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General: LEY DE LA NO RESISTENCIA
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De: Celeste Sanchez  (Mensagem original) Enviado: 27/11/2013 19:19









«No se resista al mal. No se deje conmover por el mal, pero trate de superar el mal por medio del bien.»

Nada en el mundo podrá oponerse con efectividad a una persona que sea absolutamente no resistente. Los chinos dicen que el agua es el elemento más fuerte pues es perfectamente no resistente. El agua puede perforar a la roca y barrer todo lo que hay por delante de ella.

Jesucristo dijo: «No os resistáis al mal», pues Él sabe que no existe en realidad el mal y, en consecuencia, no hay ninguna razón para resistirse. El mal surge de «vana imaginación» del hombre, es decir de la creencia en dos poderes: el del bien y el del mal.

Según una vieja leyenda, Adán y Eva comieron la fruta «del árbol Maya de la ilusión» y distinguieron de ese modo dos poderes en lugar de un único poder: Dios.

Por consiguiente, el mal es una ley falsa que el hombre ha elaborado a causa de un psychome, o sueño del alma, lo que significa que el hombre está hipnotizado por la creencia en el pecado, en la enfermedad, en la muerte, etc., por el pensamiento carnal, y que sus negocios y su cuerpo adquirieron la forma de sus ilusiones.

Hemos visto en el capítulo anterior que el alma es el subconsciente y que todo lo que el hombre siente profundamente, en bien o en mal, es reproducido por su fiel servidor. Su cuerpo y sus negocios representan lo que había imaginado. El enfermo imaginó la enfermedad; el pobre la pobreza; el rico la riqueza.

La gente me pregunta: «¿Cómo es posible que un niño pequeño pueda atraer la enfermedad, ya que es demasiado joven para saber él mismo su significado?». Contesté que los niños son sensibles y receptivos a los pensamientos de quienes los rodean y que a menudo no hacen otra cosa que exteriorizar las creencias de sus propios padres. Escuché un día a un metafísico afirmar: «Si usted mismo no es capaz de dirigir su propio subconsciente, cualquier otro se encargará de hacerlo por usted».

Las madres atraen inconscientemente sobre sus hijos la enfermedad y los desastres, terminándolos continuamente y mirando sus síntomas.

Una de mis amigas, por ejemplo, preguntó a una madre si su hijita había tenido rubéola. Respondió en seguida: «¡Todavía no!». Esto implica que esperaba esta enfermedad, con lo que de ese modo preparaba precisamente aquello que no quería para ella ni para su hija.

Sin embargo, aquel que está centrado y establecido en la verdad, aquel que no tiene más que pensamientos de buena voluntad hacia el prójimo y que no experimenta temor alguno, no puede ser alcanzado, ni verse influido por los pensamientos negativos de otros. Al emitir siempre buenos pensamientos, sólo recibe buenos a cambio. La resistencia es el Infierno, pues sitúa al hombre en un «estado de tormento».

Un metafísico me dio un día una maravillosa receta para asegurarme todos los premios del juego de la vida: es el colmo de la no resistencia. Ese hombre me dijo: «Hubo un tiempo en el que bautizábamos a los niños y, por supuesto, les dábamos varios nombres. Hoy en día ya no acostumbramos a bautizar más a los niños, pero bautizamos los acontecimientos y le damos a cada uno el mismo nombre. Si estoy en presencia de un fracaso, ¡lo bautizo como Éxito en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo!».

Vemos así la actuación de la gran ley de la transformación, fundada por la no resistencia. A través de su palabra este hombre transformó en éxito todos sus fracasos.

¿Querrá usted otro ejemplo? Una señora que necesitaba dinero y que conocía la ley espiritual de la opulencia, se veía obligada a encontrar a un hombre en sus negocios cuya presencia le transmitía un sentimiento de pobreza. Él hablaba de penurias, de límites; ella se dedicaba a percibir sus pensamientos de mediocridad, sentía aversión hacia él, y le acusaba de ser la causa de sus fracasos. Sin embargo, ella sabía que para demostrar sus recursos divinos, él necesitaba en principio tener el sentimiento de haber recibido. El sentimiento de opulencia debe preceder al de su manifestación.

Un día, bruscamente, se dio cuenta de que ella «persistía» en distinguir dos poderes en lugar de uno solo. Se apresuró a bendecir al hombre en cuestión y bautizó la situación como un «Éxito». Luego afirmó: «Ya que no hay más que una sola fuerza, Dios, este hombre está aquí para mi bien y mi prosperidad» (precisamente lo que le parecía que no se había producido).

Poco después y por intermediación de ese hombre, ella encontró a una persona que, a cambio de un servicio prestado, le entregó una gran suma de dinero. En cuanto al hombre en cuestión, se fue hacia un pueblo alejado y se apartó de repente de su vida. La mujer afirmó: «Todo hombre es un medallón de oro dentro de la cadena de mi bien», pues todo hombre es una manifestación de Dios, que espera la ocasión, dada por él mismo, de servir al plan divino referente a su vida.

«Bendecid a vuestro enemigo, y desviaréis sus flechas», que se verán transformadas en bendiciones. Esta ley es tan verdadera para las naciones como para los individuos. Bendecid una nación, enviadle pensamientos de amor y de buena voluntad a cada uno de sus habitantes y ya no podrá perjudicaros más. No es más que por entendimiento espiritual que el hombre puede comprender la no resistencia. Mis alumnos me dicen a menudo: «No queremos ser como alfombras». Les respondo: «Cuando sirváis con la sabiduría de la no resistencia, nadie podrá pisotearos».

Y he aquí otro ejemplo: un día esperaba impacientemente una importante llamada telefónica. Me resistía a todas las llamadas que entraban y no llamé a nadie por el temor de no recibir la que yo esperaba. En lugar de declarar: «Las ideas divinas no entran nunca en conflicto, así que esta comunicación llegará a su debido tiempo», y dejar el tema al cuidado de la Inteligencia Infinita, comenzaba a dirigir yo misma las operaciones, es decir, me dedicaba a librar mi propia batalla, cuando ésta, en realidad, pertenecía a Dios («la batalla está en el Eterno»). Me sentía tensa y ansiosa. Durante una hora no se escuchó el sonido del teléfono. Entonces me di cuenta de que estaba descolgado y que no había línea. Mi ansiedad, mi temor y mi fe en el desorden habían tenido como resultado un colapso total del teléfono. Comprendiendo mi error, me puse inmediatamente a bendecir la situación y a bautizarla como «Éxito», afirmando: «No puedo perder ninguna comunicación que me pertenezca por derecho divino; estoy dirigida por la gracia de Dios, y no por la ley».

Una amiga se precipitó hacia el teléfono más cercano para pedir a la compañía que restableciera la comunicación. Entró en una tienda llena de gente, y el comerciante dejó a sus clientes e hizo él mismo la reclamación. Mi teléfono fue «arreglado» y apenas dos minutos más tarde recibí una llamada muy importante, seguida, una hora después, por la que yo esperaba.

Nuestras naves vuelven a través de una mar en calma (alusión a un célebre dicho inglés). En la medida en que un hombre se resista a una situación, la mantendrá. Si huye de ella, ésta le perseguirá. Un día, yo le comentaba esto a una amiga que me respondió: «¡Ah, cuánta verdad hay en tus palabras! Yo no era feliz en mi casa cuando era joven, no quería a mi madre, que tenía un espíritu crítico y autoritario; entonces me fui de casa para casarme, pero sustituí a mi madre por mi marido, que es exactamente igual que ella y, por lo tanto, me he encontrado con la misma situación».

Reconcíliate rápidamente con tu adversario. Lo que quiere decir: «Conviene que la situación es buena; no estés turbada y desaparecerá por sí misma». «Ninguna de esas cosas me afectan.» Ésta es una afirmación excelente. Una situación discordante proviene de un estado discordante en casa de quien la sufre. Cuando no haya en nosotros mismos nada que se haga eco de esa discordancia, ésta desaparecerá para siempre de nuestra vida.

Vemos, pues, que hemos de trabajar sobre todo en nosotros mismos. La gente me pide: «Rogad para que mi marido o mi hermano cambie». Yo les respondo: «No, voy a "rezar" para que cambies tú, porque cuando tú cambies, tu marido y tu hermano cambiarán también».

Una de mis alumnas tenía la mala costumbre de mentir. Le advertí que este método la llevaría al fracaso y que, si mentía, también le mentirían a ella, a lo que me contestó: «Es igual, no puedo impedirlo».

Un día hablaba por teléfono con un hombre del que se sentía bastante enamorada. Una vez terminada la conversación, se volvió hacia mí y me dijo: «No creo nada de lo que me dice; estoy convencida de que me está mintiendo». Yo le respondí: «Pues bien, ya que tú mientes, alguien te mentirá también y estáte persuadida de que aquél que te miente es aquel a quien desearías escuchar la verdad».

Algún tiempo después esa misma alumna me comunicó: «Ya estoy curada de la mentira». «¿Qué es lo que te ha curado?», le pregunté. «Acabo de vivir con una señora que ¡mentía más que yo!», fue su respuesta.

Con frecuencia nos curamos de nuestros propios defectos observándolos en los demás. La vida es un espejo y no vemos prójimo más que en nuestro propio reflejo.

Vivir en el pasado es nefasto y es también una violación de la ley espiritual. Jesucristo dijo: «Es ahora el tiempo propicio, el día de la Redención ha llegado». Como sabemos, la mujer de Lot fue transformada en una estatua de sal por haberse dado la vuelta para mirar cuando se le había ordenado que no lo hiciera.

El pasado y el futuro son los ladrones del tiempo. Conviene bendecir el pasado y olvidarlo; bendecir el futuro, con la certidumbre de las alegrías sin fin que nos traerá y vivir plenamente en el momento presente.

Escuchad esto: una señora se me quejaba de que no tenía dinero para comprar los regalos de Navidad. «El año pasado todo fue diferente: tenía mucho dinero y había hecho buenos regalos, pero este año no tengo más que deudas».

«Nunca podrá hacer usted una demostración pecuniaria mientras no se apiade de sí misma y mientras viva en el pasado. Viva plenamente el momento presente y prepárese para ofrecer regalos de Navidad. Excave sus propios pozos y el dinero aparecerá». «Ya sé lo que voy a hacer —exclamó ella—. Voy a comprar un bonito papel y un lazo plateado para envolver mis regalos» «Hágalo así —le dije—, y los regalos vendrán a colocarse en sus propios envoltorios».

Así pues, esta vez todavía había pruebas de coraje y de fe en Dios, ya que la razón aconsejaba: «Que los reservase, porque seguramente no los recibiría otro».

Mi consultante hizo exactamente lo que había dicho que haría, y algunos días antes de Navidad recibió un presente muy generoso. La adquisición del papel de regalo y de la cinta había impresionado de tal modo al subconsciente y le había ofrecido tales expectativas, que éste había abierto el camino a la manifestación del dinero. Mi amiga todavía dispuso del tiempo necesario para comprar sus regalos de Navidad.

Vivir el momento presente es esencial. «¡Vive plenamente este día! Ese es el saludo de la aurora.» Un día yo repetía sin parar (silenciosamente): «Espíritu Infinito, no permitas que me falle la suerte», y algo muy importante me fue revelado esa misma noche. Es muy necesario comenzar el día con las palabras de la verdad. Desde el despertar, haga una afirmación. Por ejemplo: «¡Que tu voluntad sea hecha hoy! Hoy es un día de realizaciones; doy gracias por este día tan perfecto, en el que los milagros se sucederán y los prodigios no pararán». Convierta esto en una costumbre y usted mismo verá realizarse los milagros, y los prodigios se desarrollarán en su vida.

Una buena mañana abrí un libro y leí: «¡Observa con admiración a aquel que está delante de ti!». Me pareció que era mi mensaje del día, y repetí sin parar «¡Observa con admiración a aquel que está delante de ti!». A las doce en punto, recibí una gran suma de dinero que estaba deseando para un objetivo concreto.

En el próximo capítulo indicaré las afirmaciones que nos dan los mejores resultados. Sin embargo, no debemos hacer uso jamás de una afirmación a menos que ésta deje plenamente satisfecha nuestra conciencia y que nos parezca absolutamente convincente; frecuentemente, una afirmación se verá cambiada para convenir a ciertas personas.

La afirmación siguiente ha proporcionado éxito a mucha gente: «Tengo un trabajo maravilloso, divinamente dado, sirvo lo mejor que puedo y estoy muy bien pagado.» Ofrecí los dos primeros versos a uno mis alumnos y él añadió los dos últimos. Eso constituye una afirmación muy poderosa, pues todos los días tenemos que encontrar un pago perfecto por un servicio perfecto. Por otra parte, resulta fácil hacer penetrar los versos en el subconsciente. Mi alumno se puso a cantarlos mientras trabajaba y poco tiempo después la afirmación se transformaba en realidad.

Otro de mis alumnos, un hombre de negocios, resolvió sustituir su «trabajo» por «negocio». Al día siguiente, encontró y realizó un negocio de los más brillantes, a pesar de que llevaba varios meses inactivo.

Cada afirmación debe ser esmeradamente hecha y debe expresar todo aquello que sea necesario. Conozco a una persona que necesitaba buscar trabajo. Encontraba muchos pero en ninguno de ellos se le pagaba bien. Pensaba añadir a sus pensamientos: «Sirvo lo mejor que puedo y se me paga muy bien por ello». ¡La abundancia es un derecho divino del hombre! ¡Tiene derecho a la superabundancia! «¡Sus graneros deben estar llenos, y su copa a punto de rebosar!» Ahí encontramos la idea de Dios para el hombre, y eso es lo que hará que se rompan las barreras de la penuria formadas en la propia conciencia. La Edad de Oro relucirá para él y ¡cada uno de sus deseos legítimos se verá realizado!

- Florence Scovel Shinn -



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