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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: Thenard  (Mensaje original) Enviado: 18/06/2010 22:25
Meditación: Efectos y Resultados

Juan Manzanera




Aunque la mayoría de la gente no lo cuenta mas que a conocidos muy íntimos, muchas personas corrientes en algún momento de su vida tienen aperturas espirituales. Recuerdo una persona que me contaba: “De pronto sentí que yo era todo. Era la piedra, y también el árbol, era la nube flotando en el cielo, era las olas mismas del océano, todo..., sólo duró unos instantes pero fue muy impactante y me siento feliz de haberlo conocido”. En otra persona la experiencia se presentó diferente: “Comprendí de pronto que mi mente no era lo que estaba allí, lo que pensé que era “mi” conciencia era Todo Conciencia... lo que experimenté mas o menos con continuidad fue una sensación de no estar separado de nada”.

Estas experiencia no son comunes pero tampoco son tan raras. Mucha gente las tiene pues son parte de la capacidades del ser humano, el potencial de conciencia y despertar espiritual. Sin embargo, hay que saber es que las experiencias de este tipo son como todas las demás, son pasajeras y temporales. Su naturaleza es siempre efímera. Algunas personas, después de una experiencia así, dedican todos sus esfuerzos a recuperarla, entonces hacen meditación, se inscriben a algún un grupo espiritual, buscan un maestro, o cosas por el estilo. La cuestión importante es que las experiencias sucedieron espontáneamente y sin buscarlas; pretender tenerlas de nuevo haciendo un esfuerzo nunca va a dar resultado, y lo que es más grave, aún consiguiendo que sucedieran volverán a irse. Perseguir experiencias de apertura es poco práctico ya que apenas van a durar.

Hay quienes hacen dietas que supuestamente son más espirituales, se trabajan el cuerpo con ejercicios movilizadores de energías, se privan de numerosas experiencias sensoriales y se aíslan de todo lo que sea sentir el mundo. Con estos métodos a veces se obtienen algunas experiencias diferentes, sin embargo, y para su desgracia, todo lo que obtienen se va y se pierde en poco tiempo. Todo el esfuerzo de años sólo sirve para sentir durante un breve lapso de tiempo algo diferente. Luego, la mente sigue igual, la vida sigue lo mismo y nada ha cambiado. Uno sigue sufriendo las decepciones, la insatisfacción, la frustración, la sensación de que falta algo, la pérdida, etc.



La medida de madurez espiritual

Un modo más seguro y efectivo de evaluar el progreso espiritual es considerar la visión de la persona en su hacer cotidiano. Es decir, no valoramos la madurez espiritual de un individuo por el número de experiencias “trans-sensoriales” que ha tenido ni por los estados alterados que es capaz de alcanzar, sino por su capacidad de vivir con una visión más amplia. La medida es la calidad de conciencia al relacionarse con los demás, al ganarse la vida con el trabajo que le haya tocado, al ocupar su cuerpo y su mente... La persona verdaderamente espiritual no vive en un estado mental alterado, tiene un comportamiento normal y vive como los demás, de hecho no se le suele reconocer (a menos que el papel que le haya correspondido sea enseñar a los demás); sin embargo, su modo de vivir las cosas es bien diferente, sus palabras, sus expresiones surgen desde otro lado. Su existir sucede desde la mayor conciencia posible.

Una perspectiva global

Una visión más amplia, una mayor conciencia significa, entre otras cosas, percibir las situaciones con una perspectiva más global. Es decir, la percepción abarca todas las causas y condiciones de las situación, así como los efectos y consecuencias. Abarca la interdependencia de todo y al hacerlo los comportamientos y actitudes son diferentes. Cuando sucede algo, uno sabe que lo que percibe es el resultado de condiciones pasadas y que las cosas se ven así debido a las propias maneras de actuar, uno entiende que esta experiencia no puede valorarse de un modo absoluto sino que sólo tiene explicación en un contexto determinado y que si las condiciones cambian todo cambia. De este modo, las reacciones compulsivas como la aversión y la adicción dejan de tener sentido. Por ejemplo, si alguien me hace daño, uno valora que la experiencia de daño está relacionada con los propios deseos y expectativas, con las necesidades del momento, con las vivencias anteriores similares, con las creencias culturales y sociales, con las actitudes personales, etc. Además, esa persona que supuestamente me daña está sometida a sus propias necesidades, miedos, deseos, ofuscación, creencias y demás. De modo que, visto así ¿quién está siendo dañado?, y ¿cómo es que está sucediendo el daño?

En el caso de las relaciones personales una visión más amplia incluye el conocimiento de uno mismo y del otro. Conocerse uno mismo y conocer a los demás implica saber que sólo somos una estructura formada por aspiraciones, carencias, ideas, actitudes, expectativas, tendencias emocionales, etc. El conjunto de procesos de uno interactúan con los del otro y produce los efectos de la relación. No somos individuos compactos y aislados que interactuamos con otros tan compactos como nosotros sino algo mucho menos rígido y definido. La visión amplia reconoce nuestra naturaleza etérea y difuminada, una naturaleza que siempre está cambiando y que no es más que la configuración de un conjunto de procesos en la conciencia. Somos en tanto nos hacen los demás.

Ética

La madurez espiritual tiene en las relaciones con los demás dos medidas claras. Por una parte está la medida de la Ética, por otra, la medida de la Bondad Incondicional. Comportarse con ética se refiere básicamente a no hacer daño a nadie. Una persona con una visión más amplia cuida de no hacer daño a nadie. Pero no lo hace como un esfuerzo sino que su forma natural de comportarse es mantener la armonía, evitar romper el equilibrio. Para una persona en ese nivel, hacer daño es ir en contra de sí mismo. No se vive la ética como una restricción sino como una liberación, el modo natural de comportarse. Así, las aperturas espirituales, las vivencias de disolución y fusión universal, no son signos de madurez espiritual en sí mismas sino que pueden servir sólo cuando se entienden correctamente y nos llevan a la visión de que hacer daño significa que la mente está turbia y no reconoce la unidad e interdependencia de todo. Una persona con una visión más amplia antepone la armonía y la evitación del daño a todo lo demás, no solo evita dañar cuando le va bien, sino en todo momento; sus placeres, deseos y necesidades son subordinados de un modo natural y sin sentimientos de represión y carencia. No vive con resentimientos ni rechazo, no desea poseer a nadie ni se siente dueño de nada. Su vida ética es una expresión del conocimiento de la naturaleza clara de su mente.

Bondad Incondicional

Un nivel un poco más elevado, que implica un grado mayor de madurez es la Bondad Incondicional. Aquí la medida de evolución espiritual es la capacidad de entrega a los demás. Es decir, si en un nivel previo uno vivía sin hacer daño, ahora lo que emerge es la actitud espontánea de hacer el mayor bien posible. Esto no quiere decir que “uno” se vuelva bueno y se dedique a ayudar a “otros” que están mal. No es así, la visión más amplia no sucede en la dualidad yo-tú, mucho menos en la polaridad “yo estoy bien y tú estas mal y te voy a ayudar”. La entrega a los demás sucede en la conciencia global de formar parte del todo, de sentirse parte y todo a la vez; es decir, de reconocer al otro como parte de uno mismo y saber que uno mismo no existe como una entidad diferenciada. El asunto es muy complejo de describir y transciende la lógica; pero la cuestión es que la generosidad, la entrega, el saber hacer un espacio interno a las agresiones de los demás y permanecer en calma, la alegría y el entusiasmo por hacer el bien, la sabiduría de lo que hay que hacer en cada momento ante los conflictos con los demás, etc. constituyen la forma de comportarse natural de la verdadera madurez espiritual. Otras vivencias, otros estados de conciencia no son prueba de nada, no indican mas que capacidades de la mente humana, pero no son estados de realización.

Meditar va dirigido a estas metas, aquietar la mente es un método para ampliar la visión y responder a las demandas de la vida con mayor integridad y coherencia. Desde dentro se vive como una mayor paz interior, desde fuera se percibe un entorno con más armonía.


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