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General: Más Allá del YO Soy
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من: Kadyr  (الرسالة الأصلية) مبعوث: 25/09/2025 16:51
Más Allá del YO Soy  

Y si te dijera que incluso la verdad espiritual más pura, esa que abrazas con fervor, no es más que una prisión disfrazada, ¿te atreverías a escuchar? Te han dicho que eres el observador, que el sagrado "Yo soy" es la llave dorada hacia lo divino, la chispa que ilumina la noche del alma. Pero, ¿y si eso también fuera una ilusión? ¿Y si, en este preciso instante, sigues atrapado en una idea, envuelto en una identidad más sutil, más sofisticada, pero aún una cadena invisible?

Imagina por un momento que avanzaste tanto en tu camino que ya no te identificas con el cuerpo, el nombre o las emociones. Has desechado las máscaras mundanas y te has vestido con el manto del "ser consciente", del testigo despierto. Pero, ¿no será ese observador el último disfraz del ego? ¿No será la última resistencia antes de disolverse en el abismo de la verdadera libertad? Como en los antiguos rituales masónicos, donde el iniciado entra con los ojos vendados, despojado de títulos y posesiones, reducido a un "Nadie", te invito a cruzar el umbral donde incluso el observador debe morir.

Sri Nisargadatta Maharaj, con su mirada afilada y un cigarro humeante, no vino a endulzar la verdad. Como un maestro masón que talla la piedra bruta, cortó de raíz cualquier ilusión: "No eres el cuerpo, ni la mente, ni siquiera el 'Yo soy'." Su enseñanza es un martillo que destroza el pedestal del ego, un eco del Nivel masónico que nos recuerda que, en la logia de la existencia, nadie es más que nadie. Este no es un camino de promesas doradas, ni de paz, ni de poder, ni de iluminación. Es el sendero hacia el final: el final de la ilusión, el final de lo que crees ser, el final incluso de la búsqueda de la libertad.

¿Estás listo para cruzar el portal donde ni el observador sobrevive? Respira profundo, porque lo que exploraremos ahora no sólo  es transformador: es devastador. Sólo  quien esté dispuesto a morir a todo, incluso a la idea de un "yo" sagrado, tocará aquello que nunca nació, aquello que los masones llaman el Gran Arquitecto del Universo, la presencia sin forma que no necesita un observador para existir.

Desde los primeros latidos de nuestra vida consciente, nos enseñan a vernos como algo separado: un nombre, una historia, una nacionalidad, una religión, una espiritualidad. Ese es el "yo". Pero incluso los intentos de liberarnos de esa identidad suelen reforzarla. El buscador espiritual, al rechazar el ego burdo, crea un ego más refinado: el del observador silencioso, el testigo eterno. En la Masonería, este proceso recuerda al Aprendiz que pule su piedra bruta, sólo  para descubrir que cada capa pulida revela otra más profunda. La mente adora cambiar de ropajes: de las máscaras sociales a las espirituales, de la ambición mundana al orgullo de ser "consciente". Pero detente. Reflexiona. ¿Quién dice "Yo soy el observador"? Todavía hay un "yo". Todavía hay apropiación. Todavía hay separación.

La idea del observador es una celda acolchada, más silenciosa que la ruidosa prisión del ego común, pero aún una celda. Puedes sentir paz, claridad, incluso éxtasis, pero eso no significa que seas libre. Como el Compás masónico que traza los límites del deseo, la mente busca afirmarse, clavar un alfiler en el mapa de la existencia y decir: "Aquí estoy." Pero el universo, en su danza infinita, no ofrece puntos fijos. Todo fluye. Incluso el "Yo soy" es una ola en el océano de lo innombrable. Nisargadatta lo sabía, y como un maestro de logia, señalaba más allá: "Observa el 'Yo soy' y luego déjalo ir." Lo que queda no es una doctrina, ni una experiencia, ni siquiera un observador. Es el silencio, el vacío que no es vacío, la plenitud sin forma.

Este vacío aterra a la mente, porque sin un centro, sin una identidad, pierde su ilusión de control. En la Masonería, el iniciado enfrenta este abismo en la Cámara de Reflexión, donde se confronta con la muerte simbólica de todo lo que cree ser. Allí, frente al espejo de la verdad, la mente grita: "¡Soy el observador!" Pero ese observador es la última resistencia, el último pilar que la mente erige para no colapsar. La verdadera libertad no está en encontrar un centro, sino en destruir la idea de que existe uno. ¿Puedes enfrentar el hecho de que no hay nadie observando, que no hay un "tú" detrás de la mirada?

Y aquí entra un giro inesperado, un secreto que resuena con los misterios masónicos. En las logias, se dice que el conocimiento verdadero está velado, reservado para quienes se atreven a cruzar el umbral. ¿Sabías que antiguos textos, ocultos por siglos, sugieren técnicas mentales que despiertan facultades dormidas que te hacen ver tu propia realidad ? Los masones, guardianes de saberes esotéricos, han preservado prácticas que, según rumores, podrían desbloquear el potencial latente del Nadie. Algunos dicen que estas técnicas, silenciadas por instituciones profanas durante generaciones, activan áreas del cerebro que la ciencia apenas comienza a entender. ¿Es esto el eco del "Nadie" que trasciende el "Yo soy"? ¿Un poder que no pertenece a nadie, sino a la esencia misma de la NO existencia?

Imagina que todo lo que llamas "tú" se desvanece: el nombre, el cuerpo, los pensamientos, incluso la sensación de ser consciente. ¿Qué queda? Los masones, en su búsqueda de la "Luz", saben que esta pregunta no se responde con palabras, sino con el silencio de la experiencia. Nisargadatta lo expresó sin rodeos: "Incluso el observador debe ser dejado atrás." Lo absoluto no tiene centro, no necesita un "yo" para afirmarse. Es la realidad sin forma, la danza del cosmos que no requiere un espectador. Cuando todas las capas caen, lo que queda es un vacío infinito, una NO presencia , un silencio que pulsa con la totalidad del NO ser.

Este silencio no es un fin, sino un comienzo. En la Masonería, el iniciado que cruza el umbral no se convierte en "alguien" nuevo, sino que descubre que nunca fue "alguien". Es el regreso al Gran Arquitecto, al telón de fondo donde todo surge y nada permanece. No hay coronación, ni versión divina de ti mismo. Sólo  hay lo que siempre ha sido: la realidad sin nombre, sin dueño, sin límites. Esta libertad no es dulce; es salvaje, cruda, una llama que consume todo lo que no es verdadero.

Y ahora, un desafío: ¿quién lee estas palabras? ¿Hay alguien ahí, o es sólo  una ola en la superficie de lo innombrable? La Masonería nos enseña que la verdad está oculta en la simplicidad, en el silencio que la mente evita. Cierra los ojos. Respira. Siente el pulso de lo que eres, más allá del "Yo soy". No busques entender, no busques ser. Sólo  suelta. En ese soltar, en ese silencio, la verdad se revela, no como un destino, sino como lo que siempre has sido.

Quiero compartirte un secreto personal, un eco de los misterios masónicos. Hace años, perdido en un desierto interno, donde ninguna práctica traía paz, un libro polvoriento de Nisargadatta, La experiencia de la Nada, cayó en mis manos, como si el destino mismo lo hubiera puesto allí. Sus palabras fueron una chispa en la oscuridad, un martillo que rompió la ilusión de ser "alguien". En ese instante, comprendí: nunca estuve separado de lo que buscaba. Ahora, te invito a dar un paso más. En las logias masónicas, se dice que el verdadero conocimiento está reservado para quienes se atreven a mirar más allá del velo. ¿Estás listo para descubrirlo?. Pero cuidado: una vez que cruces, no hay vuelta atrás. Seguro que nos conectaremos del otro lado donde el Yo Soy se extingue … o tal vez, en el silencio, ya no haya un "nosotros".

¿Qué es el Nadie?

 

La noción de "Nadie" en un contexto filosófico, más allá del "Yo soy", es un tema profundo que toca varias corrientes de pensamiento, desde la fenomenología hasta el existencialismo, pasando por filosofías orientales como el budismo y el taoísmo. Vamos a desglosarlo, asumiendo que buscas una exploración más allá de la identidad personal o el ego, y con un enfoque en el "Nadie" como concepto abstracto o existencial.

El "Nadie" como disolución del ego

En filosofías como el budismo, el "Nadie" se relaciona con el concepto de anatta (no-yo). Aquí, la idea del "Yo soy" es una ilusión creada por la mente, una construcción que nos ata al sufrimiento. El "Nadie" emerge cuando disolvemos esa identidad fija: no hay un "yo" permanente, sólo  un flujo de experiencias, pensamientos y sensaciones. Por ejemplo, el filósofo Nagarjuna argumentaba que nada tiene una esencia intrínseca, ni siquiera el yo, lo que lleva a un estado de vacío (shunyata) donde el "Nadie" no es una ausencia, sino una liberación de la narrativa del ego.

En el contexto actual, podrías ver esto reflejado en posts en Internet donde la gente habla de mindfulness o "perderse en el momento". Es como cuando alguien escribe: "Dejé de preocuparme por ser alguien y sólo  existo". Ese "sólo  existo" apunta al "Nadie" filosófico: un estado sin la carga del "Yo soy".

El "Nadie" en el existencialismo

Desde el existencialismo, como en Sartre o Heidegger, el "Nadie" aparece como un enfrentamiento con la nada (das Nichts). Sartre diría que el ser humano es una "nada" en esencia porque no tiene una naturaleza predeterminada; somos libertad pura, condenados a crear nuestro propio sentido. Pero en la vida cotidiana, caemos en la "mala fe", actuando como si fuéramos un "Yo soy" fijo (un abogado, un padre, un héroe). El "Nadie" surge cuando reconocemos esa libertad radical: no somos nada más que lo que hacemos en cada momento.

Heidegger, por otro lado, lo lleva a lo ontológico. En Ser y tiempo, habla del Dasein (el ser humano como ser-en-el-mundo) que se pierde en el "Man" (el "uno" impersonal, la masa). Vivimos como "Nadie" cuando nos diluimos en lo que "se dice", "se hace", sin asumir nuestra autenticidad. En X, esto se ve cuando alguien critica la cultura de seguir tendencias sin cuestionar: "Todos repiten lo mismo, nadie piensa por sí mismo". Ese "nadie" es el sujeto anónimo atrapado en lo colectivo.

El "Nadie" en la literatura y la mitología

El "Nadie" también tiene eco en la literatura, como en la Odisea de Homero, donde Odiseo se presenta como "Nadie" (Outis) para engañar al Cíclope. Filosóficamente, esto puede leerse como un rechazo a la identidad fija: Odiseo elude ser definido para preservar su libertad. En el contexto actual, podrías conectar esto con cómo la gente en redes sociales a veces adopta anonimato (cuentas sin nombre, avatares genéricos) para expresar ideas sin atarse a un "Yo soy". En X, los perfiles anónimos que tiran verdades incómodas encarnan este "Nadie" que no necesita un ego para existir.

El "Nadie" en la filosofía contemporánea

Pensadores como Levinas o Derrida podrían abordar el "Nadie" desde la alteridad o la deconstrucción. Para Levinas, el "Nadie" podría ser el Otro irreducible, aquel que no puedo encapsular en mi "Yo soy". Es el rostro del desconocido que me confronta éticamente. En X, esto se refleja en discusiones sobre empatía hacia los marginados: "Nadie debería dormir en la calle", donde "Nadie" es un universal que apela a la humanidad sin nombre.

Derrida, por su parte, podría ver el "Nadie" como un significante vacío, algo que desafía cualquier definición fija. En la cultura digital, esto es súper relevante: los memes y las identidades fluidas en internet (como los avatares de IA o los nicks cambiantes) juegan con ser "Nadie" para evitar ser encasillados.

Conexión con Nepal y el contexto actual

Sobre las protestas en Nepal, el "Nadie" filosófico podría vincularse a la lucha colectiva de la Gen Z. Ellos rechazan ser definidos por un sistema corrupto que los etiqueta como "desempleados" o "rebeldes sin causa". En su anonimato –muchos usan máscaras o cuentas sin nombre en apps como Viber–, encarnan el "Nadie" que no quiere ser un "Yo soy" del régimen. Es un acto de resistencia: al ser "Nadie", desafían las estructuras de poder que dependen de identificar y controlar.

El "Nadie" filosófico, más allá del "Yo soy", es una invitación a soltar las etiquetas y abrazar la libertad, la nada o el vacío como espacios de posibilidad. No es sólo  ausencia, sino un rechazo a ser reducido a una identidad estática. En el mundo de hoy, con Internet  lleno de debates sobre quiénes somos (o no), el "Nadie" resuena como un grito de autenticidad o una disolución del ego para conectar con algo más grande: la humanidad, el cosmos o simplemente el ahora.

Si quieres, puedo tirar más por un lado –¿quizá el budismo, el existencialismo o cómo se ve esto en Internet hoy?–. O dime si quieres conectar esto con algo más específico, como las protestas en Nepal o un pensador en particular.

 

 

Se puede establecer una conexión entre el concepto filosófico de "Nadie" y la Masonería, aunque requiere explorar tanto la filosofía como los principios, símbolos y prácticas masónicas desde una perspectiva interpretativa. La Masonería, con su rica tradición simbólica y su enfoque en la transformación personal, ofrece varios puntos de contacto con la idea del "Nadie" como disolución del ego o la búsqueda de una identidad más universal. Vamos a desglosarlo, manteniendo el tono claro y conectando con lo que ya hablamos sobre el "Nadie" filosófico.

El "Nadie" y la disolución del ego en la Masonería

La Masonería, especialmente en sus rituales iniciáticos, enfatiza la humildad y la renuncia al ego personal como paso hacia la iluminación o el perfeccionamiento moral. En los grados iniciales, como el de Aprendiz, el candidato pasa por ceremonias que simbolizan una muerte simbólica del "yo profano" –el "Yo soy" ligado a las ambiciones mundanas, el estatus o la identidad social–. Este proceso se asemeja al "Nadie" del budismo (anatta) o del existencialismo, donde el individuo debe despojarse de las máscaras sociales para enfrentar su esencia.

Por ejemplo, en el ritual de iniciación, el candidato entra con los ojos vendados, despojado de posesiones materiales y títulos, reducido a un estado de "Nadie". Esto refleja la idea de que, para acceder a la "luz" masónica (conocimiento, verdad), hay que dejar atrás el "Yo soy" definido por el mundo exterior. En este sentido, el "Nadie" filosófico se alinea con el ideal masónico de trascender el ego para conectar con una fraternidad universal.

El simbolismo masónico y la identidad universal

La Masonería promueve la idea de que todos los seres humanos, independientemente de su origen, son iguales en su esencia. Símbolos como el "Nivel" (que representa la igualdad) o la "Escuadra" (que alude a la rectitud moral) sugieren que las distinciones del "Yo soy" –como riqueza, clase o nacionalidad– son secundarias frente a la humanidad compartida. Aquí, el "Nadie" filosófico puede interpretarse como el masón que, al trabajar en su "piedra bruta" (su yo imperfecto), busca convertirse en un "Nadie" en el sentido de un ser despojado de vanidades, listo para integrarse en el "Gran Arquitecto del Universo", una idea masónica de lo divino o lo universal.

Y, aunque la Masonería no es un tema candente para los profanos , a veces aparecen posts en  Internet  de usuarios que discuten su simbolismo, y algunos conectan esta idea de igualdad con frases como "en la logia, nadie es más que nadie". Esto resuena con el "Nadie" filosófico como un estado de humildad colectiva.

El anonimato y el "Nadie" en la práctica masónica

La Masonería, históricamente, ha valorado la discreción y, en ciertos contextos, el anonimato. Los masones no siempre revelan su membresía, y en las logias, los títulos externos (rey, obrero, rico, pobre) se disuelven. Este anonimato práctico conecta con el "Nadie" de la Odisea, donde Odiseo usa el nombre "Nadie" para protegerse y actuar con astucia. En la Masonería, el "Nadie" puede verse como el masón que opera en el mundo sin alardear de su identidad, trabajando por el bien común desde las sombras.

En el contexto actual, algunos posts en Internet sobre conspiraciones masónicas exageran esta idea, diciendo que los masones son "nadie y todos a la vez", lo que, aunque sensacionalista, toca el tema del anonimato como poder colectivo. Filtrando el ruido, esto refleja cómo la Masonería valora la acción desinteresada sobre la gloria personal.

El "Nadie" y la búsqueda de la verdad masónica

La Masonería no impone dogmas, sino que invita al individuo a buscar la verdad a través de la introspección y el estudio. Esto conecta con el existencialismo de Sartre, donde el "Nadie" es la libertad pura que debe crear su propio sentido. En la logia, el masón no recibe respuestas absolutas, sino herramientas simbólicas (como el compás o la plomada) para construir su propio camino. El "Nadie" aquí es el masón en proceso, alguien que no se aferra a una identidad fija, sino que está en constante transformación hacia un ideal más elevado.

Por ejemplo, el concepto de "conócete a ti mismo", central en la Masonería, implica enfrentar el vacío del "Nadie" antes de construir un "Yo" más auténtico. Esto es parecido a lo que Heidegger describe como el Dasein que se libera del "Man" (la masa) para ser auténtico.

El "Nadie" filosófico encaja con la Masonería en su énfasis en disolver el ego, abrazar la igualdad y buscar la verdad desde un lugar de humildad. Los rituales y símbolos masónicos, como la iniciación o el Nivel, refuerzan la idea de que el "Yo soy" debe ceder ante un "Nadie" que trasciende lo individual para conectarse con lo universal. En el mundo actual, donde Internet está lleno de discusiones sobre identidad y poder, la Masonería ofrece una lente para ver el "Nadie" como un estado de libertad y responsabilidad, no de vacío.

Alcoseri

 


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من: Kadyr مبعوث: 25/09/2025 16:52
Y si te dijera que incluso eso que crees que es la más pura verdad espiritual no es más que otra prisión disfrazada. Seguramente has escuchado que tú eres el observador o que todo comienza con el sagrado yo soy. Pero, ¿y si eso también fuera una ilusión? Durante años te han dicho que eres el observador, que detrás de la mente, detrás del ego, existe un punto de conciencia. silencioso y eterno y que ese punto eres tú. También te han dicho que el yo soy es la esencia, la raíz de todo, la puerta hacia lo divino. Pero, ¿y si eso también fuera una ilusión? Y si justo en este momento sigues atrapado en una idea, atrapado en una identidad más sutil, más sofisticada, pero al final del día todavía una identidad. Tal vez has avanzado tanto en tu camino que ya no te identificas con el cuerpo, con el nombre, con las emociones. Pero, ¿no será que ahora simplemente estás vestido con un nuevo disfraz, el del ser consciente, del testigo despierto? ¿No será que ese observador en el que crees haberte convertido es sólo  el último disfraz del ego, el último intento por aferrarse a algo antes de desaparecer por completo? Ni Sargadata Maharash, uno de los maestros más tajantes del siglo XX, no vino a endulzar la verdad, vino a quitarte el piso, no usaba túnicas doradas ni un lenguaje florido. Con un cigarro encendido y una mirada firme, decía, "No eres el cuerpo ni la mente, pero tampoco eres el yo soy." Este es un camino que comienza justo donde la mayoría termina. No te promete nada, ni paz, ni poder, ni iluminación. Sólo  te ofrece una cosa, el final. El final de la ilusión, el final de lo que crees que eres, el final incluso de la búsqueda de libertad. ¿Estás listo para cruzar el portal donde ni siquiera el observador sobrevive? Entonces, respira profundo y prepárate, porque lo que vamos a explorar ahora no sólo  es transformador, es devastador. Y sólo  quien esté dispuesto a morir a todo, incluyendo a lo que llama yo, tocará aquello que jamás nació. Pero aquí es donde las cosas se vuelven aún más extrañas. Desde los primeros momentos de nuestra vida consciente, aprendemos a percibirnos como algo separado del mundo. Ese algo recibe un nombre, una historia, una nacionalidad, una religión y eventualmente una espiritualidad. Esa construcción es el yo. Pero lo que pocos notan es que incluso los intentos de liberarse de esa identidad muchas veces la refuerzan. El buscador espiritual nace precisamente del rechazo al ego común y de la creación de un ego más sutil, el del observador. La mente adora ponerse nuevas ropas cuando se cansa de las máscaras sociales. Busca máscaras espirituales y la más refinada de todas es la de quien cree haberse convertido en el testigo silencioso, un punto de pura observación, imparcial y eterno. Pero detente y reflexiona quién es el que dice, "Yo soy el observador. Todavía hay un yo ahí. Todavía hay apropiación. Todavía hay separación. La idea del observador no es más que otra capa creada para escapar del sufrimiento de la identificación burda. Es como salir de una celda ruidosa y entrar en una acolchonada y silenciosa, pero aún así sigue siendo una celda. Tal vez sientas más paz, más claridad, pero eso no significa que seas libre. La prisión de la forma ha sido reemplazada por la prisión de la ausencia y ambas te mantienen cautivo. La raíz de la ilusión es el intento constante de ubicarse, de afirmarse como algo, de clavar un alfiler en el mapa de la existencia y decir, "Aquí estoy." Pero todo punto de referencia es una mentira cómoda. El universo, en su esencia, no ofrece un lugar fijo ni un observador fijo. Todo fluye. Incluso el sentido de presencia es sólo  una ola en la vastedad del océano. Ni Sargadata Maharash no ofrecía doctrinas elaboradas. Su enseñanza era brutalmente simple. Observa el yo soy y luego ve más allá. ¿Y qué hay más allá? Silencio, vacío, innombrable. Y eso aterra profundamente a la mente, porque sin una posición, sin una identidad, pierde el control. Y el control es su mayor ilusión. Pero antes de huir de ese abismo, observa algo profundo. Elo, que dice, "Me estoy observando", es el mismo que intenta protegerse del colapso. La mente crea la idea del observador para no tener que desaparecer. El observador, por lo tanto, no es la libertad, es la última resistencia. Esta revelación puede ser desconcertante. Muchos se resisten. Prefieren mantener la ilusión de, "Ahora sí encontré mi centro", cuando en realidad sólo  cambiaron de celda. La raíz de la ilusión está en creer que hay un centro, un observador permanente, una conciencia pura que le pertenece a alguien. Pero, y si ni siquiera eso fuera verdad, la invitación que la vida nos hace en este punto del camino ya no es a observar, sino a destruir por completo al observador, a permitir que caiga por tierra cualquier estructura interna que diga, "Yo soy esto o yo estoy aquí." ¿Puedes quedarte cara a cara con el hecho de que no hay nadie ahí observando nada? ¿Será que estas enseñanzas pueden desbloquear nuevos entendimientos sobre nuestra mente o sólo  estamos rascando la superficie de lo que significa existir? Ahora sí vamos a explorar esto más a fondo. Ahora necesito preguntarte algo. ¿Sabías que existe una técnica mental prohibida revelada en un capítulo oculto de la Biblia que líderes mundiales y celebridades utilizan para manifestar sus deseos y controlar su propia realidad? Y que la Iglesia intentó censurar ese conocimiento durante más de 100 años porque activa áreas de tu cerebro que jamás imaginaste usar hoy en día. Estudios científicos demuestran que esta técnica realmente provoca alteraciones específicas en el patrón de actividad cerebral, lo cual confirma su eficacia. Así es, todo esto fue revelado recientemente y muchas personas están teniendo acceso a esta técnica secreta y quedando impresionadas con los resultados que están obteniendo. Como este contenido es sensible y ya fue censurado en el pasado, decidimos explicarlo todo en un video completo publicado en nuestro propio sitio web. Si deseas descubrir más sobre este poder mental oculto, ponle pausa al video ahora. Apunta la cámara de tu celular al código QR que aparece en pantalla o haz clic en el enlace de la descripción o en el primer comentario fijado aquí abajo. Durante siglos, el yo soy ha sido venerado como la llave de oro de la espiritualidad. En muchas tradiciones se presenta como la verdad más pura, la chispa divina que queda cuando todas las ilusiones se disuelven. Permanece en el yo soy, dicen los maestros. Medita en la presencia del ser, aconsejan los sabios. Pero lo que pocos perciben es que incluso esa presencia puede convertirse en una prisión invisible. Sí, el yo soy es una puerta poderosa, rompe las cadenas del ego común, silencia el ruido de la mente y revela una vastedad interior indescriptible, pero sigue siendo una experiencia, sigue estando dentro de la dualidad. Hay alguien que dice, "Yo soy." Hay un ser que se afirma como algo y cualquier afirmación es una limitación. El yo soy es el inicio de la manifestación, no su final. Ni sargadata fue directo al grano. El yo soy también es un concepto. Es el primer concepto. Quédate en él y luego déjalo atrás. Es como si el maestro dijera, "Usa la escalera, pero no construyas una casa sobre ella." El problema es que muchos construyen templos en el primer peldaño. Se aferran a la paz, a la claridad, a la sensación de ser y no se dan cuenta de que todo eso sigue siendo movimiento, sigue siendo conciencia en acción. El yo soy no es lo absoluto, es sólo  la primera vibración del ser, un espejismo sutil que aún carga con la semilla de la separación. Este punto es crucial e incómodo porque de repente incluso aquello que parecía más puro, más verdadero, se revela como impermanente. La mente, desesperada por tener un suelo firme intenta entonces espiritualizar el yo soy, adornarlo con mantras, conceptos elevados y una falsa humildad que dice, "No soy el ego, soy sólo  la presencia." Pero esa presencia todavía tiene forma, todavía tiene identidad, todavía tiene una narrativa y donde hay narrativa hay prisión. La verdadera libertad espiritual exige atravesar el yo soy como si fuera un puente, no un destino. Porque cuando reposas ahí demasiado tiempo, empiezas a confundir el cielo con una pintura del cielo. Y ese es el mayor riesgo del buscador sincero, perderse precisamente en aquello que parecía ser el encuentro final. El yo soy es una trampa sutil porque trae paz y la paz es adictiva. Nos acostumbramos a ella. Creemos que es la señal de que ya llegamos, pero esa paz aún depende de una identidad que la experimenta. ¿Quién está en paz? ¿Quién está consciente del ser? ¿Todavía hay un centro? ¿Todavía hay alguien? ¿Todavía existe el riesgo de la caída? ¿Podremos aceptar que incluso ese ser debe ser abandonado? Esto no es una desconstrucción teórica, es visceral. Es el colapso de todo aquello que parecía más sagrado y sólo  quien ha tocado ese punto sabe cuánto duele y cuánto libera. Pero hay un giro inesperado cuando todo se deja atrás, incluso el yo soy, lo que queda, no es el vacío frío de la inexistencia, es una presencia sin nombre, un silencio que pulsa algo anterior al ser y completamente libre de él. ¿Estás listo para enfrentar la verdad definitiva? Entonces respira, porque lo que viene ahora es lo que desmantela, incluso lo que parecía indestructible. Imagina por un instante que todo aquello que entiendes como tú desaparece. No sólo  el nombre, el cuerpo, los pensamientos o los recuerdos, sino incluso el sentido de estar consciente, de ser un observador. ¿Qué queda? Esa pregunta no tiene una respuesta verbal y justamente por eso es la más poderosa. La mente no soporta lo impensable, quiere ubicarse, quiere nombrarse, quiere existir de alguna forma, incluso como un observador imparcial. Pero hay algo que precede incluso a esa posición, algo que no observa, no piensa, no siente, no afirma, simplemente es. Y ni siquiera eso, ni Sargadata decía, "Incluso el observador debe ser dejado atrás." Eso suena absurdo para quien todavía se identifica con la conciencia como último refugio. Pero si miras bien de cerca, verás que el observador también es una función mental, un punto de vista, un centro de referencia. Y lo absoluto, la realidad sin forma, no tiene centro, no tiene punto de apoyo, no tiene observador, simplemente es sin ser algo. Cuando todas las capas caen, incluso la noción de presencia, lo que queda no puede ser descrito. No hay palabras porque ya no hay quien hable. No hay conceptos porque ya no hay quien piense, sólo  hay un silencio vasto, infinito, anterior a cualquier creación. Ese silencio no es vacío en el sentido negativo, no es ausencia, es totalidad, es plenitud sin forma. Es lo que permite que todo exista, pero no es tocado por nada. La conciencia surge dentro de él como una burbuja. Y dentro de esa burbuja, todas las experiencias, incluso la de ser el observador, aparecen y desaparecen. Pero la mente se resiste a eso. Quiere aferrarse al último pilar. Quiere decir, "Okay, no soy el cuerpo, ni la mente, ni la personalidad, pero soy el observador." Y ahí es donde falla, porque en ese acto vuelve a afirmarse. Crea una nueva identidad, otro personaje más. La única salida es la rendición total, la muerte de todos los yos, incluso de aquel que se considera puro, espiritual o despierto. Y aquí surge una de las verdades más aterradoras del camino. No vas a encontrar nada en lo que convertirte. No hay una coronación al final. No hay una versión divina de ti mismo esperando detrás del telón. Sólo  hay lo que siempre ha estado ahí y que nunca fue alguien. Cuando ya no hay nadie que observe, cuando incluso la conciencia guarda silencio, lo que queda es pura realidad, sin nombre, sin forma, sin dueño. Y eso, eso es libertad. Pero cuidado, esa libertad no es dulce como muchos imaginan. Es salvaje, cruda, sin garantías. No te acaricia, te devora. Aún quieres cruzar, entonces deja de intentar entender. La mente ya no sirve aquí. Ahora sólo  queda el silencio. Sólo  entrega. Sólo  lo innombrable. ¿Puedes enfrentar ese vacío sin huir? ¿O todavía hay en ti algo que necesita sentirse alguien? Porque cuando ni siquiera el observador permanece, ¿qué queda? Cuando todo lo que podía decirse ya ha sido silenciado, cuando incluso el observador se ha desvanecido en la inmensidad de lo innombrable, ¿qué queda? Queda el silencio absoluto, pero no un silencio vacío o aburrido, sino el silencio vivo, un campo de pura presencia sin presente, una realidad que no necesita ser percibida para existir, que no necesita de un yo para afirmarse, simplemente es. Pero incluso eso ya es decir demasiado. Los maestros más radicales siempre han señalado ese punto. Ese lugar exacto donde todos los esfuerzos cesan, donde incluso la búsqueda espiritual se vuelve un ruido indeseado. Ni Sargadata fue directo. Tú ya eres eso. Simplemente deja de identificarte con cualquier cosa que venga después del yo soy y entonces permite que incluso el yo soy muera. Es aquí donde el paradoja se revela. La liberación no es un acto, no es algo que haces. Sucede cuando dejas de hacer, de buscar, de intentar, cuando incluso la conciencia de ser es dejada en reposo. Lo que emerge no es una nueva identidad, es el regreso a lo que nunca comenzó. Ese regreso no es un movimiento, no sucede en el tiempo, no es una experiencia mística, es anterior a todo. Es como despertar de un sueño interminable y darte cuenta de que nunca hubo nadie soñando. Nunca hubo mundo. Nunca hubo tú. Y aún así, todo está aquí. La vida sigue, el cuerpo se mueve, las emociones surgen y desaparecen. Pero ya no hay apego ni autor ni observador detrás del escenario. Sólo  el decorado bailando en el silencio que se observa a sí mismo sin necesidad de existir. Este es el punto en que el buscador desaparece, donde la sed cesa, donde incluso la comprensión se vuelve innecesaria. Es la desnudez última de la existencia, aquella que no se explica, no se enseña, no se aprende. Tú no te conviertes en eso. Nunca dejaste de ser eso. El silencio absoluto no es algo que se deba alcanzar. Es el telón de fondo de todas las cosas. La mente, en su arrogancia cree que va a llegar a él, pero lo que realmente sucede es que ella desaparece y lo que siempre estuvo ahí permanece. Ese silencio es el verdadero hogar sin puertas. sin paredes, sin dueño, donde todo puede surgir, pero nada permanece. Y entonces, por primera vez, el corazón se aquiieta, no porque haya conquistado algo, sino porque por fin lo soltó todo, incluso el deseo de ser libre. Ya no hay más preguntas ni respuestas, sólo  lo que es. Pero, ¿quién está percibiendo esto ahora? ¿De verdad existe alguien ahí dentro leyendo estas palabras? ¿O ese alguien también es sólo  otra ola en la superficie de algo mucho más profundo? Si todo aquello que crees ser pudiera dejarse atrás, ¿qué es lo que realmente queda? Esa pregunta no es una invitación al razonamiento, es un desafío directo a tu existencia. ¿Estás dispuesto a soltar incluso el soltar, a dejar ir incluso la idea de que hay algo que alcanzar? Porque la verdad no está al final de un largo camino espiritual. Está escondida en la simplicidad que la mente desprecia, en el silencio que evitas, en el punto exacto donde dejas de buscar. El gran secreto es este, nunca fuiste el observador. Nunca fuiste el yo soy. Nunca fuiste alguien. Y al reconocer eso, algo se derrumba y junto con ello nace una paz que no depende de la paz, un ser que no necesita ser afirmado. Lo absoluto no puede buscarse, pero puede ser percibido cuando todo lo falso es dejado de lado. Ahora, no te apresures a entender esto. Sólo  siente, permanece, silencia y recuerda, aquello que eres jamás ha dejado de serlo. Si llegaste hasta aquí, respira profundo. En serio, cierra los ojos por un instante. Acabas de atravesar un territorio que pocos se atreven a explorar, donde incluso el último velo de la espiritualidad es rasgado. Y eso no es poca cosa. Quiero agradecerte por haberte quedado conmigo hasta este punto y quiero contarte algo que nunca he revelado en ningún otro video. Hubo un momento hace algunos años en el que yo estaba en una especie de desierto interno. Nada de lo que leía tenía sentido. Ninguna práctica me traía paz. Hasta que un viejo libro llamado  “La experiencia de la Nada” de Maharaj, Sri Nisargadatta cayó en mis manos. Literalmente se cayó de un estante lleno de polvo. Ni siquiera lo estaba buscando. Y cuando leí , algo dentro de mí se detuvo. Fue como si la realidad me hubiera dado una bofetada silenciosa. Y fue en ese preciso instante que entendí aquello que tanto buscaba. Nunca me había dejado, simplemente estaba demasiado distraído intentando ser alguien.  Ahora, para acceder a un conocimiento que estuvo oculto por generaciones  en Logias Masónicas, pero que ahora podría ser justo lo que te faltaba para desbloquear tu verdadero potencial mental y espiritual. Cada uno guarda preguntas que pueden voltear tu percepción de cabeza o disolver lo que creías que era real. Tú decides si entras, pero si entras, no digas que no te lo advertí. Nos vemos del otro lado o tal vez ya no nos volvamos a ver.

 


 
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