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ALEJANDRA STAMATEAS: Tengo más de 40 pero actúo como de 16
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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: Alondra bat Yeshúa  (Mensaje original) Enviado: 07/11/2010 19:46

Tengo más de cuarenta pero actúo como de dieciséis

Jonás 1:17
«El Señor por su parte dispuso un enorme pez para que se tragara a Jonás quien pasó tres días y tres noches en el vientre del pez. Entonces Jonás oró al Señor su Dios desde el vientre del pez
Jonás 2:7«Al sentir que se me iba la vida me acordé del Señor y mi oración llegó hasta ti hasta tu santo templo.»
Jonás 2:10 «Entonces el Señor tomó una orden y el pez vomitó a Jonás en tierra firme»


Dios le dice a Jonás que tiene que ir a hacer una tarea y él dice: “la verdad no me interesa hacerla, no quiero hacer lo que me está diciendo Dios”, y se va para otro lado; y viene una gran tormenta –se estaban todos por ahogar– y él dice: “acá el responsable soy yo, porque tenía que hacer una cosa y no la hice; tírenme al agua.” Tres días y tres noches pasó Jonás dentro del vientre del pez; eso habla del tiempo, pero no sabemos cuánto es ‘tres días y tres noches’; pueden ser treinta años, pueden ser tres meses, pueden ser tres años; pero es un período de tiempo donde Jonás está metido en el vientre del pez, un lugar oscuro.

Voy a hablar de la segunda adolescencia de las mujeres. Saben que todas las mujeres pasamos por dos adolescencias, y los hombres también. Cuando el hombre empieza a ponerse la cadenita, la pulserita… pero eso lo dejamos para otro día. Hoy voy a hablar de nosotras, las mujeres que pasamos por la crisis de la media vida. ¿Cuántas sintieron que pasaron por esa crisis? ¿Cuántas todavía no pasaron? ¿Cuántas no saben si pasaron si la están pasando? Vamos a ver si la estamos pasando, si ya la pasamos o si vamos a estar dentro de poco.

La crisis de los cuarenta años no quiere decir que venga justo cuando cumplís cuarenta años. Generalmente viene en las mujeres un poquito antes –treinta y siete, treinta y ocho– y se va preparando. Y a algunas mujeres les viene un poquito después –cuarenta y dos, cuarenta y tres, cuarenta y cinco cuarenta y siete–; en algunas dura cuatro, cinco años. Esta crisis en otras dura diez años o más. Las que tienen cincuenta tienen todavía como para seguir un ratito más; nos abarca a todas las mujeres, pero sí o sí –con más ruido o con menos ruido– vamos a pasar por esa crisis. Y yo te digo te conviene que pase con ruido, para que te des cuenta cuándo empieza y cuándo termina.

¿Qué significa estar en la crisis de la media vida? Alguien la definió como ‘pasar una etapa en que las mujeres normales parecen volverse locas.’ ¿Cuántas dicen: “esa soy yo”? ¿Te dijeron que estabas loca?, ¿te dijeron que nadie te entiende…? Bueno: estás en el medio de la crisis de la media vida, ponéte contenta. Las que tengan sesenta o setenta digan: “yo estoy pasando la crisis de la media vida también.”

¿Por qué quería hablar de este tema? Porque hace un montón de tiempo que quería investigar y preguntar acerca de este tema; porque todas las mujeres pasamos o pasaremos en algún momento por esta crisis. Y muchas veces no sabemos y no entendemos nosotras mismas qué es lo que nos está pasando, y por eso tomamos a veces decisiones negativas equivocadas.

Este mensaje lo tienen que escuchar los maridos también, los hombres, las parejas tienen que escuchar este tema; porque le vamos a dar material para que nos entiendan.  Tu marido –que no te entiende, que te dice que sos una histérica loca, que nada te viene bien– vos tenés que llevarle el audio y decirle: “escuchá lo que me está pasando”, y sino se lo das a escuchar a tus hijos, porque tus hijos tampoco entienden lo que te pasa, y te ven que un día estás llorando y que otro día estás loca de la vida, feliz; te ven que un día te ponés una pollera larga y al otro día te pusiste la minifalda, y le pediste a tu hija la bombacha prestada, y dicen: “mamá enloqueció” o dicen, “ché, vamos a bailar” y tu hija adolescente no entiende nada; dice: “¡mamá quiere ser una piba!” y no te entienden… bueno, llevales la grabación de este mensaje para que te entiendan.

¿Qué es la mitad de la vida? La idea principal que tenemos las que cumplimos cuarenta o tenemos más de cuarenta, o estamos llegando a los cuarenta, es que queremos un cambio. ¿Cuántas quisieron cambiar alguna vez? Pero la crisis de los cuarenta aparece como querer un cambio en algún área de nuestra vida, y luego vamos queriendo cambios en todas las áreas de la vida. No es sólo un cambio; queremos que cambie todo. Por eso se habla de una crisis: porque no es solamente que quiero cambiar el auto, o me gustaría tener otro trabajo, o me gustaría cambiar la vida de pareja; empieza por una cosa pero después absorbe todo. En un momento te das cuenta que querés mudarte del mundo, que no querés ver más ni a tu marido, ni a tus hijos, ni a tu jefe; que querés desaparecer de esta tierra, que querés tener todo distinto y nuevo; porque justamente la crisis de la media vida se caracteriza porque queremos un cambio. Y no está mal.

 ¿Qué querés cambiar? La vieja estructura de vida que tenés por una nueva; querés dejar de hacer lo que estás haciendo hasta ahora y querés hacer algo diferente. ¿Cuántas quisieron eso alguna vez? Al principio dijimos: “quiero cambiar un elemento” y después: “voy a cambiar todo”; porque lo que quiero hacer es redefinir mi identidad: quién soy yo; porque hasta la mitad de la vida nos pasamos cumpliendo un montón de roles: fuimos nenas, fuimos alumnas, fuimos hijas, fuimos novias, fuimos esposas, fuimos madres, fuimos empleadas, fuimos jefas. Hasta los cuarenta ocupamos todos esos roles y más. ¿Cuántas han ocupado un montón de roles desde chicas, y más? Pero no hemos tenido tiempo para definir realmente en cuál de esos roles nos queremos quedar, o si queremos tener un nuevo rol. Como estuvimos tan ocupadas –que éramos alumnas, estudiábamos en la escuela secundaria, en la universidad, después nos pusimos de novio, nos casamos tuvimos a los hijos, vino uno, después otro, tal vez un nieto antes de los cuarenta, y tuvimos que salir a trabajar; o después fuimos amas de casa– y no tuvimos tiempo para decir: “de todo esto… ¿realmente qué es lo que quiero?; de todo esto, ¿qué es lo que me gusta, qué es lo que me llena, qué es lo que me completa, qué es lo que me hace feliz?” Estamos redefiniendo nuestra identidad. Por eso en esta etapa el mejor consejo que te puedo dar (después te voy a dar el paso a paso) pero el mejor consejo que te puedo dar es que hagas una pausa. Decí: “tenés que tomarte un té, tomarte más de cinco minutos y hacer una pausa para volver a encontrarnos con nosotras mismas.” Porque es como que nosotras somos un rompecabezas que está armado de una manera; todas las piezas ubicadas: mamá, hija, empleada, jefa, líder de un grupo; todas las piezas están ubicadas. Pero cuando vienen los cuarenta y la crisis de la media vida, es como que queremos desarmar ese rompecabezas y tenemos que volver a armarlo, pero como nos gusta a nosotras. Así que vamos a volver a armar a través de este mensaje ese rompecabezas que somos nosotras.

¿Cual es la característica de esta etapa? Hay una explosión emocional. ¿Vieron que en la adolescencia –que es otra crisis– hay una explosión hormonal? A los cuarenta hay una explosión emocional. Toda esa energía emocional tiene que ser así de fuerte para sacudirnos, porque si esa energía emocional no es fuerte, y esa etapa o esa crisis pasan desapercibida a nuestra vida, nuestro crecimiento después va a ser limitado. Por eso es bueno hacer ruido en esta etapa. No tengas culpa de hacer ruido, no tengas culpa de que te digan que sos una loca, no tengas culpa de que la gente no te entienda. Decí: “estoy haciendo ruido porque cuanto más ruido haga, más crecimiento voy a tener después.” Mirá que te hiciste notar… ¿Cuántas se hicieron notar después de los cuarenta? ¡Claro que sí! “Uh, ahí viene la que siempre tiene un problema, viene la que nos volvió loca tras ocho años que no sabia qué quería de la vida…” Tenés que hacer ruido, porque es una etapa de explosión emocional, donde las emociones están bien a flor de piel y hay que poder hacer una pausa para sentir esas emociones, y para agotarlas, para construir una nueva vida… la vida que queremos vivir.

Hay dos emociones que aparecen en ese momento de explosión emocional, y en esto me van a dar la razón: depresión y ansiedad. ¿Cuántas sintieron depresión seguida, seguida, seguida y ansiedad? Son las dos emociones más fuertes que se activan después de los cuarenta. ¿Por qué depresión? La depresión es una reacción natural a la pérdida. Vamos a perder cosas después de los cuarenta, por ejemplo: perdemos juventud, hay cosas que el cuerpo va perdiendo, ¿sino por qué vamos a centros de estética?, porque nos ponen colágeno, nos ponen un montón de cosas que la misma piel, el mismo cuerpo va perdiendo; perdemos fuerza, perdemos amigos, perdemos opciones ilimitadas… hoy después de los cuarenta vas a buscar trabajo y no tenés toooodas las opciones del mundo; tus opciones están limitadas. Antes de los cuarenta el mundo era ilimitado para vos, podías ir a todos lados y sabías que ibas a vivir toda la vida. De pronto, ahora cuando llegás a los cuarenta, te das cuenta que no vas a vivir toda la vida, que no te queda un montón de tiempo de vida, que viviste gran parte de tu vida y encima parece que esta otra parte se te está pasando muy rápido, o sea: opciones limitadas. A veces se pierden sueños, frustraciones… decí: “ya se me pasó el cuarto de hora, ya eso no lo voy a lograr nunca más.” Se pierden energías, oportunidades… en fin.

La depresión viene porque nos cuesta mucho dejar ir al pasado: queremos retener ese pasado, queremos retener esa juventud, queremos retener que todo nos quedaba bien y ahora las cosas no nos quedan bien, queremos retener la lozanía de la piel, queremos retener esas amistades, queremos retener las oportunidades, queremos retener ciertos momentos. Como sabemos que no lo podemos retener, que aunque queramos hacer fuerzas las perdemos, y que se van, entonces nos viene la depresión, que está ligada al pasado. De ahí que a las mujeres depresivas después de los cuarenta años les agarra una irritabilidad impresionante… nos enojamos por cualquier cosa, estamos furiosas, nos peleamos, somos más peleadoras que antes… ¿cuántas sintieron eso? Más peleas, gritás más, te enojas más, tenés tendencia a discutir, lloras más frecuentemente. Y a veces no saben ni porqué; “yo lloro pero no sé por qué lloro, pero me levanté mal”, y tu marido dice: “¿¡qué te pasa!? ¿qué querés que te dé, mi amor?”, “no mi vida, no es eso”, “¿querés que te dé un hijo?, ¿no te soy yo mejor?”, “no, no es eso… realmente no sé por qué tengo ganas de llorar, pero lloro.” Y también muchas veces hay un alejamiento emocional, como que nos vamos recluyendo, como que queremos estar con gente pero un poco aisladas. Y vemos que la culpa de nuestra angustia y depresión siempre la tienen los demás, le echamos la culpa a medio mundo: “es el trabajo, es mi marido, son mis hijos, son las circunstancias, las amistades…” le echamos la culpa a todos. Y muchas mujeres tratan de cubrir esa depresión, y a los cuarenta años aparece la famosa ‘aventura sexual’… “tiro la chancleta, porque yo al final sigo siendo joven, al final tengo que seguir gustando y quiero probar otra cosa.” Quiero compartirles algo muy importante: estuve hablando con muchas mujeres que dicen: “¿y por qué no?, si yo vengo en el micro, y vienen todas mujeres, viene el chofer –el único hombre– ¿por qué no?, ¿por qué no con el chofer del micro…?” Y las mujeres están casadas, pero le hacen ojitos por el espejo al chofer del micro; el tipo tiene un solo diente, pero es un hombre, y si es un hombre vale todo, aunque tenga un solo diente, y encima cariado, pero no importa…

Depresión, hay mujeres que tapan la depresión con una aventura sexual porque no soportan verse depresivas, nerviosas, quejosas; no se soportan a sí mismas, porque no entienden por qué pasa eso. Pero acuérdense que esta etapa es una etapa de emociones depresivas; por eso toda la ira, toda la bronca aparece con más fuerza. Es como que hasta los cuarenta estaba todo ahí abajo, todo reteniéndolo… “me voy a casar, ya enganché, tengo hijos, tengo que cumplir con la sociedad, tengo un trabajito…” y vos ibas aplastando todas las emociones. “Bueno –decías– es porque tengo que hacer algo, tengo que determinar mi vida”, y vas aplastando. A los cuarenta irrumpe como un volcán, ¡salió todo! Por eso muchas veces aquellas cosas que no viviste en la adolescencia –porque las tapaste y surgen a los cuarenta– …¿no fuiste a bailar en la adolescencia? Decís: “¡no importa! Ahora me voy a vengar de todo lo que no hice antes”; salís a bailar, sacas las plumas

Y la otra emoción es la ansiedad, que no está relacionada con el pasado sino con el futuro, con lo desconocido. Después de los cuarenta ¿en qué me convertiré? Esa es la gran pregunta. “¿Me quedaré pelada?, ¿y cómo quedaré pelada?... las arrugas, ¿en qué me van a terminar transformando? La bombacha chiquita que uso ahora ¿cómo me la voy a poner después de los cuarenta?” …¡El hilo dental se te va perdiendo! Llega un momento que ya… “¿cómo me voy a poner el corpiño?” Porque después de los cuarenta ya no te pones el corpiño como antes, ¡te lo pones con más dificultad!, porque todo cae, “me voy a transformar en un monstruo”, y te viene ansiedad. “¿Cómo será pasar los cuarenta, tener cincuenta, tener sesenta?”. Decí: “¡estoy hermosa, estoy espectacular!”
Y aparecen las típicas preocupaciones por la salud, por el trabajo, cómo te vas a mantener económicamente, qué va a pasar si no trabajás, si estás sola y quedaste viuda, quién te va a mantener; y un montón de preocupaciones que te traen ansiedad.

¿Cuáles son las reacciones más comunes?: descontento generalizado. Hay un aburrimiento, es la etapa el aburrimiento. Ejemplo: “¿otra vez tengo que ir al trabajo?; ¿hasta cuándo me voy a aguantar este trabajo?, ¿hasta que me muera voy a estar en este trabajo?, ¿siempre voy a tener que hacer lo mismo, nunca nada nuevo, nunca una alegría?” Aparece un descontento generalizado… “con mi pareja –con el Cholo– ya nos conocemos… hace treinta años que estamos juntos, ya no hay nada nuevo; yo ya sé que él se va a levantar a la mañana, que va a erutar, que me va a saludar, y después me va a largar las medias para que se las lave; no tenemos nada para hablar…” Vida rutinaria matrimonial, rutinaria en el trabajo, sentirte que te levantás a la mañana siempre con un dolorcito en la rodilla –que antes no lo tenías–, ¡y te acordás que tu mamá se quejaba del dolor de rodilla y tuvo reuma!, y decís: “a ver si me pasa lo mismo…” y empezás a pensar como tu mamá. Cuando empezás a pensar como tu mamá, ¡sonaste! Sino vean el video de la ‘Feria del Libro’ que estuvo mi mamá hablando, ¡que casi me agarra un infarto! (no, estuvo muy bien, espectacular). Decís: “si quiero vivir algo nuevo tiene que ser ahora, porque me queda poco tiempo de vida, porque después de los cuarenta todo viene en declive” Y eso es una gran mentira, pero todavía seguimos trabajando o haciendo las cosas con ese pensamiento, que después viene el declive. Y decís: “mejor lo hago ahora, porque sino no me va a quedar tiempo; si me quiero poner una minifalda mejor que me la ponga ahora, antes de que se me caiga todo, porque después de los sesenta años ya no puedo usar una minifalda; entonces voy a aprovechar el tiempo.” Y así, con un montón de conceptos de descontento generalizado. Te levantaste a la mañana y te levantás furiosa, con una bronca bárbara porque te sentís una inútil, porque sentís que nadie te quiere, sentís que nadie te da una oportunidad, porque sentís que sos una mujer súper capaz, pero nadie te valoró; te levantas enojada, al mediodía te llaman por teléfono y te hacen una propuesta buena y estás feliz de la vida, porque parece que esa propuesta va a funcionar; y a la noche te empezás a enojar porque te sentís una inútil, que no le estás dando nada a tus hijos, que no sos una buena mujer o esposa, porque te vivís enojando, quejando, entonces esas variaciones de humor aparecen durante todos los días y durante meses y durante todos los años de la menopausia.
¿Cuántas han vivido esta situación, ese descontento generalizado? Nos pasa a todas…

Otras de las reacciones es sentirte perdida, como Jonás. Jonás tenía que ir a un lugar y cuando no hizo lo que tenía que hacer, Dios le mandó un pez y se metió dentro de la panza del pez. Y él estaba ahí, perdido. Es como que hasta los treinta años en tu vida hay luz, vos sabés más o menos qué tenés que hacer en la vida: por lo menos estudiar, casarte, tener un trabajo, tener hijos… más o menos estás orientada, hay luz. Pero parece que cuando entras en los cuarenta alguien te rompe el foquito y tenés que ir a oscuras, y no sabes muy bien hacia donde ir (no tiene que ser justo a los cuarenta, puede ser a los cuarenta y siete, o a los cuarenta y cinco, a los treinta y ocho). Entonces son tan fuertes las emociones, porque somos muy conscientes. Cuando éramos adolescentes esa crisis en realidad la vivían nuestros padres, porque a nosotros no nos interesaba nada, ni sabíamos que estábamos pasando por una crisis, pero sí nuestros padres. Pero en la crisis de los cuarenta somos muy concientes que la estamos viviendo, nos pasa a todas nosotras, y nos duele cada palabra, cada acción, cada sensación de fracaso nos duele a nosotras, la vivimos concientemente.

Y otra de las cosas es que queremos cambios ahora, y muchas veces cualquier opción nos parece buena porque es diferente. Y decís: “y bueno, voy a probar; ¿qué puedo perder?” y a veces se pierde mucho. Y acá es donde tenemos que tener el mayor cuidado, para cuidarnos a nosotras mismas. Porque la crisis de los cuarenta lo que hace es prepararte para tu otra mitad de la vida, y tenés que vivir la otra mitad de la vida muy bien; y que vivas, muy bien, va a depender de las decisiones que tomes en medio de esa crisis. Por eso: no porque sea algo diferente puede ser bueno para tu vida. Y ahí tenés que tener mucha sabiduría para saber el cambio que vas a seguir; porque no podemos seguir un impulso. ¿Saben?: el impulso es como el colectivo: viene cada diez minutos; cada diez minutos vas a tener un impuso. Y si vos seguís todos tus impulsos vas a terminar lastimada y herida. “Bueno, –decís– este hombre me guiñó el ojo, ¿qué estoy esperando?, ¿si mi marido no me da bolilla, mi marido no me habla, no me tiene en cuenta? Éste me guiñó el ojo, me voy con él.” Eso es un impulso; a los diez minutos va a venir otro impulso. Por ejemplo: “me voy a comprar un auto nuevo”, “y bueno, voy a dejar el trabajo, no quiero trabajar más en eso”, “y bueno, voy a vender la casa, voy a cerrar todo y me voy a vivir a una provincia tranquila.” Y vendiste tu casa, te quedaste sin nada, viajaste, te fuiste a una provincia y viviste peor que antes, sin plata, porque obedeciste un impulso. Decí: “no tengo que obedecer impulsos”

Porque la decisión que tome en esta etapa de mi vida va a formar el resto de mi vida, y yo no tengo tiempo para hacer tonterías… decí: “no tengo tiempo para hacer tonterías.” Esos son arranques falsos –“voy a dejar todo, voy a dejar todo, me voy a ir de casa, que mi marido pague el precio, voy a tener una relación extra matrimonial, me voy a mudar a otra ciudad, voy a poner toda la plata en este negocio, porque este hombre me parece que me está diciendo la verdad”–. Entonces pusiste la plata en un negocio malo, te quedaste con menos que antes, te fuiste con otro hombre y te quedaste con una culpa y una frustración impresionantes; se rompió tu familia, tus hijos, vos sos una mujer infeliz porque te acostaste con el otro, viviste diez minutos de placer pero después volvés a la realidad, a la conciencia. Y te das cuenta que no te sirvió para nada porque, si te sirviera, hacélo; pero el problema es cómo quedás después de esa decisión, cómo quedás después de haberte entregado a un hombre y que el hombre marchó, se fue y te dejó ‘en banda’, cómo quedas después de irte con un hombre… “y viajé, y me hice dos semanas en Cancún, y me fui con éste, y la pasé bomba…” y ¿después qué? Porque eso es el gran problema; no te estoy hablando si tomaste una decisión y fuiste feliz, y seguís siendo feliz; te estoy preguntando, qué pasó después. “Ah, pero… ¿¡quién me quita lo bailado!?” ¡No te lo va a quitar nadie, te lo puedo asegurar!: esa deuda que contrajiste no te la va a quitar nadie, la vas a tener que pagar vos; esa culpa interna que tenés la vas a vivir pagando inconcientemente, enfermándote, boicoteándote, no logrando los sueños, quedándote en tu casa con una depresión impresionante. Porque detrás hay culpa por una decisión que tomaste por impulso. Después de los cuarenta hay muchos impulsos que vienen a la vida, por eso tenemos que resistir la tentación de seguir un impulso, porque no nos podemos perder por un impulso, porque estamos armando lo que será el resto de nuestra vida. Todas queremos vivir bien, por eso no podemos actuar impulsivamente; tenemos que pensar con sabiduría. Hay mujeres que dicen: “si no lo hago ahora ¿qué?” …¡lo harás después! “Y no, porque mi vida está cuesta abajo” …¡mentira! Esas mujeres que hacen esas cosas, que toman decisiones impulsivas, son especialistas en escapes, se viven escapando para no buscar –en el fondo– realmente lo que están queriendo de la vida; por eso se viven escapando. ¿Y qué tenés que hacer?

1) No tomar decisiones por impulso

 

 
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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: Alondra bat Yeshúa Enviado: 07/11/2010 19:48

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1) No tomar decisiones por impulso

 

 
 

Para no tener que andar pagando después consecuencias desastrosas: hijos no deseados, cuentas que pagar, matrimonios destruidos, hijos destrozados y confundidos, los cuerpos deteriorados; pensás que te vas a hacer una cirugía de acá y de allá, ¡y quedaste echa una bruja! “…y bueno –decís– pero fue un impulso”; casas embargadas, vidas emocionales destruidas, depresiones profundas. Todo eso es escapar de la realidad para no enfrentar el problema. Y después de los cuarenta los impulsos pasan como el colectivo: cada diez minutos; hay un impulso cada diez minutos.

Como esa que se fue a vivir sola a una isla desierta; lógico… una cosa es pensarlo –y está muy bien– ¡y otra cosa es ir y hacerlo! Porque vos te podes ir a una isla desierta y estar tres semanas, ¿pero cuando volvés, qué? … en esas tres semanas no se solucionó toda tu vida, porque una cosa es “me voy dos días, pienso, estoy conmigo, me tomo un té, hago una pasusa…” eso está perfecto; pero tomar una decisión trascendental cuando estoy en crisis, y ver qué me puede pasar… El pastor Bernardo decía: “¿cuándo tengo que ir a buscar trabajo? …cuando tengo trabajo”, la bendición se busca cuando estoy bendecida, porque yo puedo elegir, optar; pero si estoy en crisis no tengo que tomar una decisión tan seria como invertir toda la plata que ahorré, o irme con otro hombre, o vender mi casa, dejar a mis hijos, hacer un viaje, para ver si me encuentro en la India o en África y encuentro ahí mi sentido de la vida.

¿Qué tengo que hacer?: dejar que el impulso pase; hacéle ‘ole’ al impulso. Que lo piense, no hay ningún problema; la cosa es que no lo hagas. Vos decile ‘ole’, deja que el impulso pase de largo. Por eso, un consejo: aprendé a tolerar algunas incomodidades, porque a veces es más fácil soportar la incomodidad que después soportar la conciencia de no haber soportado la incomodidad. A veces te sentís un poquito incómoda, claro que sí; pero a veces es preferible soportar la incomodidad antes que actuar por un impulso. Y detenernos a preguntar: ¿por qué eso que querés cambiar tiene que ser ahora? ¿Qué es lo que te corre?, ¿qué es lo que está sonando en el medio, que te molesta? Porque eso es lo que hay que resolver; la resolución no es “largo todo y dejo a mis hijos, mi casa, y me voy con otro hombre”, eso no es lo que te hace ruido; lo que te hace ruido es que lo querés hacer rápido y ahora. Porque tenés miedo de morirte, porque tenés miedo de estar vieja, porque tenés miedo de que nadie te quiera, porque tenés miedo de que te abandonen, porque tenés miedo ya estar en el cuarto de hora final.
Entonces eso es lo que hay que resolver, no la acción. La acción no te va a solucionar esto, que necesitas resolver con sabiduría. ¿Cuántas pasaron por esto? Vos tenés que tratar y pasar ese impulso, pasarlo por todas las emociones, por todo el rango emocional: “a este hombre, con el que quiero tener una aventura, ¿me lo aguantaría para el resto de mi vida?, ¿me aguantaría que erutara en la mañana, me aguantaría que estuviera en mi cama acostado conmigo? Pasá ese impulso por todas tus emociones, pregúntate “¿por qué ahora lo tengo que hacer?” Porque si después que pasaste la crisis eso sigue estando dentro de tu vida, tal vez es porque ese cambio lo necesitás ya, y no es un impulso. Tenés que diferenciar bien cuando viene un impulso a tu vida, para que puedas tolerar ese hecho de querer hacerlo, y preguntarte “¿me gustaría estar con esta persona?”, “¿me bancaría estar cinco o diez meses, cinco años de mi vida sin ver a nadie?...¿me lo aguantaría eso?”, “¿me aguantaría vender mi casa y andar de mochilera por todo el sur del país?, ¿cuánto tiempo?, y después cuando vuelvo me quedo sin casa.. ¿y cómo hago?” Hay que preguntarse.

Decí: tomar decisiones sabias, no me tengo que moverme por impulsos, tengo que hacerme tiempo para escucharme y …

2) Debo aprender nuevas habilidades

¿Tengo que correr riesgos después de los cuarenta? ¡Claro que sí! Estoy cambiando una vieja estructura por una nueva; pero debo correr riesgos manejables. ¿Qué son riesgos manejables? El mejor consejo que les puedo dar –y si ustedes atrapan este consejo hoy yo ya estoy feliz– después de los cuarenta hay que estudiar. Porque cuando vos estudiás incursionás en un campo nuevo, en algo que te gusta, que tal vez antes no lo pudiste hacer porque el tiempo no te dio; tenés que estudiar porque –como estamos armando la otra parte de nuestra vida– necesitamos información nueva y fresca que nos sirva para armar y establecer la otra parte de nuestra vida. Con lo que ya estudiamos nos sirvió hasta los cuarenta, y hasta acá llegamos, y hasta acá lograste todo; pero después de los cuarenta necesitás volver a formarte, necesitás volver a estudiar. Por eso yo quiero alentar a todas las mujeres que tienen más de cuarenta años: estudien, hagan una carrera, terminen la primaria y la secundaria, y después vayan a la universidad, o hagan un curso –ese de cocina que siempre quisieron–, hagan un curso de guía de turismo, vayan a estudiar asistente social, vayan a ser lo que quieran, ¡pero estudien! Decí: “tengo que estudiar para darle una forma nueva a mi vida.”

3) Tengo que tener buenos amigos

Después de los cuarenta necesitas tener amigos, para tenerlos, para hablar, que te escuchen, que estén preparados para escucharte. Porque a veces te sentís de más en los lugares, y le hablas a alguien y decís: “¿para qué se lo habré dicho; al final parezco una loca… hablo, hablo, pero nadie me entiende”, porque nadie te va a entender. Lo importante es que puedas hablar, no importa que te entiendan; lo importante es soltar todo lo que tenés para decir, porque hablar es sanador, hablar es terapéutico. Tenés que buscarte gente y decir: “no, no necesito que me des un consejo, necesito hablarte, que me escuches, necesito soltar toda esa maraña de emociones que son como una explosión que tengo adentro, y necesito sacarlas porque sino me voy a terminar enfermando.” Buscate amistades; acá hay mujeres que no tienen amigas y se tienen que buscar buena gente para hablar. Buscate alguien que escuche bien, que no te va a juzgar, que no te tiene que dar un consejo sabio; por eso no necesitas un súper inteligente que esté cera tuyo; necesitás una persona para hablar. Y cuando elijas una persona para hablar, si es mujer mejor; y si llega a ser hombre, acordate que acostarte con ese que estás hablando –que es tu buen amigo– es un impulso; lo tenés al lado para hablar, no para acostarte con él. Porque decís: “él me escucha pastora, él me entiende, él me mira con esos ojos…” pero buscate un amigo; no  ‘amigo con cama incluida’; amigo es amigo.

Y cuando puedas pasar el impulso de acostarte –que te van a venir ganas, porque sos un ser humano– ese que te escucha, que te abraza y te dice: “a vos tu marido no te entiende; yo sé, vamos a irnos juntos a una isla desierta…” y querés acostarte, (¡¿sí o no?!), tenés que pasar el impulso. Porque eso es un impulso; después no va a quedar nada de eso, o por lo menos nada bueno. Entonces: pasá el impulso y vas a ver la linda amistad que vas a tener con esa persona; va a ser tu mejor amigo, porque pudiste pasar los impulsos. Entonces él va a cumplir el rol que tiene que cumplir, o ella va a cumplir el rol que tiene que cumplir.

4) Tengo que aprender a trascender

Después de los cuarenta querida mujer, tenés que ir pensando de quién vas a ser maestra, porque la mejor manera de mantenerse joven, con fuerza, con vitalidad, es mentoreando a otra mujer de la generación que nos sigue. Si vos todavía no tenés a alguien a quién mentorear, te estás perdiendo la mejor etapa de tu vida. El mentorear a alguien, el ser maestra de alguien, darle todo lo que aprendiste, enseñarle todo a esa persona que es más joven que vos, va a hacer dos cosas buenas en tu vida: te vas a sentir joven porque vas a estar con la vitalidad, y en segundo lugar vas a poder dejar tu legado, que eso es lo más importante, para que todo el mundo te recuerde. En esta etapa tenés que buscarte a quién vas a mentorear en la vida; hay una mujer más joven que vos que está necesitando que le transmitas todo el conocimiento que vos tenés, que le transmitas toda la experiencia que tuviste y acumulaste hasta esta primera mitad de la vida. Tenés que buscarte a alguien que quiera aprender de vos. No tenés que competir con esa persona, no tenés que esperar que la aplaudan a ella para decir “me están aplaudiendo a mí”, no, no. Es soltar toda tu capacidad, toda tu experiencia y todo tu conocimiento; ser un mentor, ser una mentora no significa que no vas a crecer más, no significa que vos ya llegaste y ahora te queda ver cómo los otros tienen éxito. No, porque estamos recién empezando; es simplemente poder soltar y sacar de adentro todo lo que aprendimos en la primera etapa, para estar vacías y volver a llenarnos en esta segunda etapa de la vida, que es una etapa preciosa. Queridas mujeres, tenemos que aprender a compartir nuestro saber; todas sabemos algo, todas somos sabias en algo, todas tenemos algo para enseñarle a alguien todas, aunque no hayas hecho la primaria y la secundaria, todas hemos vivido experiencia de vida que le sirven a otra mujer de la próxima generación.

“¿Y cuándo se termina esto, pastora, esta crisis?” Un día se va a terminar. “¿Y cómo me voy a dar cuenta?” No va a ser de un día para otro, es un proceso lento; y en un momento te vas a dar cuenta que vas a salir de la oscuridad, de la confusión mental, de los gritos, y de creer que todo el mundo es malo y está en contra tuyo. Es un desastre creer que nadie te apoya, eso se va a terminar; creer que sos la única que lucha, te vas a dar cuenta que todos somos vulnerables, te vas a dar cuenta de tu propia identidad, te vas a aceptar con tus limitaciones y con tus aciertos, vas a aceptar al que te rodea con sus limitaciones y con sus aciertos, y vas a aceptar al mundo en el que estás con sus limitaciones y con sus aciertos. Y esta es una etapa de tranquilidad; de pronto vas a sentir una paz y una tranquilidad que no sentías toda esa revolución interior se va aplacando. Pero no para hacerte una persona depresiva, no, no; se va aplacando para soltar de adentro tuyo lo mejor.

Dice que cuando Jonás estuvo el tiempo suficiente dentro del vientre del pez, un día Dios dio una orden de que el pez vomitara a Jonás y lo dejara en tierra firme. Un día de estos, después de haber aprendido todo lo que tenés que aprender en esta crisis, después de haber tomado las mejores decisiones, después de haber cuidado muchísimo de no responder a impulsos emocionales, el Señor dará un orden y dirá: “esta hija mía ya estuvo mucho tiempo en medio de la oscuridad, es tiempo que descienda a tierra firme.”

Después de los cuarenta, queridas mujeres, aparece la tierra firme donde te vas a parar sobre tus pies, vas a saber donde querés ir, y los mejores años de tu vida van a estar delante tuyo, y –con cierta seguridad de que Dios te acompaña– vas a vivir esos años de ti vida. Dale gracias al Señor que Él es el sabio, cómo ha diseñado nuestra vida… amén. Los mejores años están por venir. ¿Cuántas están esperando la orden? Dios no va a dar la orden ni antes ni después, sino en el momento justo. En el momento justo vas a escuchar la orden de Dios que dice: “esta mujer está lista para estar en tierra firme”, vas a empezar a vivir los mejores años de tu vida, después de la crisis viene lo mejor. Y si sabés pasar la crisis con sabiduría no vas a tener nada de que arrepentirte. La única medida acertada para saber si lograste algo es cómo te sentís después; ¿cómo te sentiste después de acostarte con ese hombre, sabiendo que estabas siendo infiel?, ¿cómo pudiste mirar a los ojos a tus hijos?, ¿cómo te sentiste después de haber invertido ese dinero que te costó la mitad de tu vida ahorrar, por un impulso, y después haber perdido todo? …¿cómo te sentiste? ¿Cómo te sentiste después de haber tomado un riesgo positivo, un riesgo calculado, y terminaste la secundaria, terminaste la carrera universitaria, hice ese curso? “Noooo, yo me hice un viaje, ¡sabés qué lindos esos días! y tenía dinero y lo invertí bien, hice el mejor viaje”, ¿cómo te sentís ahora? Uno puede determinar si logró algo por cómo se siente después, y yo he hablado con muchas mujeres que me dijeron: “me siento destruida, pensaba que era lo mejor pero estoy mal, fue la peor decisión que tomé en mi vida.” Querida mujer, pasá las crisis con la mayor sabiduría del mundo; aprendé que no todo impulso hay que seguirlo, aprendé que hay que seguir la sabiduría del cielo; por eso tu vida está en manos del Señor: porque Él te va a soltar sabiduría, Él no te va a dejar sin sabiduría. Cuando venga ese impulso, pasalo por todas tus emociones, y decí: “mañana se me va a pasar”; cuando no sea un impulso, eso va a permanecer en el tiempo y Dios te va a ir llevando, y abriendo las puertas necesarias para lograr ese objetivo y cambiar tu vieja manera de vivir, tu vieja estructura.
 
Dice Gálatas 4:6 que mientras el heredero es menor de edad, es igual que un esclavo. Si vos todavía seguís actuando como una adolescente, sos como una esclava que todavía no puede disfrutar ni administrar la herencia. Pero dice Pablo, quiero que maduren; yo quiero que maduren, yo las veo como hijas, y una hija es heredera, y una hija sabe administrar la herencia, y Dios nos está formando en este lugar todos los martes como hijas, no somos niñas, no somos adolescentes, somos mujeres hijas del gran Rey, con la capacidad para administra toda la herencia que Dios nos ha entregado.

¿Cuántas tienen más de treinta ocho años? quiero que hagan algo simbólico: que en los días de esta semana puedas prepararte una torta, y quiero que ese pastel o torta te lo prepares para festejar vos tu propio cumpleaños –aunque no cumplas esta semana– pero vas a festejar tu otra mitad de la vida; porque no vas a vivir ‘a los saltos’, vas a vivir con una paz y vas a vivir como si flotaras, porque las cosas se te van a dar fácilmente. Y cuando te prepares ese pastel, esa torta, vas a soplar esa velita y vas a declarar bendición para tu otra mitad de tu vida, y que vas a tomar las mejores decisiones; porque vas a formar tu otra mitad de la vida como querés vivirla, no como te  dijeron que hay que vivir sino como querés vivirla. Y hoy tenés la sabiduría de Dios para saber cómo se vive una buena vida, porque uno tiene que morir como ha vivido: si uno ha vivido mal, va a morir mal; pero si uno ha vivido bien, va a morir bien. Yo decía el otro día en la Feria del Libro: yo sé que a Bernardo lo voy a amar por siempre, porque en la vejez a uno se le potencian las cosas buenas y las cosas malas; y si sos una persona mala, cuando sos viejo sos un viejo cascarrabias; pero si sos una persona buena, de viejo sos el más bueno que hay, sos el abuelo bueno, sos el papá bueno, sos ese amigo bueno. Y yo sé que lo voy a amar siempre porque él es un hombre bueno, así que de viejo va a ser súper bueno. Es así, tenemos que aprender a potenciar nuestras cosas buenas. ¿Qué es lo bueno que querés llevar durante toda la vida? Por eso vas a festejarte el mejor cumpleaños, vas a hacerlo vos, no vas a decir: “nadie vino a mi cumpleaños”, no, tenés que estar vos, porque la que cumple sos vos, la única importante en tu cumpleaños sos vos; así que te vas a preparar esa torta, te la vas a ir a comprar, la haces como puedas, como sea; si querés invitar a tus amigas del grupo y venir y festejarlo acá, bárbaro. Y te vas a ungir dándote una palabra profética, auto profetizándote de cómo querés vivir toda la vida que te queda por delante –que es mucha– cómo la vas a vivir, la vas a vivir con toda la vitalidad que puedas: vas a tomar las mejores decisiones para tu cuerpo, vas a tomar las mejores decisiones para tus emociones, vas a tomar las mejores decisiones con tu pareja, vas a tomar las decisiones mejores para con tus hijos, vas a tomar las mejores decisiones intelectuales, vas a estudiar vas a hacer algo fuera de lo común.

Pero no un impulso, sino algo que sepas que –cuando termines de hacerlo– te va a dar los mejores resultados y vas a estar orgullosa y feliz de haber tomado esa decisión.

Por Alejandra Stamateas

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