Mi maestro de escuela era muy activo en política y respetado en la aldea. Cierto día nos declaró de manera terminante: –Si la mitad del presupuesto destinado al ejército fuera consagrado a la investigación científica, ¡el cáncer sería curado dentro de cinco años! Esta declaración me impresionó. Estaba turbado al pensar que no se hicieran los esfuerzos suficientes para ayudar a los enfermos. Pero como mi maestro no siempre era justo ni tierno, ¡no tomé demasiado en serio su acusación!

      Han pasado cuarenta años y el cáncer sigue siendo una enfermedad muy grave que enluta a nuestras familias. Además, han aparecido nuevas enfermedades que movilizan enormes medios, pero los resultados son limitados. A pesar de todos los recursos de la ciencia, el hombre debe constatar que no puede dominar el equilibrio biológico del planeta. ¿Quién puede administrar la tierra? Sólo Dios, porque la creó para que fuera habitable. A su tiempo volverá a revivir la naturaleza entera, después de haber ejercido su juicio (los juicios descritos en el Apocalipsis) sobre un mundo impío.

      Mientras tanto el cristiano reposa en la fe. Al confiar en Dios se empeña en vivir sobriamente en el mundo, sabiendo que su verdadera patria está en el cielo, en donde se halla Jesucristo. Puede decir: “Yo me alegraré en el Señor, y me gozaré en el Dios de mi salvación” (Habacuc 3:18). Ahora Dios ofrece el perdón de los pecados a toda persona que crea en el Salvador, ¡sin necesidad de dinero!