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Ciencia: La sincronicidad
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Respuesta  Mensaje 1 de 5 en el tema 
De: Marti2  (Mensaje original) Enviado: 03/03/2014 03:36

La sincronicidad, no apta para ciencias caducas.

Dicen que, como buen físico teórico, la aversión de Wolfgan Pauli por los experimentos era tal que, cada vez que entraba en un laboratorio, se averiaba algún dispositivo. Cuenta George Gamow en su libro Biografía de la Física:

Un hecho totalmente enigmático, que en un principio no parecía estar conectado para nada con la presencia de Pauli, ocurrió cierta vez en el laboratorio del profesor J. Franck, en Göttingen. Una tarde, apenas comenzadas las tareas, un complicado aparato destinado al estudio de los fenómenos atómicos se estropeó totalmente, sin razón aparente alguna. Pasado el mal rato, Franck escribió a propósito de esto una carta humorística a la casa de Pauli en Zürich, en la que le decía que en esta ocasión no era él el culpable. Tras cierto retraso, recibió una respuesta, pero el sobre mostraba estampillas de franqueo danesas. En ella Pauli le contaba que había ido a visitar a Bohr y que, más o menos a la hora del desastre en el laboratorio de Franck, su tren había estado detenido, por pocos minutos, en la estación de ferrocarril de Göttingen.

Hoy en día, el fenómeno de averías “inexplicables” cada vez que un teórico accede a un laboratorio se denomina “efecto Pauli”. Aunque hay quienes le quitan gracia al asunto creyendo que se trata del efecto resultante de la manipulación de costosos aparatos por parte de gente poco hábil y sin experiencia suficiente, cual es el caso de los físicos teóricos.

En fin, es la manía occidental por arruinar los sueños poéticos de un universo al que, cual padres autoritarios y prácticos, no permitimos expresar su creatividad.

La sincronicidad fue definida por Carl G. Jung como  ”la simultaneidad de dos sucesos vinculados por el sentido pero de manera acausal”. Entre casualidad y causalidad está, por tanto, la acausalidad, la conexión entre dos sucesos sin que medie una relación directa de causa y efecto y sin que se pueda aludir a explicaciones relacionadas con el azar, cuando la alteración de la curva de probabilidades despierta la atención de los sujetos implicados.

Física y psicología

En Psicología y alquimia de Carl G. Jung, se analizan los sueños e impresiones visuales en estado de vigilia de un hombre descrito por su autor como “espiritualmente superior”. Aunque Jung no lo diga directamente, el individuo en cuestión sería el mencionado Wolfgang Pauli.

Jung y Pauli se conocieron en 1932 en funciones de doctor y paciente. Tras sus éxitos profesionales en los años 20, habiendo sido uno de los pioneros de la teoría cuántica, el físico había entrado en una etapa caótica que le llevó al borde del abismo hacia 1930, cuando pensó en dejar su profesión, decepcionado con el mundo académico y frustrado en su labor científica.

Jung sostenía que cada persona es el resultado de un equilibrio entre polaridades: pensamiento frente a sentimiento, por un lado, y sensación frente a intuición, por otro. En una mente sana, cada aspecto está en armonía con su pareja. Sin embargo, en el caso de Pauli, el pensamiento había dominado completamente sus sentimientos, de manera que éstos pertenecían a lo que Jung denominaba “la sombra”, una forma por la que los aspectos reprimidos y enterrados en el inconsciente, al no haber sido bien desarrollados, asimilados y aceptados de forma consciente por el sujeto, se manifiestan cruda y violentamente en su realidad, bien sea en sueños o en forma de impulsos y comportamientos neuróticos. En el caso de Pauli, la sombra se manifestó a través de un creciente sarcasmo hacia sus compañeros de profesión y largos periodos de borrachera.

Es así como Pauli tuvo que iniciar una recopilación de los sueños y fantasías que experimentaba para tratar de descubrir qué era lo que le atormentaba. Las imágenes y símbolos del mundo interior de Pauli permitieron a Jung trabajar en su teoría sobre unas leyes universales en los procesos del inconsciente, tema que atrajo enseguida el interés del físico, pues se parecía a su intento de descubrir los patrones de la armonía del Universo.

Pauli recuperó su prestigio tras recibir el Nobel en 1945, siendo nombrado por el propio Einstein como su heredero espiritual. Pero su carrera había tomado ya un nuevo rumbo tras su experiencia con Jung, de donde surgiría la organización de reuniones habituales entre psicólogos y físicos destacados de la época. Creía que la física necesitaba de la subjetividad de la psicología y viceversa.  Esta complementariedad entre los aspectos objetivos y subjetivos de la realidad podría descubrir que, tras características distintas, existía un mismo fenómeno fundamental.

 Hay una actualización disponible, ¿desea instalarla?

El universo causal pertenece a la física clásica de los siglos XVIII y XIX. Sin embargo, esta visión de la realidad como sucesión de causas y efectos, al estilo de una máquina cuyos resortes funcionan por la acción directa de otros, continúa influyendo en los modos en que la mayoría de nosotros sigue percibiendo la realidad.

Tal y como dice el físico David Peat en su libro Sincronicidad. Puente entre mente y materia:

La visión del mundo que todos hemos heredado de una física anticuada todavía ejerce un profundo efecto sobre toda nuestra vida; penetra en nuestras actitudes hacia la sociedad, el gobierno y las relaciones humanas, y sugiere que cada situación adversa se puede analizar como un “problema” aislado con una solución o método de control correspondiente. Es por tales razones que la sincronicidad puede ejercer un efecto tan profundo sobre nosotros, puesto que va más allá de nuestras defensas intelectuales y rompe nuestra fe en el carácter tangible de las superficies y en los órdenes lineales del tiempo y de la naturaleza.



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Respuesta  Mensaje 2 de 5 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 03/03/2014 03:43

En un mundo mecanicista, el único principio conector entre sucesos es la causalidad:

Para que un suceso A sea la causa de un suceso B se tienen que cumplir tres condiciones:

  • Que A suceda antes que B.
  • Que siempre que suceda A suceda B.
  • Que A y B estén próximos en el espacio y en el tiempo.

El observador, tras varias observaciones, llega a generalizar que puesto que hasta ahora siempre que ocurrió A se ha dado B, en el futuro ocurrirá lo mismo. Así se establece una ley.

(wikipedia)

Decía Hume que sólo por el hecho de que en el pasado se ha observado, en muchas ocasiones, que B sigue a A, no se deriva lógicamente que esta sucesión ocurrirá en el futuro. La causalidad lineal es una simple cuestión de costumbres. Tres siglos después, los experimentos le están dando la razón.

En mayo de 2012, sin ir más lejos, se confirmó algo que la teoría previó en el año 2000, de la mano del físico israelí Asher Peres y que se denomina “intercambio de entrelazamiento de elección retardada“: se puede hacer una medición sobre una partícula antes de que sea entrelazada con otra, pero los resultados de dicha medición dependerán de si está o no realizado el entrelazamiento posteriormente. Es decir, los efectos ocurren antes de la causa.

Para realizar su experimento, los físicos partieron de dos parejas de partículas de luz, esto es, de dos “paquetes” de dos fotones cada uno. Cada una de las dos partículas de cada  pareja de fotones estaban entrelazadas entre sí. Más tarde, un fotón de cada pareja fue enviado a una persona hipotética llamada Victor. Y de las dos partículas (una por pareja) que quedaron detrás, una fue entregada a Bob y la otra a Alice. (Bob y Alice son los nombres que se utilizan habitualmente para ilustrar los experimentos de Física Cuántica).

Víctor, al tener un fotón de cada pareja entrelazada, tiene pleno control sobre las partículas de Bob y Alice. Pero qué sucedería si Victor decidiese entrelazar a su vez sus dos partículas? Al hacerlo, también los fotones de Bob y Alice (ya entrelazados con cada uno de los dos fotones en poder de Víctor), se entrelazarían el uno con el otro. Lo bueno es que Víctor puede decidir llevar a cabo esta accíon en cualquier momento que quiera, incluso después de que Bob y Alice hubieran medido, modificado o incluso destruído sus propios fotones.

“Lo realmente fantástico -afirma Anton Zellinger, también de la Universidad de Viena y coautor del experimento- es que esa decisión de entrelazar los dos fotones puede ser tomada en un momento muy posterior. Incluso en uno en que los otros fotones podrían haber dejado de existir”.

(Fuente: El blog de ciencia y tecnología)

El hecho de que la física venga comprobando, desde hace ya casi un siglo, que la materia, en su estado esencial, no se ve afectada por la distancia ni el tiempo, obliga a contemplar la existencia de una realidad más allá del tejido espacio-temporal. Es lo que David Bohm denominó “orden implicado”: una totalidad primaria, indivisible y atemporal que unifica, ordena y manifiesta el “orden explicado”, el conjunto de fenómenos físicos, psíquicos y biológicos que se dan en la realidad sensible. Hoy en día sabemos un poco más sobre los límites entre ambos órdenes:

En el mundo sub-cuántico, el tejido espacio-tiempo es tan inestable, a causa de vibraciones que se interfieren unas a otras permanentemente, que es como una espuma de burbujas que surgen, estallan y desaparecen una y otra vez.

Es aquí donde surgen de forma natural los agujeros de gusano, rasgaduras en el tejido que permiten traspasarlo y, por tanto, acceder a puntos que no son adyacentes a nuestra posición de origen en el tejido. Para estabilizar la espuma cuántica y evitar estas alteraciones, es necesaria una ingente cantidad de energía gracias a la cual se conformará todo lo demás a niveles más densos.

A ese nivel, por tanto, no existe ni espacio ni tiempo. La verdadera realidad, el origen de todo, es inmaterial y está más allá del tejido que da forma al espacio y al tiempo. Antes de que una partícula se materialice en ese tejido del espacio-tiempo, era una onda de probabilidad, cuyas crestas y valles determinaban las opciones que la partícula aún inmaterial tenía de manifestarse en un lugar u otro.


El gran descubrimiento de la mecánica cuántica fue un estado de complementariedad donde no se podían resolver los elementos de una oposición. Tal y como reflejaba Pauli en una carta escrita a Heisenberg, su mayor emoción fue comprobar que las ondas no eran sustituidas por las partículas, o la posición por el momento, la energía por la materia, sino que eran aspectos inseparables de un mismo fenómeno y que no se podía eliminar una de las partes en favor de la otra, sino que había tener presentes ambas para explicar una misma realidad.

La “revolución cuántica”, tal y como la concibe Ken Wilber en La conciencia sin fronteras, supone una aceptación de la incertidumbre, de que la realidad no conoce límites y que éstos son consensos de la razón para analizar el mundo, pero no para comprenderlo. Es atisbar que, de algún modo y como señalaba el antiguo hermetismo, los opuestos son idénticos en origen: masa y energía, onda y partícula, quietud y vibración. ¿Pasado y futuro? ¿Vida y muerte? Tales interrogantes son denostadas y escombradas bajo un concepto usado de manera peyorativa, “misticismo cuántico”, generalmente asociado con personajes populares como Deepak Chopra, obviándose así intencionadamente otros acercamientos que buscan trabajar desde los ámbitos de una ciencia honesta, ajena al utilitarismo, y una espiritualidad intelectualmente madura.

En este sentido, es interesante contemplar los estudios de físicos que se han acercado a la cuántica desde las tradiciones orientales en que fueron criados, caso de Amit Goswami y Michio Kaku.


Respuesta  Mensaje 3 de 5 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 03/03/2014 03:44

En su libro El campo, la periodista y divulgadora Lynne Mctaggart alude a este asunto:

Deberíamos habernos deshecho de este mundo de separación de una vez por todas con el descubrimiento de la fisica cuántica a comienzos del siglo xx. A medida que los pioneros de la fisica cuántica entraban en el corazón mismo de la materia, lo que veían les dejaba anonadados. Las partículas más pequeñas de la materia ni siquiera eran materia tal como la conocemos, ni siquiera un algo establecido, sino que a veces eran una cosa y otras veces otra completamente diferente. Y lo que es aún más extraño, a menudo eran varias cosas diferentes a la vez. Pero lo más significativo de todo es que estas partículas subatómicas no tienen sentido aisladas unas de otras, tan sólo en relación con todo lo demás. Al nivel más fundamental, la materia no puede ser dividida en pequeñas unidades autocontenidas, sino que es completamente indivisible. Sólo podemos entender el universo como una trama de interconexiones. Las cosas que estuvieron alguna vez en contacto siguen estando en contacto a lo largo del espacio y del tiempo. Evidentemente, el tiempo y el espacio mismo parecen construcciones arbitrarias, inaplicables a este nivel de la realidad. De hecho, el tiempo y espacio no existen tal como los conocemos. Todo lo que aparece —hasta donde el ojo puede ver— es el gran paisaje del aquí y ahora.

Los pioneros de la fisica cuántica — Erwin Schrödinger, Werner Heisenberg, Niels Bohr y Wolfgang Pauli— tuvieron algunos atisbos del territorio metafísico en el que se estaban adentrando. Si los electrones están conectados simultáneamente con todo, esto implica algo profundo respecto a la naturaleza del mundo en general. En su intento de entender la verdad profunda del extraño mundo subatómico que estaban observando, se dirigieron a los textos filosóficos clásicos. Pauli estudió el psicoanálisis, los arquetipos y la cábala; Bohr el tao y la filosofía china; Schrödinger la filosofía hindú, y Heisenberg las teorias platónicas de la antigua Grecia. No obstante, seguían sin llegar a una teoría coherente sobre las implicaciones espirituales de la física cuántica. Niels Bohr colgó un cartel en su puerta que decía: «Filósofos mantenerse alejados. Estoy trabajando».

En su momento, y para calmar los ánimos de los más inquietos, se aceptó que no se podía filosofar con estos asuntos porque su ámbito se limitaba al de las pequeñas cosas, a lo subatómico. El concepto de decoherencia solucionaba ciertos cargos de conciencia. Sin embargo, héte aquí que la decoherencia es cada día un problema menos limitador, y los efectos cuánticos ya se dejan ver en objetos macroscópicos.

Sistemas complejos

Con el desarrollo de la teoría del caos, cuyas ecuaciones sólo pueden ofrecer probabilidades, ya que pequeñas variaciones en las condiciones iniciales implican grandes diferencias en el comportamiento futuro, se descubrió un orden surgido del caos aparente, una formación de patrones que nos muestra un universo cuyo comportamiento es más orgánico que mecanicista.

Edward Lorenz era un meteorólogo del MIT dedicado a estudiar el comportamiento del clima en los años sesenta. Su modelo para estudiar el flujo de las masas de aire consistía en la solución de varias ecuaciones no lineales.

Un día, mientras examinaba una secuencia de datos, Lorenz quiso repetir una simulación que ya había hecho para alargarla en el tiempo. Para abreviar el proceso, introdujo los datos utilizando sólo tres decimales en lugar de los seis en que se basaba el modelo. Por ejemplo, x.506 en lugar de x.506127.

Lorenz pensó que aquello no tendría importancia. Dejó la máquina trabajando y se fue a tomar un café. A su regreso, las secuencias solo eran idénticas en unos cuantos datos iniciales. La segunda serie que había introducido se separaba cada vez más del modelo hasta tomar una forma completamente distinta.

Entonces supe que la atmósfera real se portaba así (como este modelo matemático), los pronósticos meteorológicos de largo plazo eran imposibles. Ello se traduce en asegurar que los sistemas dinámicos complejos tales como el tiempo climático son tan increíblemente sensibles que el menor detalle puede afectarlos.

(Fuente)

Esto entraña que, en condiciones iniciales de un determinado sistema natural, la más mínima variación en ellas puede provocar que el sistema evolucione en formas totalmente diferentes e inesperadas. Sucediendo así que, una pequeña perturbación inicial, mediante un proceso de amplificación, podrá generar un efecto considerablemente grande e imprevisible.

En los casos más generales de caos, turbulencias, cambios de estado, transición y evolución, la naturaleza expone mecanismos mucho más sutiles en que se manifiestan propiedades nuevas y emergentes y las descripciones deben tener en cuenta el sistema total y no sólo sus partes. Usando un ejemplo de David Peat:

Al estudiar el paso del agua a través de un conducto estrecho o la relación de un avión con el aire, la región no lineal se calificaba de “turbulencia” y sólo se trataban detalladamente unos pocos casos especiales. Pero hoy, gracias a los ordenadores más avanzados, es posible simular varias formas de turbulencia y utilizar nuevas formas de matemática para clasificar los distintos órdenes de solución. La riqueza del mundo no lineal es un descubrimiento relativamente reciente que sólo ahora se abre a los exploradores matemáticos.

La comprensión de los sistemas complejos no es una mera ampliación de sucesiones lineales de causas y efectos que, enlazando unas con otras, nos conducen a los límites del conocimiento, como si de seguir tirando del hilo se tratara. Se crea información adicional no visible antes por el observador. Como resultado de las interacciones entre elementos, surgen propiedades nuevas que no pueden explicarse a partir de las propiedades de los elementos aislados.

El ejemplo típico suele ser el de un hormiguero. Estudiar cada hormiga por sí misma, como una criatura independiente, no nos dice nada de la extrema organización de la colonia, que actúa como un ser autónomo formado por la totalidad de sus miembros, hasta el punto de que podríamos considerar al hormiguero como un ser vivo en sí mismo.


Respuesta  Mensaje 4 de 5 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 03/03/2014 03:48

Aunque muchos mantienen que el determinismo sigue presente y que la incertidumbre es debida al nivel de ignorancia sobre los datos, los experimentos parecen dar la razón a quienes sostienen que la incertidumbre es inherente a la realidad, de forma que, llegados a su extremo, el determinismo no existiría por naturaleza.

Ciertos experimentos recientes apuntan a que las ondas de probabilidad son reales no se trata de metáforas para facilitar las operaciones matemáticas. No es que la indeterminación, que sólo permite establecer las probabilidades de materialización para cada uno de los sucesos posibles pero no definir qué suceso va a ocurrir, dependa de la mayor o menor falta de datos sobre un fenómeno, sino que la incertidumbre es una condición inherente a la naturaleza de la realidad. Es decir, en el principio es “todo” y a la vez “nada”.

Experimentos que parecen darle cierta razón a Bohm, para quien la función de onda no era una herramienta matemática, sino el orden implicado en sí. Una aparente paradoja, puesto que el orden implicado es un campo que rige el comportamiento de las partículas cuánticas, y la función de onda las condena a la estadística.

Esta paradoja deja de serlo si entendemos que el físico estadounidense creía en la existencia de un “determinismo oculto”, es decir, que el sistema parece indeterminado porque faltan datos al observador, pero que tal falta de datos es inherente al sistema, e imposible de solucionar desde dentro de la realidad en que residen tanto el observador como el objeto observado: el espacio-tiempo.

Es decir, reconoce que en la práctica el determinismo, esto es, predecir resultados, resulta imposible. Sólo se pueden establecer las probabilidades de que se dé un resultado u otro. El orden implicado es el origen de complicadas interacciones mediante variables que nos permanecen ocultas. A efectos prácticos, sólo pueden ser tratadas mediante estadística.


A partir del estudio de sistemas complejos, se descubre que las interpretaciones mecanicistas y orgánicas de la naturaleza no se oponen la una a la otra, sino que ofrecen visiones distintas pero complementarias de los fenómenos en su evolución desde el caos al orden.

El inconsciente colectivo

Es así, entendiendo que la ciencia mecanicista no es sino un puñado de arena más en la playa del conocimiento, como se pueden comprender los estudios de Jung y Pauli: la causalidad y la sincronicidad no son contradictorias, sino percepciones de una misma realidad fundamental desde diferentes campos de visión.

Ante la falta de estructura de los procesos del inconsciente, podemos entender que estamos ante un caos aparente regido, al igual que los sistemas complejos, por leyes objetivas ajenas a las simples causas y efectos, y que, al igual que ocurre en la naturaleza, escapan al espacio y al tiempo: el inconsciente colectivo. Su clon en el mundo de la física es el orden implicado de Bohm, donde materia y pensamiento se funden y sólo quedan principios de ordenamiento, información como dirían las teorías actuales.

En lo más profundo, los niveles objetivos de la mente y las capas subjetivas de la materia están ocultos a la comprensión directa, de modo que su existencia se puede inferir sólo de sus impactos en niveles superiores. No obstante, debajo de los fenómenos cuánticos existen indicios de un nuevo nivel no material de simetría u orden. ¿También podría ser verdad que bajo el nivel del inconsciente colectivo no exista simplemente “materia de la mente” sino algo que va más allá de la mente, tal vez un ordenamiento dinámico fundamental? En tal nivel, ya no se aplicaría la división entre mente y materia, y el dominio del ordenamiento creador y la inteligencia objetiva tendría su fundamento.

(Peat, Sincronía)

Para Jung, las capas más profundas de la mente son objetivas, comunes a todos los seres humanos. Más allá de la idea freudiana de experiencias y deseos personales que se reprimen y pasan a ser almacenados, el inconsciente colectivo proporciona material original de carácter universal, ajeno a la realidad de cada individuo. Sus contenidos sólo resultan accesibles mediante atención selectiva y un proceso de descodificación.

Es decir, existe un nivel donde una inteligencia objetiva es la fuente de materia y mente. Es ahí donde se encuentran los patrones de la sincronicidad, ajenos al espacio y al tiempo, tanto fuera del individuo como dentro de él, en una región que le trasciende.

A través de sus viajes e investigaciones, Jung descubrió que las imágenes del héroe, los hermanos gemelos, la femenina eterna, el viaje subterráneo, el sol, la serpiente, el mandala de la totalidad y el dinamismo de los opuestos aparecían una y otra vez, siempre revestidas de las particularidades de una cultura loca pero mostrando la misma forma esencial. La conclusión de Jung fue irrevocable: el inconsciente tiene un nivel colectivo común a toda la humanidad”. Los arquetipos son los patrones de ordenamiento del inconsciente colectivo.

La estructura de la mente es el resultado de la acción dinámica de los arquetipos, cuyas sombras se atisban a través de pensamientos, sueños, emociones, impulsos y demás manifestaciones. Jung sugiere que las proyecciones arquetípicas pueden determinar desde las acciones de un individuo hasta el devenir histórico de una civilización, aportando cada época un descubrimiento sobre dichas manifestaciones en alguna forma de externalización, como mitos, ideologías o comportamientos colectivos.

La conciencia cotidiana, según esta visión, es movida constantemente por fuerzas externas al individuo, “de modo que debe intentar interpretarlas lo mejor posible en forma de sueños, fantasías, impulsos y emociones irracionales”.

Sin embargo, el proceso no es de una sola dirección. Como espejos enfrentados, también sería posible que las circunstancias proyectadas y su dinámica concreta pudieran acabar proyectándose sobre su aspecto abstracto y condicionarlo de algún modo, estableciendo así un proceso de retroalimentación y evolución propio de los sistemas auto-referentes.

El principio de incertidumbre establece la complementariedad indisoluble entre observador y sistema observado. Y esto es aplicable a la psicología. Los procesos conscientes son con respecto al inconsciente colectivo lo que la partícula es con respecto a la función de onda.

Esa región más allá del espacio-tiempo, la realidad sub-cuántica, el orden implicado según Bohm, o el inconsciente colectivo según el psicoanálisis, actúa tanto sobre la materia como sobre la mente, pues es el origen común de ambas.

Así pues, las sincronicidades serían proyecciones tanto en la materia como en la mente de un mismo aspecto fundamental. Un proceso que se percibe casual por la aparente fragmentación de sus atributos en el espacio-tiempo y, por tanto, ajeno al determinismo, pero que responde a una misma fuente de origen.

Un ejemplo sencillo para comprender esto es la idea de un espejo roto que muestra un mismo objeto en diferentes perspectivas aparentemente independientes. O usando el mismo ejemplo de Bohm para explicar el entrelazamiento cuántico y aplicándolo al caso, diversas cámaras filmando al mismo pez desde ángulos opuestos.



Respuesta  Mensaje 5 de 5 en el tema 
De: Marti2 Enviado: 03/03/2014 03:51

En definitiva…

Para Jung, de igual forma que existe el equilibrio interior entre pensamiento y sentimiento, existe un balance a nivel cósmico entre causalidad y sincronicidad. Esta idea, en su identificación con la complementariedad descubierta por la mecánica cuántica, fue la que sedujo a Pauli, quien propuso al psicoanalista ampliarla desde la perspectiva física, al hablar respectivamente de conexión mediante efecto y conexión mediante equivalencia o significado.

La esencia de la sincronicidad, por tanto, reside en que ofrece un patrón con valor para la persona que lo experimenta.

Mientras las leyes convencionales de la física no tienen en cuenta los deseos humanos o la necesidad de un significado –las manzanas se caen tanto si lo deseamos como si no- las sincronicidades actúan como espejo de los procesos internos de la mente y toman la forma de manifestaciones exteriores de transformaciones interiores.

(Peat, Sincronicidad)

La raíz de la sincronicidad estaría, pues, en una situación que permite reconocer las fuerzas profundas del inconsciente, estableciendo la conexión significativa entre el interior y el exterior. La confirmación del proceso radica en la capacidad del individuo para percibir tales conexiones.

Es como si la formación de patrones dentro del inconsciente fuese acompañada de patrones físicos en el mundo exterior. Principalmente cuando los patrones psíquicos están a punto de alcanzar la conciencia, las sincronicidades llegan a su apogeo; por otra parte, tienden a desaparecer cuando el individuo se da cuenta de una nueva alineación de fuerzas dentro de su personalidad. (Peat)

Por eso se relacionan con períodos de transformación y sucesos importantes en la vida de una persona, momentos en que el cerebro experimenta una actividad psíquica elevada.

Claro que, al ser una cuestión de interpretación, un exceso de seguridad en la capacidad personal para descifrar los códigos secretos del universo puede conducir fácilmente a la apofenia, experiencia consistente en ver conexiones donde no las hay y que deriva en un estado psicótico.

Sea como sea, dicen los más antiguos textos herméticos que efectivamente todo es causa y efecto, pero que no alcanzamos a abarcar la amplitud de esta ley, algo extensible al resto de principios fundamentales del ocultismo. Según el Kybalion:

Toda causa tiene su efecto; todo efecto tiene su causa; todo sucede de acuerdo a la ley; la suerte no es más que el nombre que se le da a la ley no reconocida; hay muchos planos de causalidad, pero nada escapa a la Ley.

Cuestión de sistemas complejos. El universo no juega a los dados, pero tampoco gusta de lógicas…


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