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RECOLECIONES DE UN MISTICO: CAPÍTULO II...INICIACIÓN: QUÉ ES Y QUÉ NO ES (II)
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De: moriajoan  (Mensaje original) Enviado: 20/05/2010 18:50

 

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INICIACIÓN: QUÉ ES Y QUÉ NO ES

Segunda parte

Para la mejor comprensión de lo que constituye la Iniciación y cuáles son sus

requisitos preliminares, fije el lector primeramente y con toda firmeza en su

mente el hecho de que la humanidad, en su totalidad, progresa lentamente por

el camino de la evolución, logrando lenta y casi imperceptiblemente, más altos

estados de conciencia. El camino de la evolución es una espiral, mirado

solamente bajo su aspecto físico, pero es de forma enroscada doble si se

observan sus fases físicas y espirituales. (Véase el diagrama del caduceo

químico en el "Concepto Rosacruz del Cosmos").

En el caduceo, o figura 8, hay dos círculos que convergen en un punto central,

los cuales pueden ser tomados para simbolizar al espíritu inmortal, el ego

evolucionante; uno de los círculos significa su vida en el mundo físico desde

el nacimiento hasta la muerte. Durante este lapso de tiempo cada uno de sus

actos es una semilla sembrada de la cual cosechará, en cambio, cierta cantidad

de experiencia. Pero de la misma manera que se pueden sembrar semillas en

pleno campo sin cosecha alguna de las que hayan sido arrojadas en terrenos

pedregosos o entre espinas, etcétera, así también la semilla de la oportunidad

puede ser perdida por negligencia en el cultivo del terreno y la vida entonces

sería estéril y sin fruto. Recíprocamente, así como la diligencia y el cuidado en

el cultivo aumentan enormemente el poder productivo de las semillas, una

aplicación cuidadosa en el negocio de la vida (mejora de oportunidades para

aprender las lecciones de la vida y extraer de nuestro alrededor la experiencia

que contiene) nos aporta más oportunidades; y al término de una vida el ego se

encuentra a las puertas de la muerte cargado con los más ricos frutos de la

vida.

Una vez que el trabajo, objetivo de la existencia física, se ha cumplido y la

carrera de la vida se ha terminado, el ego emprende el trabajo subjetivo de

asimilación, realizado durante su permanencia en los mundos invisibles, que

atraviesa durante el período de la muerte al nacimiento, simbolizado por el

otro arco del caduceo o enroscado. Como el método de llevar a cabo esta

asimilación ha sido más minuciosamente descrito en nuestra literatura, no es

necesario repetirlo aquí. Baste con decir que al tiempo de llegar un ego al

punto central del caduceo, que divide los trabajos físicos de los psíquicos y

que llamamos la puerta del nacimiento o de la muerte, según que el ego entre o

abandone el reino en que nosotros mismos estemos en aquellos momentos,

posee una agregación de facultades o talentos adquiridos en sus vidas

precedentes y los cuales puede entonces poner a usura o enterrar durante su

existencia venidera, según crea conveniente; pero del uso que haga de lo que

tiene depende la importancia del desarrollo de su alma.

Si durante muchas vidas satisface principalmente la baja naturaleza, que vive

para comer, beber y divertirse, o si las deja que se esfumen en sueños y

especulaciones metafísicas acerca de la naturaleza de Dios, absteniéndose

negligentemente de toda acción necesaria, se verá gradualmente dejado atrás

por los más activos y progresivos. Grandes agrupaciones de estos perezosos

forman lo que nosotros llamamos "razas atrasadas", mientras que los activos,

despejados y despiertos que se preocupan de adquirir un mayor porcentaje de

oportunidades, son los precursores. Contrariamente a la idea generalmente

aceptada, esto se aplica igualmente a aquellos que están empeñados en

trabajos industriales. Su manera de procurarse el dinero, es solamente un

incidente, un incentivo y enteramente aparte de esta fase, su trabajo es tan

espiritual o quizá más que el de aquellos que se pasan el tiempo en plegarias

en perjuicio de un trabajo útil.

De lo que dejamos dicho se infiere que el método de desarrollo del alma, tal

como se cumple por el proceso de la evolución, requiere "acción" en la vida

física seguida en el estado "post-mortem" por un "proceso de reflexión",

durante el cual las lecciones de la vida son extraídas y completamente

incorporadas a la conciencia del ego, aunque las sensaciones o experiencias en

sí mismas sean olvidadas, de la misma manera que nuestro trabajo al aprender

las tablas de multiplicar ha sido olvidado aunque la facultad de utilizarlas

permanece en nosotros.

Este proceso excesivamente lento y tedioso se acomoda perfectamente a las

necesidades de las masas; pero hay algunos que habitualmente agotan las

experiencias comúnmente dadas y así requieren un campo más extenso para

sus energías. La diferencia de temperamento es la causa de su división en dos

clases.

Una de ellas, conducida por su devoción por Cristo, sigue simplemente los

dictados del corazón en su tarea de amor por sus compañeros; bellos

caracteres, faros de amor en el mundo sufriente, siempre prontos a olvidar su

propia conveniencia para ayudar a los demás. Estos fueron los santos;

trabajaban sin dejar de rogar; nunca titubearon ni a diestra ni a siniestra.

Tampoco están muertos hoy. La tierra sería un erial agreste a pesar de toda su

civilización si ellos no vagaran por el mundo y la existencia de los

desventurados que sufren no sería alumbrada por la luz de la esperanza que

irradia de sus semblantes. Si ellos hubiesen poseído solamente el

entendimiento de la otra clase, hubieran dejado muy atrás a los demás en su

carrera hacia la divinidad.

La mente es la cualidad predominante en la otra clase. Con el fin de ayudarla

en sus esfuerzos hacia el alcance, las Escuelas de Misterios fueron establecidas

prematuramente, en las que el drama del mundo fue representado, para dar a

las almas aspirantes, mientras se hallaban en trance, contestación a las

preguntas acerca del origen y el destino de la humanidad. Al despertar, eran

instruídas en la ciencia sagrada de remontarse más alto por medio del método

de la naturaleza - que es Dios manifestado- sembrando la semilla de la acción,

meditando acerca de la experiencia, incorporándose, finalmente, la moral

esencial para desarrollar mesuradamente el alma desde entonces; produce

también este rasgo especial e importante, que mientras que en el curso

ordinario de las cosas una vida entera dedicada a la siembra y toda una

existencia "post-mortem" a la reflexión y a incorporarse la sustancia anímica,

este ciclo de mil años, más o menos, puede ser reducido a un día, como lo

proclama la máxima mística: "Un día es igual a mil años y mil años son

iguales a un día". Para ser explícito, sea el que sea el trabajo llevado a cabo

durante un simple día, si sobre él se reflexiona por la noche antes de cruzar el

punto neutro entre el estado de vigilia y el sueño, puede ser incorporado de

esta manera a la conciencia del espíritu como poder anímico útil. Cuando este

ejercicio se ejecuta devotamente, los pecados del día, al ser así revisados,

quedan inmediatamente tachados y el hombre comienza cada día una nueva

vida, con la adición del poder anímico obtenido en todos los anteriores días de

su período probacionista.

¡Pero... ! Sí, existe un gran pero; "la naturaleza no puede ser burlada"; Dios no

puede ser engañado. "Sea lo que sea lo que un hombre siembre, así será lo que

él coseche". Que nadie crea que una revisión superficial de los

acontecimientos del día, quizá con la ligera declaración de "quisiera no

haberlo hecho" al revivir una escena en que se condujo palpablemente mal, le

preservará del mal que pueda acontecerle. Al abandonar el cuerpo al morir e ir

al purgatorio, la visión de nuestro pasado se desarrolla en orden inverso para

mostrarnos antes los efectos y después las causas que los produjeron y así

sentimos de manera intensa el dolor que ocasionamos a los demás; y a menos

que nosotros ejecutemos nuestros ejercicios de manera similar y, en

consecuencia, suframos cada noche el infierno que hayamos merecido durante

el día, sintiendo agudamente todos los pesares que hayamos infligido, no nos

servirá de nada. Hemos de esforzarnos también en sentir con la misma

intensidad, la gratitud por las atenciones recibidas de los otros y aprobación

del bien que hayamos proporcionado.

Solamente así vivimos realmente la existencia "post-mortem" y avanzamos

científicamente hacia la meta de la Iniciación. El más grande peligro del

aspirante en este punto es el caer víctima del lazo que tiende el egotismo, y su

única salvaguardia es cultivar las facultades de la fe, de la devoción y una

simpatía universal. Es difícil, pero puede ser logrado y cuando así se hace, el

hombre o mujer se transforman en un maravilloso poder para el bien en el

mundo.

Ahora, si el discípulo ha pesado bien el argumento precedente, habrá asido la

analogía existente entre el largo ciclo de la evolución y los cortos ciclos, o

escalones utilizados en el sendero de la preparación. Quedará del todo claro

que nadie puede llevar a cabo este trabajo de "post-mortem" y transmitir a otro

el desarrollo del alma resultante, de la misma manera que nadie puede comer

el alimento físico de otro y transmitirle su subsistencia y su desarrollo.

Nosotros pensamos que es absurdo que un sacerdocio ofrezca acortar la

permanencia de nuestra alma en el purgatorio. ¿Cómo, pues, podremos creer

que cualquier otro -no importa desde el punto que se considere- pueda

hacernos prescindir de la necesidad de un número de existencias purgatoriales

en provecho nuestro, transmitiéndonos el poder anímico útil que habríamos

adquirido al seguir el curso ordinario de la vida hasta el día en que

estuviésemos preparados para la Iniciación? Esto es, pues, lo que significa la

oferta de iniciar a una persona antes de estar en el umbral. Débese tener el

poder del alma requerido para la Iniciación, o nadie podrá iniciarnos. Si lo

poseemos estamos en el umbral por nuestros propios esfuerzos y a nadie se lo

debemos y podemos pedir la Iniciación como un derecho que nadie puede

disputarnos ni retenernos. Si no lo tuviésemos y lo pudiésemos comprar,

ciento veinticinco millones de pesetas serían insignificantes para pagarlo y el

hombre que nos ofreciese vendérnoslo por veinticinco dólares, sería tan

ridículo como su víctima. Recuérdese que si alguien ofrece iniciarnos en

alguna orden ocultista, no importa que se llame Rosacruz o de cualquier otra

manera, al pedir honorarios para la Iniciación se acredita de impostor y sus

explicaciones para justificarlos, ya sea para aplicarlos a limosnas, etcétera,

serán pruebas evidentes de la naturaleza fraudulenta de aquella orden, pues se

ha dicho: "La Iniciación no es una ceremonia exterior sino una experiencia

interna". Yo puedo añadir además que los Hermanos Mayores de la Rosacruz,

en el Templo Místico donde yo recibí la Luz, me impusieron la condición de

que su ciencia sagrada nunca debía ser puesta en la balanza contra una

moneda. Libremente la recibí, libremente fui requerido para darla. Esta

cláusula la he cumplido, en espíritu y en la letra, como no ignoran los que han

tenido tratos con La Fraternidad Rosacruz.


 



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