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General: Sientes un Dolor en el Alma
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De: Kadyr  (Mensaje original) Enviado: 03/09/2025 20:15

Sientes un Dolor en el Alma ¿Por qué es ese Dolor y cómo aliviarlo?

Hoy, 25 de agosto de 2025, quiero invitarte a una reflexión profunda y honesta. Dime, ¿cuántas veces en este mismo día te has sentido apesadumbrado, como si las circunstancias te abrumaran , o simplemente exhausto de cargar con tu propia sombra? , pero este día , solamente es otro mal día igual a los anteriores , pero las cosas podrían cambiar para ti y mejorar. Estamos atrapados en el torbellino de nuestra mente, arrastrados por una corriente incesante de pensamientos y preocupaciones  que nos aplastan, nos juzgan y se repiten como un eco interminable. "No eres lo suficientemente bueno", nos susurran, y lo peor es que hemos aprendido a creerles ciegamente. Pero imagina si te revelara que existe una masónica práctica ancestral, casi velada en secreto, capaz de romper ese ciclo vicioso. Una técnica masónica empleada por hermanos en prolongadas sesiones de introspección durante las Tenidas en la Logia, diseñada para disolver el rencor que albergamos hacia nosotros mismos y acallar el ruido mental que nos consume.

Esto no es una simple rutina de relajación superficial. Hablamos de un método transformador, respaldado por investigaciones científicas y custodiado por siglos de sabiduría esotérica. Una disciplina que no te pide fe en deidades ni renunciar a tu vida cotidiana, sólo la voluntad de confrontarte a ti mismo, cara a cara, por primera vez en mucho tiempo. Sin embargo, advierto: este sendero no es fácil. Demanda coraje para enfrentar el dolor que has esquivado durante años. ¿Estás preparado para desenterrar lo que yace oculto tras tus pensamientos más sombríos? ¿Listo para desmantelar los patrones invisibles que han minado tu serenidad interior? Entonces, inhala profundamente y acompáñame en este viaje masónico.

Seguro  que como masón has sentido que al sesionar en una Tenida en logia , algo cambia que te hace relajarte al menos durante el periodo que estas dentro del Templo Masónico, pero esta experiencia de tranquilidad puede prolongarse durante tu vida cotidiana.

¿Te has sentido alguna vez como un náufrago a merced de tu propia mente? Como si las ideas surgieran de la nada, tomaran las riendas y te llevaran a deriva sin aviso. Si es así, no estás sólo en esa tormenta. La cruda realidad es que la mayoría transita la vida en ese estado de inconsciencia, pensando en exceso, sintiendo poco y reaccionando sin comprender las raíces de esas respuestas. Todo inicia con una noción sutil pero destructiva: la idea de que algo falla en nosotros. Nuestra cultura nos inculca desde la infancia que no somos suficientes. La publicidad lo refuerza con sutileza diaria: necesitas un cuerpo ideal, un coche lujoso, un estilo de vida de revista. Sólo entonces serás feliz. Así se forja la cárcel. Comenzamos a perseguir, a acumular, a huir, siempre tras un vacío que nunca se llena. Y cuando caemos, cuando erramos, nos volvemos verdugos de nosotros mismos, culpándonos por no medirnos a la altura.

Ese sentimiento de insuficiencia se convierte en un coro interno implacable, voces críticas que retumban en la cabeza: "Eres un fracaso. Nadie te quiere de veras. Jamás cambiarás". Para tantos, esta es la melodía cotidiana de la existencia. Y cuando se arraiga, moldea la realidad tangible. No es mera figura retórica; la neurociencia demuestra que patrones negativos persistentes reconfiguran el cerebro, amplificando ansiedad, depresión y autodesprecio. Por eso, aun inmersos en confort material, nos sentimos cada vez más inquietos por dentro. Las estadísticas son elocuentes: naciones líderes en prosperidad económica, como Estados Unidos y el Reino Unido, se hunden en índices de felicidad global, mientras los suicidios, especialmente entre jóvenes, escalan a cifras alarmantes. ¿Cómo se explica? Hemos construido el mundo más cómodo de la historia, pero también el más inhóspito para el alma.

La mente contemporánea es un campo de batalla donde el adversario no acecha afuera, sino dentro. Lo más pérfido: tiene tu voz, conoce tus vulnerabilidades y murmura sin pausa. Pero aquí las cosas toman un giro fascinante, porque según la Masonería, el dilema no radica en los pensamientos mismos, sino en el apego que les concedemos. Eso lo transforma todo. ¿Estás dispuesto a cuestionar lo que crees sobre ti mismo? ¿Puedes visualizar lo que ocurriría si descubrieras que la paz anhelada ya reside en tu interior, sepultada pero viva?

Permíteme revelarte algo crucial. Existe una práctica mental ancestral, extraída de textos antiguos vinculados a la Cábala Judía y que son retomados por masones de todo el mundo, que despierta regiones cerebrales ligadas a la intuición, la claridad y la manifestación. Investigadores recientes han examinado sus efectos y confirmado que se pueden medir y explicar científicamente. Por mucho tiempo, este saber se mantuvo oculto, no del tipo que se difunde libremente en redes sociales.

Algunos dolores  no se ignoran; se acumulan en silencio, se disfrazan en la vorágine diaria hasta que el cuerpo colapsa, la mente se quiebra y el mundo parece desintegrarse. Eso le sucedió al masón Hermano Elías Cuenca . Si alguna vez has caminado al filo entre mantener las apariencias y estallar por dentro, su historia podría resonar contigo. Antes de ingresar en la fraternidad, Elías Cuenca antes de convertirse en  Masón  era un joven empresario activo entre la Ciudad de Monterrey y la Ciudad de México. Superficialmente, todo fluía: eventos sociales, ambiciones, una carrera ascendente. Pero en las sombras, su mente era un laberinto explosivo. Depresión, ansiedad, traumas pendientes y una voz interna cruel lo acechaban, repitiéndole que era un impostor, que nada bastaría para satisfacerlo . Hasta que un día, su cuerpo gritó "basta". Despertó en un Hotel de la Ciudad de México con opresión en el pecho y sudor helado. Creyó en un infarto, pero lo que lo derrumbaba no era físico: era el peso de una vida erigida en huida de sí mismo.

Ese colapso no es exclusivo suyo. ¿Cuántas veces has sofocado tu dolor con distracciones? ¿Cuántas has recurrido a trabajo excesivo, redes, placeres efímeros, comida o alcohol para no mirar adentro? Elías Cuenca  huyó de sí hasta agotar los caminos, y al tocar fondo, comprendió una verdad que muchos evadimos toda la vida: el dolor evitado es la clave de la liberación. Así, aceptó la invitación de un masón y se unió a una Logia masónica. Al principio en Logia , por desesperación pura, no buscaba elevación espiritual , sólo alivio del sufrimiento. Se encontró en una Tenida ya de aprendiz de Masón, aislado del mundo exterior, al menos por esos momentos en logia por fin sintió paz , pero saliendo de Logia de nuevo enfrentando una tormenta interna tan feroz que intentó fugarse de nuevo del mundo profano . En un arrebato de pánico, regreso a Logia, llegó a otro Taller Masónico donde fue acogido fraternalmente , pero,  salió de nuevo al mundo profano  y literalmente corrió por la calle, dominado por terror abrumador. Pero allí, bajo la lluvia y el desorden, algo mudó. Se detuvo, respiró y captó que no huía del mundo profano , sino de sí mismo.

He aquí un punto crucial: puedes mudar de ciudad, empleo o pareja, pero sin introspección, tu sufrimiento te seguirá como una sombra fiel. Es el dolor no procesado el que sabotea decisiones, lazos y paz. Como afirmó Carl Jung: "Lo que resistes, persiste; lo que aceptas, se transforma". Con esa epifanía masónica , Elías Cuenca regresaba constantemente a Logia a asistir a Tenidas. Pasó días en reflexión solitaria y decidió: "Aprendo a coexistir con mi dolor o me destruye". Ese fue el viraje, el arrojo de cesar la fuga. Pero surge una paradoja potente: en vez de erradicar el dolor, lo convirtió en objeto de meditación durante la Tenida. Transformó el sufrimiento en sendero, dejó de buscar culpables en el pasado. Se enfocó en la sensación pura del dolor en el alma, observándola como una herida abierta, sin juicios ni etiquetas, sólo con presencia absoluta.

¿Puedes concebirlo? Estar con tu dolor sin borrarlo, racionalizarlo o evadirlo. Eso requiere una fortaleza que pocos poseen, porque el abismo no es fin, sino portal a la transformación. Cuando todo se desmorona, sólo perdura lo auténtico. En ese vacío, El Francmasón Elías Cuenca  experimentó un amor inédito: el amor propio. Pero cuidado, este amor no es el glamoroso de libros de autoayuda o posts virales. Es un amor callado, compasivo, sutil, como acunar un ave herida con delicadeza. Y en ese abrazo de compasión, la curación inicia. ¿Es factible hallar sosiego en el dolor más hondo? ¿Puede lo que más evitas liberarte? Tal vez lleves heridas ancestrales, creyendo imposible acallar la voz que te dice "no bastas". Pero ¿y si ese dolor fuera el camino, aguardando ser acogido?

Profundicemos, porque aquí se desvela el secreto masónico genuino. Llega un momento en el viaje interior donde las palabras fallan, la mente se agota de teorías y el corazón desfallece de sufrir. Fue entonces cuando el Q:. H:.  Elías Cuenca  descubrió la práctica masónica de transmutar el sufrimiento en meditación durante la Tenida, no para deshacerse de él, sino para acogerlo con profundidad. Ese es el arcano que pocos osan aplicar, pues exige confrontar el dolor con los ojos del espíritu abiertos. En la Logia, la sensación para Elías  era de sacar  un puñal de su pecho, girando lento pero saliendo poco a poco, un tormento físico y emocional en su interioridad en ocasiones que ninguna evasión mitigaba. Intentaba razonar, revivía abusos, rechazos, fracasos, pero cuanto más hurgaba, más se hundía. Hasta que optó por lo impensable: cesar la narrativa y sentir el dolor crudo, sin defensas ni excusas.

Por alguna razón el Masón Elías Cuenca comenzó su curación emocional , había dado pronto con la clave masónica , de autocuración , de resolver su problemática, la Masonería de por si, no  nos ayuda jamás a resolver nuestros problemas , sino que hace algo mejor, nos muestra el camino  a que nosotros mismos nos sanemos y nos ayudemos.  

Ese es el núcleo: en lugar de resistir, observa; en vez de juzgar, acepta; en lugar de odiarte por sufrir, ofrece amor a esa parte herida. Suena simple, pero choca con nuestro condicionamiento. Nuestro instinto es distraernos, entumecernos o buscar remedios externos. Esta práctica dice: "Siéntate, respira y siente". Científicamente, no es misticismo; estudios de neuroplasticidad, como los de Richard Davidson en la Universidad de Wisconsin, prueban que prácticas de compasión y atención plena remodelan zonas cerebrales ligadas al bienestar y la resiliencia. Al dirigir amor a tu dolor, alteras tu neurología. No es poesía: es fisiología.

El Masón Elías Cuenca  visualizó su dolor como un animal herido, un pájaro con ala rota. En vez de rechazarlo, lo sostenía con cuidado: "Estoy aquí contigo", le decía a su tristeza. Poco a poco, el monstruo interno se volvía familiar, y amigable . Y en ese acogimiento, algo milagroso ocurría: el dolor menguaba, la desesperación se evaporaba. Pero no es magia; es entrenamiento, con repetición, paciencia y disposición a fallar y reiniciar. Por eso, el enfoque en la meditación no es silenciar la mente ni erradicar pensamientos —esa es una falacia común—. La esencia es el retorno: notar que te perdiste en divagaciones y, con gentileza, volver a la respiración, al cuerpo, al ahora. Elías Cuenca el Masón  lo resume así: sólo tres movimientos en la meditación: presencia, distracción y regreso. Cada retorno fortalece el músculo mental, declarando que eliges no ser esclavo de pensamientos, retomando el timón, liberándote paso a paso.

Imagina aplicar esto en tus momentos más lacerantes, no como escape, sino como acto consciente; no para olvidar, sino para transmutar; mirando la herida y diciendo "Te veo y te acepto", en vez de "Esto no debió ocurrir". Ese es el antídoto al auto-odio. El secreto: convertir el dolor en meditación, en puente, en portal. Descubres que no temías el dolor, sino la resistencia a él. Pero ¿es viable vivir en paz con cicatrices profundas? ¿Silenciar el remolino mental sin huir de la vida? La respuesta está más cerca de lo imaginable.

Para reforzar esta verdad, recordemos las palabras del Evangelio de Tomás, un texto apócrifo  antiguo  y rechazado por la Iglesia Católica, pero  que ilumina el reino interior. En el dicho 70, Jesús afirma: "Lo que tienes dentro de ti te salvará si lo sacas a la luz. Lo que no tienes dentro de ti te matará si no lo tienes dentro de ti". Esta enseñanza resuena con la necesidad de traer a la superficie lo oculto en nosotros, transformando el dolor reprimido en salvación. Similarmente, en el dicho 3 del mismo Evangelio de Tomas: "El reino está dentro de vosotros y fuera de vosotros. Cuando os conozcáis a vosotros mismos, entonces seréis conocidos, y comprenderéis que sois hijos del Padre vivo. Pero si no os conocéis, vivís en la pobreza y sois esa pobreza". Aquí, se enfatiza el autoconocimiento como puerta a la plenitud, recordándonos que la paz no se busca afuera, sino en el reconocimiento de nuestra esencia divina.

Y si todo lo anhelado ya morara en ti, cubierto por estratos de pensamientos, traumas y condicionamientos. ¿Y si la felicidad no fuera efímera, sino un estado consciente accesible ahora, incluso en días turbulentos? Esa es la promesa audaz de la Masonería: libertad poniendo orden en el caos. No ausencia de problemas, ni paz inmutable, sino la habilidad de no ser devorado por  la perniciosa charla interna . Estar con tristeza, ira o miedo sin sucumbir. Ser el vasto cielo, no las nubes pasajeras. Como dicen los maestros: "No eres tus pensamientos; eres el observador". Esta noción, abstracta al inicio, tiene bases espirituales y científicas. La neurociencia confirma que la meditación altera el cerebro, engrosando la corteza prefrontal —como mostró Sara Lazar en Harvard—, mejorando autocontrol y empatía.

Los antiguos lo sabían antes de los escáneres, y El Q:. H:. Elías Cuenca , tras años en Tenidas silenciosas, emergió con una nueva relación con sus pensamientos: ya no combatía ni huía; los veía venir y partir como olas en la orilla. Eso es libertad: no reaccionar, elegir. Lo bello: requiere una Logia Personal , no siempre una Logia Física , requiere de aislamiento perpetuo, sólo dedicación diaria —minutos de sentarte, respirar, observar— con consistencia y amor. Esta práctica es subversiva: arrebata poder al sistema que lucra con tu inseguridad, restaurando tu soberanía mental.

¿Notas cómo la sociedad moderna es una factoría de distracciones? Cada alerta, feed interminable, tendencia nos aleja de nosotros. Estar presente es revolucionario: un ser presente no consume por falta, no se compara por normas, no se odia por adoctrinamiento. El Q:. H:. Elías Cuenca , al retornar a su interioridad, no era el mismo: no por iluminación súbita, sino por pactar con su oscuridad. El dolor que lo aplastaba se volvió aliado; el rumiar mental, una nube distante. Descubrió amarse no pese a heridas, sino a través de ellas. La práctica se profundiza al entender que no esperas perfección para la paz: la paz es el suelo de la sanación; el amor propio, el bálsamo en la hemorragia.

Para ilustrar cómo detener la charla interna, recordemos un cuento de Nasrudin, el sabio sufí enloquecido  de sabiduría . Un día, un discípulo angustiado le preguntó a Nasrudin: "¿Cómo silencio el parloteo incesante en mi cabeza? Mis pensamientos no paran, como un mercado ruidoso". Nasrudin sonrió y respondió: "Es sencillo. Sólo promete no pensar en un camello blanco durante el próximo minuto". El discípulo lo intentó, pero inmediatamente su mente se llenó de camellos blancos galopando. "¡Maestro, ahora no puedo dejar de pensar en ellos!", exclamó. Nasrudin rio: "Ahí está la lección. Cuanto más luchas por expulsar los pensamientos, más se multiplican. En cambio, obsérvalos como nubes: vienen, pasan, sin aferrarte. La charla se aquieta cuando dejas de combatirla". Esta anécdota nos enseña que el silencio mental surge no de fuerza, sino de aceptación gentil, alineándose con la práctica masónica.

Otro dicho del Evangelio de Tomás refuerza esto, en el 5: "Reconoce lo que está ante tu vista, y lo que está oculto se te revelará. Pues nada hay escondido que no llegue a manifestarse". Al observar sin juicio, lo interno se desvela, disolviendo el caos. Y en el dicho 77 del mismo Evangelio de Tomás dice: "Yo soy la luz que está sobre todos. Yo soy el todo. De mí salió el todo, y a mí retorna el todo. "Corta un trozo de madera, y allí estoy yo. Levanta la piedra, y allí me encontrarás". Esto evoca la presencia divina en todo, incluso en nuestro interior turbulento, invitándonos a hallar lo sagrado en el dolor cotidiano.

Esta libertad no es sólo personal: al liberarte de la cárcel mental, te vuelves más presente para otros, más compasivo. Imagina despertar y, en vez de rechazarte a ti mismo por imperfecciones, agradecer la vida; ver pensamientos turbulentos y decir: "Los noto, pero no los sigo". Estar en el ojo del huracán con pies firmes en la conciencia. Sí, exige práctica, caídas y levantadas, compasión diaria, pero recompensa cada instante. ¿Listo para cesar la huida de ti mismo? Para creer que mereces amor sin "arreglarte" antes. Tal vez la revolución sea estar presente con todo tu ser, sin censura ni vergüenza: aceptar lo que eres con ternura y valor.

Si has llegado hasta aquí, algo en ti ya se transforma. Sutil, pero real: un espacio de silencio entre pensamientos, una mirada curiosa hacia ti.

Esta práctica masónica no promete paz vacía; es una llamada valiente a intimar con tu dolor, abrazar lo evitado, dejando de ser rehén de historias hirientes para escribir un capítulo nuevo: tú, entero, imperfecto, digno de amor.

Quiero compartir algo personal. Hace 30 años, cuando era aprendiz de masón , aún , me sentía perdido en el laberinto de lo profano .  Me sentía ajeno a la Logia, me sentía sin guía, sin mapa: sólo una mente inquieta y la sensación de no encajar en el Mundo profano , ni en el mundo masónico. Una noche de insomnio, me senté en el suelo, cerré los ojos y respiré. No por espiritualidad fingida, sólo para detener la fuga. Sin fanfarrias, sentí paz: un minuto de paz. Bastó para recomenzar. Tal vez hoy sea tu instante. Si esto te conmovió, inhala hondo.  Seguro tienes una pregunta que cargas hace años; hay dos puertas frente a ti  donde encontrar la respuesta a tu pregunta , al abrir la primera revela un masónico  secreto ancestral que ignoras, pero sientes en el corazón seria una revelación . La otra puerta te regresa al mundo profano de todo los días  ¿Cuál eliges?  Decide con el alma. Te veo allí al otro lado de la puerta .

Alcoseri

 



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Respuesta  Mensaje 2 de 3 en el tema 
De: Kadyr Enviado: 03/09/2025 20:16
 Ahora responde con sinceridad, cuántas veces sólo hoy te has sentido inadecuado, insuficiente, o simplemente cansado de ti mismo vivimos atrapados en nuestra propia mente como si fuéramos arrastrados por una corriente de pensamientos que nunca se detiene. Pensamientos que nos aplastan, que nos juzgan, que repiten sin cesar. No eres lo suficientemente bueno y lo peor, aprendimos a creerles. Pero, ¿y si te dijera que existe una práctica milenaria casi secreta, capaz de romper ese ciclo? Una técnica budista usada por monjes en largos retiros silenciosos, capaz de disolver el odio que sentimos hacia nosotros mismos y silenciar el caos mental. Esto no es otra técnica superficial de respiración. Estamos hablando de un método transformador, validado por estudios científicos y resguardado bajo siglos de sabiduría ancestral. Una práctica que no te exige creer en dioses ni abandonar tu vida moderna, sólo estar dispuesto a enfrentarte a ti mismo de frente por primera vez. Pero cuidado, este camino no es cómodo. Requiere valentía para mirar el dolor que has evitado durante toda tu vida. ¿Estás listo para descubrir lo que realmente se esconde detrás de tus pensamientos más oscuros? ¿Preparado para romper con los patrones invisibles que han saboteado tu paz interior? Entonces, respira una vez más y ven conmigo. ¿Alguna vez te has sentido como si estuvieras a merced de tu propia mente? Como si los pensamientos simplemente aparecieran, tomaran el control y te arrastraran a donde quisieran sin previo aviso. Si es así, no estás sólo. La verdad incómoda es que la mayoría de las personas vive en ese estado sin siquiera darse cuenta. Pensamos demasiado, sentimos muy poco, reaccionamos sin entender lo que está detrás de esas reacciones. Y todo comienza con una idea sutil, pero devastadora, la de que hay algo mal en nosotros. Vivimos en una cultura que nos enseña desde temprano que no somos suficientes. La publicidad lo repite todos los días sutilmente, claro. Necesitas un cuerpo diferente, un auto nuevo, un estilo de vida que sólo existe en los comerciales. Sólo así serás feliz. Y así nace la prisión. Empezamos a buscar, a consumir, a correr, siempre detrás de algo que en el fondo nunca llena. Y cuando fallamos, cuando tropezamos, comenzamos a odiarnos a nosotros mismos como si fuéramos culpables por no serlo bastante buenos. Ese sentimiento de insuficiencia se transforma en voces internas, críticas implacables que resuenan dentro de la mente. Eres un fracaso. Nadie te ama de verdad. Nunca vas a cambiar. Para muchos, esta es la banda sonora diaria de la vida. Y cuando esos pensamientos se vuelven frecuentes, moldean la realidad. Esto no es sólo una metáfora. Estudios en neurociencia muestran que los patrones de pensamiento negativos constantes reconfiguran físicamente el cerebro, reforzando estados de ansiedad, depresión y desvalorización personal. Por eso, aún rodeados de comodidad material, vivimos cada vez más incómodos emocionalmente. Los datos no mienten. Países como Estados Unidos y Reino Unido, que encabezan el desarrollo económico, se han desplomado en los rankings de felicidad global. Al mismo tiempo, los casos de suicidio, principalmente entre jóvenes adultos, alcanzan niveles alarmantes. ¿Cómo es posible? Creamos el mundo más cómodo de la historia, pero también el más insoportable para habitar por dentro. La mente moderna se ha convertido en un campo de batalla donde el enemigo no está afuera, está dentro. Y lo más traicionero tiene tu voz, sabe dónde duele y susurra todo el tiempo. Pero aquí es donde las cosas se ponen aún más extrañas, porque según el budismo, el problema no son los pensamientos en sí, sino el apego que creamos hacia ellos. Y eso lo cambia todo. ¿Estás preparado para cuestionar todo lo que crees sobre ti mismo? ¿Puedes imaginar lo que pasaría si descubrieras que la paz que tanto buscas ya está dentro de ti? Ahogada viva. Ahora, hay algo que necesito contarte. Existe una práctica mental milenaria extraída de textos antiguos relacionados con la Biblia que permite desbloquear partes del cerebro vinculadas con la intuición, la claridad y la manifestación. Recientemente, investigadores analizaron los efectos de esta técnica y comprobaron que sus resultados sí pueden explicarse y medirse con la ciencia. Durante mucho tiempo, este conocimiento fue ocultado y no es el tipo de tema que suele ser bien aceptado en las redes sociales. Por eso, preparamos un video completo explicando esta técnica y lo publicamos exclusivamente en nuestro sitio web. Puedes verlo ahora escaneando el código QR en la pantalla o dando clic en el enlace de la descripción o en el primer comentario fijado abajo. Algunos dolores no pueden ser ignorados. se acumulan en silencio, se camuflan en la prisa del día a día hasta que el cuerpo se detiene, la mente se derrumba y todo alrededor parece desmoronarse. Eso fue exactamente lo que le ocurrió al monje budista Gelong Tupten. Y si alguna vez has sentido que vives al límite entre mantener las apariencias y explotar por dentro, quizás su historia no esté tan distante de la tuya. Antes de convertirse en monje, Tupten era un joven actor que vivía entre Londres y Nueva York. A primera vista, todo parecía ir bien, fiestas, ambiciones, una carrera en ascenso. Pero tras bambalinas, su mente era un campo minado. Depresión, ansiedad, traumas no resueltos y una voz interna cruel lo acompañaban todo el tiempo, repitiéndole que era un fracaso, que nada de lo que hiciera sería suficiente. Hasta que un día su cuerpo dijo basta. despertó en Brooklyn con un dolor en el pecho y sudor frío. Pensó que estaba teniendo un infarto, pero lo que realmente lo estaba derrumbando no era una falla física, era el peso insostenible de una vida construida en fuga de sí mismo. Ese momento de colapso no le pertenece sólo a él. Cuántas veces has intentado silenciar tu dolor con distracciones? ¿Cuántas veces te has anestesiado con exceso de trabajo, redes sociales, sexo, comida, alcohol? Sólo para evitar mirar hacia adentro, Tupten huyó de sí mismo hasta que ya no había a donde correr y cuando tocó fondo, comprendió una verdad que muchos de nosotros pasamos la vida entera evitando. El dolor que evitas es la llave de tu liberación. Por eso decidió aceptar la invitación de una amiga e ingresar en un monasterio budista. Al inicio, por puro desespero, no buscaba iluminación, sólo quería dejar de sufrir. Y así fue como se encontró encerrado en un retiro de 4 años sin contacto con el mundo exterior, enfrentando una tormenta interna tan feroz que en cierto momento intentó escapar. Literalmente, en un ataque de pánico, saltó el muro del monasterio y corrió por la carretera, dominado por un miedo avasallador. Pero ahí, en medio de la lluvia y el caos, algo cambió. se detuvo, respiró y entendió que no era del monasterio de lo que quería huir, era de sí mismo. Y aquí está un punto crucial. Puedes cambiar de ciudad, de empleo, de relación, pero mientras no mires hacia adentro, tu sufrimiento seguirá acompañándote como una sombra. Es el dolor no procesado el que sabotea tus decisiones, tus vínculos y tu paz. Como decía el filósofo Carl Jung, aquello a lo que te resistes persiste y aquello que aceptas se transforma. Con esa comprensión, Tupten pidió volver. Pasó días en un pequeño tráiler reflexionando y decidió, "Oprendo a convivir con mi dolor o este me destruye." Ese fue el giro, el valor de dejar de huir. Pero aquí surge una paradoja poderosa. En lugar de intentar eliminar su dolor, decidió usarlo como objeto de meditación. Transformó el sufrimiento en camino, dejó de buscar explicaciones, dejó de escarvar en el pasado en busca de culpables. En vez de eso, se concentró en lo que realmente importaba, la sensación cruda del dolor en el cuerpo. Era como si observara una herida abierta, sin juicios, sin etiquetas, sólo presencia. ¿Puedes imaginar lo que significa eso? Estar con tu propio dolor sin intentar borrarlo, racionalizarlo o huir de él. Eso exige una fuerza que pocos conocen, porque el fondo del pozo no es un lugar de final, es el portal de la transformación. Cuando todo se derrumba, sólo queda aquello que es verdadero. Y fue en ese vacío, en ese punto cero de la existencia donde Tupten comenzó a experimentar algo nuevo, una forma de amor que nunca había sentido, el amor hacia sí mismo. Pero atención, este tipo de amor no es el que venden en libros de autoayuda ni en publicaciones de redes sociales. Es un amor silencioso, compasivo, casi invisible. Es como sostener un pájaro herido entre las manos con ternura. Y en ese gesto de compasión hacia uno mismo, la sanación comienza. ¿Será posible encontrar alivio en medio del dolor más profundo? ¿Será que aquello que más evitamos sentir puede en realidad liberarnos? Tal vez aún estés cargando heridas antiguas. Tal vez sientas que nunca lograrás silenciar la voz que te dice que no eres suficiente. Pero, ¿y si ese mismo dolor fuera el camino? ¿Y si sólo estuviera esperando ser acogido? Vamos más hondo, porque es en este punto donde el verdadero secreto budista comienza a revelarse. Hay un punto en la jornada espiritual en el que las palabras no bastan, es cuando la mente se cansa de teorías y el corazón está exhausto de tanto sufrir. Fue en ese momento cuando Top descubrió algo que lo cambiaría todo, la práctica budista de transformar el sufrimiento en un objeto de meditación, no para deshacerse de él, sino para acogerlo profundamente. Ese es el secreto que pocos se atreven a aplicar, porque exige enfrentar el dolor de frente con los ojos del alma bien abiertos. Durante el retiro, la sensación era como un cuchillo clavado en el pecho, girando lentamente, un tormento físico y emocional que ninguna fuga aliviaba. Intentaba racionalizar. Volvía a episodios del pasado, buscaba explicaciones para aquella angustia, abuso, rechazo, fracasos, pero entre más escarvaba, más hondo caía, hasta que decidió hacerlo impensable, dejar de contar la historia y empezar a sentir el dolor sin defensas, sin justificaciones, sólo sentir. Aquí está el núcleo de la práctica. En lugar de resistir, observa. En lugar de juzgar, acepta. En lugar de odiarte a ti mismo por estar sufriendo, ofrece amor a esa parte herida. Parece sencillo, pero va en contra de todo lo que fuimos condicionados a hacer. Nuestro impulso es distraernos, adormecernos o buscar soluciones externas. Pero esta práctica dice, "Siéntate, respira y siente." Científicamente, esto no es misticismo. Estudios sobre neuroplasticidad, como los conducidos por Richard Davidson en la Universidad de Wisconsin, muestran que las prácticas de compasión y atención plena remodelan áreas del cerebro relacionadas con el bienestar y la resiliencia emocional. Es decir, al dirigir amor hacia tu propio dolor, literalmente modificas tu estructura neurológica. No es sólo poético, es fisiológico. Tupten comenzó a imaginar su dolor como un animal herido, un pájaro con el ala rota. En vez de patearlo para alejarlo, lo sostenía con cuidado. "Estoy aquí contigo", le decía a su propia tristeza. Y poco a poco lo que antes era un monstruo interno se volvía algo familiar, algo que podía acoger. Y en ese acogimiento algo extraordinario sucedía. El dolor perdía fuerza, la desesperación se disolvía. Pero esto no es un pase de magia, es un entrenamiento. Y como cualquier entrenamiento exige repetición, paciencia y disposición para fallar y comenzar de nuevo. Por eso, el enfoque de la meditación no está en callar la mente o dejar de pensar. Esa es una ilusión común. La verdadera práctica es el regreso. Es darte cuenta de que te perdiste en los pensamientos y con gentileza volver a la respiración, al cuerpo, a la hora. Tupten explica que sólo hay tres movimientos en la meditación: estar presente, perderse y regresar. Y es en ese regreso donde el músculo de la mente se fortalece. Cada retorno es una declaración silenciosa de que estás eligiendo no ser dominado por los pensamientos, estás retomando el control. Estás poco a poco liberándote. Ahora imagina aplicar esto en las situaciones más dolorosas de tu vida, no como una fuga, sino como una práctica consciente, no para olvidar, sino para transformar, para mirar la herida y en lugar de decir esto no debería haber pasado, decir, "Te veo y te acepto." Ese es el verdadero antídoto contra el odio hacia uno mismo. El secreto está en transformar el dolor en meditación, el dolor en puente, el dolor en portal. Cuando haces esto, descubres que lo que más temías no era el dolor en sí, sino la resistencia a él. Pero, ¿de verdad es posible vivir en paz incluso con cicatrices profundas? ¿Es posible silenciar el torbellino mental sin huir de la vida? Hay una respuesta y está más cerca de lo que parece. [Música] Y si todo lo que siempre buscaste ya estuviera dentro de ti, pero cubierto por capas de pensamientos, traumas y condicionamientos. Y si lo que llamamos felicidad no fuera una emoción pasajera, sino un estado de conciencia disponible aquí y ahora, incluso en los días difíciles, esa es la promesa más audaz y más liberadora del budismo, la posibilidad de experimentar libertad incluso mientras el caos continúa alrededor. Pero, ¿qué es esa libertad? Al final de cuentas definitivamente no es ausencia de problemas, tampoco la conquista de un estado de paz permanente e inmutable. La verdadera libertad es la capacidad de no ser dominado por todo lo que sucede dentro de ti. Es estar con la tristeza, con la rabia, con el miedo, sin ser devorado por ellos. Es ser la inmensidad del cielo y no las nubes que lo atraviesan. Como dicen los maestros tibetanos, "Tú no eres tus pensamientos, tú eres quien observa." Esa idea, que puede sonar abstracta a primera vista, tiene fundamentos profundos, tanto espirituales como científicos. La neurociencia ya comprobó que practicar meditación altera de manera significativa la estructura del cerebro, principalmente en las regiones asociadas al autocontrol, la empatía y el bienestar. En un estudio dirigido por Sara Lazar de la Harvard Medical School se observó que meditadores experimentados presentaban un engrosamiento de la corteza prefrontal, la región asociada con la toma de decisiones y la autorregulación emocional. Pero los antiguos ya lo sabían mucho antes de que existieran los escáneres cerebrales y por eso Tupten, después de años en silencio, emergió con algo más valioso que respuestas, una nueva relación con sus pensamientos. Ya no necesitaba combatirlos ni huir de ellos. Simplemente reconocía que venían y se iban como olas que se levantan y se disuelven en la arena. Eso es libertad. Libertad de no reaccionar, libertad de elegir. Y lo más bello es que esto no exige un monasterio en el Himalaya ni 4 años de reclusión. sólo exige la disposición diaria de sentarse, respirar y observar pocos minutos al día, pero con consistencia, con sinceridad, con amor. Esa práctica, además de silenciosa, es subversiva porque le quita el poder al sistema que lucra con tu inseguridad, te devuelve la soberanía de tu propia mente. ¿Ya te diste cuenta de cómo la sociedad actual funciona como una fábrica de distracciones? de cómo cada notificación, cada feed infinito, cada nueva tendencia nos aleja más y más de nosotros mismos. Estar presente hoy es un acto revolucionario porque un ser presente no consume por carencia, no se compara por estándar y no se odia por condicionamiento. Top ten cuenta que al volver del retiro ya no era el mismo. No porque se hubiera iluminado, sino porque había hecho las paces con su oscuridad. El dolor que antes lo aplastaba, ahora era su aliado. El pensamiento excesivo, antes un veneno constante, ahora era sólo una nube observada a lo lejos. Y lo más impresionante, descubrió que podía amarse a sí mismo, no a pesar de sus heridas, sino a través de ellas. Y es aquí donde la práctica se vuelve realmente profunda, cuando entiendes que no necesitas esperar a que la vida sea perfecta para sentir paz. La paz no es algo que llega después de la sanación. Es el suelo donde la sanación sucede. Y el amor propio no es un premio reservado para quien ya superó todo. Es el remedio que te sostiene mientras aún estás sangrando. Pero hay más. Esa libertad no es sólo individual. Cuando te liberas de la prisión mental, te vuelves más disponible para el otro, más presente para tu familia, más amable con tus amigos, más compasivo incluso con los desconocidos. Y eso transforma al mundo porque transforma las relaciones. Imagina ahora cómo sería vivir así, despertar y en vez de odiarte por no ser perfecto, sentir gratitud por estar vivo, mirar a los pensamientos turbulentos y decir, "Los veo, pero no necesito seguirlos." Estar en el centro del huracán y aún así mantener los pies firmes en la tierra de la conciencia. Sí, esto requiere práctica, requiere caer y levantarte, requiere compasión por ti mismo todos los días, pero vale cada segundo. ¿Estás listo para dejar de huir de ti mismo? Para dejar de creer que necesitas arreglarte antes de amarte. Y si la verdadera revolución fuera simplemente estar presente con todo lo que eres, sin censura, sinvergüenza, tal vez la libertad que tanto buscas no esté en cambiar quién eres, sino en finalmente aceptar todo lo que ya eres con ternura y valentía. Si llegaste hasta aquí, algo dentro de ti ya comenzó a cambiar. Tal vez sea sutil, casi imperceptible, pero así es como toda transformación real comienza, con un pequeño espacio de silencio entre un pensamiento y otro, con una nueva forma de mirarte a ti mismo, no con juicio, sino con curiosidad y ternura. Ah, y no olvides hacer clic en el enlace de la descripción o en el primer comentario fijado para acceder al contenido completo sobre la técnica revelada en un capítulo oculto de la Biblia. Un conocimiento poderoso que fue mantenido en secreto por más de 15 años y que ahora vuelve a estar disponible. La práctica budista que revelamos aquí no es una promesa vacía de paz eterna. Es una invitación valiente a volverte íntimo con tu propio dolor, a abrazar lo que siempre quisiste evitar, porque al hacerlo dejas de ser reen de las historias que te hirieron y comienzas a escribir un nuevo capítulo donde el protagonista eres tú, entero, imperfecto y aún así digno de amor. Quiero contarte algo personal. Hace años yo también me sentía perdido. No tenía monasterio, no tenía maestro, no tenía mapa, sólo una mente inquieta y una sensación constante de no pertenecer a ningún lugar. Una noche, en medio de un insomnio, me senté en el piso de la sala, cerré los ojos y simplemente respiré. No para meditar ni para parecer espiritual, sólo para dejar de huir. Y en ese momento, sin fuegos artificiales, sin revelaciones místicas, sentí algo raro. Paz, un minuto de paz. y fue suficiente para empezar de nuevo. Tal vez hoy sea ese tu momento. Así que si este video te tocó de alguna forma, respira profundo. Y ahora haz algo todavía más simple. Dale like, comenta aquí abajo y suscríbete al canal. No seas esa persona que medita 10 minutos y olvida apoyar a quien te ayudó a llegar hasta aquí. Eh, nosotros estamos aquí creando contenido para elevar tu conciencia, pero un pequeño like no mata a nadie, al contrario, alimenta el algoritmo del dharma. Y antes de irte volando con el viento de la hora, déjame hacerte una invitación que tal vez cambie el rumbo de tu camino. Hay dos videos apareciendo en la pantalla ahora mismo y puedo asegurarte, uno de ellos responde a una pregunta que llevas cargando desde hace años. El otro, bueno, digamos que revela lo que nadie se atreve a contar sobre cierto secreto ancestral que probablemente ignoras, pero que sientes en lo más profundo de tu corazón. ¿Cuál vas a elegir? ¿La llave o el espejo? Elige con el corazón. Te veo allá.

Respuesta  Mensaje 3 de 3 en el tema 
De: Kadyr Enviado: 03/09/2025 20:39


 
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