Un día como el de hoy, pero del año 1991, se firma en la capital española el “Protocolo de Madrid”, por el que se designa a la Antártida “reserva natural dedicada especialmente a la paz y a la ciencia”, y que compromete a los países firmantes a proteger el territorio, garantizando la utilización del mismo para fines pacíficos y no se convierta jamás en escenario u objeto de discordia internacional. La Antártida es un territorio de 14 millones de km2, a los que en época invernal se suman otros 19 millones de océano helado, una superficie total que triplica a la del continente europeo. Sus temperaturas difícilmente superan los 0º. Su cadena montañosa es una de las más largas del mundo y alcanza cotas que superan los 4.000 metros de altitud; muchas de ellas son volcanes en actividad. Ratificado en 1998, y con una duración de 50 años, prohíbe expresamente “cualquier actividad relacionada con los recursos minerales, elimina también el uso de pesticidas e incluso la presencia de perros, así como cualquier otra actividad que pueda amenazar el mantenimiento del ambiente antártico en condiciones casi vírgenes. El “Protocolo de Madrid” significa un instrumento único que asegura la conservación de la Antártida, una tierra única, poseedora de un gigantesco laboratorio para el desarrollo de las ciencias geológicas y biológicas.