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Plantas: La magia de las plantas
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De: Thenard  (Mensaje original) Enviado: 01/07/2010 21:53




La magia de las plantas


Magia del sauce
Entre los griegos, el sauce blanco era símbolo de castidad y esterilidad.
Las mujeres ponían en su lecho las ramas estériles (masculinas) de sauce,
quizá como anafrodisíaco, y no tenían relaciones sexuales unos días antes ni
durante las fiestas.


Las tradiciones populares relacionan los sauces huecos con espíritus
malignos y brujas. Según un antiguo relato, las brujas tienen preferencia
por ocultarse en forma de hermosas muchachas en el interior de sauces
huecos, para parecer después como gatos resoplantes que asustan a los
aldeanos.

“He aquí lo que debéis hacer: primero construiréis una cabaña de sudar, en
la que os purificaréis, y para eso debéis seleccionar doce o dieciséis
sauces pequeños. Pero antes de cortar los sauces, no olvidéis hacerles una
ofrenda de tabaco y cuando estéis ante ellos diréis: Hay muchas especies de
árboles, pero os hemos escogido a vosotros para que nos ayudéis. Vamos a
arrancaros, pero otros vendrán en vuestro lugar.”

Magia de la retama
La retama o genista, de ramas floridas que se utilizaban antaño en farmacia
y tuvo algún uso en Medicina formando parte de los brebajes amargos que se
daba para abortar y echar el demonio del cuerpo, costumbre que subsistía en
lugares de Valencia en tiempos no lejanos.

En Roma, donde las escobas se hacían de retama, fue tenida por planta mágica
relacionada con el falo, por lo que se creyó que la muchacha que jugando
hiciera como que cabalgaba sobre ella, terminaba preñada antes de casarse.

En Galicia solía colgarse ramas de retama en la puerta de casa de los recién
nacidos del mes de Mayo, o 'amayados', para evitar que sucumbieran al mal
fario de los nativos de ese mes, cuyo destino era el de ser enclenques.

Estuvo antaño relacionada con los muertos, y con sus ramas se cubría el
cadáver. Su flor, vinculada a la llegada de la primavera, estuvo asociada al
mundo amoroso. A este respecto, el poeta catalán Joan Maragall escribe esta
redondilla:

La ginesta altra vegada!
La ginesta amb tanta olor!
Es la meva enamorada
que ve al temps de la calor.

Es flor emblemática del pueblo catalán, y su olor el de Cataluña entera.

Sebastián de Covarrubias escribe al respecto de este arbusto en su Tesoro de
la Lengua (1611):
Es una especie de esparto que en latín se llama genista y en vulgar ginesta.
Tiene muchos provechos en medicina, los quales podrás leer en Dioscórides
... Nuestro poeta Garcilaso le dio epíteto de amarga, diciendo: 'Amargo al
gusto más que la retama'. Desta mata abundan muchos campos y la gastan en
los hornos de cozer pan. Su etymología trae origen del hebreo ... retamim.
Tamarid cuenta este nombre entre los arábigos.

Es voz hispano-árabe, de ratam, de uso documentado no anterior al siglo XIV.
En el Libro de la Montería se lee: Et después sea hí echada bizma que sea
fecha de retama con claras de huevos. En el castellano antiguo el término
para esta planta también llamada mírica, es el de iniesta = genista.

Magia del espliego
En las tradiciones asturianas se identifica al espliego y al tomillo con una
serie de ritos mágicos relacionados con las vísperas del día de San Juan y
la creencia en las xanas o ninfas de fuentes y montes, espíritus femeninos
de la Naturaleza.

También en la antigua Corona de Aragón, desde Huesca a Valencia, esta planta
aromática de flores azules en espiga purifica estancias y habitaciones
librándolas de influencias negativas y malos espíritus, a la par que
aromatizan las alcobas por lo excelente de su olor, que se adhiere a las
paredes y a la ropa usado en sahumerio.

Recuerdo que siendo niño en Alcira, junto al Júcar, una ramita de espliego
servía para ahuyentar malfarios y desgracias.

A fin de abundar en la excelencia de esta planta, cuenta un curioso caso, en
su Historia oculta del mundo vegetal, Jesús Callejo, quien asegura que en el
pueblo de Valensole, en la Provenza francesa, en julio de 1965, se vio bajar
de un ovni a dos pequeños tripulantes que se dedicaron a recoger matas de
espliego para llevarlas a su sideral destino.

Ya los griegos la tenían en gran aprecio, como deja ver el médico y botánico
griego del siglo I Dioscorides, en su tratado Acerca de la materia médica.

Fue a lo largo de la Edad Media planta conocida por brujas, alcahuetas y
hechiceras: La Celestina tenía en su casa raíces y hierbas colgadas del
techo, entre ellas la flor del saúco, la mostaza, el laurel blanco y el
espliego.

Magia del estramonio
El estramonio, una planta de grandes flores blancas y acampanadas y de
frutos verdes llenos de espinos, es el ingrediente principal de los
ungüentos mágicos que las bruxas emplean para volar por los aires encima de
su escoba. Gracias a esto pueden conocer lo que sucede en ese momento en
otros lugares.





Magia del fresno
El fresno tiene la función de canal de energía y de la energía misma, de la
esencia vital del universo, capaz de manifestarse en innumerables formas.
Contiene en si todas las polaridades, pero por otro lado, este árbol nos
habla continuamente de su ideal, la luz.

Los ramos de fresno se abren hacia la luz, la abrazan y se multiplican en
infinitos abrazos que buscan abarcarla, pero no la atrapan ni la absorben
con avidez: la tamiza, la deja caer y resbalar a través de sus hojas. Su
sombra es ligera. A través de sus formas y de su carácter, el fresno nos
habla de la pureza, que pertenece a quien fluye y se entrega y es capaz de
permanecer arraigado sin renunciar el vuelo. Este carácter solar es quizá
más firme y patente que en ningún otro árbol.

El fresno es protector de casas y bordas: las mantiene sombreadas en verano
mientras en invierno deja pasar el sol, y en tiempos de tormenta, según
tradición de toda la Sierra, aleja al rayo. “Algo habrá”.

Magia de los árboles
I. Abella.

Magia del helecho
El helecho, que nunca florece, puede crear de un modo milagroso una mágica
flor, entre la sexta y la séptima campanada de las doce de la Noche de San
Juan, y este hechizo proporciona la invisibilidad para quien lo presencie y
tenga la suerte de coger dicha flor con sus manos.

Magia del laurel
El laurel, metamorfosis de la ninfa Dafne, deseada por Apolo, representa las
manifestaciones públicas de ceremonias gloriosas, y con sus hojas siempre
verdes se hacían coronas. Por contra, el laurel cerezo representa las
manifestaciones ocultas de ritos secretos, que pasan desapercibidos al
pueblo pero no a los magos, brujos y hechiceros. En cuanto comienza a
tronar, los campesinos astures lo queman delante de su hogar, y su eficacia
es mucho mayor si ha sido bendecido el Domingo de Ramos. En este sentido, en
San Esteban de Sama hay una yerba amarilla y larga -la yerba de la
centella-, que preserva del rayo a quien la tiene. Tanto el laurel como la
herba empreñadeira (borraja) acaban con la infertilidad si son colgadas de
la cama. Se cuenta sobre esta última planta que aquélla muchacha que la pisa
queda embarazada, y son muchas las jóvenes que conciben un hijo por oler el
aroma de una flor o comer una fruta.

Magia del olivo
El poeta latino Virgilio tenía a este árbol por símbolo de la paz; de hecho,
el mundo antiguo lo rodeó de reputación y predicamento, aunque es árbol
vulnerable según los antiguos, circunstancia de la que se hace eco Alonso
López de Corella en sus Secretos de Philosophía (1546) asegurando que la
saliva de la cabra puede matarle, sobre si ha sido plantado por una
prostituta, en cuyo caso aunque creciere no dará fruto.

Oí decir siendo estudiante en Sevilla que quien muere en un olivar va al
cielo y tiene dulce muerte, creencia acaso basada en la placidez del rostro
de Jesús en el paso procesional de La oración del huerto, donde se refleja
el estado de ánimo del Señor en vísperas de su prendimiento en el huerto de
los olivos de Getsemaní, junto a Jerusalén. Todavía hoy, quien ha visitado
el lugar sabe que se experimenta una paz interior especial, acaso porque
desde allí se contempla en todo su esplendor la Ciudad Santa.

Se dice que a quien sueña con este árbol se le augura fortuna si es varón, y
si es mujer joven un buen partido; a la casada, más hijos aunque no los
quisiere.

En la Mancha se tiene por cosa cierta que en año bisiesto los olivos
presentan las hojas vueltas del revés, anunciando así la probabilidad de que
algo aciago acontezca:
Como es año bisiesto,
morena, ¿lo ves?:
las hojas del olivo
vueltas del revés.

Es voz latina, de olivus, de uso temprano en castellano. Gonzalo de Berceo
emplea así el término en su Vida de Santa Oria, a principios del XIII:
Vido redor el monte una bella anchura,
en ella de olivos una grant espesura,
cargados de olivas mucho sobre mesura
podrie vivir so ellos omne a grant folgura.

Magia del roble
El hombre antiguo creyó que la madera de este árbol da suerte en los
negocios, protege en los viajes y contrarresta todo mal influjo, y a ese fin
se llevaba un pedacito de madera de este árbol sagrado para tocarla llegado
el caso.

Los griegos escogieron el roble por ser el más frecuentemente alcanzado por
el rayo, símbolo de la divinidad: donde va el rayo está la morada de dios;
este árbol estaba asociado a Zeus, por lo que tocar el tronco del roble era
entrar en contacto con la divinidad, convicción que heredaron los romanos y
conocieron los pueblos bárbaros, que lo dedicaron al dios del trueno, Donar.

Talarlo o quemarlo trae malísimas consecuencias a quien lo hace. Los
druidas, o 'sacerdotes del roble', aseguraban que en su interior se esconde
la piedra del rayo, piedra cuya virtud conjura la tempestad y previene de
morir alcanzado por ese meteoro a quien la lleva.

En Asturias se cree que la madera del carbayu o roble sirve para quitar el
aguellu o mal de ojo, y en Aragón se le atribuye poder similar al del
pararrayos.

Es creencia general en el campo leonés que el rocío recogido bajo las ramas
del roble tiene efectos benéficos. Posee asimismo don de curar la hernia.






Magia del romero
Quién regala a quien ama un ramito de romero nunca será olvidado; por eso se
cree que en todo ramo de flores que se ofrece a una doncella o se lleve a
una parturienta debe haber al menos una ramita de romero.

Llevando una brizna de esta planta encima se tiene suerte, y si crece junto
a una casa, los que la habitan serán afortunados. Gabriel Alonso de Herrera
asegura en su Obra de Agricultura, a finales del XV: Tiene mucha virtud así
su rama como su flor y hacen della lectuario con azúcar, lo cual tomado de
mañana con un trago de vino blanco es muy singular cosa para los que tienen
desmayos y mal de corazón y para los que tienen dolor de estómago; conforta
la digestión, quita la ventosidad. Para los que no pueden urinar, cuézan las
hojas o flor en buen vino y póngalo emplastado caliente junto a los miembros
genitales. Si lo cuecen en agua y toman aquel vapor por baxo, alimpia la
madre y conforta y ayuda a concebir a las mujeres. El aceite de romero es
muy singular cosa untar con él las manos a quien le tiemblan. Tira las
manchas de la cara. Comida la flor del romero en ayunas sana las
enfermedades del pecho y alegra el corazón. Es muy bueno hacer destas flores
con otras yerbas olorosas ensaladas cogiéndolas por la mañana. Lavándose las
piernas y cuerpo en agua de romero conserva la salud y entestece las carnes,
y lavando con ella los niños se crían muy bonitos. Cuando trasiegan el vino
echen buena cantidad de la flor del romero y conservarse ha más tiempo y
terná buen olor. Puesta la flor entre la ropa olerá bien y no la dañará la
pulilla. Tomando el humo della en la cabeza hace purgar el romadizo;
sahumando con el romero la casa desencona el aire, hace huir todas las
animalias ponzoñosas y es bueno contra las enfermedades ocultas de los niños
Es bueno quemarlo por las calles en tiempo de pestilencia. Son tantas las
virtudes y excelencias desta planta que bastarían para henchir un libro, y
aun trayendo consigo la flor, andará alegre: es cosa común decir que della
huyen los enemigos. Sebastián de Covarrubias dice esto en su Tesoro de la
Lengua (1611): Sus virtudes no están todas descubiertas porque dizen ser
innumerables; ay tanto dello en España que calientan con él los hornos, sin
embargo de que de sus hojas y de sus flores y de su azeyte se han hecho
grandes esperiencias. Llamóse romero del nombre latino ros marinus.

En muchos lugares de España se rocía la puerta de casa con agua de romero
para evitar que salga de ella la felicidad o entre el mal fario y la
desgracia. Es una de las creencias más antiguas de la Humanidad. En la
civilización egipcia el romero o rosmarino era planta sagrada, tanto que no
podía faltar en el ajuar funerario porque su aroma envolvía el interior de
la tumba asegurando al difunto la alegría en su camino hacia el reino de los
muertos.

En Grecia estaba consagrado a Venus por creerse que tenía el don de conceder
eterna juventud, y servía de incienso, mientras en Roma era símbolo de la
fidelidad en el amor y la constancia, ya que nunca pierde su verdor, razón
por la cual estaba siempre presente en las ceremonias nupciales, y en las
lápidas funerarias como símbolo del descanso y la bienaventuranza.

Es planta rodeada de leyendas: los Evangelios Apócrifos refieren cómo la
Virgen en su huida a Egipto cubrió un arbusto de romero con su manto azul, y
desde entonces las florecillas blancas se trocaron en azules. En la
Universidad Hispalense, donde estudié mis primeros años de universidad,
algunos estudiantes del pueblo de Montellano potenciaban con él la memoria
en días de examen. La copla, atenta a conectar con la dimensión poética de
las cosas, canta:
¿Qué tienes en el pecho
que tan bien huele...?
¡Azahar de la India, querido,
y romero verde!

Por ser arbusto que brota de manera espontánea en tierras próximas al mar
los latinos llamaron a esta planta ros marinus = rocío del mar, luego
evolucionado hacia voces como 'romerino', forma positiva que por parecerse a
un diminutivo debió dar lugar al término actual. Juan Corominas, en su
monumental Diccionario Crítico Etimológico admite otra posibilidad: la forma
latina ros maris > romaris> romarius de donde vino romero.

Magia de la encina
Aspectos culturales e históricos
Desde que nuestro país tiene historia y hasta casi los albores de la Edad
Moderna estaba cubierto por un casi impenetrable bosque que estaba dominado
por encinas, pero donde también había lugar para los alcornoques, los
quejigos y otros robles, bajo estos árboles crecían también jaras,
lentiscos, retamas, madroños, labiérnagos, cantuesos, etc., conjunto al que
se le denomina bosque mediterráneo.

A lo largo de la Historia, la encina jugó un destacado papel en la economía
del hombre mediterráneo, que la utilizó de las más variadas formas y para
los usos más diversos. Sin embargo, aún siendo ésto de tanta importancia es
quizá más relevante el papel que ejerció fuera de los terrenos de lo
puramente material y que contribuyó a la configuración y desarrollo de
muchas costumbres y tradiciones así como a la evolución de creencias muy
arraigadas. (ROSA MARÍA GERMAN, 1996).

No pocas ciudades fueron fundadas allí donde existían grandes árboles de
encina para auspiciarse la fortuna.(MORO, R., 1995).

Esta influencia tiene como punto de partida tiempos muy remotos, hundiendo
sus raíces en esa época oscura en la que Europa se hallaba cubierta por
extensísimos y frondosos bosques que provocaron en los humanos profundos
sentimientos de temor e indefensión, de soledad y miedo ante sus amenazantes
espesuras. Estos sentimientos les llevaron a situar en ellos espíritus y
dioses, a reverenciar a los árboles, a adorarlos y, en suma, a convertir a
los bosques en verdaderos santuarios naturales: los bosques sagrados. (ROSA
MARÍA GERMAN, 1996).

La encina fue, junto con el roble, árbol sagrado en la Península Ibérica, al
igual que en el resto del mundo mediterráneo. Recibió culto entre los
celtíberos, que, como otros pueblos pastoriles, rechazaban los grandes
templos, llenos de estatuas, propios de las sociedades agrícolas (ROSA MARÍA
GERMÁN, 1996). Los celtas totemizaron a la encina, llamaron a ésta Kaërquez,
lo que significa árbol hermoso, palabra que hoy bajo la acepción latina de
Quercus da nombre científico a este mítico árbol. La acepción ilex proviene
de ilicis, ilicina, alcina, encina (MORO, R., 1995).

Entre los celtas existían los druidas (sacerdotes celtas, grandes sabios de
los árboles) cuyo nombre proviene del término dryadas, que significa
sacerdote de las encinas, estos danzaban alrededor de las encinas, en sus
rituales. En la tradición celta si un enfermo era pasado por las hendiduras
de la corteza curaría, y para defenderse de cualquier mal, los celtas
colgaban en sus ramas algunas de sus ropas. (YAÑEZ SOLANA, M., 1996).

Debieron ser abundantes en nuestro país los encinares sagrados, aunque son
muy escasas las noticias que sobre ellos poseemos. A través de Marcial (S.I)
conocemos la existencia de uno de estos encinares en el monte "Burado",
lugar de confusa identificación y otro que estaba situado a los pies de la
Sierra del Moncayo, muy cercano al pueblo de Beratón y próximo al de Cueva
de Agreda, los dos en Soria. El lugar se encuentra relacionado con algunos
mitos y leyendas (Caco, los siete Infantes de Lara) quizá producto de la
sacralidad del lugar. (ROSA MARÍA GERMÁN, 1996).

Estos bosques sagrados estaban fuertemente protegidos y la rigidez de su
culto debió ser notable a juzgar por las noticias que nos han llegado de
fuera de nuestras fronteras. Recientemente, se ha podido comprobar que esa
rigidez hay que hacerla extensiva a nuestra Península, ya que según las
comunicaciones presentadas en el XXV Simposio de la Sociedad de Lingüística,
celebrado en Zaragoza el pasado mes de diciembre, el primer bronce
encontrado en Contrebia Belaisca (Botorrita), en el año 1970, es una ley que
hace referencia a un bosque sagrado, un encinar, y que establece toda una
serie de prohibiciones, normas y castigos para su protección, indicando
también que se encuentra vigilado. (ROSA MARÍA GERMÁN, 1996).

Símbolo de justicia y fuerza, la encina ocupó también un destacado lugar en
las creencias del mundo clásico. Los aqueos, que constituían la más antigua
de las familias griegas, celebraban, según el testimonio de Tito Livio, bajo
una encina sagrada sus reuniones comunales en las que se tomaban las
decisiones más importantes. (ROSA MARÍA GERMÁN, 1996).





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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: Thenard Enviado: 01/07/2010 21:53

La encina era considerada como árbol feliz y divino, los griegos la habían
dedicado a diversas divinidades (MORO, R., 1995). Estos árboles formaban
también parte del conjunto de ritos y creencias que los griegos utilizaban
para obtener el conocimiento de lo divino y de lo humano. En Dodona, Épiro,
al pie del monte Tmaros, se encontraba el más antiguo de todos los
santuarios dedicados al dios Zeus, en él se practicaba la adivinación
interpretando el murmullo que el viento producía en las hojas de una gran
encina sagrada que estaba situada en el recinto del santuario. No menos
célebre que el de Dodona fue el santuario de Zeus en Ammón (Egipto) donde se
practicaba la misma suerte de adivinación.

Los romanos consagraron la encina a Júpiter, pues la consideraban símbolo de
la constancia y la fidelidad.

Caius Plinius (23 a 79 d. C.) que estuvo en España desempeñando el cargo de
procurador de la Citerior, relata en su “Naturalis historia” : la bellota
figura entre los postres, y tostada entre ceniza es más dulce. (MANDERSCHEID
BAUER, E., 1980).

Hace 2.000 años ya hablaba Estrabón de este recurso entre los hispanos.
(ABELLA, I., 1996) : “En las tres cuartas partes del año, los montañeses no
se nutren sino de bellotas, que secas y trituradas se muelen para hacer pan,
el cual puede guardarse durante mucho tiempo”.

En la obra más importante sobre la agricultura y los montes de la España
musulmana, el “libro de Agricultura”, del sevillano Abu-Zacaría, conocido
también con el nombre de Ebu-El-Awam. De la encina, dice: hay de varias
clases: de bellota larga y corta, dulce y amarga, la cual es montesina, que
ni cría en los prados (o valles) ni en los márgenes de los grandes ríos. El
plantío... se hará por febrero, y de las altas laderas le convienen los
lugares fríos y la tierra gruesa y fuerte, estercolada con boñiga mezclada
con polvo. La tierra a propósito para la encina es la fuerte, sin humedad,
como la de montañas y la arenisca. También lo es la bermeja que,
permaneciendo dura después de las lluvias, se asemeja a la escoria del
hierro.

Por otro lado, escribe: La encina es un árbol silvestre que nace de suyo en
montes entre piedras y en terrenos duros y no duros... y se hace más
corpulenta en tierra donde hay agua. Es interesante su descripción de la
encina con bellota dulce, con la que se puede hacer pan añadiendo al fruto
del Quercus ilex una tercera parte de castañas y algo de levadura de harina
de trigo, añade que hay que quitar la cáscara de las bellotas y castañas,
poniéndolas a remojo en agua caliente para evitar el sabor amargo. Y, aunque
primero asegura que sale “un pan muy bueno”, después admite que puede causar
trastornos estomacales y del hígado y que se suele comer únicamente en
tiempos calamitosos. (MANDERSCHEID BAUER, E., 1980).

Lo que en el campo de la literatura significa Cervantes, lo es Gabriel
Alonso Herrera en los de agricultura y montes. Alonso Herrera nació en
Talavera de la Reina entre 1470 y 1480, murió después de 1539. En relación
con la selvicultura se preocupa mucho de la falta de repoblación de los
montes y da consejos para la cría del arbolado, sea por vía natural o
artificial, teniendo en cuenta la ecología respectiva. En sus capítulos
sobre encinas dice: Son árboles que no necesitan de mucho cuidado y labor y
también la mayor parte nacen por sí. Mas en España es la gente de poco
cuidado, que por la mayor parte no se saben aprovechar sino de lo que
naturalmente se nace, y si comienzan a cortar un encinar para leña no saben
entrecriar unos árboles nuevos entre tanto que gastan lo viejo y cuando
hubieren gastado lo uno tendrán lo otro ya crecido. No sé si lo hace alguna
mala constelación que tenemos los españoles, o poco cuidado de lo venidero.
Las encinas quieren más aires calientes que otros y en los templados se
hacen bien, aunque no tan grandes. Quieren cualquier tierra, aunque mejores
son tierras sueltas o areniscas que barrizales o tierras gruesas o de
barbado o de su fruto. Las bellotas para poner han de ser cogidas gordas de
buen sabor, dulces, y si se ponen para transponer, más espesas, si... en
tierra bien arada, como quien siembra trigo. La madera de ella es muy recia
para hacer arcos de carretas, cuñas, tarugos o clavos. Cuando son viejas
tienen la madera muy hermosa, que parece pintada de gusanillos y no tiene
otra tacha sino ser pesada. (MANDERSCHEID BAUER, E., 1980).

Fray Miguel Agustín que vivió durante el siglo XVII escribió en su obra
“Libro de los Secretos de Agricultura, Casa de Campo y Pastoril”: en tiempos
de hambre y esterilidad se puede hacer pan con encina y castañas.
(MANDERSCHEID BAUER, E., 1980).

El poeta Antonio Machado cantó su poesía tan honda y fina “Las Encinas”,
cuya primera estrofa dice:
Encinares castellanos
en laderas y altozanos
serrijones y colinas
llenos de oscura maleza,
encinas, pardas encinas,
humildad y fortaleza.

Como el poeta lo indica, simboliza este árbol el carácter del pueblo
español. (MANDERSCHEID BAUER, E., 1980).

Miguel de Unamuno (FUENTES SANCHEZ, C., 1994), canta también a la encina en
la poesía:
¡Y si vieras
qué brazos
los de su raigambre
que hunde
sus miles dedos
bajo tierra!
Unos brazos
que agarran la tierra,
con sus ramas altas
agarran el cielo.

Numerosos vestigios de este culto al árbol se encuentran escondidos en las
raíces más profundas de nuestras costumbres y tradiciones, de nuestro
folklore popular, nuestras fiestas e incluso en algunas de nuestras
creencias. Podemos vislumbrarlos en tradiciones relacionadas con la Navidad,
"Toza de Nadal", "Babassa" o "Nadau Tidún", según los lugares, celebración
familiar consistente en quemar en las casas la noche de Navidad un tronco de
encina al que se "bendice" o "bautiza" derramando sobre él vino tres veces.
Esta costumbre o tradición, hoy prácticamente perdida era común hasta no
hace mucho tiempo en el Alto Aragón y Cataluña, e incluía la creencia muy
arraigada de que los restos del árbol y sus cenizas protegían a la casa de
las tormentas, a los campos de las plagas y que tenían la propiedad de sanar
enfermedades. (ROSA MARÍA GERMÁN, 1996).

Otro tipo de fiestas, esta vez relacionadas con la primavera, son las
denominadas "Arbol de Mayo" o simplemente "Mayo", comunes a toda España y a
una gran parte de Europa, consistentes en colocar en el lugar preferente del
pueblo, generalmente la plaza, un gran árbol denominado "mayo" el primer día
de ese mes y al que se engalana y festeja. En la misma línea se encuentra la
tradicional fiesta de las "Enramadas" elaboradas con ramas de pino y
carrasca y también extendidas por todo el país. (ROSA MARÍA GERMÁN, 1996).

Y como no, muchas de las tradiciones y supersticiones relacionadas con la
"Noche de San Juan", noche mágica del solsticio de verano. Entre ellas
señalaremos la creencia popular, practicada hasta no hace tanto tiempo, de
que los niños herniados podían sanar si a las doce en punto de esa noche
eran pasados por una encina hendida o cuyo tronco estuviese bifurcado en
dos, mientras se repetía un determinado ritual. El árbol podía ser también
un roble o una higuera, en definitiva el más abundante en el lugar. (ROSA
MARÍA GERMÁN, 1996).

Una curiosa costumbre, existente antaño en Aragón, y que recuerda a la de la
antigua Grecia era la de celebrar las reuniones más importantes bajo las
carrascas. Según R.Villader, Cuadernos Altoaragoneses, se elegía para este
fin la que fuese más grande entre las situadas en la mitad del camino que
separaba los lugares de residencia de los que se iban a reunir. (ROSA MARÍA
GERMÁN, 1996).

Allí se hablaban los asuntos más decisivos: tratos comerciales, asuntos de
tierras, bodas... Si el asunto era de gran trascendencia se celebraba bajo
la más famosa de la comarca e incluso del reino. En 1873, bajo la carrasca
más grande de Aragón en ese momento, la "carrasca de las Coronas" se
proclamó en el Somontano la 1ª Republica. (ROSA MARÍA GERMÁN, 1996).

Es evidente que todas estas tradiciones y costumbres, muchas ya perdidas,
tuvieron en su más remoto origen la intención de atraer hacia quienes las
practicaban la benevolencia que el espíritu del árbol pudiese otorgar,
posteriormente, al ser cristianizadas, fue olvidada su finalidad inicial.
(ROSA MARÍA GERMÁN, 1996).

De igual manera, también pueden rastrearse algunos vestigios del culto al
árbol en algunas leyendas de tipo hagiográfico y en bastantes apariciones de
imágenes de la Virgen ocurridas a partir del siglo XIII, época de pleno
avance de la Reconquista. En ese momento son numerosas las imágenes
aparecidas sobre árboles, secularmente sagrados, sobre todo en encinas o
carrascas. Enumerarlas todas, haría la lista harto fatigosa, pero por poner
algunos ejemplos citaremos la Virgen de Encina de Ponferrada (León) y la de
Valvanera en La Rioja, la Virgen de Herrera en Herrera de los Navarros y la
de Bordón en el Maestrazgo. (ROSA MARÍA GERMÁN, 1996).

Es tradición común a todas estas apariciones de imágenes sobre árboles, que
cuando quisieron ser trasladadas a otro lugar volvieron al punto de origen
milagrosamente, generalmente tres veces, o como en el caso de la Virgen de
Bordón a los que la transportaban se les "regiraban" los pies, por estos
motivos las imágenes fueron dejadas en el lugar de su aparición, donde se
construyó una ermita o un convento al que se sigue acudiendo en romería.
(ROSA MARÍA GERMÁN, 1996).

Estas leyendas-tradiciones ponen de manifiesto la gran importancia que tenía
el lugar, lo que ha llevado a pensar que se trata de la cristianización de
lugares de cultos precristianos que bien pueden tratarse de encinares
sagrados, cuya memoria ha borrado el tiempo. (ROSA MARÍA GERMÁN, 1996).

Hundiendo sus raíces así mismo en antiguas creencias y mitos se encuentra la
medicina popular, que se sirvió de la encina desde tiempo inmemorial para
sanar algunas enfermedades. Sus propiedades medicinales se las confiere el
ácido cuercitánico, que convierte los preparados con ella elaborados
(corteza, raíces, flores, bellotas) en excelentes astringentes de múltiples
aplicaciones: heridas, llagas, diarreas, sabañones, catarros ... Con las
agallas de este árbol se preparaba además, una pomada en la que eran el
principal ingrediente, llamada "pomada de la condesa" de finalidad muy poco
loable. (ROSA MARÍA GERMÁN, 1996).

Importante es también la huella que la encina ha dejado en la toponimia
peninsular, nombre tales como Encinarejo, Encinares, Encinillas, Lecina,
Encinacorba o Encinasola, a los que se unen Carrascal, Carrascalitos,
etc..., se encuentran a todo lo largo y ancho de nuestra geografía y dieron
apellido a personas procedentes de esos lugares. Estos topónimos son el
callado testimonio de su abundancia en otros tiempos. (ROSA MARÍA GERMÁN,
1996).

Como muestra de antigüedad, existen en nuestro país ejemplares magníficos en
Cantabria, siendo el más destacado “La Encinona” situada en Anaz, en el
ayuntamiento de Medio Cudeyo. Tiene 5.90 metros de perímetro en la parte más
estrecha del tronco, en su base junto al suelo mide 10 metros y la
envergadura de la copa casi llega a los 40 metros. Hay varias encinas en
Cantabria que quizás alcancen los mil años. (MORO, R., 1995).

También ejemplares notables por su tamaño y longevidad, la encina de Lecina,
que da nombre al pueblo, o la de Rebollar, en la provincia de Huesca, la
"carrasca de Miramón" en el término municipal de Sigües, en la provincia de
Zaragoza y la "carrasca de Casa Inserte" en el término municipal de Mora de
Rubielos, en Teruel. Cerca de Peracense, también en Teruel, existe una
encina a la que las gentes del lugar atribuyen 1300 años, probablemente es
la carrasca más monumental de todo Aragón. (ROSA MARÍA GERMÁN, 1996).

Otras encinas monumentales son la de Culla (Castellón), la de las tres patas
en Mendaza (Navarra), la de Mas de borbó en L´Aleixar (Tarragona). (MORO,
R., 1995).

En la región de Cataluña existe también el ejemplar gigante de Palau de
Plegamans, con el tronco de más de 4 metros de circunferencia. Es un hecho
curioso que algunas veces se han dado audiciones de sardanas, dispersos los
músicos por el ramaje, mientras el pueblo bailaba la típica danza alrededor
del tronco. (MORO, R., 1995).

En Alcoy (Alicante) existe también un ejemplo de estas catedrales naturales,
situada en una masía a las afueras de la ciudad, esta encina centenaria, es
de una belleza abrumadora y posee todas las características para nombrarla
abuela vegetal de la ciudad.

Durante siglos la encina ha supuesto un magnífico ejemplo de relación
armónica entre la naturaleza y su aprovechamiento por el hombre, y en los
períodos de crisis fue sustento básico, significando en algunos casos la
supervivencia de muchas familias.

La encina es uno de nuestros árboles más longevos y hermosos, que ha
presenciado e influenciado a muchas culturas, por lo tanto esta frondosa
debe tratarse y cuidarse como una reliquia arqueológica y cultural.

La encina es la Diosa y Reina Vegetal de España, su adaptación, su belleza,
su nobleza y su incansable verdor dan fe de ello.


 
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