Muy bien. Respira hondo. Ésta es indudablemente una de las áreas más importantes de nuestras vidas en lo que a la cabrona interior se refiere. En realidad, el sexo es una de las cuestiones fundamentales. Punto. De ahí se deduce que es de suma importancia estar en contacto con nuestra cabrona interior antes de acostarnos con alguien. He aquí el porqué.
Selectividad
Estar en contacto con nuestra cabrona interior nos garantiza que elegiremos cuidadosamente a las personas con las que compartiremos nuestros cuerpos.
Muchísimas de nosotras, sólo por ser amables, hemos terminado acostándonos con personas con las que (después nos dimos cuenta) no querríamos tomar ni siquiera una taza de café. (Por favor, ¡sabes que es cierto!).
¿Las justificaciones? "No quería herir sus sentimientos». O: «No lo sé, sólo sucedió». No hay necesidad de flagelarnos por lo que pasó. ¿Pero es necesario continuar haciéndolo?
Yo creo que no.
Orgasmos
El encanto tóxico puede ser un serio impedimento para la satisfacción sexual. «No quería que pensara que no era feliz», dice la chica encantadora después de meses (o años) de sexo insatisfactorio. Estar en contacto con nuestra cabrona interior nos garantiza que llegaremos al orgasmo. Incluso con otras personas.
Y tampoco tenemos miedo de que nos digan lo que quieren que hagamos. Todo el mundo gana cuando la cabrona está en la cama.
Sexo seguro
Estar en contacto con nuestra cabrona interior nos garantiza que, después de haber elegido con todo cuidado, no supondremos que, en virtud del encanto, sería imposible que nuestro compañero (o nosotras mismas) tuviera una enfermedad de transmisión sexual. El encanto no inmuniza a nadie.
Insistir en practicar sexo seguro puede ser difícil, pero considera las alternativas. Entonces, ¿cómo aborda el tema la cabrona interior? De frente.
Por ejemplo: todo es perfecto, las lámparas a media luz, la música que suena suavemente y tú has pasado la noche anticipando ese momento. Suspiráis, os miráis a los ojos... Nadie quiere romper el hechizo del momento, pero tú sabes que debes hacerlo.
-Querido -dices-, ¿tienes condones?
-No, mi amor -contesta-, pero puedes confiar en mí.
-Yo creo que no -dices haciendo acopio de todo tu carácter.
Si su respuesta es:
-No, pero voy corriendo a la farmacia.
Ofrécete a conducir.
Y recuerda, ahora somos adultas. Está bien tener condones en el bolso.
Elizabeth Hilts
Manual de la perfecta cabrona.-