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1º Serie Dulce Venganza: Capítulo 8
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Respuesta  Mensaje 1 de 6 en el tema 
De: NeΪida  (Mensaje original) Enviado: 25/03/2014 03:25

53

 

Capítulo 8

Caitlyn se dijo que había sido una victoria. No había consentido que Jefferson la utilizara, sino que había sido ella la que lo había utilizado a él. Sin embargo, la victoria era amarga y lo sabía. Había esperado tener relaciones sexuales con él, divertirse y seguir con su vida. Dejarlo por completo atrás. No obstante, su cuerpo aún vibraba y el corazón le latía frenéticamente en el pecho, por lo que había comprendido que todo había sido un terrible error.

Lo miró a los ojos y sintió que el corazón le daba un vuelco. Comprendió que se había enamorado de Jefferson Lyon, un hombre que no sentía interés alguno hacia ella. Genial.

—Ah… —dijo él echándose a un lado—. Ha sido…

—¿Sorprendente? —sugirió con voz alegre, a pesar del frío vacío que sentía en su interior—. ¿Maravilloso? ¿Has sentido que se ha movido la Tierra?

Jefferson se apoyó sobre un codo y la miró. Tenía los ojos llenos de sombras, por lo que a ella le resultaba imposible leerlos. Tal vez era lo mejor.

—Todo eso y, además, sin protección.

Aquella frase sobresaltó a Caitlyn. No se le había ocurrido. No había excusa.

—Eso jamás me había ocurrido antes —admitió él—. Jamás había perdido el control de esa manera. Mira, Caitlyn. No me paré a pensar. Puedo disculparme, pero eso no nos servirá de nada a ninguno de los dos.

—Tranquilo —dijo ella, mientras agarraba el vestido que se había quitado hacía sólo unos minutos—. Es cierto que ha sido una estupidez por parte de los dos, pero, a no ser que tengas alguna enfermedad, no tienes que preocuparme por un embarazo ni nada de eso.

Estoy tomando la píldora.

—Lo estoy. Sano, quiero decir.

—Entonces, no hay problema, ¿no te parece? —le preguntó. A excepción, por supuesto, de la herida que se acababa de abrir en su corazón. Sin embargo, eso no era problema de Jefferson sino de ella.

Se puso de pie y se vistió. Cuando empezó a tener problemas con la cremallera, él se colocó inmediatamente detrás de ella. Los dedos le rozaron suavemente la piel, provocando suaves sensaciones por todo su cuerpo mientras le subía la cremallera.

—Gracias.

Oyó que él también empezaba a vestirse, pero no se volvió. ¿Qué se suponía que tenía que hacer en aquel momento? Estuvo a punto de decirle que lo sabía todo sobre su estúpido plan para conseguir que volviera a trabajar para él. Quería enfrentarse a él, ver sus ojos cuando Jefferson comprendiera por fin que ella había sabido desde un principio que pensaba utilizarla, pero algo la detuvo.

Decidió no hacerlo. Era mejor esperar. Dejar que él creyera que todo estaba saliendo según había esperado. Ya tendría tiempo de presentarle la dura verdad.

Tal vez más adelante no le dolería tanto. Tal vez si dejaba pasar el tiempo se sentiría menos herida y menos indignada.

Jefferson le dio la vuelta y la tomó entre sus brazos. En silencio, ella se dejó llevar. Apoyó la cabeza sobre su torso y escuchó los latidos de su corazón.



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Respuesta  Mensaje 2 de 6 en el tema 
De: NeΪida Enviado: 25/03/2014 03:37

54

 

—No sé qué decirte —susurró, sin soltarla.

Parecía como si quisiera estar en aquella postura toda la noche sin querer hacer otra cosa.

Sin poder evitarlo, Caitlyn decidió que era bueno. Tal vez jamás le había dado el crédito que de verdad se merecía. No era de extrañar que siempre tuviera mujeres colgadas del brazo. Sus caricias, sus palabras, los suspiros… Jefferson Lyon era un consumado actor.

A pesar de que ella sabía la verdad, había estado a punto de engañarla.

—No digas nada —le replicó ella. Efectivamente, no quería escuchar más mentiras. —Pero yo quiero hacerlo. Estar contigo —susurró, en tono suave y tentador—, ha sido más de lo que creí que podría ser. Me ha emocionado, Caitlyn.

Ella sintió la amargura de las lágrimas y trató de reprimirlas con furia. No lloraría delante de él. No permitiría que él recordara aquel momento y pensara que había hecho un buen trabajo. En vez de eso, utilizó sus propias palabras para erigir sus defensas. Para recordarse que el hombre que tenía ante sí era capaz de hacer cualquier cosa con tal de conseguir sus fines.

—Yo también —replicó. Entonces se obligó a besarlo suave y brevemente antes de apartarse de él.

—¿Eso es todo lo que tienes que decir?

Caitlyn lo miró y notó la confusión que él tenía en el rostro.

—Ha estado muy bien, Jefferson. Has estado muy bien, pero ahora tengo frío y quiero regresar al hotel.

—Oh —dijo. Rápidamente, se apresuró a recoger todas las toallas y los trajes de baño. A continuación, agarró la mano de Caitlyn y la apretó suavemente—. En ese caso, regresemos a la habitación. Allí podremos seguir hablando.

Los dedos de Jefferson eran cálidos y fuertes y, durante un instante, Caitlyn se dejó imaginar que eran de verdad una pareja. Que el acto sexual que habían compartido había significado algo. Que había un futuro para ellos más allá de lo que Jefferson había preparado.

Cuando él le dedicó una de sus típicas sonrisas, Caitlyn respiró profundamente y se preguntó si, después de todo, iba a poder seguir con aquella farsa. A pesar de estar muy enfadada con él, lo amaba. Llevar su plan a buen puerto le iba a costar a ella mucho más que a él.

No obstante, estaba dispuesta a seguir jugando porque, cuando todo hubiera terminado, al menos tendría recuerdos de los dos juntos.

¿Se estaría exponiendo a un sufrimiento aún mayor? Probablemente. Por el momento, con la sangre aún latiéndole con fuerza en las venas y el cuerpo aún vibrándole con las caricias de Jefferson, le parecía una buena contraprestación.

Jefferson se estaba divirtiendo mucho. Bueno, no en aquel momento, dado que acababa de colgar el teléfono con Georgia, la secretaria que era capaz de volver loco a un cuerdo. Sin embargo, en su conjunto, los días que llevaba en la isla habían sido muy placenteros.


Respuesta  Mensaje 3 de 6 en el tema 
De: NeΪida Enviado: 25/03/2014 03:38

55

 

De hecho, mientras esperaba a que Caitlyn saliera de una de las tiendas del pueblo, decidió que se estaba divirtiendo mucho.

Hacía muchos años desde la última vez que había tenido unas vacaciones de verdad y estaba empezando a darse cuenta de lo mucho que había necesitado aquel cambio de rutina. Sin embargo, no era sólo estar lejos del trabajo lo que le resultaba tan refrescante, sino Caitlyn.

Era divertida y mucho más atrayente de lo que jamás hubiera creído posible. No sabía cómo había podido trabajar con ella durante tanto tiempo sin darse cuenta nunca de lo sorprendente que en realidad era. Era diferente a todas las mujeres que había conocido. Resultaba muy fácil de entender. Entre ellos, había un vínculo real, una relación que iba más allá del dormitorio. Charlaban y reían sobre las familias de ambos. Ella comprendía su trabajo y su empresa tan bien como él. Además, tenía un espíritu aventurero y siempre estaba dispuesta a probar cosas nuevas y diferentes.

Con su entusiasmo, ella conseguía que Jefferson viera todo lo que le rodeaba bajo un prisma completamente diferente. Normalmente, era la clase de hombre al que una hora alejado de su trabajo le parecía una hora perdida. En aquel momento, disfrutaba al máximo de todos los días que pasaba al lado de Caitlyn.

Juntos, habían tomado clases de surf, habían bailado en la discoteca todas las noches y, cuando regresaban a la suite, se tumbaban juntos en la amplia cama.

Se apoyó contra una farola y miró al sol. Se sentía atrapado en una especie de universo extraño en el que lo único que deseaba era que ella le sonriera. Que lo tocara y se abrazara a él durante la noche. Noche tras noche, Jefferson la abrazaba, le hacía el amor y se despertaba a su lado a la mañana siguiente. Otra cosa que hacía por primera vez. Jefferson no era la clase de hombre que permaneciera junto a su pareja después de tener relaciones sexuales. No le gustaba «la mañana después» y jamás había consentido que ninguna de sus mujeres pasara la noche en su casa.

Sin embargo, se sorprendió al descubrir que quería ver cómo se despertaba Caitlyn. Quería ser lo primero que ella viera cuando abriera aquellos hermosos ojos castaños.

A medida que los días fueron pasando, esto empezó a preocuparle. Su plan estaba funcionando demasiado bien. Caitlyn estaba feliz y él estaba seguro de que podría convencerla para que regresara al trabajo. Lo negativo era que se estaba implicando demasiado en el juego. Peor aún, estaba empezando a preguntarse cómo diablos podría estar sin ella cuando regresaran al mundo real. Cuando la hubiera «convencido» de que rompiera con él.

—¿A qué viene ese ceño fruncido? —le preguntó ella al salir de la tienda de velas.

—No es nada. Estaba pensando en el trabajo —mintió.

—Ah… ¿Has tenido otra llamada de Georgia?

—Sí. Aparentemente, Hammersmith llamó hoy al despacho para tratar de otro descuento.

—Hace lo mismo todos los años —replicó Caitlyn, riendo—. Le ha dicho que no, ¿verdad?


Respuesta  Mensaje 4 de 6 en el tema 
De: NeΪida Enviado: 25/03/2014 03:38

56

 

—No. No ha dicho nada. Al menos, creo que eso fue lo que me dijo entre las pausas, los carraspeos y los murmullos. Ella le dijo que ya vería lo que podía hacer.

—Pero si ya tiene un buen descuento por el tonelaje de las mercancías que transporta.

—¿Ves? Tú lo sabes. Y Georgia debería saberlo también. No sabe hacer su trabajo. —No. Efectivamente no sabe llevar nada que tenga que ver con administración. Para eso tendrás que contratar a otra persona, pero sabe hacer muy bien su trabajo.

—A excepción de pequeños errores tipográficos que podrían llegar a costarme cuatrocientos millones de dólares.

—Estás siendo demasiado duro con ella. Siempre lo eres.

—Y tú eres demasiado buena. Siempre lo eres —repitió acariciando suavemente la mandíbula de Caitlyn.

—No siempre —suspiró.

Jefferson frunció el ceño y se preguntó qué era lo que había visto en los ojos de Caitlyn. Como ella le dedicó una sonrisa, lo dejó estar.

—Cuando regresemos a Long Beach, podrás hacer que ella sea tu ayudante, si quieres. Sin embargo, insisto en que no vuelva a tratar cara a cara con los clientes.

—Jefferson…

—Lo sé —dijo él antes de darle un delicado beso en los labios—. Has dimitido. Lo comprendo, pero eso no significa que no voy a seguir tratando de recuperarte.

—¿Hasta dónde serías capaz de llegar para conseguirlo?

—Tan lejos como tuviera que hacerlo. Tú eres única, Caitlyn. No quiero perderte.

—Claro.

—Trabajamos bien juntos y no creo que tú me puedas decir que no disfrutas organizándome la vida.

—No sé, Jefferson —replicó ella, respirando profundamente—. Tendré que pensarlo, ¿no te parece?

—De acuerdo —afirmó él. Entonces le rodeó los hombros con un brazo y la atrajo contra sí—. Vamos a comer algo.

—Buena idea.

Habían andado tan sólo unos pocos metros cuando ella volvió a detenerse. Algo le había llamado la atención en un escaparate.

—¡Qué bonito es eso!

—¿El qué?

—Esa pulsera.

Jefferson se había visto antes en aquella situación. Todas las mujeres con las que había estado siempre habían tenido como hábito detenerse delante del escaparate de una joyería. Normalmente, se centraban en un collar de diamantes o tal vez unos pendientes.

No le sorprendió que Caitlyn lo hiciera también.

—Muy bonita —dijo centrando su atención en las de diamantes y esmeraldas.

—No. No me refiero a las de la parte de atrás, sino a ésta de aquí delante.

La única pulsera que había en la parte delantera del escaparate era una sencilla pulsera de plata de la que colgaban diferentes figuritas.


Respuesta  Mensaje 5 de 6 en el tema 
De: NeΪida Enviado: 25/03/2014 03:39

57

 

—¿Te refieres a la pulsera de plata?

—Sí. ¿Ves la tabla de surf que lleva colgando? Tiene una raya roja en el centro, igual que la que tenía de la que tú te caíste ayer.

Jefferson sonrió, intrigado por una mujer que era capaz de ver figuritas de plata en un escaparate cuajado de diamantes.

—No me caí —replicó—. Salté.

—Bueno… lo que mejor te ayude a dormir por la noche.

La risa de Caitlyn resultaba contagiosa, tanto que Jefferson sintió que algo le oprimía el corazón. Algo inesperado y desconcertante. No sabía cómo interpretarlo, por lo que no trató de explicarlo. Se limitó a tomarla de la mano y a conducirla al interior de la tienda.

—Jefferson, tienes que dejar de comprarme cosas —se quejó.

—¿Por qué?

Le gustaba hacerle regalos, lo avergonzada que se sentía. El hecho de que no parecía esperar nada. Todas las mujeres con las que había estado se habían mostrado siempre muy avariciosas, pero jamás le había importado. Un hombre no era capaz de negar un puñado de regalos.

Sin embargo, Caitlyn era algo especial. Mientras observaba cómo el joyero enganchaba la pequeña tabla de surf a la pulsera sintió una extraña sensación en su interior. Evidentemente, a Caitlyn le había gustado mucho más aquel regalo tan sencillo que los pendientes de topacio y esmeraldas que le había regalado la semana anterior.

Ella extendió el brazo y sonrió.

—Gracias, Jefferson. Adoro esta pulsera.

Durante un segundo, un segundo completamente aterrador, Jefferson se preguntó lo que habría sentido al escuchar que ella le decía que lo adoraba a él.


Respuesta  Mensaje 6 de 6 en el tema 
De: NeΪida Enviado: 25/03/2014 04:19
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