«Existe algo que amarga todos mis momentos de alegría, que me persigue como un continuo aguafiestas, declaraba un incrédulo a uno de sus amigos. ¿Sabes qué es? No puedo deshacerme de este pensamiento: ¿Y si la Biblia tuviese razón?».

Cierto día un alumno preguntó lo siguiente a su profesor de filosofía quien, tanto en sus clases como en privado, no dejaba escapar una oportunidad para atacar las Santas Escrituras: –Profesor, ¿no cree que usted da demasiada importancia a la Biblia tratando constantemente de rechazarla? ¿Por qué no la deja en paz? –Porque ella no me deja tranquilo, reconoció el filósofo.

¿Qué es lo que molesta tanto al materialista como al intelectual, al que quiere disfrutar la vida como al que se hizo sus propias ideas respecto a la religión? Es la perspectiva del juicio anunciado mediante la Palabra de Dios. Tal como «la espada de Damocles», el juicio cuelga sobre la cabeza del hombre, por encima de todas sus alegrías, condenando su pasado, turbando su presente y amenazando su futuro. En vez de poner orden en su vida, el hombre prefiere deshacerse de ese molesto testigo, es decir, la Biblia, contradiciéndola o burlándose de ella. ¿Y si ella fuera la verdad? Para todos los que se han dejado atraer por ella y se someten a su autoridad, ella se ha convertido en fuente de luz, de amor, de vida, de paz, ¡en la revelación de Dios mismo!