*Uno a uno se ubican los pies tras un corto trote, irguiéndose y encarando a los esbirros sobre el suelo, escuchando con atención las últimas palabras del que habló, más cierta curiosidad se hace presente antes las palabras dadas. De repente aquella sensación se hace manifiesta en la reacción de este guerrero, mientras observa con atención el avance de quien viste un recubrimiento extraño y oscuro. “Es posible que él sea quien comandaba a estos soldados, por eso la seguridad del último soldado antes de morir… Sin embargo esa presencia, es muy fuerte” Con este pensamiento gira gradualmente la dirección de su rostro y cuerpo en el sentido de aquel nuevo oponente, más la interpelación de éste y aquella energía que despliega causan mayor atención en el Dorado. – Soy Dohko de Libra, Santo de Atenea – Un paso adelante y la mirada fija sobre su oponente. – Y aunque te opongas, cruzaré esas puertas … - La diestra se eleva, señalando la entrada de esa inmensa catedral. – Y encontraré a Hades. Cube, no me detendrás, debo evitar un derramamiento de sangre innecesario. – Con esta afirmación la diestra se retrae nuevamente junto a su cuerpo, tensionándose al igual que la izquierda en densos puños que despliegan un albor esmeralda, que se expande con gracilidad a todo el cuerpo, de forma que se muestra como el centro de una flama en crecimiento de energía.*

*Palabra a palabra sigue lo que comenta el oscuro peleador, en tanto que toma cuidado y atención de aquella figura femenina que se plasma en ese espacio. “Así que ese es tu arcano” razona atento al despliegue de ese cuyo rostro está oscuro, sin embargo algo en sus palabras, así como la mención de esa gran pintura hacen cavilar al Dorado. “Acaso he llegado tarde y mi estrategia no servirá de nada?... Aún así no importa, debo llegar hasta Hades, y si está empeñado en esa pintura, entonces deberé detenerle y derrotarle.” La mirada viene a reflejar una determinación un tanto más recia que antes en cuanto se fija atento en la máscara de ese personaje. – Cube, quien no entiende eres tú. Mi misión es salvar a esta humanidad. Para un Santo de Atenea la promesa a su Diosa es lo más importante. Y no me importa si tú o Hades han perdido la esperanza. – Los puños se aprietan más y más, liberando ligeras chispas que flotan alrededor de estos, chispas que brillan ligeramente más que el cúmulo energético que rodea la silueta del oriental. – Aquellos que tu llamas héroes, no son más que otros simples humanos, pero la ambición de la humanidad, acaso no será reflejo de la ambición de los olímpicos? Si tú y Hades consideran que la capacidad de amar y de soñar de la humanidad no merecen ser salvadas, entonces nosotros impediremos la destrucción de las huestes! – Con fuerza y ímpetu, el Dorado alarga sus piernas y en un instante desarrolla un correr con gran premura, arrasando el camino con cada paso dejando un ligero rastro tanto de corpúsculos, como de pisadas y en general un revuelo casi sin control de vientos en todas direcciones. En el último momento, la pierna derecha se fija al suelo, hundiéndose con maestría, para que actuando como puto de giro, permita que la pierna izquierda en completo estiramiento, se lance con un movimiento fluido, trazando un círculo de energía por donde arrasa su pie el aire, buscando de esta forma alcanzar el peto de su contrincante, contrastando aquella oscuridad, con la luz que despliega desde cada célula.*

*La arremetida es veloz y continúa aferrada a la fuerza y atención del Dorado. “Cube, acaso piensas detenerme recibiendo de lleno la patada?” Interrogante que alcanza a cruzar la mente del Dorado, en tanto observa la respuesta de su contrincante. El resplandor esmeralda se distribuye por el espacio rasgando momentáneamente lo sombrío de ese anochecer. Con gran fuerza y sintiendo cierto temblor en la cara interna del muslo derecho, contrayéndose con aplomo, cuando el desnivel acucia y con un estiramiento eficaz de su pie, balancea nuevamente su cuerpo en aquel giro, el puño diestro parece brillar de un momento a otro, refulgiendo en los ojos marrones de este guerrero oriental. El equilibrio momentáneo, es contravenido en cuanto el torso se contrae girando hacia la izquierda ahí donde la pierna aparece sujeta, aumentando con esta última contracción la inercia de su aspecto y aprovechando aquella desnivelación de equilibrios y fuerzas, el Dorado acerca su rostro peligrosamente hacia la máscara de su oponente, como si fijase su objetivo con gran cuidado. - Cube! Los intereses de los olímpicos en esta Tierra son conocidos desde la era del mito! y la soberbia de los Dioses no puede ser ocultada! - Acto seguido, el puño derecho desperdiga un tanto más de efluvios energéticos que van a entronar aún más el brillo esmeralda de este guerrero sobre la negra oscuridad. - La Humanidad merece sobrevivir, por la esperanza que pueden desarrollar!... Tú también deberías sentirlo! - Fiero y entre gran resplandor, el brazo derecho viaja con gran potencia, desgarrando el aire, causando una fricción tal que genera diversas estelas en todas direcciones, como si fuese un cometa esmeralda, el cual violento y peligroso se desplaza con tal velocidad hacia aquella máscara tan próxima, mientras retira su propio rostro el oriental, acuciando el contrapunteo y balance de ese movimiento impetuoso.*

*Grácil y precavido el Ateniense deja caer sus piernas con cierta inestabilidad, para que con unos cortos pasos, logre el compás de equilibrio, dejando que cada parte de su cuerpo se adapte a una postura erguida, recuperando el ritmo respiratorio gradualmente. Entre tanto la mirada aguzada permanece en vilo, siguiendo en detalle la reacción y situación de ese esbirro del Dios de los Muertos. “Así que pude alcanzarte… Pero no me fio de ti” razona mientras escucha aquella risa y el sarcasmo en sus palabras. “Pareciera que te gusta sufrir Espectro, acaso esa es tu naturaleza?. Qué más hay de ti que no conozco aún?” continua interrogándose con sus ojos revelando el profundo análisis que realiza este Guerrero, más no existe odio latente en estos, sentimiento extraño en este oriental. – Cube, al parecer no eres tan rápido, y es probable que tus palabras suenen mucho más alto que tus propias habilidades. – Pese a estas palabras no transmuta la seriedad en su semblante. Con un ritmo fluido la respiración junto a su espíritu dan a entender un acople que reverdece su aura, dotando de mayor brillo y luminiscencia, desplazándose como si fuese una nube esmeralda llena de energía tibia la cual resalta en aquel escenario. – Cube, es que aún no entiendes que no vengo a buscarte a ti? Acaso has perdido la esperanza de tener una vida? – La atención del Dorado se desplaza hacia aquella pintura, a la par que un rictus aparece en su rostro. “Debo apresurarme! El Patriarca o la misma Atenea pueden enviar más emisarios o Caballeros y todos caerán muertos y cuando esa pintura haya terminado, no habrá más esperanza!” Los puños se cierran con fuerza, desplazando a su vez una notoria fuente de energía y luz, con una grandilocuencia que ilumina todo el escenario, reflejando cada piedra, cada vetusto de vegetales aquel matiz esmeralda del Ateniense. – Cube apártate! – Viento desordenado y ojos impetuosos se acoplan entre tanto los cabellos se revuelven sin control en medio de aquella efusión de energía.*

*Sin menguar el brillo de la mirada del Librano se mantiene fijo sobre la silueta de su adversario, siendo testigo del desequilibrio ambiental y físico en ese espacio. – Estas equivocado espectro! Ustedes no vuelven a la vida! Ustedes son reutilizados por su Dios! – El viento aparece completamente desordenado arrastrando lascas de piedra, así como polvo de la tierra en aquellas arremetidas. – Nuestros espíritus son inmortales, porque no somos súcubos y por eso a cada generación las Armaduras Sagradas responden a quien las porta con lo que han aprendido desde antes y por eso incluso en algunos momentos pueden actuar por sí mismas, y por la misma esperanza que significa Atenea, mis camaradas vivirán por siempre, habiendo cumplido con determinación su función! – El rostro por lo general amistoso, se muestra completamente tenso, y casi simultáneamente a estas palabras se observa una silueta sobrepuesta al cuerpo del Dorado, como una expresión misma de la energía brillante que despliega este guerrero, algunas escamas aluden inicialmente a una forma reptil. “Tanta energía, no creí que pudiera ser tan fuerte... Es necesario que pelee con toda mi fuerza… Debo impedir que…” Pensamiento interrumpido ante la sensación de quietud y pasividad interior. “Acaso… Debe ser por su técnica…” Razonamiento fraccionado, dando lugar a un relajamiento muscular que parece convertir en laxos los fieros puños de este Dorado. – Aghhhh!!! – Grito fortísimo, casi instintivo, cuya misma potencia reverbera sobre la silueta que se sobrepone al Ateniense, para cobrar estructura, revelándose un Dragón que circunda alrededor de quien lo ha convocado, cuyas garras y dientes se ven amenazantes y destructivos. Nuevamente los puños se tensan y cada músculo se resalta en aquella concentración recreando una presión insoslayable sobre el escenario. “Debo concentrarme y atacar con toda mi fuerza antes de que ese canto me afecte más”. Cada parte de la silueta del Dorado restalla en cúmulos de energía, proyectando tal luz y brillo que se desenvuelve como una verdadera flama esmeralda. De un momento a otro, el Caballero se arroja sobre el espacio, dejando ondas de viento y piedras ante la presión de sus pasos y de aquella energía, desplazándose con aquella potencia y agilidad propia del Dorado de Libra. Cada pensamiento y motivación se dirigen con fuerza hacia la continuidad de aquel desplazamiento y a la ejecución subsiguiente. El dragón esmeralda que flamea, abre sus fauces y estira sus brazos, presto a desatarse sobre su objetivo, momento que es anunciado cuando como si fuese una detonación se oye de labios del Dorado. – ROZAN SHO RYUU HAAA!! – La diestra anuncia el rumbo y con esto un resplandor verde ilumina la noche, rasgando la oscuridad, entre tanto un rugido hace temblar la ya desbaratada tierra, mientras que a cada movimiento serpenteante aquel dragón funesto acorta distancia y extiende el caos en dirección de su presa. El corazón agitado, rebotando contra las costillas y los pulmones llenos de aire exigiendo al máximo el diafragma, así el Dorado expulsa aquella energía contenida, representando el poderío de aquella cohorte Ateniense, así como la legendaria habilidad del Guardián de la Balanza. Y de esta forma un hálito de incertidumbre se cierne sobre el escenario entre tanto, la expectativa aumenta y parece que incluso el mismo correr de los segundos se detiene ante los hechos que acaecen.*

*Las paredes de viento y polvo, así como las piedras y fragmentos de mármol que van de lado a lado, con gran potencia y sin control, empiezan a reducir su impasibilidad, entre tanto aquel caos parece socavarse cuya causante se refiere a la falta de una fuente o emisor de energía en ese momento en que ambas técnicas han sido desatadas. “Cube…” Una idea un tanto pausada, cuando la visibilidad del Ateniense se nubla un tanto, y los pulmones y corazón que estaban entregados a aquella exhalación energética, ahora enfrentan no sólo el desgaste de aquella presión inhumana, sino también a los efectos de aquellas melodías que se mantienen en el ambiente. Entre siluetas borrosas el Dorado logra observar como su oponente es arremetido por la conflagración de su técnica. “Atenea… Camaradas…” Una vez más, las ideas llegan fragmentadas y viscosas. Los pies parece tropezar y aquel avance ahora es un intento somero de permanecer en pie. Sin embargo y pese a aquel caos desatado a lo lejos alguna ave nocturna inicia su actividad y de esa forma su piar llega hasta el Dorado, quien ahora vence sus fuerzas para apoyarse sobre las rodillas, y en ese mismo instante aquel canto llega como algo sin igual. – Vaya… - Finalizado el piar, ahora se desarrolla un aleteo que también es percibido por el Ateniense y con gran esfuerzo eleva su rostro para notar como la luna entre las nubes da señal de normalidad en el escenario, mismo que parece una fea herida en la tierra. “Finalmente esto ha terminado” Idea fija en su mente, mientras que el sudor baña el rostro y cuerpo del Dorado, sintiendo en cada parte de su cuerpo aquel cansancio propio de un gran esfuerzo. – Sin embargo esto aún no ha empezado… - Gira su rostro para observar el cuerpo de Cube. – Has sido un oponente realmente hábil, he estado muy cerca de perecer en tus manos… - Con respeto mantiene su atención en aquel oscuro, para luego exigir su cuerpo y erguirse, mirando aquella Catedral. – Ha llegado el momento de que nos encontremos de nuevo… Alone. -*