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Archivo Histórico.: Ami. El niño de las estrellas.
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Respuesta  Mensaje 1 de 19 en el tema 
De: javierocrates  (Mensaje original) Enviado: 18/06/2009 16:59
El libro Ami (el niño de las estrellas) fue publicado por  la participante laluna en el año 2004. Lo rescato para que forme  también parte del archivo histórico de fuentesdepaz en GabitoGrupos.







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Respuesta  Mensaje 2 de 19 en el tema 
De: javierocrates Enviado: 07/07/2009 11:37

Capítulo 1 - Primer encuentro

Comenzó una tarde del verano pasado en un balneario de la costa donde vamos con mi abuelita casi todos los años.

Esa vez conseguimos una casita de madera. Tenía muchos pinos y boldos en el patio, y por el frente, un antejardín lleno de flores. Se encontraba cerca del mar, en un sendero que lleva hacia la playa.Quedaba poca gente, porque la temporada iba a terminar. A mi abuelita le gusta salir de vacaciones los primeros días de marzo, dice que es más tranquilo y más barato.

 

Comenzó a oscurecer. Yo estaba sobre unas rocas altas junto a la playa solitaria, contemplando el mar. De pronto vi en el cielo una luz roja sobre mí. Pensé que sería una bengala o un cohete de esos que se lanzan para el año nuevo. Venía descendiendo, cambiando de colores y arrojando chispas.

Cuando estuvo más bajo comprendí que no era una bengala ni un cohete, porque al agrandarse llegó a tener el tamaño de una avioneta o mayor aún...

Cayó al mar a unos cincuenta metros de la orilla, frente a mí, sin emitir sonido alguno. Creí haber sido testigo de un desastre aéreo, busqué con la mirada algún paracaidista en el cielo; no había ninguno. Nada perturbaba el silencio y la tranquilidad de la playa.

Sentí mucho miedo y quise correr a contarle a mi abuelita; pero esperé un poco para ver si divisaba algo más. Cuando ya me iba, apareció algo blanco flotando en el punto en donde había caido el avión, o lo que fuera: alguien venía nadando hacia las rocas. Supuse que se trataba del piloto, que se habría salvado del accidente. Esperé que se aproximara, para intentar ayudarlo.

Como nadaba con agilidad, comprendí que no estaba malherido.

Cuando se acercó más, me di cuenta de que se trataba de un niño. Llegó a las rocas y antes de comenzar a subir me miró amistosamente. Pensé que estaba feliz de haberse salvado, la situación no parecía dramática para él, eso me calmó un poco. Llegó a mi lado, se sacudió el agua del pelo y me sonrió, entonces me tranquuilicé definitivamente; tenía cara de niño bueno. Vino a sentarse junto a mí, suspiró con resignación y se puso a mirar las estrellas que comenzaban a brillar en el cielo.

Parecía más o menos de mi edad, un poco menor y algo más bajito, vestía un traje blanco como de piloto, hecho de algún material impermeable, ya que no estaba mojado, su vestimenta terminaba en un par de botas blancas de gruesas suelas. En el pecho llevaba un emblema color oro: un corazón alado dentro de un círculo. su cinturón, también dorado, tenía a cada lado una especie de radios portátiles, y en el centro una hebilla grande y muy bonita.

Me senté junto a él. Pasamos un rato en silencio; como no hablaba, le pregunté qué le había sucedido.

-Aterrizaje forzoso -contestó riendo.

Era simpático, tenía un acento bastante extraño, supuse que veía desde otro pais en el avión. Sus ojos eran grandes y bondadosos.

-¿Qué le pasó al piloto? -pregunté. Como él era un niño pensé que el piloto tendría que ser una persona mayor.

-Nada. Aquí está, sentado a tu lado -respondió.

-¡Ah! -Quedé maravillado. ¡Este niño era un campeón! ¡A mi edad ya manejaba aviones! Supuse que sus padres serían ricos.

Fue llegando la noche y tuve frio. El se dió cuenta, porque me preguntó:

-¿Tienes frio?

-Sí.

-La temperatura está agradable -,e dijo sonriendo. Sentí que realmente no hacía frio.

-Es verdad -le contesté.

Después de unos minutos le pregunté qué iba a hacer.

-Cumplir con la misión -respondió sin dejar de mirar el cielo.

Pensé que estaba frente a un niño importante, no como yo, un simple estudiante en vacaciones. El tenia una misión... tal vez algo secreto... No me atreví a preguntarle de qué se trataba.

-¿No lamentas haber perdido el avión?

-No se ha perdido -respondió, dejándome sin comprender.

-¿No se perdió, no se destruyó entero?

-No.

-¿Cómo se puede sacar del agua para repararlo... o no se puede?

-Oh, sí, se puede sacar del agua -me observó con simpatía y agregó- ¿cómo te llamas?

-Pedro -respondí, pero algo comenzaba a no gustarme: él no respondía a mi pregunta. Al parecer, se dió cuenta de mi disgusto y le hizo gracia.

-No te enojes, Pedrito, no te enojes... ¿Cuantos años tienes?

-Diez... casi,. ¿Y tu?

Rio muy suavemente, con al risa de un bebé cuando le hacen cosquillas. Yo sentí que él intentaba ponerse sobre mi, debido a que manejaba un avión y yo no, eso no me gustaba; sin embargo, era simpático, agradable, no pude enojarme seriamente con él.

-Tengo más años de los que tu me creerias -respondió sonriendo. Sacó del cinturon uno de los aparatos parecidos a radios a pila. Era una especie de calculadora de bolsillo, la encendió y aparecieron unos signos luminosos, desconocidos para mí. Hizo algún cálculo y al ver la respuesta me dijo riendo:

-No, no... si te lo digo, no me creerías...

Llegó la noche y apareción una hermosa luna llena

que iluminaba toda la playa. Miré su rostro con atención. No podía tener más de ocho años, sin embargo, era piloto de avión... ¿Tendría más años?... ¿No sería un enano?

-¿Crees en los extraterrestres? -me preguntó sorpresivamente. Taerdé un buen rato en responder. Me observaba con unos ojos llenos de luz, parecia que las estrellas de la noche se reflejaban en sus pupilas. Se veía demasiado bonito para ser normal. Recordé el avión en llamas, su aparición, su calculadora con signos extraños, su acento, su traje, además, era un niño, y los niños no manejamos aviones...

-¿Eres un extraterrestre? -pregunté con algo de temor.

-Y si lo fuera... ¿te daria miedo?

Fue entonces que supe que sí venía de otro mundo.

Me asusté un poco, pero su mirada estaba llena de bondad.

-¿Eres  malo? -pregunté tímidamente. Él rió divertido.

-Tal vez tu eres mas malito que yo...

-¿Por qué?

-Porque eres terrícola.

-¿De verdad eres extraterrestre?

-No te asustes -me confortó sonriendo y señaló hacia las estrellas mientras me decía: este universo está lleno de vida... millones y millones de planetas están habitados... Hay mucha gente buena allá arriba...

Sus palabras producían un extraño efecto en mí. Cuando él decía esas cosas, yo podía "ver" esos millones de mundos habitados por gente buena. Se me quitó el temor. Decidí aceptar sin sorprenderme que él era un ser de otro planeta. Parecía amistoso e inofensivo.

-¿Por qué dices que los terrícolas somos malos? -pregunté. Él continuó mirando el cielo y dijo:

-Qué hermoso se ve el firmamento desde la Tierra... Esta atmósfera le otorga un brillo... un color...

No me estaba respondiendo otra vez. Volví a sentirme molesto; además, no me gusta que me crean malo, no lo soy, al revés: yo quería ser explorador cuando fuera grande y cazar malos en los ratos libres...

-Allá, en las Pléyades, hay una civilización maravillosa...

-NO todos somos malos aquí...

-Mira esa estrella... así era hace un millón de años... ya no existe...

-Dije que no todos somos malos aqui. ¿Por qué dijiste que todos los terrícolas somos malos? ¿Ah?

-Yo no he dicho eso -respondió sin dejar de mirar el cielo, le brillaba la mirada- Es un milagro...

-¡Sí lo dijiste!

Como levanté la voz, logré sacarlo de sus ensueños; estaba igual que una prima mia cuando contempla la foto de su cantante preferido; está loquita por él.

Me miró con atención, no parecía molesto conmigo.

-Quise decir que los terrícolas suelen ser menos buenos que los habitantes de otros mundos del espacio.

-¿Ves? Estás diciendo que somos los mas malos del universo.

Volvió a reir y me acarició el pelo.

-Tampoco quise decir eso.

Aquello me gustó menos aún. Retiré la cabeza, me molesta que me miren como a un tonto, porque soy uno de los primeros de mi clase, además, iba a cumplir diez años.

-Si este planeta es tan malo, ¿qué haces aquí?

-¿Te has fijado cómo se refleja la luna en el mar?

Continuaba ignorándome y cambiando el tema.

-¿Viniste a decirme que me fije en el reflejo de la luna?

-Tal vez... ¿Te diste cuenta de que estamos flotando en el universo?

Cuando me dijo eso, creí comprender la verdad: ese niño estaba loco. ¡claro! se creía extraterrestre, por eso hablaba cosas tan extrañas.

Quise irme a casa, otra vez me sentí mal, ahora, por haber creído sus historias fantásticas. Había estado tomándome el pelo... Extraterrestre... ¡y yo se lo creí! Me dió vergüenza, rabia conmigo mismo y con él. Me dieron ganas de darle un buen golpe en la nariz.

-¿Por qué; es muy fea mi nariz?...

Quedé paralizado. Sentí temor. ¡Me había leido el pensamiento! Lo miré. Sonreía victorioso. No quise rendirme, preferí creer que eso fue una casualidad, una coincidencia entre lo que yo pensé y lo que él dijo. No le demostré sorpresa, tal vez fuera verdad, pero tenía que comprobarlo... tal vez estaba ante un ser de otro mundo, un extraterrestre que podía leer el pensamiento...

Decidí hacerle otra prueba.

-¿Qué estoy pensando ahora? -dije, y me puse a imaginar una torta de cumpleaños.

-¿No te basta con las pruebas que ya tienes? -preguntó. Yo no estaba dispuesto a ceder un milímetro.

-¿Cuales pruebas?

Estiró las piernas y apoyó los codos sobre la roca.

-Mira, Pedrito, hay otro tipo de realidades, otros mundos más sutiles, con puertas sutiles para inteligencias sutiles...

-¿Qué significa sutiles?

-¿Con cuántas velitas?... -dijo sonriendo.

Fue como un golpe al estómago. Me dieron ganas de llorar, me sentí tonto y torpe. Le pedí que me disculpara, pero no se molestó por aquello, no me hizo caso y se puso a reir.

Decidí no volver a dudar de él.


Respuesta  Mensaje 3 de 19 en el tema 
De: javierocrates Enviado: 07/07/2009 11:38
Capítulo 2 - Pedrito volador...
-Ven a quedarte a mi casa -le ofrecí, porque ya era tarde.
-No incluyamos adultos en nuestra amistad -dijo, arrugando la nariz entre sonrisas.
-Pero tengo que irme...
-Tu abuelita duerme profundamente, no te echará de menos si conversamos un rato.
Otra vez me causó sorpresa y admiración. ¿Cómo sabía acerca de mi abuelita?--- Recordé que era un extraterrestre.
-¿Puedes verla?
-Desde mi nave la vi a punto de quedarse dormida -respondió con picardía, luego, exclamó con entusiasmo:
-¡Vamos a pasear por la playa! Se incorporó de un salto, corrió hasta el borde de la altísima roca y se lanzó hacia la arena.
-Descendía lentamente, planeando como una gaviota!
Recordé que no debía sorprenderme demasiado por nada que viniese de aquel alegre niño de las estrellas.
Bajé de la roca como pude, con gran cuidado.
-¿Cómo lo haces? -pregunté, refiriéndome a su increible planeo.
-Sintiéndome como un ave -respondió, y se puso a correr alegremente por entre el mar y la arena, sin tener ningún motivo especial para hacerlo. Me hubiera gustado actuar como él, pero no podía.
-¡Sí puedes!
Otra vez me había captado el pensamiento. Vino a mi lado intentando animarme y dijo: ¡Vamos a correr y a saltar como pájaros!. Entonces me tomó de la mano y sentí una gran energía. Comenzamos a correr por la playa.
-¡Ahora... saltemos!
El lograba elevarse mucho más que yo y me impulsaba hacia arriba con su mano. Parecía suspenderse en el aire unos instantes. Continuábamos corriendo y cada cierto trecho saltábamos.
-¡Somos aves; somos aves! -me animaba, me embriagaba. Poco a poco fui dejando de pensar como de costumbre, fui cambiando, ya no era el de siempre. Animado por el niño extraterrestre fui decidiéndome a ser liviano como una pluma, estaba poco a poco aceptando ser un ave.
-Ahora... arriba!
Realmente comenzábamos a mantenernos en el aire durante algunos instantes. Caíamos suavemente y continuábamos corriendo, para luego volver a elevarnos. Cada vez lo hacíamos mejor, eso me sorprendía...
-¡No te sorprendas... tu puedes... ¡ahora!
En cada intento era más fácil lograrlo. Ibamos corriendo y saltando como en cámara lenta por la orilla de la playa, bajo  la noche llena de luna y de estrellas... Parecía otra forma de existir, otro mundo.
-¡Con amor por el vuelo! -me animaba. Un poco más adelante me soltó la mano.
-¡Tu puedes, sí puedes! -me miraba transmitiéndome confianza mientras corría a mi lado.
-¡Ahora! -nos elevábamos lentamente, nos manteníamos en el aire y comenzábamos a caer como si planeáramos, con los brazos extendidos.
-¡Bravo, bravo! -me felicitaba.
No sé cuanto tiempo jugamos esa noche. Para mí fue como un sueño. Cuando me sentí cansado, me lancé sobre la arena, jadeando y riendo feliz. Había sido algo fabuloso, una experiencia inolvidable.
No se lo dije, pero interiormente le di las gracias a mi extraño amiguito por haberme permitido realizar cosas que yo creia imposibles. No sabia aún todas las sorpresas que me aguardaban aquella noche...
Las luces de un balneario brillaban al otro lado de la bahía. Mi amigo contemplaba con deleite los movedizos reflejos sobre las aguas nocturnas, extasiado, tendido sobre la arena bañada por la claridad lunar, luego se regocijaba mirando la luna llena.
 
 
-¡Qué maravilla... no se cae! -reía- ¡Este planeta tuyo es muy hermoso!
Yo nunca había pensado que lo fuera, pero ahora que él lo decía... sí, era hermoso tener estrellas, mar, playa y una luna tan bonita allí suspendida... y además, no se caía...
-¿Tu planeta no es bonito? -pregunté. suspiró profundamente mirando hacia un punto del cielo, a nuestra derecha.
-Oh, sí, también lo es, pero todos nosotros lo sabemos... y lo cuidamos...
Recordé que me había insinuado que los terrícolas no somos demasiado buenos. Creí comprender una de las rezones: nosotros no valoramos nuestro planeta, ni lo cuidamos; ellos sí lo hacen con el suyo.
-¿Cómo te llamas?
Le hizo gracia mi pregunta.
-No te lo puedo decir.
-¿Por qué... es un secreto?
-¡Qué va; nada es secreto! es solo que no existen en tu idioma esos sonidos.
-¿Cuáles sonidos?
-Los de mi nombre.
Eso me sorprendió, porque yo había pensado que hablaba mi idioma, aunque con otro acento.
-¿Cómo aprendiste entonces a hablar en mi lengua?
-No la hablo ni la comprendo... a menos que tenga esto -respondió divertido mientras tomaba un aparato de su cinturón.
-Esto es un "traductor". Esta cajita explora tu cerebro a la velocidad de la luz y me transmite lo que quieres decir, así puedo comprenderte, y cuando voy a decir algo, me hace mover los labios y la lengua como lo harias tu... bueno... casi como tú. Nada es perfecto...
Guardó el traductor y se puso a contemplar el mar, mientras se tomaba las rodillas, sentado en la arena.
-¿Cómo puedo llamarte entonces? -le pregunté.
-Puedes llamarme "Amigo", porque eso es lo que soy: un amigo de todos.
-Te llamaré "Ami". Es más corto y parece nombre.
Le gustó su nuevo apodo.
-¡Es perfecto, Pedrito! -nos dimos la mano. Yo sentí que sellaba una nueva y gran amistad. Así iba a ser...
-¿Cómo se llama tu planeta?
-¡Puf!... tampoco. No hay equivalencia de sonidos, pero está por allí -apuntó sonriendo hacia unas estrellas.
Mientras Ami observaba el cielo, yo me puse a pensar en las películas de invasores extraterrestres que había visto tantas veces en la televisión.
-¿Cuándo nos van a invadir?
 
 
 
Mi pregunta le hizo gracia.
-¿Por qué piensas que vamos a invadir la Tierra?
-No se... en las películas todos los extraterrestres invaden la tierra... ¿o no todos?
Esta vez su risa fue tan alegre que me contagió. Después traté de justificarme:
-...Es que en la tele...
-¡Claro, la televisión!... ¡Veamos una de invasores! -dijo entusiasmado, mientras de la hebilla de su cinturón extraia otro aparato. Apretó un botón y apareció una pantella encendida. Era un pequeño televisor en colores, sumamente nítido. Cambiaba de canales con rapidez. Lo sorprendente era que a esa xona llegaban sólo dos estaciones, pero en el aparato iban apareciendo una multitud: películas, programas en vivo, noticieros, comerciales, todo en diferentes idiomas y por personas de distintas nacionalidades.
-Las de invasores son muy ridículas .decía Ami divertido.
-¿Cuántos canales puedes sintonizar allí?
-Todos los que están transmitiendo en este momento en tu planeta... Esto recibe las señales que captan nuestros satélites y las amplifica ¡Aquí hay una, en Australia, mira!
Aparecian unos seres con cabezas de pulpo y muchos ojos saltones surcados de venitas rojas. Disparaban rayos verdes contra una multitud de aterrorizados seres humanos. Mi amigo parecía divertirse con ese film.
-¡Qué barbaridad! ¿No te parece cómico Pedrito?
-No, ¿por qué?
-Porque esos monstruos no existen más que en las monstruosas imaginaciones de quienes inventan esas películas...
No me convenció. Yo había pasado varios años viendo todo tipo de seres espaciales perversos y espantosos como para que pudiera borrármelos de un plumazo.
-Pero si aquí mismo en la Tierra hay iguanas, cocodrilos, pulpos... ¿por qué no van a existir en otros mundos?
-Ah, eso. Sí los hay, pero no construyen pistolas de rayos, son como los de aquí: animales. No son inteligentes.
-Pero tal vez existan mundos con seres inteligentes y malvados...
-¡"Inteligentes y malvados"! -Ami reía a todo pulmón-. Eso es como decir buenos-malos.
Yo no podía comprender. ¿Y esos científicos locos y perversos que inventan armas para destruir el mundo, contra los que Batman y Superman luchan? Ami captó mi pensamiento y explicó riendo:
-Esos no son inteligentes; son locos.
-Bueno, entonces es posible que exista un mundo de científicos locos que podrían destruirnos...
-Aparte de los de la Tierra, imposible...
-¿Por qué?
-Porque si son locos, se destruyen ellos mismos primero. No alcanzan a obtener el nivel científico necesario como para lograr abandonar sus planetas y partir a invadir otros mundos. Es más fácil construir bombas que naves intergalácticas, y si una civilización no tiene bondad y consigue un alto nivel científico, más tarde o más temprano utilizará su poder destructivo contra sí misma, mucho antes de poder partir a otros mundos.
-Pero en algún planeta podrían sobrevivir, por casualidad...
-¿Casualidad? En mi idioma no existe esa palabra. ¿Qué significa casualidad?
Tuve que poner varios ejemplos para que comprendiera. Cuando lo conseguí, le hizo gracia. Dijo que todo está relacionado, pero que nosotros no comprendemos la ley que enlaza todas las cosas, o que no la queremos ver.
-Es que si son tantos millones de mundos, como tu dices, podrían sobrevivir algunos malvados sin destruirse. -Yo seguia pensando en la posibilidad de invasores. Ami intentó hacerme comprender:
-Imagina que muchas personas tienen que tomar una barra de hierro al rojo, una a una, con las manos desnudas. ¿Qué posibilidad hay de que alguna no se queme?
-Ninguna; todas se queman -respondí.
-Asimismo, todos los malvados se autodestruyen si no logran superar su maldad. Nadie puede escapar a la ley que rige este asunto.
-¿Cual ley?
-Cuando el nivel científico de un mundo supera demasiado el nivel de amor, ese mundo se autodestruye...
-¿Nivel de amor?
Yo podía entender claramente lo que es el nivel científico de un planeta, pero no comprendía qué era el "nivel de amor".
-Lo más sencillo es para algunos, lo más difícil de comprender...
 
  
 
El amor es una fuerza, una vibración, una energía cuyos efectos pueden ser medidos por nuestros instrumentos. Si el nivel de amor de un mundo es bajo, hay infelicidad colectiva, odio, violencia, división, guerras y... con un nivel peligrosamente alto de capacidad destructiva... ¿Me comprendes, Pedrito?
-En general, no. ¿Qué quieres decirme?
-Debo decirte muchas cosas, pero vamos poco a poco. Empecemos por tus dudas.
Yo todavía no podía creer que no existieran monstruos invasores. Le conté una película en la que unos "extraterrestres lagartos" dominaban muchos planetas porque estaban muy bien organizados. El dijo:
-Sin amor no puede existir una organización duradera. En ese caso, se debe obligar, forzar. Al final, hay rebeldía, división y destrucción. Existe una sola forma universal perfecta de organización, capaz de garantizar la sobrevivencia, y se alcanza naturalmente cuando una civilización se acerca al amor, cuando evoluciona. Los mundos que la consiguen son evolucionados, civilizados, no hacen daño a nadie. Ninguna otra alternativa existe en todo el universo. Una inteligencia mayor que la nuestra inventó todo esto...
Yo continué sin comprender una palabra, aunque después logró explicármelo mejor, por el momento, yo seguía con la duda acerca de los monstruos inteligentes y malvados.
-¡Demasiada televisión! -exclamó Ami, y luego agregó:
-Los monstruos que imaginamos están dentro de nosotros mismos. Mientras no los abandonemos, no mereceremos alcanzar todas las maravillas del universo... Los malvados no son bonitos ni inteligentes.
-Pero... ¿y esas mujeres hermosas y malvadas que salen en las películas?
-O no son hermosas o no son malvadas... La inteligencia verdadera, la bondad y la belleza van de la mano; todo es consecuencia del mismo proceso evolutivo hacia el amor.
-¿Entonces quieres decirme que no hay gente mala en el universo, aparte de la de la Tierra?
-Claro que sí la hay. Existen mundos en los cuales tu no podrias sobrevivir ni media hora. Aquí mismo, en la Tierra, hace un millón de años... Hay mundos habitados por verdaderos monstruos humanos...
-¿Ves, ves? -exclamé triunfante- tu mismo lo reconoces, yo tenía razón; a esos monstruos me referia...
-Pero no te preocupes; ellos están "abajo", no "arriba", habitan mundos más atrasados que éste; sus mentes no les permiten siquiera conocer la rueda, así que no van a llegar hasta aquí...
Eso era tranquilizador.
-Entonces, después de todo, no somos los terrícolas los más malos del universo...
-No; ¡Pero tú eres uno de los más tontos de la galaxia!
Reímos como buenos amigos.

Respuesta  Mensaje 4 de 19 en el tema 
De: javierocrates Enviado: 07/07/2009 11:40
Capítulo 3
No te pre-ocupes

-¿Qué signo es ese que llevas en el pecho? -pregunté.
-Es el emblema de mi trabajo -respondió, mientras señalaba hacia lo alto-
 
 
¿Sabes?, aquí "cerquita", en un planeta de Sirio, hay unas playas color violeta... son espléndidas. Si vieras lo que es un atardecer con esos dos soles gigantes...
-¿Viajas a la velocidad de la luz?
-Mi pregunta le pareció cómica.
-Si viajara "tan lento" me habría hecho viejo antes de poder llegar hasta aquí.
-¿A qué velocidad viajas entonces?
-Nosotros en general no "viajamos"; más bien, nos "situamos", pero de un lado a otro de la galaxia demoraría... -tomó su calculadora del cinturón y sacó unas cuentas- según tus medidas de tiempo... mmmm... una hora y media, y de una galaxia a otra tardaría varias horas.
-¡Qué bárbaro! ¿Cömo lo consigues?
-¿Puedes explicar a un bebé por qué dos más dos son cuatro?
-No -respondí- ni yo mismo lo se.
-Yo tampoco puedo explicarte cosas que tienen que ver con la contracción y la curvatura del espacio-tiempo... ni hace falta... Fíjate cómo se deslizan esas pequeñas aves por la arena, parecen patinar... ¡qué maravilla!
Ami estaba contemplando unas aves que corrían en grupo por la playa, recogiendo algún alimento que las olas depositaban sobre la arena. Yo recordé que era tarde.
-Tengo que irme... mi abuelita...
-Todavía duerme.
-Estoy preocupado.
-¿Preocupado? Qué tontería.
-¿Por qué?
-"Pre" significa "antes de". Yo no me "pre-ocupo"; yo me "ocupo".
-No te entiendo, Ami.
-No vivas imaginando problemas que no han ocurrido ni van a ocurrir. Disfruta del presente. La vida es corta. Cuando aparezca un problema real, entonces ocúpate de él. ¿Te parecería bien que estuviesemos preocupados imaginando que podría venir una ola gigante y devorarnos?
Sería tonto no disfrutar de este momento, de esta noche tan hermosa... observa esas aves que corren sin preocuparse ¿Por qué perder este momento por algo que no existe?
-Pero mi abuelita sí existe...
-Sí, y no hay ningún problema al respecto... ¿Y este momento, no existe?
-Estoy preocupado...
-Ah, terrícola, terrícola... Está bien, veamos a tu abuelita.
Tomó su aparato televisor y comenzó a manipularlo. En la pantalla apareció el camino que lleva hacia mi casa. La "cámara" iba avanzando por entre los árboles y las rocas del sendero. Todo se veía en colores e iluminado como si fuese de día. Penetramos a través de una ventana de la casa, apareció mi abuelita durmiendo profundamente en la cama, hasta se escuchaba su respiración. ¡Aquel aparato era increible!
-Duerme como un angelito- comentó Ami riendo.
-¿No es una película?
-No. Es "en vivo y en directo"... Vamos al comedor.
La "cámara" atravesó la pared del dormitorio y apareció el comedor. Allí estaba la mesa con su mantel de cuadros grandes, y en el lugar que yo ocupo había un plato cubierto por otro, invertido.
-¡Eso se parece a mi "ovni"! -bromeó Ami- Veamos qué te tienen para cenar -operó algo en el aparato y el plato superior se hizo transparente como vidrio. Apareció un trozo de carne asada, con papas fritas y ensalada de tomates.
-¡Bof! -exclamó Ami con asco- ¡cómo pueden comer cadáver!...
-¿Cadáver?
-Cadaver de vaca... vaca muerta. Un trozo de vaca muerta.
Así como lo pintaba, me dió asco a mí también.
-¿Cómo funciona este aparato; dónde está la cámara? -le pregunté muy intrigado.
-No necesita cámara. Este artefacto enfoca, capta, filtra, selecciona, amplifica y proyecta... sencillo, ¿no?
Al parecer, se estaba burlando de mí.
-¿Por qué se ve de día, siendo de noche?
-Hay otras "luces" que tu ojo no puede ver; este aparato sí las capta.
-¡Qué complicado!
-Nada de eso. Yo mismo hice este cachivache...
-¡Tu mismo!
-Es sumamento anticuado, pero le tengo cariño. Es un recuerdo, un trabajo de la escuela primaria...
-¡Ustedes son unos genios!
-Por supuesto que no. ¿Sabes multiplicar?
-Claro -respondí.
-Entonces tu eres un genio... para uno que no sabe multiplicar. Todo es cuestión de grados. Una radio a transistores es un milagro para un aborigen de las selvas.
-Tienes razón. ¿Crees tú que algún día podremos tener aquí en la Tierra inventos como el tuyo? 

Se puso serio por vez primera. Me dirigió una mirada que denotaba cierta tristeza.
-No lo se.
-¿Cómo que no lo sabes?; ¡tu lo sabes todo!.
-No todo. El futuro no lo conoce nadie... afortunadamente.
-¿Por qué dices "afortunadamente"?
-Imagínate; la vida no tendría ningún sentido si se conociera el futuro. ¿Te gustaría saber de antemano el final de la película que estás viendo?
-No. Eso me irrita -respondí.
-¿Te gusta escuchar un chiste que ya conoces?
-Tampoco. Eso me aburre.
-¿Te gustaría saber qué regalo vas a recibir para tu cumpleaños?
-Eso menos todavía.
-Me parecia ameno su modo de enseñar, con ejemplos claros.
-La vida perdería todo su sentido si se conociera el futuro. Uno puede solamente calcular posibilidades.
-¿Cómo es eso?
-Por ejemplo, calcular las posibilidades o probabilidades que tiene la Tierra de salvarse...
-¿Salvarse, salvarse de qué?.
-¿Cómo de qué?... ¿No has escuchado hablar de la contaminación, las guerras, las bombas?
-¡Ah, si! ¿Me quieres decir que aquí también estamos en peligro, como en los mundos de los malvados?
-Hay muchas posibilidades. La relación entre ciencia y amor está terriblemente inclinada hacia el lado de la ciencia; millones de civilizaciones como ésta se han autodestruido. Es un punto de cambio... peligroso.
Me asusté. Yo no había pensado seriamente en la posibilidad de una tercera guerra mundial o de una catástrofe. Me quedé largo rato meditando. De pronto se me ocurrió una idea maravillosa:
 
 
-¡Hagan algo ustedes!
-¿Algo como qué?
-No se... bajar mil naves y decirles a los presidentes que no hagan la guerra... algo así. -Ami sonrió.
-Si hiciéramos algo así, en primer lugar, habria miles de infartos cardiacos, por culpa justamente de esas películas de invasores, y nosotros no somos inhumanos, no podemos provocar algo semejante. En segundo lugar, si les dijéramos, por ejempli: transformen sus armas en instrumentos de trabajo, pensarían que es un plan extraterrestre para debilitarlos y luego dominar el planeta. Tercero, supongamos que lleguen a comprender que somos inofensivos, de todos modos no soltarían las armas.
-¿Por qué?
-Porque tendrían temor de los otros paises. ¿Quién va a desarmarse primero?. Ninguno.
-Pero tienen que tener confianza...
-Los niños pueden tener confianza, los adultos no... y menos los presidentes, y con razón, porque algunos tienen ganas de dominar todo lo que puedan...
Yo estaba realmente intranquilo. Comencé a buscar una solución para evitar la guerra y la posible destrucción de la humanidad. Pensé que los extraterrestres podrían por la fuerza tomar el poder en la Tierra, destruir las bombas y obligarnos a vivir en paz. Se lo dije. Cuando terminó de reir, aseguró que yo no podía dejar de ser terrícola para pensar.
-¿Por qué?
-Por la fuerza, destruir, obligar, todo eso es terrícola, incivilizado, violencia. La libertad humana es algo sagrado, tanto la nuestra como la ajena. Obligar no existe en nuestros mundos; cada persona es valiosa y respetada. Por la fuerza y destruir, es violencia, lo cual viene de "violar"; violar la Ley del Universo...
-Entonces ¿ustedes no hacen la guerra? -Todavía no terminaba de hacer esa pregunta cuando me sentí estúpido por haberla hecho. Me miró con cariño y poniendo su mano sobre mi hombro, dijo:
-Nosotros no hacemos la guerra, porque creemos en Dios.
Me sorprendió mucho su respuesta. Yo también creía en Dios, pero últimamente estaba pensando que sólo los curas de mo colegio creían en El, y también la gente sin mucha cultura, porque tengo un tio que es físico nuclear de la universidad y dice que "a Dios lo mató la inteligencia".
-Tu tio es un tonto -aseguró Ami después de percibir mis pensamientos.
-No me parece; está considerado como uno de los hombres más inteligentes del pais.
-Es un tonto -insisitió Ami-. ¿Puede una manzana matar al manzano?
¿Puede una ola matar al mar?
-Yo había pensado que...
-Te equivocaste. Dios existe.
Me puse a pensar en Dios, un poco arrepentido por haber puesto en duda su existencia.
-¡Oye, sácale la barba y la túnica!
Ami reía, porque había visto mis imágenes mentales de Dios.
-Entonces... ¿no tiene barba; Dios se afeita?
Mi amigo espacial se recogijaba con mi confusión.
-Ese es un dios demasiado terrícola -comentó.
-¿Por qué?
-Porque tiene la apariencia de un terrícola.
¿Qué me estaba queriendo decir; que los extraterrestres no tienen apariencia humana?
-Pero, ¿cómo?... Dijiste que los seres humanos de otros mundos no tienen forma extraña o monstruosa, además, tú mismo pareces terrícola...
Ami, sonriendo tomó una ramita y dibujó una figura humana sobre la arena.
-El modelo humano es universal: cabeza, tronco y extremidades, pero hay pequeñas variaciones en cada mundo: altura, color de la piel, forma de las orejas; pequeñas diferencias. Yo parezco terrestre porque la gente de mi planeta es igual a los niños de la Tierra, pero Dios no tiene la firma de un hombre. Ven, vamos a pasear.

Comenzamos a caminar por el sendero hacia el pueblo. Puso su brazo sobre mi hombro, sentí en él al hermano que nunca tuve.
Unas aves nocturnas pasaron graznando a lo lejos. Ami pareció deleitarse con esos sonidos, aspiró el aire marino y dijo:
-Dios no tiene apariencia humana - su rostro brillaba en la noche al hablar del Creador- no tienen forma alguna, no es una persona como tu o yo. Es un Ser infinito, pura energía creadora... puro amor...
 
-¡Ah!
-Lo decía de una forma tan bella, que lograba emocionarme.
-Por eso, el universo es hermoso y bueno... Es maravilloso.
Yo pensé, en los habitantes de los mundos primitivos que él había mencionado, y también en la gente mala de este mismo planeta.
-¿Y los malos?
-Ellos llegarán a ser buenos algún día...
-Mejor hubieran nacido buenos desde el principio, así, no habría nada malo por ninguna parte.
-Si no se conociera lo malo, ¿cómo se podría disfrutar de lo bueno; cómo se podría valorar? -preguntó Ami.
-No entiendo bien.
-¿No te parece maravilloso poder mirar, ver?
-No se. Nunca lo había pensado... creo que sí.
-Si hubieras sido ciego de nacimiento y de pronto adquirieras la vista, entonces te parecería maravilloso poder ver...
-¡Ah, si!
-Quienes han vivido existencias duras, violentas, cuando logran alcanzar una vida más humana la valoran como nadie... Si jamás fuese de noche, no podríamos disfrutar del amanecer...
Ibamos caminando por el sendero iluminado de luna y bordeado de árboles, pasamos por mi casa, entré silenciosamente a buscar un suéter y volví al lado de Ami. Continuamos caminando y conversando. El contemplaba todo mientras hablaba. Aún no aparecían las primeras calles del pueblo ni las luces del alumbrado público.
-¿Te das cuenta de los que estás haciendo? -me preguntó de improviso.
-No... ¿qué?
-Estás caminando, puedes caminar...
-¡Ah!, si claro... ¿y eso que tiene de extraordinario?
-Hay quienes han sido inválidos, y luego de meses o alos de ejercicios logran volver a caminar, para ellos sí que es extraordinario poder hacerlo, y lo agradecen, lo disfrutan; en cambio, tu caminas sin darte cuenta, sin encontrar nada especial al hacerlo...
-Tienes razón Ami. Tu me dices muchas cosas nuevas...
 


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