** La mítica Asgard los nórdicos parajes desolados situados al noroeste europeo esos son los dominios del dios vikingo Odín, donde los destellos de apolo se ven opacados cotidianamente por aquella dantesca capa de nubes grisáceas. Extensos altos  valles de enormes pinos escarchados por la pulcra nieve, unas tierras donde la escasa vida es difícil para los pobladores por los extremos climas frívolos. De pronto la soledad se disipa ante el arribo de una misteriosa presencia desconocida en el entorno local un ser se abre paso hundiendo sus botas metálicas por los senderos nevados, tratándose de una figura masculina de atlética apariencia cuya humanidad yace bajo la protección de una de las ciento ochenta y ocho fantasmagóricas surplices, coraza oscura carente de vida digna de pertenecer al ejercito del dios hades. Reluce un enorme par de alas metálicas que engalanan su espalda Es así como ese enigmático invasor detiene su andar en seco. – Tengo que estar cerca de aquella entrada, he de cumplir mi misión – enuncia aquel ser de la oscuridad mismo que mantiene en el anonimato de su identidad gracias a aquel peculiar yelmo bélico con la forma de la testa del basilisco aquel monstruo mitológico temido por su mortandad, sintiendo como las ventiscas gélidas se ven controladas a voluntad del recién llegado mismo que sigue su recorrido sin dejar de inspeccionar los alrededores estando atento a lo que se llegase a presentar. **