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General: Sentir que la Patria es América
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Respuesta  Mensaje 1 de 5 en el tema 
De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 11/11/2013 17:11
11 abr 2012 | 7 Comentarios
Logo de la VI Cumbre de Las Américas

¿Será esta realmente la última cumbre hemisférica en la que Cuba no esté presente? ¿Será esta la última Cumbre de las Américas? Tal vez en los próximos días ya existan las respuestas a estas interrogantes. Tal vez no, pero lo que si debemos tener claro es que, como dijera el presidente Correa en su carta a su homólogo colombiano Juan Manuel Santos, “hay que sentir verdaderamente que la Patria es América, y en algún momento comenzar a denunciar y enfrentar con fuerza estas intolerables y hasta aberrantes situaciones”.



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Respuesta  Mensaje 2 de 5 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 26/12/2015 00:55

HONDA MARTIANA

El pensamiento de Nuestra América en el siglo XXI (III)

No hay modernidad genuina, de índole universal, si no entra en el debate y el análisis el papel de la cultura y de la tradición histórica de América Latina y el Caribe.

21 de diciembre de 2015

Por ARMANDO HART DÁVALOS

Nuestra América debe presentar como respuesta a la fragmentación y decadencia bien evidentes del pensamiento occidental, la solidez de nuestra tradición cultural y su valor utópico encaminado al propósito de la integración y del equilibrio entre los hombres y las naciones. No nos perdamos en discusiones bizantinas que a nada conducen, estudiemos la historia concreta de nuestros pueblos y sus próceres y pensadores y encontraremos el camino de una identidad común.

El sistema social dominante intenta hacer pasar de contrabando una concepción de cultura que combina el empleo mal intencionado de las formas del lenguaje con la manipulación de las imágenes para presentar la realidad de manera distorsionada e influir así en millones de seres humanos a través del engaño o del escamoteo de la verdad con el fin de perpetuar intereses egoístas y parciales. Como ha señalado Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique: "Los medios ya no se dirigen a nosotros para trasmitimos informaciones objetivas sino para conquistar nuestros espíritus’’. Goebbels, ideólogo del nazismo, lo expresa así: ‘’No hablamos para expresar algo sino para obtener un determinado efecto”.

Los grandes cambios sociales y políticos en la historia han ido precedidos siempre de transformaciones en el campo de las ideas. Unamos esfuerzos para promover, en la intelectualidad latinoamericana y caribeña con los fundamentos de nuestras tradiciones, la reflexión acerca de nuestro presente y de nuestro futuro, sobre la base del respeto a nuestras identidades culturales nacionales y regionales. Recorramos este camino para abrirle paso al entendimiento, a la comprensión y, en definitiva, para que nuestro continente pueda desempeñar el papel que le corresponde en el mundo de hoy y de mañana. No hay modernidad genuina, de índole universal, si no entra en el debate y el análisis el papel de la cultura y de la tradición histórica de América Latina y el Caribe.

Hace falta la luz de la cultura, de nuestra tradición, de nuestra historia latinoamericana y caribeña, para iluminarnos el camino. Hagamos un alto, dejemos al lado, por un momento, las diferencias ideológicas que puedan separarnos y pensemos en todos los elementos de identidad y de cultura que tenemos y pueden unirnos. Las mejores ideas y los mejores esquemas serán aquellos que nos permitan enfrentar, en la América Latina y el Caribe, el presente y el futuro de forma unida. No hay para nuestros pueblos otra solución que la unidad. La hemos estado buscando por las vías políticas y se han realizado enormes esfuerzos, pero se han encontrado graves dificultades. La hemos estado planteando por las vías económicas y, en especial, por el rechazo a la deuda externa, y no se han encontrado fáciles caminos de comprensión. La planteamos ahora, además, por las vías de la cultura y de la promoción y exaltación de nuestros valores artísticos, intelectuales y morales.

Para ir a sus esencias y recorrer este camino orientémonos por José Martí cuando dijo que “Los pueblos que no se conocen han de darse prisa para conocerse, como quienes van a pelear juntos.” En cuanto a Cuba, estamos en pie para salvar la Revolución Socialista, y desde luego la Revolución de Martí y de Bolívar. Y en esa obra de salvamento y de servicio histórico, la unidad constituye el primer objetivo de los revolucionarios, precisamente porque el enemigo promueve la división. Para marchar por este rumbo, ha de comprenderse que el problema de la independencia y, por tanto, de nuestra identidad como nación, no es una cuestión simplemente de cambio de formas. Había, y hay, que cambiar el espíritu; había, y hay, que situarse del lado de los oprimidos; había, y hay, que afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores.

(Continuará…)


Respuesta  Mensaje 3 de 5 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 26/12/2015 00:59
Publicado el 3 diciembre, 2015 por ARMANDO HART DÁVALOS en Opinión
 
 

El pensamiento de Nuestra América en el siglo XXI (II)

Armando Hart

Armando Hart

Por ARMANDO HART DÁVALOS

Comencemos el análisis con grandes forjadores de América, dos venezolanos: Francisco de Miranda, iniciador de la lucha revolucionaria en Venezuela y Simón Rodríguez, el maestro de Bolívar. Analicemos después dos cubanos: Félix Varela, quien nos enseñó a pensar, y José de la Luz y Caballero, fundador de la escuela cubana y a quien Martí calificó como el silencioso forjador. Estos gigantes se plantearon cambiar el mundo en dirección a la justicia.

Francisco de Miranda (1750-1816), fue un militar proveniente del ejército español que se rebeló contra el poder colonial y, por tanto, contra las jefaturas militares y contra la metrópoli, y lo más importante, Miranda se hizo revolucionario sobre la base de la inmensa cultura universal que adquirió en Venezuela, Cuba, Estados Unidos, España, Inglaterra, Francia y Rusia, países en que vivió. Fue su sabiduría solo comparable a la de la Ilustración y los enciclopedistas del XVIII, pero hay algo más, la proyectó y enriqueció en función de las situaciones concretas de nuestra América.

El otro gran venezolano, Simón Rodríguez, maestro de Bolívar, es una figura relevante que debemos estudiar. Fue él quien dijo: “¿Dónde iremos a buscar modelos? La América Española es original. Original han de ser sus Instituciones y su Gobierno. Y originales los medios de fundar unas y otros. O inventamos o erramos”.

Volvamos ahora la mirada de amor e inteligencia hacia el presbítero Félix Varela. Desde comienzos del siglo XIX insistió sobre la necesidad de la independencia y concibió un país ‘’tan isla en lo político como en la geografía’’ como el que después forjaron los fundadores de la nación, Céspedes, Agramonte, Maceo, Martí y tantos más.

El otro gran cubano, José de la Luz y Caballero, fue el maestro fundador de la escuela nacional en cuyas aulas se forjaron los patriotas provenientes de las capas acomodadas que renunciaron a su fortuna, se unieron a los esclavos y a los pobres de Cuba e iniciaron las guerras por la independencia. Fundaron así la nación el 10 de octubre de 1868.

En el sustrato cultural del maestro Luz está la prueba más eficaz de que cuando se enseña con profundidad y amor se puede lograr una educación que lleve a la más elevada cultura y, por tanto, a la necesidad práctica de cambiar el mundo. Se muestra en la enseñanza del maestro que la educación y la cultura cuando operan con rigor enseñan el camino de la liberación.

Fue precisamente Martí quien afirmó: “…hacer, es la mejor manera de decir”. Esta línea de pensamiento expresada en Francisco de Miranda, Simón Rodríguez, Félix Varela, José de la Luz y Caballero, muestran elementos germinales de lo que fue, es y será la América en el siglo XXI y se fundamenta en estos dos aspectos esenciales: una cultura orientada a favor de la transformación del mundo a partir de concebir la justicia con valer y alcance universales.

La vida y obra de estas personalidades muestran el poder, la fuerza y la riqueza de la cultura para orientar la mejor política.

Al igual que Simón Rodríguez y Bolívar, Martí reivindicó la necesidad de buscar fórmulas que se ajustaran a nuestras realidades proclamando que: “La incapacidad no está en el país naciente, que pide formas que se le acomoden y grandeza útil, sino en los que quieren regir pueblos originales, de composición singular y violenta, con leyes heredadas de cuatro siglos de práctica libre en los Estados Unidos, de 19 siglos de monarquía en Francia. Con un decreto de Hamilton no se le para la pechada al potro del llanero. Con una frase de Sieyés no se desestanca la sangre cuajada de la raza india. (…) El gobierno ha de nacer del país. El espíritu del gobierno ha de ser el del país. La forma del gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país. El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país”. Y advierte que “el desdén del vecino formidable que no la conoce es el peligro mayor de nuestra América”.

(Continuará…)


Respuesta  Mensaje 4 de 5 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 26/12/2015 01:08
Nuestra América
[Ensayo: Texto completo.]

José Martí

Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el cielo, que van por el aire dormido engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con las armas de almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra.

No hay proa que taje una nube de ideas. Una idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo, para, como la bandera mística del juicio final, a un escuadrón de acorazados. Los pueblos que no se conocen han de darse prisa para conocerse, como quienes van a pelear juntos. Los que se enseñan los puños, como hermanos celosos, que quieren los dos la misma tierra, o el de casa chica, que le tiene envidia al de casa mejor, han de encajar, de modo que sean una las dos manos. Los que, al amparo de una tradición criminal, cercenaron, con el sable tinto en la sangre de sus mismas venas, la tierra del hermano vencido, del hermano castigado más allá de sus culpas, si no quieren que les llame el pueblo ladrones, devuélvanle sus tierras al hermano. Las deudas del honor no las cobra el honrado en dinero, a tanto por la bofetada. Ya no podemos ser el pueblo de hojas, que vive en el aire, con la copa cargada de flor, restallando o zumbando, según la acaricie el capricho de la luz, o la tundan y talen las tempestades; ¡los árboles se han de poner en fila, para que no pase el gigante de las siete leguas! Es la hora del recuento, y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes.

A los sietemesinos sólo les faltará el valor. Los que no tienen fe en su tierra son hombres de siete meses. Porque les falta el valor a ellos, se lo niegan a los demás. No les alcanza al árbol difícil el brazo canijo, el brazo de uñas pintadas y pulsera, el brazo de Madrid o de París, y dicen que no se puede alcanzar el árbol. Hay que cargar los barcos de esos insectos dañinos, que le roen el hueso a la patria que los nutre. Si son parisienses o madrileños, vayan al Prado, de faroles, o vayan a Tortoni, de sorbetes. ¡Estos hijos de carpintero, que se avergüenzan de que su padre sea carpintero! ¡Estos nacidos en América, que se avergüenzan, porque llevan delantal indio, de la madre que los crió, y reniegan, ¡bribones!, de la madre enferma, y la dejan sola en el lecho de las enfermedades! Pues, ¿quién es el hombre?, ¿el que se queda con la madre, a curarle la enfermedad, o el que la pone a trabajar donde no la vean, y vive de su sustento en las tierras podridas, con el gusano de corbata, maldiciendo del seno que lo cargó, paseando el letrero de traidor en la espalda de la casaca de papel? ¡Estos hijos de nuestra América, que ha de salvarse con sus indios, y va de menos a más; estos desertores que piden fusil en los ejércitos de la América del Norte, que ahoga en sangre a sus indios, y va de más a menos! ¡Estos delicados, que son hombres y no quieren hacer el trabajo de hombres! Pues el Washington que les hizo esta tierra ¿se fue a vivir con los ingleses, a vivir con los ingleses en los años en que los veía venir contra su tierra propia? ¡Estos "increíbles" del honor, que lo arrastran por el suelo extranjero, como los increíbles de la Revolución francesa, danzando y relamiéndose, arrastraban las erres!

Ni ¿en qué patria puede tener un hombre más orgullo que en nuestras repúblicas dolorosas de América, levantadas entre las masas mudas de indios, al ruido de pelea del libro con el cirial, sobre los brazos sangrientos de un centenar de apóstoles? De factores tan descompuestos, jamás, en menos tiempo histórico, se han creado naciones tan adelantadas y compactas. Cree el soberbio que la tierra fue hecha para servirle de pedestal, porque tiene la pluma fácil o la palabra de colores, y acusa de incapaz e irremediable a su república nativa, porque no le dan sus selvas nuevas modo continuo de ir por el mundo de gamonal famoso, guiando jacas de Persia y derramando champaña. La incapacidad no está en el país naciente, que pide formas que se le acomoden y grandeza útil, sino en los que quieren regir pueblos originales, de composición singular y violenta, con leyes heredadas de cuatro siglos de práctica libre en los Estados Unidos, de diecinueve siglos de monarquía en Francia. Con un decreto de Hamilton no se le para la pechada al potro del llanero. Con una frase de Sieyés no se desestanca la sangre cuajada de la raza india. A lo que es, allí donde se gobierna, hay que atender para gobernar bien; y el buen gobernante en América no es el que sabe cómo se gobierna el alemán o el francés, sino el que sabe con qué elementos está hecho su país, y cómo puede ir guiándolos en junto, para llegar, por métodos e instituciones nacidas del país mismo, a aquel estado apetecible donde cada hombre se conoce y ejerce, y disfrutan todos de la abundancia que la Naturaleza puso para todos en el pueblo que fecundan con su trabajo y defienden con sus vidas. El gobierno ha de nacer del país. El espíritu del gobierno ha de ser el del país. La forma del gobierno ha de avenirse a la constitución propia del país. El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país.

Por eso el libro importado ha sido vencido en América por el hombre natural. Los hombres naturales han vencido a los letrados artificiales. El mestizo autóctono ha vencido al criollo exótico. No hay batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza. El hombre natural es bueno, y acata y premia la inteligencia superior, mientras ésta no se vale de su sumisión para dañarle, o le ofende prescindiendo de él, que es cosa que no perdona el hombre natural, dispuesto a recobrar por la fuerza el respeto de quien le hiere la susceptibilidad o le perjudica el interés. Por esta conformidad con los elementos naturales desdeñados han subido los tiranos de América al poder; y han caído en cuanto les hicieron traición. Las repúblicas han purgado en las tiranías su incapacidad para conocer los elementos verdaderos del país, derivar de ellos la forma de gobierno y gobernar con ellos. Gobernante, en un pueblo nuevo, quiere decir creador.

En pueblos compuestos de elementos cultos e incultos, los incultos gobernarán, por su hábito de agredir y resolver las dudas con la mano, allí donde los cultos no aprendan el arte del gobierno. La masa inculta es perezosa, y tímida en las cosas de la inteligencia, y quiere que la gobiernen bien; pero si el gobierno le lastima, se lo sacude y gobierna ella. ¿Cómo han de salir de las Universidades los gobernantes, si no hay Universidad en América donde se enseñe lo rudimentario del arte del gobierno, que es el análisis de los elementos peculiares de los pueblos de América? A adivinar salen los jóvenes al mundo, con antiparras yanquis o francesas, y aspiran a dirigir un pueblo que no conocen. En la carrera de la política habría de negarse la entrada a los que desconocen los rudimentos de la política. El premio de los certámenes no ha de ser para la mejor oda, sino para el mejor estudio de los factores del país en que se vive. En el periódico, en la cátedra, en la academia, debe llevarse adelante el estudio de los factores reales del país. Conocerlos basta, sin vendas ni ambages: porque el que pone de lado, por voluntad u olvido, una parte de la verdad, cae a la larga por la verdad que le faltó, que crece en la negligencia, y derriba lo que se levanta sin ella. Resolver el problema después de conocer sus elementos, es más fácil que resolver el problema sin conocerlos. Viene el hombre natural, indignado y fuerte, y derriba la justicia acumulada de los libros, porque no se la administra en acuerdo con las necesidades patentes del país. Conocer es resolver. Conocer el país, y gobernarlo conforme al conocimiento, es el único modo de librarlo de tiranías. La universidad europea ha de ceder a la universidad americana. La historia de América, de los incas a acá, ha de enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria. Los políticos nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos. Injértese en nuestras Repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras Repúblicas. Y calle el pedante vencido; que no hay patria en que pueda tener el hombre más orgullo que en nuestras dolorosas repúblicas americanas.

Con los pies en el rosario, la cabeza blanca y el cuerpo pinto de indio y criollo, venimos, denodados, al mundo de las naciones. Con el estandarte de la Virgen salimos a la conquista de la libertad. Un cura, unos cuantos tenientes y una mujer alzan en México la república en hombros de los indios. Un canónigo español, a la sombra de su capa, instruye en la libertad francesa a unos cuantos bachilleres magníficos, que ponen de jefe de Centro América contra España al general de España. Con los hábitos monárquicos, y el Sol por pecho, se echaron a levantar pueblos los venezolanos por el Norte y los argentinos por el Sur. Cuando los dos héroes chocaron, y el continente iba a temblar, uno, que no fue el menos grande, volvió riendas. Y como el heroísmo en la paz es más escaso, porque es menos glorioso que el de la guerra; como al hombre le es más fácil morir con honra que pensar con orden; como gobernar con los sentimientos exaltados y unánimes es más hacedero que dirigir, después de la pelea, los pensamientos diversos, arrogantes, exóticos o ambiciosos; como los poderes arrollados en la arremetida épica zapaban, con la cautela felina de la especie y el peso de lo real, el edificio que había izado, en las comarcas burdas y singulares de nuestra América mestiza, en los pueblos de pierna desnuda y casaca de París, la bandera de los pueblos nutridos de savia gobernante en la práctica continua de la razón y de la libertad; como la constitución jerárquica de las colonias resistía la organización democrática de la República, o las capitales de corbatín dejaban en el zaguán al campo de bota-de-potro, o los redentores bibliógenos no entendieron que la revolución que triunfó con el alma de la tierra, desatada a la voz del salvador, con el alma de la tierra había de gobernar, y no contra ella ni sin ella, entró a padecer América, y padece, de la fatiga de acomodación entre los elementos discordantes y hostiles que heredó de un colonizador despótico y avieso, y las ideas y formas importadas que han venido retardando, por su falta de realidad local, el gobierno lógico. El continente descoyuntado durante tres siglos por un mando que negaba el derecho del hombre al ejercicio de su razón, entró, desatendiendo o desoyendo a los ignorantes que lo habían ayudado a redimirse, en un gobierno que tenía por base la razón; la razón de todos en las cosas de todos, y no la razón universitaria de uno sobre la razón campestre de otros. El problema de la independencia no era el cambio de formas, sino el cambio de espíritu.

Con los oprimidos había que hacer causa común, para afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores. El tigre, espantado del fogonazo, vuelve de noche al lugar de la presa. Muere echando llamas por los ojos y con las zarpas al aire. No se le oye venir, sino que viene con zarpas de terciopelo. Cuando la presa despierta, tiene al tigre encima. La colonia continuó viviendo en la república; y nuestra América se está salvando de sus grandes yerros -de la soberbia de las ciudades capitales, del triunfo ciego de los campesinos desdeñados, de la importación excesiva de las ideas y fórmulas ajenas, del desdén inicuo e impolítico de la raza aborigen- por la virtud superior, abonada con sangre necesaria, de la república que lucha contra la colonia. El tigre espera, detrás de cada árbol, acurrucado en cada esquina. Morirá, con las zarpas al aire, echando llamas por los ojos.

Pero "estos países se salvarán", como anunció Rivadavia el argentino, el que pecó de finura en tiempos crudos; al machete no le va vaina de seda, ni en el país que se ganó con lanzón se puede echar el lanzón atrás, porque se enoja, y se pone en la puerta del Congreso de Iturbide "a que le hagan emperador al rubio". Estos países se salvarán, porque, con el genio de la moderación que parece imperar, por la armonía serena de la Naturaleza, en el continente de la luz, y por el influjo de la lectura crítica que ha sucedido en Europa a la lectura de tanteo y falansterio en que se empapó la generación anterior, le está naciendo a América, en estos tiempos reales, el hombre real.

Éramos una visión, con el pecho de atleta, las manos de petimetre y la frente de niño. Éramos una máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de Norteamérica y la montera de España. El indio, mudo, nos daba vueltas alrededor, y se iba al monte, a la cumbre del monte, a bautizar a sus hijos. El negro, oteado, cantaba en la noche la música de su corazón, solo y desconocido, entre las olas y las fieras. El campesino, el creador, se revolvía, ciego de indignación, contra la ciudad desdeñosa, contra su criatura. Éramos charreteras y togas, en países que venían al mundo con la alpargata en los pies y la vincha en la cabeza. El genio hubiera estado en hermanar, con la caridad del corazón y con el atrevimiento de los fundadores, la vincha y la toga; en desestancar al indio; en ir haciendo lado al negro suficiente; en ajustar la libertad al cuerpo de los que se alzaron y vencieron por ella. Nos quedó el oidor, y el general, y el letrado, y el prebendado. La juventud angélica, como de los brazos de un pulpo, echaba al Cielo, para caer con gloria estéril, la cabeza coronada de nubes. El pueblo natural, con el empuje del instinto, arrollaba, ciego del triunfo, los bastones de oro. Ni el libro europeo, ni el libro yanqui, daban la clave del enigma hispanoamericano. Se probó el odio, y los países venían cada año a menos. Cansados del odio inútil, de la resistencia del libro contra la lanza, de la razón contra el cirial, de la ciudad contra el campo, del imperio imposible de las castas urbanas divididas sobre la nación natural, tempestuosa o inerte, se empieza, como sin saberlo, a probar el amor. Se ponen en pie los pueblos, y se saludan. "¿Cómo somos?" se preguntan; y unos a otros se van diciendo cómo son. Cuando aparece en Cojímar un problema, no van a buscar la solución a Danzig. Las levitas son todavía de Francia, pero el pensamiento empieza a ser de América. Los jóvenes de América se ponen la camisa al codo, hunden las manos en la masa y la levantan con la levadura de su sudor. Entienden que se imita demasiado, y que la salvación está en crear. Crear es la palabra de pase de esta generación. El vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino! Se entiende que las formas de gobierno de un país han de acomodarse a sus elementos naturales; que las ideas absolutas, para no caer por un yerro de forma, han de ponerse en formas relativas; que la libertad, para ser viable, tiene que ser sincera y plena; que si la república no abre los brazos a todos y adelanta con todos, muere la república. El tigre de adentro se entra por la hendija, y el tigre de afuera. El general sujeta en la marcha la caballería al paso de los infantes. O si deja a la zaga a los infantes, le envuelve el enemigo la caballería. Estrategia es política. Los pueblos han de vivir criticándose, porque la crítica es la salud; pero con un solo pecho y una sola mente. ¡Bajarse hasta los infelices y alzarlos en los brazos! ¡Con el fuego del corazón deshelar la América coagulada! ¡Echar, bullendo y rebotando por las venas, la sangre natural del país! En pie, con los ojos alegres de los trabajadores, se saludan, de un pueblo a otro, los hombres nuevos americanos. Surgen los estadistas naturales del estudio directo de la Naturaleza. Leen para aplicar, pero no para copiar. Los economistas estudian la dificultad en sus orígenes. Los oradores empiezan a ser sobrios. Los dramaturgos traen los caracteres nativos a la escena. Las academias discuten temas viables. La poesía se corta la melena zorrillesca y cuelga del árbol glorioso el chaleco colorado. La prosa, centelleante y cernida, va cargada de idea. Los gobernadores, en las repúblicas de indios, aprenden indio.

De todos sus peligros se va salvando América. Sobre algunas repúblicas está durmiendo el pulpo. Otras, por la ley del equilibrio, se echan a pie a la mar, a recobrar, con prisa loca y sublime, los siglos perdidos. Otras, olvidando que Juárez paseaba en un coche de mulas, ponen coche de viento y de cochero a una bomba de jabón; el lujo venenoso, enemigo de la libertad, pudre al hombre liviano y abre la puerta al extranjero. Otras acendran, con el espíritu épico de la independencia amenazada, el carácter viril. Otras crían, en la guerra rapaz contra el vecino, la soldadesca que puede devorarlas. Pero otro peligro corre, acaso, nuestra América, que no le viene de sí, sino de la diferencia de orígenes, métodos e intereses entre los dos factores continentales, y es la hora próxima en que se le acerque demandando relaciones íntimas, un pueblo emprendedor y pujante que la desconoce y la desdeña. Y como los pueblos viriles, que se han hecho de sí propios, con la escopeta y la ley, aman, y sólo aman, a los pueblos viriles; como la hora del desenfreno y la ambición, de que acaso se libre, por el predominio de lo más puro de su sangre, la América del Norte, o el que pudieran lanzarla sus masas vengativas y sórdidas, la tradición de conquista y el interés de un caudillo hábil, no está tan cercana aún a los ojos del más espantadizo, que no dé tiempo a la prueba de altivez, continua y discreta, con que se la pudiera encarar y desviarla; como su decoro de república pone a la América del Norte, ante los pueblos atentos del Universo, un freno que no le ha de quitar la provocación pueril o la arrogancia ostentosa, o la discordia parricida de nuestra América, el deber urgente de nuestra América es enseñarse como es, una en alma e intento, vencedora veloz de un pasado sofocante, manchada sólo con sangre de abono que arranca a las manos la pelea con las ruinas, y la de las venas que nos dejaron picadas nuestros dueños. El desdén del vecino formidable, que no la conoce, es el peligro mayor de nuestra América; y urge, porque el día de la visita está próximo, que el vecino la conozca, la conozca pronto, para que no la desdeñe. Por ignorancia llegaría, tal vez, a poner en ella la codicia. Por el respeto, luego que la conociese, sacaría de ella las manos. Se ha de tener fe en lo mejor del hombre y desconfiar de lo peor de él. Hay que dar ocasión a lo mejor para que se revele y prevalezca sobre lo peor. Si no, lo peor prevalece. Los pueblos han de tener una picota para quien les azuza a odios inútiles; y otra para quien no les dice a tiempo la verdad.

No hay odio de razas, porque no hay razas. Los pensadores canijos, los pensadores de lámparas, enhebran y recalientan las razas de librería, que el viajero justo y el observador cordial buscan en vano en la justicia de la naturaleza, donde resalta, en el amor victorioso y el apetito turbulento, la identidad universal del hombre. El alma emana, igual y eterna, de los cuerpos diversos en forma y en color. Peca contra la humanidad el que fomente y propague la oposición y el odio de las razas.  Pero en el amasijo de los pueblos se condensan, en la cercanía de otros pueblos diversos, caracteres peculiares y activos, de ideas y de hábitos, de ensanche y adquisición, de vanidad y de avaricia, que del estado latente de preocupaciones nacionales pudieran, en un período de desorden interno o de precipitación del carácter acumulado del país, trocarse en amenaza grave para las tierras vecinas, aisladas y débiles, que el país fuerte declara perecederas e inferiores. Pensar es servir. Ni ha de suponerse, por antipatía de aldea, una maldad ingénita y fatal al pueblo rubio del continente, porque no habla nuestro idioma, ni ve la casa como nosotros la vemos, ni se nos parece en sus lacras políticas, que son diferentes de las nuestras; ni tiene en mucho a los hombres biliosos y trigueños, ni mira caritativo, desde su eminencia aún mal segura, a los que, con menos favor de la historia, suben a tramos heroicos la vía de las repúblicas; ni se han de esconder los datos patentes del problema que puede resolverse, para la paz de los siglos, con el estudio oportuno y la unión tácita y urgente del alma continental. ¡Porque ya suena el himno unánime; la generación actual lleva a cuestas, por el camino abonado por los padres sublimes, la América trabajadora; del Bravo a Magallanes, sentado en el lomo del cóndor, regó el Gran Zemí, por las naciones románticas del continente y por las islas dolorosas del mar, la semilla de la América nueva!

 


Respuesta  Mensaje 5 de 5 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 01/01/2016 12:19

BRASIL

Tres décadas de conquistas en juego

El juicio contra Rousseff continúa pendiente de pruebas, mientras el apoyo a la mandataria se reaviva

Por ROSANA BERJAGA

22 de diciembre de 2015

Dilma Rousseff, presidenta de Brasil, ahora a la espera de un juicio político
La mandataria Dilma Rousseff ha exigido agilidad en el
proceso de impeachment para evitar mayores perjuicios
a la economía nacional. (Foto:
www.hispantv.com)

El juicio político contra la mandataria Dilma Rousseff prolonga su siesta entre las peticiones pendientes al Supremo. No solo porque diciembre también es mes muerto para la burocracia y nadie quiere llevarse papeleo a casa; sino fundamentalmente porque las evidencias para sustentar el caso continúan sin esclarecerse.

Entre la confusión y el desorden, después de varios meses de protestas ha podido dilucidarse que la mandataria no puede ser juzgada por irregularidades heredadas de mandatos anteriores. Si bien, el presidente de la Cámara de Diputados Eduardo Cunha, principal impulsor del proceso, ha dejado claro que suposiciones no son suficientes para destituir a nadie –sin lugar a dudas refiriéndose a su propio caso-, la oposición y una parte del pueblo que ha visto afectados sus bolsillos con la recesión del país, siguen interesados en ver rodar cabezas.

No obstante, el juego de Cunha –involucrado en un proceso de escrutinio por una Comisión de Ética que investiga posibles actos de corrupción- no muestra señales claras de su rumbo. En medio de un aparato de gobierno que se divide visiblemente entre aliados y detractores, Cunha es acusado de actuar impulsado por la venganza, mientras la Cámara Baja se acoge a votaciones secretas, provoca disputas internas y hace arder (literalmente) las urnas que deciden el destino de Dilma.

Hay quienes comienzan a vislumbrar tanto aquí como en las calles, las secuelas de un país enojado; aunque el impeachment y la oleada de caos alrededor de este, deja de ser un fenómeno fortuito en la historia brasileña; así como tampoco es inocente ni poco común su uso como presión política hacia el Poder Ejecutivo del país. Así, la sombra de “planes mayores” y la cercanía de un golpe de Estado no se apartan de los sucesos recientes en el gigante sudamericano. Desde que finalmente el pasado 2 de diciembre el polémico Eduardo Cunha aprobara la apertura del juicio contra la presidenta, tras avalar la acusación de irregularidad fiscal, crecen las posibilidades de que el Gobierno “mal funcione” debido al desgaste en un proceso con nefastas consecuencias para la economía y la política del país.

Por este motivo, Rousseff ha pedido al Congreso suspender el receso previsto para los próximos 22 de diciembre al 2 de febrero, y agilizar el juicio en su contra, el cual debe pasar aún por una acusación formal aprobada por las tres cuartas partes de la Cámara; un período de defensa, lanzamiento de debates, deliberaciones y finalmente la conclusión. Al respecto, la Presidenta recordó a los decisores que la situación nacional actual no permite esperar todo ese tiempo para tomar una decisión. En esta misma conferencia de prensa insistió en que no ha “cometido ninguna irregularidad” en su tiempo de gobierno.

El expresidente Lula da Silva, siempre un aliado de Dilma, anima el crecimiento del apoyo a la actual mandataria. Cara icónica del PT e ileso hasta el momento de las imputaciones de corrupción, Lula recuerda que su correligionaria solo “ha hecho lo que todos los presidentes hacen alguna vez: financiar proyectos sociales y pagarlos después a través del Estado”. Asimismo, el exmandatario recordó que la situación económica actual de Brasil tiene mucho que ver con el impacto de la crisis económica mundial.

Sin embargo, es poco probable que a muchos de los manifestantes les importe demasiado la crisis global. Aquí se retuerce otro tipo de motivaciones que van desde una inclinación hacia la derecha hasta la incertidumbre de no saber si el decrecimiento económico se detendrá para 2016. En esto, los cálculos de cuántos brasileños siguen lanzándose a las calles para explayarse en contra del Gobierno se mueven hacia uno y otro lado, según quien haga las estimaciones.

No obstante, lo cierto parece ser que, pese a la triste coyuntura de dos victorias de derecha en el continente este noviembre, las más recientes manifestaciones opositoras en Brasil alcanzaron bajos porcientos de asistencia, en comparación con las registradas hace apenas unos meses. Algunos analistas atribuyen este fenómeno al proceso de deslegitimación de Cunha, mientras otros alaban la gestión de movimientos sociales aliados al PT, que continúan pidiendo al pueblo su apoyo al curso democrático de la nación.

Lo que está en juego en Brasil no es cosa sencilla: tres décadas de disminución de desigualdades y la fe en que la ola de izquierdas puede seguir con vida en América Latina.



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