La cabrona interior simplemente existe, así como el cielo simplemente es el cielo, y los platos, una vez sucios, deben lavarse. No hace falta señalar a nadie con el dedo. Y tampoco existe razón alguna por la que haya que pedir perdón por estar en contacto con ella. Después de todo, es la parte de nosotras mismas que sabe lo que en realidad nos importa y queremos.
Ella sabe que nos enorgullecemos de nuestro trabajo y que exigimos cierto nivel, tanto de los demás como de nosotras mismas.
Ella sabe que queremos que nuestros amantes nos satisfagan en la cama.
Ella sabe que queremos que nuestra mejor amiga, la novia, entienda que vestirse con tafetán después de los doce años es ridículo.
Ella sabe que queremos que el mundo mida nuestros logros, y no nuestros cuerpos.
Ella sabe que deseamos ser capaces de decir lo que sabemos, sin recibir a cambio humillantes epítetos.
Mientras sigamos negando que la cabrona interior es parte de nosotras mismas, mientras continuemos rindiéndonos al encanto tóxico, no conseguiremos nunca lo que queremos. No obtendremos lo que necesitamos, y ninguna de nosotras alcanzará realmente lo que es bueno para todas.
Elizabeth Hilts
Manual de la perfecta cabrona.-