*El trémulo aire hace silvar y aullar las torres del castillo como mil gritos de agonía, las tormentas no habrán de cesar mientras el oscuro Hades siga inoculando su negro cosmos en aquel pérfido castillo. Ahora que los santos resucitados se han movido al Santuario, los primeros derrotados han llegado con la cola entre las patas, seguro para pedir clemencia. Cuando los relámpagos iluminan la sala circular, las puertas frontales se abren de par en par, de glorioso porte entra Pandora, la señora del castillo, vestida de una túnica negra deja ondear sus largos y lasios cabellos oscuros mientras anda al centro de la habitación dejando tras de sí el tronar de sus tacones al chocar en el piso. Serena y sin enfados se sienta en el banquillo a un lado del arpa dorada, acomoda sus brazos alrededor de las cuerdas y alza las manos en su búsqueda, suspira levemente y susurra -Los caballeros dorados revividos por mi señor Hades ya deben estar combatiendo en el Santuario, sin embargo tengo un mal presentimiento. Radamanthys se ha encargado de Afrodita, ¿pero dónde esta ese otro?-. Pandora cierra sus ojos y suavemente comienza a jalar las cuerdas de su arpa en tonos armónicos que entonan una melodía melancólica como los muros de ese castillo de antiguas glorias, esperando algo mientras la lluvia resuena fuera, en la cúpula angélica del cuarto.*

*A pesar de la risa del santo resucitado Pandora no cesa de tocar la triste melodía de su arpa, concetrada con ojos cerrados no mueve otro músculo. -Simplemente tu olor te delata caballero, yo Pandora que comando a los espectros de Hades conosco la muerte mejor que tú. Y no importa lo que intentes pues ni tu torturada alma será capaz alguna vez de conocer a mi señor Hades. Radamanthys fue muy tonto en dejarte escapar, pero menos podría esperar de un perro con mal olfato-. Las mangas de la túnica de pandora resvalan por sus delicados brazos dejando ver en su brazo un largo adorno que se enrosca en el antebrazo, muñeca y dedo medio con la apariencia de una serpiente cuyos ojos brillan intensos. Pandora eleva su cosmos tan poderoso como el de una Diosa pero aun así no se desconcentra de la melodía que emerge del arpa, esperando que el caballero dorado se digne a aparecer.*

*-No eres más que un alma apesadumbrada, temerosa de lo que vive, no solo hueles a muerte, sino hueles al miedo que esta te provoca. En tu vida y la que ahora mi señor Hades te ha prestado enmascaras con soberbia y el poder del infierno tu temor a morir. Pero ahora esas 12 horas que Hades te ha regalado están por finalizar en mis manos... ¡Arrodillate perro lamebotas!-. Genera Pandora con voz estruendosa y dominante a la vez que su cosmos se despliega como estática eléctrica. Sus manos se mueven más rápido y con mayor agresividad sobre las cuerdas del arpa tornando una meolodía rencorosa, y con su poder, la señora del Inframundo lanza ondas eléctricas hacia el caballero resucitado que comienzan a apoderarse del recinto entero. Pues no habría escapatoría del poder de la mujer y que seguro pondría de rodillas al santo, injectando su cuerpo de electricidad para torturarle, de ser atrapado poco podría hacer pues ni un juez del Infierno es capaz de soportar la implacable personalidad de Pandora.*

*La dama del Inframundo se muestra despreocupada de que la fuerza electrificante no haya logrado alcanzar a su oponente y ni siquiera rosarle de cerca, pero ahora el santo resucitado muestra la ofensiva contra Pandora que se mentiene tocando el arpa de melancólica melodía. Las Ondas Infernales letales como simplemente es su fama no es algo que la mujer más poderosa sobre el Inframundo se deba de preocupar. Pandora alza la mano derecha y la baja hacia las cuerdas de su intrumendo arrastrando sus dedos y acariciando cada una, despidiendo de estas un ruido estridente como trueno y desatando un muro de relámpagos que van desvaneciendo las Ondas Infernales, diseminando la energía y los vapores espectrales en el aire hasta desaparecerlas. -Me pregunto cómo es que un perro como tú haya logrado ser caballero dorado, tal vez todos los tuyos son igual de débiles... Si la música no te agrada tal vez deba tomar medidas más  determinantes-. Pandora abre sus negros y profundos ojos mirando directamente al caballero, separa las manos de su instrumento y a un lado de ella y tras los pliegues de su larga túnica un tridente sostenido por una serpiente se alza en el aire, la dama se pone de pie asida de aquella maléfica arma. Tan gloriosa y magestuosa la mujer observa imponente desde su pedestal al santo de Cáncer. Su cosmos no desmerece y se eleva horrible sobre el reducido recinto.*