*Es el viento helado del norte de Europa el que sopla de manera tenue en aquella explanada frente a la estatua del dios de los nórdicos. Ahí donde las guerras terminan con el mundo y los bravos guerreros luchan para ganar su acceso a la sala de los dioses es donde una figura solitaria avanza con firme convicción de cumplir su objetivo. Sus ojos fijos en la estatua y ambos puños cerrados manteniendo en su diestra mano el arco del mismo material y color que la armadura que cubre su cuerpo resaltando las alas que posee en su espalda. Su serenidad y seriedad son propias de un guerrero aun y cuando la tenue aura dorada que le acompaña al romper las nevadas de aquel sitio sea cálida y gentil. No hay pasos atrás para el guardián de sagitario y de igual manera escolta personal de la diosa del santuario. El más sabio de los caballeros dorados de su era y también el que demuestra el temple más calmado y la voluntad mas inquebrantable. “Athena, perdóname” mantiene en pensamientos al tiempo que sus pasos se detienen frente a la estatua del dios padre nórdico. –Delbar, esta guerra ha terminado, entrega a Athena- exclama con fuerza rompiendo el silencio y manteniendo su figura erguida con la vista al frente*

*Mirada decidida y porte digno propios de un guerrero de verdad, no existe duda en la mirada del santo de sagitario cuyo rostro escucha inmutable las palabras frías del maestro de los guerreros del norte. Por un instante sus puños se aprietan con enojo ante los calificativos emprendidos por este incluso para sus guerreros sintiendo como su cosmos aumenta en esa cálida aura dorada que pese a todo se muestra gentil y honorable. –No esperaba que cambiaras de opinión- menciona sereno al momento que a sus espaldas las alas de su armadura se abren generando un tenue viento dorado a su alrededor que provoca que la nieve a sus pies y alrededores se derrita apenas un poco despejando los suelos del palacio en el cual se encuentran. –Sin embargo, aun y si caigo yo existen guerreros dispuestos a dar su vida por la paz, tu jamás podrás ser maestro del santuario porque un ser como tú no puede llamarse maestro a sí mismo- clama con su tono gentil alzando su rostro para observar a su rival con la decisión ya tomada de enfrentarle y su cosmos esperando el momento de hacerlo, -Derbal, te mostrare que todos los guerreros que dieron su vida por protegerte son mucho más valiosos que tu ambición estúpida- su voz resuena en eco al tiempo que su cuerpo toma posición de batalla y su vista permanece alerta al igual que su cuerpo se tensa listo para la batalla*