Laureana Wright de Kleinhans (1846–1896): Masonería, feminismo y la emancipación femenina en América
En la segunda mitad del siglo XIX, cuando el liberalismo se enfrentaba aún a los rezagos coloniales y a las estructuras patriarcales en México, emergió la figura de Laureana Wright, mujer de letras, reformadora social y pionera de la masonería femenina en América.
Educada en un contexto adverso para las mujeres de su tiempo, Wright desafió los límites impuestos: cultivó la filosofía, la ciencia y la literatura. Su voz resonó como un eco de libertad, y pronto se convirtió en una de las primeras mujeres mexicanas en unir el pensamiento masónico con la lucha feminista.

Laureana y la Masonería
Los archivos masónicos y testimonios indirectos la ubican cercana a logias de adopción y a círculos liberales con fuerte influencia de la fraternidad. Laureana fue crítica del monopolio masculino de la verdad y del conocimiento, afirmando que la luz masónica debía estar también al alcance de la mujer, para que esta no fuera solo "guardián del hogar" sino arquitecta de la sociedad.
En sus escritos —publicados en la célebre revista Violetas del Anáhuac (1887–1889)— se advierte un tono iniciático: metáforas de luces, templos y cadenas rotas. Su ideal coincidía con el de muchos masones progresistas: la emancipación a través del conocimiento.

El Feminismo Masónico de Wright
Para Laureana, la mujer no debía suplicar derechos: debía ejercerlos. Denunció que, sin educación ni acceso a la vida pública, las mujeres eran mantenidas en un estado de servidumbre invisible.
Su voz fue profética:
> “La humanidad no será libre mientras la mitad de sus seres permanezcan en cadenas.”<
Esa frase, que podría figurar en cualquier plancha masónica, condensa su lucha. En ella se funden la mística de la igualdad y la ética de la libertad que inspiran tanto al feminismo como a la masonería.
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Ejemplo para las generaciones actuales
Hoy, Laureana Wright es más que una escritora o periodista: es un símbolo de la masonería femenina en América Latina, aunque su logia no estuviera formalmente reconocida por los Grandes Orientes de su época. Su vida demuestra que la verdadera iniciación no siempre se realiza en un templo de piedra: a veces ocurre en el templo interior de la conciencia, donde una mujer descubre que es libre y creadora de su destino.