermano masón, así lo haría;   de igual modo que esperaría recibir una ayuda  similar en un momento dado. Pero la diversidad   de intereses de los masones, incluso dentro de  una misma logia, era tan amplia como la de los   miembros que la componían. 


Y ningún Maestro Masón  podía imponer su voluntad al resto de sus hermanos   para que la obedecieran ciegamente: las decisiones  importantes se tomaban de modo asambleario. Por otro lado, sí es cierto que siempre ha habido   múltiples conexiones internacionales entre  las distintas logias masónicas especulativas.   Muchas de ellas se creaban en nuevos territorios  siguiendo el ritmo de las colonizaciones,   como extensiones de grandes logias de las  metrópolis. Eso ayudó a propagar universalmente,   entre algunos grupos de las élites, tanto de  la nobleza como de la burguesía, las ideas   ilustradas acerca del racionalismo, la libertad  de pensamiento, la igualdad y la fraternidad. En esa línea, la masonería estuvo presente también  en los procesos independentistas de Sudamérica.   Aunque es muy debatido aún si el venezolano  Francisco de Miranda, considerado el precursor   de la emancipación americana contra el Imperio  español, llegó a ser iniciado como masón, sí hay   indicios de que mantenía conexiones con individuos  que pertenecían a organizaciones masónicas. 


Pero   eso, como ya hemos visto, tampoco tenía nada de  extraordinario en los círculos de poder de aquella   época y no implica que Miranda fuera masón.  Porque no existe ninguna prueba de que así fuera   y las logias masónicas, a pesar de su supuesto  secretismo, no eran especialmente reservadas a   la hora de filtrar que entre sus hermanos  se encontraba alguna figura relevante,   ya que esta serviría como imán para que  otros quisieran unirse a sus filas y,   además, aumentaba el prestigio  global de todos sus integrantes. Otras dos figuras clave de las independencias  americanas de las que se suele decir que eran   masones son Simón Bolívar y José de San  Martín. 


Supuestamente, ambos habrían   sido iniciados en España, curiosamente  en logias de la misma ciudad: Cádiz. Veamos primero el caso de José de San Martín,  quien ha pasado a la historia como libertador   de Argentina y Chile, además de por haber  proclamado e impulsado la independencia de   Perú. Nació en la localidad de Yapeyú, que por  entonces se encontraba en la provincia jesuítica   del Paraguay, dentro del Imperio español, y que  actualmente pertenece a Argentina. Sin embargo,   cuando tenía tan solo seis años, su familia  se trasladó a España y se asentó en la ciudad   de Málaga. Tras estudiar en el Real Seminario de  Nobles de Madrid y en la Escuela de Temporalidades   de Málaga, se alistó en el ejército español  e hizo carrera en el Regimiento de Murcia.  


 En julio de 1808 combatió contra las tropas  napoleónicas en la famosa batalla de Bailén,   que se saldó con victoria española. Quienes aseguran que era masón sostienen que,  unos meses antes de la batalla de Bailén,   San Martín había sido iniciado como masón en  la Logia Integridad de Cádiz, cuyo Venerable   Maestro era el general Francisco María Solano,  marqués del Socorro. Poco después, se afilió a   la Logia Caballeros Racionales nº 3, también de  Cádiz, donde alcanzó el grado de Maestro Masón.  

 Esos son los datos que suelen encontrarse en  muchas biografías del militar, pero, para ser   precisos, hay que señalar que no está claro que  la referidas logias de Cádiz llegasen a existir   realmente, y menos que fuesen organizaciones  masónicas. En aquel año, en Cádiz había muchas   organizaciones secretas de todo signo, pero  no necesariamente eran logias masónicas. San Martín fue ayudante de campo del  general Solano, marqués del Socorro,   pero tampoco hay registros de que este  fuera masón. Juntos compartieron eso sí,   un triste episodio de la historia española. El 28 de mayo de 1808, tras las abdicaciones  de los Borbones españoles, el alzamiento del   pueblo de Madrid contra los franceses y los  fusilamientos del día siguiente, 3 de mayo,   llegó a Cádiz una solicitud de la Junta de Sevilla  para que Cádiz se adhiriera al levantamiento   contra los invasores. El general Solano reunió  entonces a los generales de la provincia y,   tras consultar con ellos, preparó un bando para  reclutar tropas y declarar la guerra a Francia.   


Pero mientras tanto, se exaltaron los ánimos  entre el pueblo de Cádiz, que también había   conocido las noticias y comenzó a solicitar  que se repartieran armas para atacar a los   franceses. Como estos habían sido considerados  aliados de los españoles hasta ese momento,   en el puerto de Cádiz se encontraba una  flota francesa cuyo almirante, Rosily-Mesros,   tuvo la astucia de alternar sus barcos fondeados  con los españoles de un modo estratégico para   tener estos a tiro de cañón de sus navíos. Al  mismo tiempo, los españoles no podían cañonear   a los barcos franceses desde tierra sin alcanzar  a los suyos propios.


 La inacción en el puerto hizo   que se propagara entre la población el rumor de  que el general Solano no quería luchar contra los   franceses porque era un traidor y, a pesar de que  este tenía ya lista la declaración de guerra sobre   la mesa de su despacho, una muchedumbre, armada  con piezas de artillería procedentes del arsenal,   recién saqueado, avanzó imparable hacia la  Capitanía. La masa, furiosa, derribó las puertas,   hirió al capitán José de San Martín –se cree que  por confundirlo con Solano– y buscaron al general,   que se vio obligado a huir. Se refugió en casa de  una amiga suya irlandesa, María Tucker, pero allí   dio con él un grupo armado.


 Pese a que el general  Solano se defendió y mató a uno de los asaltantes   de la casa, lograron reducirlo y lo condujeron,  maniatado, hacia la plaza de San Juan de Dios,   donde habían improvisado un patíbulo para  ahorcarlo. Mientras lo llevaban hacia allí,   una mano lo apuñaló por la espalda, matándolo al  instante. Unos historiadores creen que fue algún   exaltado, que no pudo controlar su odio contra  el falso traidor. Otros, que el asesino fue   algún amigo de Solano, piadoso, para ahorrarle la  humillación de perecer ahorcado como un criminal. 

Volviendo al asunto de los masones,  de San Martín se suele afirmar que lo   fue porque unos años después, ya en América,  participó en la fundación de la Logia Lautaro,   una organización con diferentes filiales fundada  en 1812 por revolucionarios hispanoamericanos con   el objetivo de coordinar acciones en favor de  la independencia de los territorios americanos   bajo control español. Sin embargo... a pesar  de que su nombre parezca indicar lo contrario,   la Logia Lautaro no era una  organización masónica, sino,   como hemos dicho, una sociedad secreta de  carácter político con un objetivo concreto. ¿Y que hay de Simón Bolívar? De él también  se cuenta que fue masón, iniciado en Cádiz,   pero en su caso ni siquiera se indica en qué  logia entró como aprendiz. El problema es que   actualmente se sabe que la primera logia masónica  que hubo en Cádiz se constituyó en 1807 y,   para entonces, Bolívar –quien, al igual que San  Martín, se educó en la España peninsular– ya había   regresado al otro lado del Atlántico.



 También  se dice que fue iniciado en la Logia Lautaro,   pero, aunque así fuese, eso no significaba  ser masón, como acabamos de explicar.   Lo mismo sucede con una larga lista de  organizaciones más o menos secretas con las   que se vincula su nombre: Reunión de Americanos,  Conjuración de Patriotas, Unión Americana,   Caballeros Racionales, Supremo Consejo de  América... No tenían relación con la masonería. No obstante, Bolívar... sí fue masón. Al menos  brevemente, durante su estancia en París entre   los años 1804 y 1806. Eso es lo que demuestra  un acta masónica que da fe de que recibió el   grado de compañero masón, el segundo grado tras  el de aprendiz. No se sabe dónde fue iniciado,   pues en el documento –una hoja del libro de  actas de la logia San Alejandro de Escocia,   ubicada en la capital francesa– no se indica,  pero en él se puede leer: “(...) El Venerable   ha propuesto elevar al grado de Compañero  al hermano Bolívar, recientemente iniciado,   a causa de un próximo viaje que está en  vísperas de emprender.


 Habiendo sido unánime   la opinión de los hermanos para su admisión y  el escrutinio favorable, el hermano Bolívar ha   sido introducido en el templo, y tras las  formalidades de rigor ha prestado al pie   del trono la obligación acostumbrada, situado  entre los dos Vigilantes, y ha sido proclamado   caballero Compañero masón de la Logia  Madre Escocesa de San Alejandro de Escocia”. Por último, no podemos cerrar el tema  de los libertadores sudamericanos sin   responder a la pregunta que las mentes curiosas  chilenas nos estáis enviando telepáticamente.   ¿Bernardo O'Higgins fue masón? No hay prueba  de ello. Al igual que en el caso de San Martín,   su fama de masón responde principalmente  a su vinculación con la Logia Lautaro.


 Y,   por cierto, nos apuntamos este  tema, el de la Logia Lautaro,   para dedicarle un vídeo completo en el  futuro, porque tiene mucha tela que cortar. Para resumir el vídeo de hoy, es cierto que  los masones han estado implicados en muchos   hechos trascendentales de la historia, pero  eso no significa que hicieron las cosas que   hicieron por recibir órdenes secretas de su  logia o por contubernios con otros masones.   La mayoría era masón del mismo modo  en el que hoy se podría pertenecer a   un club de campo o a la asociación de  antiguos alumnos de una universidad. Un buen ejemplo de esto lo ofrece el caso  de otro célebre masón, Winston Churchill.  


 Fue iniciado en 1901, a los 27 años,  en la logia número 1591 de Studholme,   pero según sus biógrafos nunca progresó  dentro de la orden ni fue un masón activo.   La Churchill Society, que protege el  legado del antiguo primer ministro,   afirma incluso que Churchill renegó  públicamente de la masonería en 1912. Las logias masónicas tienen ya muy poco de  secreto, son más bien grupos privados de amigos,   más o menos discretos, que comparten algunos  símbolos y rituales pintorescos. En la actualidad,   se estima que, en todo el mundo, hay unos  seis millones de masones. ¡Esperemos que   no se pongan todos de acuerdo para  hacerse con el control del planeta! ¿Y vosotros? ¿Qué opináis del poder de  los masones? ¿Creéis que han controlado   los hilos de la historia en secreto?   

Resposta  Mensagem 4 de 5 no assunto 
De: Kadyr Enviado: 25/06/2025 05:31

Resposta  Mensagem 5 de 5 no assunto 
De: Kadyr Enviado: 25/06/2025 05:43
Raquel de la Morena


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