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1º Serie Dulce Venganza: Capítulo 7
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Respuesta  Mensaje 1 de 8 en el tema 
De: NeΪida  (Mensaje original) Enviado: 25/03/2014 02:24

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Capítulo 7

Un par de días más tarde, Caitlyn se sentía como si estuviera haciendo equilibrios sobre un cable colgado por encima de una jaula de leones.

—O, más bien —susurró—, por encima de un Lyon muy hambriento.

¿Quién habría podido imaginar que Jefferson sería capaz de imprimir tanto poder a un beso? ¿Que pudiera hacerle sentir todo lo que había experimentado aquella noche a la luz de la luna?

En los dos días que habían transcurrido desde entonces, él se había mostrado aún más atento. La había acompañado a nadar, a hacer compras al pueblo, había cenado con ella y se había ocupado de ahuyentar a todos los hombres que mostraban interés por acercarse a ella. Jefferson Lyon era una fuerza de la naturaleza: irresistible, abrumador y muy atractivo.

Caitlyn estaba metida en un buen lío.

Se reclinó en su silla y observó el elegante ambiente que la rodeaba. En aquel momento no había muchos comensales en el restaurante, dado que era demasiado tarde para almorzar y demasiado temprano para cenar. Caitlyn había pedido un té con bollitos. Simplemente necesitaba un lugar tranquilo en el que poder sentarse para pensar. Un lugar en el que pudiera estar lejos de su antiguo jefe.

El restaurante había sido el lugar adecuado hasta que su teléfono móvil empezó a sonar. —Oh —dijo Debbie con firmeza—, pues si tiene tanta hambre asegúrate que no te devora para cenar.

Caitlyn frunció el ceño. Su amiga tenía razón aunque el hecho de verse devorada por Jefferson tenía un cierto atractivo.

—Te aseguro que las cosas están muy mal…

—Por eso te he llamado. Janine me ha contado que estabas teniendo problemas con Jefferson.

—Sí, podríamos decir que estoy teniendo problemas. Se muestra tan agradable que me está desequilibrando.

—Entiendo.

Notó la incredulidad en el tono de voz de su amiga y decidió que, en realidad, no podía culparla. Después de todo, Janine y Debbie habían sido confidentes de todas sus quejas sobre Jefferson desde hacía tres años. Sin embargo, no comprendían que, a pesar de lo mucho que ella siempre hubiera despotricado contra él, le había gustado trabajar para Jefferson.

—Está bien. Admito que nunca ha sido un hombre con el que haya resultado fácil llevarse bien, pero aquí es totalmente diferente.

—Claro.

—Es cierto —dijo Caitlyn, sin saber por qué se sentía impulsada a defenderlo—. También se muestra muy divertido, Debbie. La otra noche cuando estuvimos cenando juntos nos estuvimos riendo un montón. Yo jamás había visto ese lado de Jefferson… —Janine tenía razón. Odio cuando ocurren estas cosas. —Muy graciosa.



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Respuesta  Mensaje 2 de 8 en el tema 
De: NeΪida Enviado: 25/03/2014 02:25

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—Cielo, te estás cavando tu propia tumba.

—Eso no es cierto… No soy tonta, Debbie. Te aseguro que no estoy pensando en boda ni he empezado a practicar para firmar como «la señora de Jefferson Lyon» en lo sucesivo. —Para decirte esto tengo que salir fuera —dijo. Se produjo una larga pausa hasta que Debbie volvió a hablar—. Disculpa, pero no me siento cómoda gritando a una de mis mejores amigas cuando todo el mundo me puede escuchar.

Caitlyn debería haberse sentido muy agradecida. La agencia de viajes que era propiedad de Debbie solía tener muchos clientes. —No me gusta que me griten. Gracias.

—No, lo que necesitas es que te refresque un poco la memoria. Caitlyn, cariño. Jefferson Lyon significa malas noticias. Es demasiado rico y poderoso y está demasiado acostumbrado a salirse con la suya. Jefferson no es lo que finge ser. Hace sólo unos días que me decías que estaba tramando algo.

Caitlyn frunció el ceño y miró el plato de bollitos. Entonces, los apartó y tras anotar su nombre y su número de habitación en la nota, se levantó y salió del restaurante para dirigirse rápidamente a los ascensores.

—No me gusta que mis amigas utilicen la lógica —musitó mientras apretaba el botón de subida—, pero tal vez haya cambiado…, pero no ha cambiado, ¿verdad? —añadió.

—No —afirmó Debbie.

Caitlyn entró en el ascensor y apretó el botón que correspondía a su planta. Sin prestar atención a un caballero de cierta edad que ya ocupaba la cabina, siguió hablando. —Está bien. Tienes razón, Debbie. Sin embargo, cuando me besó, él… Te juro que sentí algo que provenía de él. Algo real. Algo… —¿Duro y caliente?

Caitlyn no quería creer a su amiga. No quería pensar que Jefferson podía besarla de aquel modo y no sentir nada más que una respuesta física. No obstante, aquél era el mismo hombre que la revista People había nombrado como uno de los solteros de oro de todo el país el año anterior.

Jefferson tenía aquel artículo enmarcado y, además, se había jurado que aparecería en aquella lista durante los próximos veinte años. No se podía decir que aquélla fuera la actitud de un hombre que quería dar por terminados sus días de soledad. Ni siquiera estaba buscando una relación estable y, si así fuera, no se habría fijado en Caitlyn.

A la clase de hombres a la que pertenecía Jefferson no le interesaban las mujeres como ella. Preferían las modelos, las actrices o las beldades de sangre azul de la Costa Este. Si estaba acosando de aquel modo a una mera secretaria de Long Beach, debía tener una razón para ello.

El ascensor se detuvo por fin en la planta de Caitlyn. Mientras se dirigía por el pasillo a su habitación, se despidió de Debbie. Aunque se sentía algo desilusionada por haber descubierto que no había nada de verdad entre Jefferson y ella, decidió que lo superaría. En realidad, no se había creído nada de lo que él le había dicho ni había creído que existiera posibilidad alguna de que hubiera algo real entre ellos.


Respuesta  Mensaje 3 de 8 en el tema 
De: NeΪida Enviado: 25/03/2014 02:26

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Bueno, eso no era del todo cierto. Abrió la puerta de su suite y se detuvo en seco al escuchar que la voz de Jefferson estaba pronunciando su nombre.

—Caitlyn está entrando en razón —decía. Estaba hablando por teléfono—. Te aseguro, Jason, que esto va a funcionar.

«¿Entrar en razón?». Caitlyn prestó atención al resto de las cosas que Jefferson estaba diciéndole a su hermano Jason. El más joven de los hermanos Lyon había decidido no dedicarse al negocio familiar y se había hecho médico. Ejercía a las afueras de Seattle.

—No lo comprendes, eso es todo —prosiguió—. Sé perfectamente lo que estoy haciendo.

¿Y qué era exactamente lo que estaba haciendo?

—Te digo que está más que lista. Sé lo que me has dicho y, si tuviera tiempo, tal vez no lo estaría haciendo así. Sin embargo, maldita sea, Jason, la necesito en mi despacho. Conoce los detalles concretos de todos los asuntos que tenemos entre manos en estos momentos y yo no tengo tiempo de preparar a otra persona.

Al escuchar aquellas palabras, Caitlyn apretó con fuerza el pomo de la puerta.

—La seducción de Caitlyn va sobre ruedas. Creo que la tendré de vuelta en el despacho dentro de un par de semanas como máximo.

Ella entornó los ojos como si pudiera ver a través de la puerta. Jefferson había estado haciendo lo que había sospechado desde un principio: estaba seduciéndola para que regresara a trabajar para él.

—Sé lo que estoy haciendo —prosiguió Jefferson—. Me la meto en la cama, me la llevo de vuelta a Long Beach y, después, me comporto como un canalla y hago que rompa conmigo. Entonces, se sentirá tan mal por haberme dejado que no tendrá valor de dejar de trabajar para mí.

Increíble. ¿De verdad creía Jefferson que ella era tan estúpida? ¿Tan maleable?

—No es un plan descabellado —protestó él—. A mí nunca se me ocurren planes descabellados. Además, hermanito, sabes tan bien como yo que, cuando se me mete algo en la cabeza, jamás pierdo.

«Hasta esta vez», se juró Caitlyn. Aquella vez, Jefferson Lyon iba a resultar perdedor. En aquella ocasión el mundo no iba a girar tal y como él esperaba. Caitlyn le daría la vuelta a aquel estúpido plan hasta haberlo estrangulado con él.

—Bueno, es mejor que te deje. Voy a convencerla para que cenemos temprano y luego nos vayamos a nadar a la luz de la luna. Confía en mí, Jason. Estoy seguro de que aceptará.

Caitlyn agarró la correa del bolso con tanta fuerza que se sorprendió de que no se partiera. Entonces, respiró profundamente, entró en la suite y cerró la puerta. A continuación, haciendo tanto ruido como le fue posible, volvió a meter la tarjeta en la ranura y abrió de nuevo.

Jefferson estaba al lado de la puerta del cuarto de baño. Al escuchar que ella entraba, se volvió para dedicarle una sonrisa de alto voltaje. Si Caitlyn no hubiera escuchado la conversación que acababa de tener con su hermano, habría vuelto a sentir que se le


Respuesta  Mensaje 4 de 8 en el tema 
De: NeΪida Enviado: 25/03/2014 02:27

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doblaban las rodillas. Sin embargo, en aquellos momentos, sintió que todo su cuerpo se quedaba completamente frío.

—Por fin llegas —dijo él quitándole de las manos el bolso y los paquetes—. Estaba a punto de enviar una partida de búsqueda al pueblo.

—¿Acaso estabas preocupado?

Jefferson dio un paso al frente y comenzó a acariciarle suavemente el brazo. Entonces, le tomó una mano y se la llevó a los labios. Tras darle un beso en las puntas de los dedos, la miró profundamente a los ojos.

—¿A ti qué te parece?

A Caitlyn le habría encantado decirle exactamente lo que estaba pensando. Le habría encantando ver la sorpresa reflejada en su rostro cuando ella le revelara que conocía perfectamente su plan. Le habría encantado ver cómo trataba de explicarle lo que ella acababa de escuchar.

Sin embargo, por muy satisfactorio que todo ello hubiera podido resultar, Caitlyn tenía una idea mucho mejor. ¿Que Jefferson tenía un plan para seducirla? Serían dos los que participarían en el juego. Iba a darle la vuelta a todo. Sería Caitlyn la que lo sedujera a él. Iba a dejarse llevar, a dejar que pensara que estaba ganando y, entonces, cuando más orgulloso se sintiera de sí mismo… lo dejaría y se marcharía. Una vez más.

No había momento mejor que aquél para empezar con el juego. Se tragó la furia que aún la ahogaba por dentro y le dedicó una tímida y dulce sonrisa.

—No quería preocuparte. Se me había ocurrido, si te parece bien, que podríamos cenar temprano e ir a darnos un baño.

Jefferson entornó los ojos. Caitlyn se preguntó si tal vez se había precipitado con aquella sugerencia. Entonces, la expresión del rostro de Jefferson se suavizó y sonrió.

—Eso era exactamente lo que estaba pensando hace un minuto.

—¡Qué coincidencia! —exclamó. Entonces, se dirigió hacia la puerta del cuarto de baño— . Voy a darme una ducha y a prepararme. No tardaré mucho.

—Genial. Mientras espero realizaré unas cuantas llamadas por teléfono.

Caitlyn asintió y cerró la puerta del cuarto de baño. Se miró en el espejo. Vio que su piel estaba ligeramente bronceada de los días que llevaba ya bajo el sol. El cabello presentaba sutiles reflejos dorados y sus ojos echaban chispas de furia. Se juró que Jefferson se arrepentiría de haber intentado aquel plan con ella.

Sin dejar de mirarse, comenzó a hablar en voz baja con su propia imagen.

—Estaba en lo cierto cuando me oponía a sus intentos de seducción, intentos que él ha estado haciendo por razones equivocadas y egoístas. Bueno, pues ya va siendo hora de que Jefferson Lyon aprenda una lección.

La cena fue estupenda, incluso mejor de lo que Jefferson había esperado. Una vez más, había pedido una mesa privada y, junto a la luz de la luna, la de las velas y la brisa del mar, la velada no podría haber sido más romántica.


Respuesta  Mensaje 5 de 8 en el tema 
De: NeΪida Enviado: 25/03/2014 02:28

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En aquellos momentos, mientras caminaban por la arena, comprobó que Caitlyn se estaba divirtiendo mucho. De hecho, parecía mucho más relajada que antes. Más afectuosa. Mejor.

Su hermano Jason se había equivocado cuando le dijo que el hecho de utilizar a Caitlyn se iba a volver contra él. Jason no comprendía nada. No estaba utilizando a Caitlyn. De hecho, no estaba haciendo aquello por sí mismo, sino también por ella. Caitlyn adoraba su trabajo y se le daba muy bien. Había dimitido sin pensárselo. Se alegraría mucho de volver al puesto de trabajo con el que tanto disfrutaba.

—La playa está prácticamente desierta —dijo ella.

—Creo que esta noche hay un concurso de baile en el club.

—Bueno, pues me alegro. Una playa iluminada por la luz de la luna es mucho mejor cuando está vacía —comentó, con una sonrisa.

Jefferson sintió que, por un momento, el aliento se le helaba en los pulmones. La luz de las estrellas se reflejaba en sus ojos y la luz de la luna le daba a su piel un brillo marfileño. Llevaba puesto un vestido de verano con el traje de baño debajo. A la luz del día, su cuerpo era cálido, bronceado y con curvas. Se moría de ganas por saber qué aspecto tenía aquella suave piel a la tenue luz de la luna. Quería tocarla. Sentir que ella extendía las manos hacia él, que se arqueaba contra su cuerpo… Quería volver a besarla.

Al menos consigo mismo, podía admitir que había pensado mucho en el beso que habían compartido. Por la inesperada pasión. Por la calidez de algo salvaje y tierno a la vez que despertaba dentro de él cada vez que ella le respiraba en la boca.

Por fin, cuando las luces del hotel estaban ya bastante lejos, se detuvieron. Jefferson sacó dos suaves y esponjosas toallas de la bolsa que llevaba en la mano y las extendió sobre la arena bajo la atenta mirada de Caitlyn. Entonces, ella se giró y le ofreció la espalda.

—¿Me ayudas con la cremallera?

Jefferson extendió los dedos y, muy lentamente, comenzó a bajar la cremallera. Ella lo miró por encima del hombro y le dedicó una brillante sonrisa que le provocó una extraña sensación en el estómago.

—Gracias —dijo, apartándose el cabello del rostro—. Voy a darme un baño. ¿Vienes? Jefferson observó cómo ella se daba la vuelta y echaba a correr en dirección al agua. Sus largas piernas golpeaban el agua y mandaban innumerables gotas volando por los aires. La mirada de él se centró en la curva del trasero, la esbeltez de la cintura y la elegancia de los brazos.

En cuestión de pocos segundos, experimentó una erección. El deseo se apoderó de él y le empujó a quitarse con rapidez la ropa y salir corriendo detrás de ella. Le resultaba imposible dejar de mirarla. En lo único en lo que podía pensar era en alcanzarla y tomarla entre sus brazos.

Tras sumergirse en las cálidas aguas tropicales, fue nadando hacia el lugar en el que ella se encontraba. Estaba iluminada por la luz de la luna, que le brillaba en los ojos y le


Respuesta  Mensaje 6 de 8 en el tema 
De: NeΪida Enviado: 25/03/2014 02:29

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relucía en la piel. De repente, sus planes de lenta seducción se hicieron pedazos. Tenía que poseerla. En aquel mismo instante.

—Eres tan hermosa —dijo, sorprendido de no haberse dado cuenta antes.

¿Cómo había podido estar a su lado cada mañana de tres largos años sin darse cuenta de la belleza de sus rasgos? Ni lo sabía ni le importaba. Lo único que contaba era aquel momento.

Le enmarcó el rostro entre las manos y bajó la boca hacia la de ella para besarla. Ella se puso de puntillas y dejó que el movimiento del agua la empujara contra él. Jefferson la agarró con fuerza y la besó una y otra vez, devorándole la boca, dándole tanto como recibía. La oyó suspirar de gozo y disfrutó profundamente con aquel sonido.

Caitlyn alimentaba su necesidad y, cuando le rodeó el cuello con los brazos, Jefferson bajó el cuello aún con más ímpetu. La sangre le latía con fuerza en las venas. Entonces, mientras la sujetaba con un brazo, deslizó la mano libre a lo largo de las curvas de Caitlyn hasta la delgada tira de tela que le cubría las caderas.

Tras deslizar los dedos bajo el borde del bikini blanco, fue buscando sin descanso el lugar que más anhelaba tocar. Cuando por fin lo encontró, se hundió dentro, primero con un dedo y luego con otro. Los empezó a meter y sacar hasta que ella apartó la boca de la de él, echó la cabeza hacia atrás y tomó aire como si se estuviera ahogando con sus propias sensaciones. —Jefferson…

—Déjame…

Bajó la cabeza hasta colocarla en el hueco del cuello de Caitlyn. Empezó a besar, a mordisquear… Al encontrar el lugar en el que le latía el pulso, comprendió que Caitlyn lo deseaba tanto como él a ella. Supo que no podría esperar mucho tiempo para tenerla. Sin dejar de mover los dedos, les imprimió un ritmo que ella se esforzaba por seguir. Movía las caderas al mismo tiempo. Separó los muslos y enganchó las piernas alrededor de la cintura de Jefferson, facilitándole así el acceso. Con el pulgar, él acariciaba su parte más sensible.

—Estás tan caliente… —susurró, contra su piel—. Tan bien…

Caitlyn se aferró con fuerza contra él y se arqueó, moviéndose sobre la mano de Jefferson con un abandono que él jamás hubiera esperado en ella. Le dio lo que necesitaba, lo que ambos necesitaban. Acarició y estimuló los húmedos pliegues hasta que sintió los primeros temblores del orgasmo. Cuando volvió a reclamar su boca, Caitlyn gimió presa de la abrumadora fuerza del clímax que él le había provocado.

Cuando por fin se quedó inmóvil, Jefferson la tomó en brazos y la llevó a la playa. Sintiéndose segura entre sus brazos, Caitlyn no dejaba de acariciarle el cabello ni de besarlo, dándole todo lo que podía darle en aquellos momentos.

Rápidamente, él la tumbó sobre las toallas y le quitó el bikini. La luz de la luna era su único vestido y le sentaba muy bien a sus curvas, a su piel, como si llevara una túnica de color marfil. Entonces, ella levantó los brazos.

—Ahora, Jefferson. Lo quiero todo ahora mismo.


Respuesta  Mensaje 7 de 8 en el tema 
De: NeΪida Enviado: 25/03/2014 02:30

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Él se despojó de su propio traje de baño y se tumbó a su lado. Se permitió el placer de acariciarla por todas partes. Bajó la cabeza y, uno tras otro, se introdujo los oscuros pezones en la boca. Caitlyn gimió de placer mientras Jefferson se los estimulaba.

Los suspiros de Caitlyn lo inflamaban. Cada aliento lo animaba a seguir hacia delante. Se movía debajo de él de tal manera que Jefferson se sintió como si fuera a explotar, a hacerse mil pedazos. Entonces, se colocó encima de ella, necesitando un contacto más íntimo.

Caitlyn separó las piernas y recibió el primer empuje levantando las caderas para recibirlo profundamente en el interior de su cuerpo. Al sentir aquella bienvenida, Jefferson se perdió por completo en el fuego que ardía entre ambos.

Una y otra vez, alcanzaron la cima del placer entre las pálidas sombras. Entre susurros y murmullos, se convirtieron en el ritmo que pulsaba entre ellos. Acompañado por el sonido del mar y la luz de la luna, Jefferson miró los grandes ojos castaños de Caitlyn y sintió que se ahogaba en sus profundidades.


Respuesta  Mensaje 8 de 8 en el tema 
De: NeΪida Enviado: 25/03/2014 04:19
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