**La revolución encabezada por Saori Kiddo en el santuario continuaba, mientras la tarde comenzaba a flaquear. Habían llegado ya al templo de Leo, cuya entrada era flanqueada por  un par de fieros leones que ahora parecían entristecer; casi la mitad de los 12 templos.  Desde la oscuridad que, en su mayoría, reinaba el interior del templo de Leo, el sonido de un par de botas metálicas resonó avanzando con seguridad hacia la entrada.  Y cuando un par de vivas antorchas iluminaron al orgulloso guerrero que avanzaba, este se mostró en todo su esplendor. Revestido con un  elegante ropaje sagrado del color del sol, y con una capa de seda tan blanca como la nieve a sus espaldas;  aquel muchacho de atractivo rostro y cabellera castaña quedose inmóvil y con la mirada en los que recién llegaban a su templo. Ese hombre era Aioria, caballero dorado de Leo; quién en oriente había jurado fidelidad a Athena, la única y verdadera. Ahora estaba en silencio, ante sus  compañeros de plata, con su mirar clavado en el de ellos. No eran sus fieros pero nobles ojos esmeralda, que tanto enamoraban. No.  Eran de un tono rojizo, llenos de furia y de odio. Como los de un demonio. Y ahí se quedo, en silencio. Bañado por la luz de las antorchas, con el ceño fruncido. ¿Qué era lo que le pasaba a Aioria? ¡La sangrienta batalla en el templo de Leo comenzaba!**

 

**Cuatro santos de plata arribaban al templo de Leo. Algunos parecían ya percatarse de lo diferente que se veía el noble caballero dorado y guardaban su distancia. Otros parecían confiar en Aioria y se acercaban a él como si fuese un aliado. El de Perseo hablaba con el dorado como a un amigo, sin embargo este lo interrumpió con una voz cargada de repugnancia hacia él y a su casta; como a todos los rebeldes del santuario. -¡Calla, caballero de plata!-  Y entonces una dorada aura lo rodeó rápidamente, cargada de agresividad y furia, haciendo que su capa revolotease con violencia a sus espaldas y mostrándoles a sus enemigos lo realmente poderoso que era. Entonces, bajó la mirada y mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro;  Las sombras producidas por su yelmo dorado creaban un antifaz de oscuridad sobre sus endiablados ojos  para volver a hablar a los 4 presentes, con potencia en su voz -¡Mi deber es vigilar esta casa de Leo y no puedo permitir que nadie pase por aquí!- Y entonces elevó la mirada, roja como las llamas del infierno,  y la clavó sobre la Argol, Asterión y Albiore -¡¿Les ha quedado claro, santos de plata?!- gritaba fúrico Aioria. Parecía que el de los canes y su percepción extrasensorial se daban cuenta de la revoltura en la mente del león de Nemea, y sus simples ansias de sangre. Pero cuando volteó a mirar a Marín, algo en él lo detuvo.  Un terrible dolor en su cabeza comenzó a aquejarlo, haciendo que aquella aura dorada se desvaneciera de golpe y Aioria se doblara, llevando una rodilla al piso y la diestra sobre su cabeza. Era verdad que, en tiempos de paz, Aioria amaba a Marín; y ella a él. Ambos eran santos, sí; pero también eran un hombre y una mujer; y el amor desprecia los límites. ¿Tal vez era la enamorada de Aioria la que desencadenaba esta reacción el león de Nemea?  Algunos gritos de dolor escapaban de entre dientes a Aioria y algunas venas sobre su cabeza se marcaban de sobremanera. ¿Qué diablos le pasaba al quinto guardián de oro? Abriendo por un segundo sus ojos; que nuevamente eran del color de la esmeralda; y denotando un inmenso dolor a través de ellos logró mentar por unos segundos con dolor en su voz –Es… Escap… en… ahora… Marín…-  Pero parecía que poco a poco la diabólica personalidad de Aioria retomaba el control. Esto era una oportunidad única para los santos de plata para escapar del templo de Leo, pero ¿Lo harían? Poco tiempo les quedaba y el león parecía regresar a aquel demonio que los recibió. ¡El amor vencía a la locura por un segundo!**

Nota: Con este post anuncio que eh decidido luchar contra Marín de Águila y Asterión de Perros de Caza. Argol y Albiore son libres de pasar por el templo de Leo (Con un tuno explicándolo, claro está) y dirigirse a Virgo. De llegar los santos de bronce antes de que mi encuentro termine, se reacomodarán las cosas.

 

**Argol y Albiore se habían adentrado ya en el templo de Leo, mientras Asterión y Marín aún trataban de sacar a Aioria del trance con palabras de aliento y recuerdos del porque portaba la armadura de oro. Sin embargo, esto no funcionaría. El maligno patriarca tenía al león bien domado.  Aioria, que aún se encontraba quejumbroso y arrodillado, por un instante guardó silencio extrañamente. El dolor parecía haber cesado, y ahora una ligera carcajada, que crecía a cada instante, brotaba del león de Nemea.  Y, de súbito, una onda  expansiva de cosmos dorado brotó de él; buscando alejar  y derribar a la amazona de águila de él. El cosmos que brotaba de él era nuevamente maligno y empapado de furia y odio. Parecía que el amor que sentía por Marín había logrado sacarlo de su trance solo un instante, y ahora regresaba a su forma diabólica. Poníase el león nuevamente de pie, rodeado de ese cosmos dorado característico de su casta y con una sonrisa maligna pintada en su rostro. Miró por un instante sobre su hombro, sabiendo que Perseo y Cefeo habían logrado escapar. Sin embargo, no perdía su horrible sonrisa del rostro. -¡No importan ese par de santos de plata!- exclamó Aioria- ¡Solo duros castigos, oscuros tormentos y una muerte más horrible de la que yo les pude haber brindado les esperan!- Y entonces calló por un instante, mientras cubría sus furiosos ojos con sus parpados. Y, sin dejar de brillar con aquel cosmos corrupto y manchado, continuo –El siguiente templo es el de Virgo. Shaka es su guardián y su poder es el más cercano al de Dios. ¡Pobres almas las de ellos! ¡Las compadezco!-  Y entonces regresó su mirada al frente, donde Asterión y Marín se encontraban. -… Pero ustedes…- dijo con cierto aire cruel y extraño en su voz –…morirán en este templo de Leo.- Su cosmos seguía brillando y a cada instante se hacía más y más fuerte. Algunos destellos eléctricos comenzaban a rodearlo, y la capa blanca a sus espaldas se movía con violencia. Sus ojos, rojos como las llamas del infierno, miraban a sus enemigos y no se saciarían hasta matarlos. ¿Qué destino les esperaba a los santos de plata? ¡Aioria, el león dorado planeaba asesinarlos!**

 

**-¡Basta de charlas!- Exclamó molesto Aioria, sin dejar de brillar con su cosmos dorado que iluminaba gran parte del templo de Leo.  Su ceño estaba fruncido, y su mirada asesina sobre Asterión y Marín.  Pero por un instante, cerró sus ojos y dijo con cierta agresividad –No tengo nada que hablar con ustedes…- Y entonces su puño derecho comenzó a iluminarse de sobremanera, como un pequeño sol brillando dentro de la quinta casa.  Su cabello comenzó a desafiar a la gravedad de una manera violenta, revoloteando y dándole un aire diabólico al caballero dorado. Elevó su puño a la altura de su hombro, y de él, miles y miles de destellos dorados salieron disparados, buscando impactar a sus enemigos.  Eran incontables golpes de velocidad impresionante, sin llegar a la de la luz; sin embargo probablemente para los santos de plata esto sería imposible de distinguir.  ¡El primer ataque de la batalla, a una extraordinaria velocidad! ¿Serían los santos de plata capaces de ver através de esta velocidad y derrotar al león de Nemea?**