Cuando,  infeliz, postrado por el hombre y la suerte,
en  mi triste destierro lloro a solas conmigo,
y  agito al sordo cielo mi grito vano y fuerte,
y,  volviendo a mirarme, mi destino maldigo,
y  sueño ser como otro más rico en esperanza,
tener  su mismo aspecto, gozar sus compañías,
y  envidio el arte de éste, del otro la pujanza,
hastiado  aún de aquello que me daba alegrías;
si  en estos pensamientos mi desprecio me espanta,
pienso  en ti felizmente, y entonces mi consuelo
como  una alondra a orillas del día se levanta
del  mundo oscuro, y canta a las puertas del cielo.
Tal  riqueza me ofreces, dulce amor recordado,
que  desdeño cambiar con los reyes mi estado.
Versión  de William Ospina