**Una ligera sonrisa se dibujaba en el rostro de Aioria al ver como sus enemigos eran alcanzados, aunque fuese ligeramente, por su veloz ataque.  Era verdad que los truenos de Aioria estaban más allá de la velocidad de los santos de plata, y que sin los poderes mentales de Asterión probablemente ambos estarían muertos; sin embargo el cosmos del león y su ofensiva aún no estaba a la velocidad luz que podía alcanzar. Marín se lanzaba al ataque en contra de su amado, sin embargo su velocidad se encontraba lejos de la de él. –Es inútil…- dijo el quinto santo de oro. Aioria, sin desdibujar aquella malvada sonrisilla de su rostro, volvió a elevar su puño a la altura de su hombro, iluminándose en el camino. Y de él, nuevamente miles y miles de rayos de dorados salieron disparados en  su contra, ahora solo concentrados alrededor de Marín. Probablemente no podría evitarlos. Al final, era su simple puño contra aquella exorbitante cantidad de relámpagos producidos por Aioria. ¿Qué pasaría ahí? También, dos nuevos santos arribaban al templo del león de oro.  Andrómeda y Pegaso.  ¿Cuál sería su intervención en la pelea? ¡La sangre pronto correría en la casa de Leo!**

Nota: Para acelerar las cosas, dejaré pasar a Andrómeda, pero Pegaso tendrá que quedarse en Leo. Esto, como simple nostalgia a la batalla original de las 12 casas del anime.  Esperemos que se reformulen los turnos.

 

**Sus miles de golpes parecían desgarrar la imagen de Marín, sin embargo en un instante esta desapareció. ¿Cómo había logrado desaparecer tan misteriosamente? Ahora aparecía a espaldas de Aioria, lanzándose con su mejor técnica. El león solo logró divisarla momentos antes de recibir el impacto, el cual lo derribó; lanzándolo varios metros sobre el suelo del templo de Leo. Su casco, el cual había recibido el mayor impacto, ahora rodaba sobre la terraza desprendiéndose de la cabeza de su amo, dejando su cabellera castaña al descubierto.  Sin embargo, aún en el piso, Aioria comenzaba a reír de una manera extraña. Lentamente se ponía de pie, con aquella mirada tan roja como las llamas del infierno puesta sobre sus enemigos. Escupió un poco de sangre sobre el piso, mientras sonreía. °° Esa ilusión no pudo haber sido creada más que por Asterión…  Seguramente esta ayudándose de sus poderes mentales para evitar mi velocidad… Pero ya no servirá más...°°  pensó para sí mismo el león de Nemea. Luego notó como Andrómeda salía rápidamente de la casa de leo, pero Aioria no le dio importancia a un insecto como él. Seiya elevaba su cosmos fúrico contra Aioria, pero este exclamó con un tono irónico en su voz. –Espera tu turno, Seiya… Terminare lo que comencé en Oriente y acabaré con tu vida.- De golpe, la luz dorada volvió a rodear su cuerpo con mayor fuerza y brutalidad que antes, mientras contemplaba al herido Asterión. Había recibido algunos golpes, y dudaba que se encontrase en su mejor forma física. -¡Veamos que tienes,  Asterión!- exclamó con furia Aioria, mientras su puño se envolvía en una deslumbrante luz dorada y el león comenzaba una veloz carrera en busca del  de Canes de Caza. Y, al estar a una distancia media entre él y su enemigo, lanzó con fuerza su puño en dirección del plateado mientras exclamaba -¡¡¡RELÁMPAGO DE VOLTAJE!!!-  Y una poderosísima ráfaga de poder dorado, moviéndose a la velocidad de la luz, salió disparada en busca de Asterión.  Ya no eran los incontables golpes que golpeaban en toda dirección, sino un solo y poderoso puño que arrasaba todo a su paso. Aioria sabía que, con el psíquico fuera, Marín y Seiya no tendrían la más mínima oportunidad de hacerle frente.  ¿Podría el herido santo de plata escapar del relámpago de voltaje? ¡La batalla por la quinta casa llegaba a su clímax!**

 

**El santo dorado de Leo mira con gusto como Asterión es destrozado por el poderoso relámpago de voltaje. Pero ahora tiene mayores cosas de las cuales preocuparse. Primero, Marín lanza incontables golpes contra Aioria, mientras que Seiya se abalanza con fuerza con un solo pero fuerte puño.  Bañado por la luz dorada que ilumina su cuerpo, Aioria da un poderoso salto hacia atrás, aterrizando metros lejos de su primera posición y dejando que el puño de Seiya, con fama de destructor, pase de largo sin mayores complicaciones. Pero es diferente con Marín, pues sus puños tal vez no son tan fuertes como el del Pegaso, sin embargo son muchos más. Teniendo aquellos golpes cerca, simplemente comienza a mover ambas manos a una tremenda velocidad, interceptándolos y apagando su destello.  –No entiendo que quieres decir con eso de “meteoros”…- Dice el león, con una sonrisa en el rostro sin dejar de atrapar y nulificar los cientos de golpes de golpes de Marín con sus manos . –Tus  golpes son tan lentos que no representan ninguna amenaza para mí- Entonces mira con diversión a Seiya-Los caballeros de bronce se mueven tan rápido como el sonido.- Con la misma burla sobre sus ojos, regresa su mirada a Marín y continuo su explicación –Incluso los caballeros de plata se mueven del match 2 al 5- Y, tras una dramática pausa donde no deja de esquivar o atrapar aquellos puños de cosmo, Aioria habla de su propia estirpe dorada- Eso no es nada para nosotros, los santos de oro.  Nosotros luchamos a trescientos mil kilómetros por segundo.  Cada uno de nosotros puede luchar a la velocidad de la luz. – y exclamó con una burlona sonrisa en su rostro -¡Su patética velocidad no es nada comparada con mi velocidad de la luz!- Sin embargo, apenas dijo esto, uno de los puños de Marín logró traspasarlo y golpearlo en el pecho. Portaba la armadura dorada, por lo que aquel golpe solo no fue ninguna amenaza para Aioria, pero poco después varios más comenzaron a traspasar su velocidad y golpearlo en el cuerpo. °°¿Qué demonios?°° piensa Aioria para sí mismo, mientras nota con impotencia como los meteoros de Marín surtían efecto en él y lograban golpearlo de vez en vez. Era verdad que la amazona de águila ya no era la misma que antes, y tras las batallas en las 12 casas su cosmos había crecido de una manera considerable, sin mencionar que apoyaba a la verdadera Athena.  °°¡NO PUEDE SER!°° grita en su mente, mientras los golpes lograran abrumarlo y lanzarlo contra uno de los pilares que sostenían el techo de Leo. Tras el impacto, que dejó su figura marcada sobre el pilar, Aioria se incorpora con lentitud. De su boca escurría sangre, al igual que de su frente, sin embargo, su mirada jamás fue tan fiera. No decía nada, incluso parecía gruñir como un león herido.  La luz dorada que lo rodea crecía más a cada segundo, y el cosmos que emanaba nunca tuvo tanta fuerza y poder. El cosmos de Aioria estaba en su climax, y su furia era tal que le hacía hervir la sangre. Nuevamente, sobre su puño derecho la luz se concentra, mientras chipsas y truenos se disparan de él. A las espaldas de Aioria la figura de un fiero león se dibuja, con sus pupilas verticales y sus colmillos puestos sobre sus enemigos. -¡Muere, Marín!- exclama furioso el herido león, mientras comenzaba una veloz carrera, lejos del alcance de cualquier santo de plata, hacía su amada.  Y al estar a algunos metros de ella, soltó su golpe cargado de gran parte de su poder-¡¡PLASMA RELAMPAGO!!- y, tras el nombre de aquella legendaria técnica, del puño de Aioria miles y miles de golpes a la velocidad de la luz salieron disparados buscando atrapar el cuerpo el águila y del pegaso. Una inimaginable red de golpes dorados que buscaban atrapar cada centímetro del cuerpo de sus enemigos, y desgarrarlos en la luz. Además, ahora sin la ayuda de Asterión debido a su lamentable estado, y que aún no llegaban a moverse tan rápido como un santo de oro, seguramente serian tragados por los millones de rayos de luz. ¡La batalla en el templo de Leo llega a su máximo apogeo*