Página principal  |  Contacto  

Correo electrónico:

Contraseña:

Registrarse ahora!

¿Has olvidado tu contraseña?

EL VISLUMBRAR DE LA ERA DE ACUARIO
 
Novedades
  Únete ahora
  Panel de mensajes 
  Galería de imágenes 
 Archivos y documentos 
 Encuestas y Test 
  Lista de Participantes
 General 
 NAVIDAD 2.016 
  
 ¿QUE ES LA VERDAD? 
  
 EL EMBLEMA ROSACRUZ & The Rosicrucian Emblem 
  
  
  
 HERMANOS MAYORES 
 THE BROTHERS OF THE ROSE CROSS 
 The Rosicrucian Fellowsihip (CURSOS) 
 MAX HEINDEL 
 NORMAS DEL VISLUMBRAR 
  
 AUGUSTA F. DE HEINDEL 
 CORINNE HELINE 
 ADMINISTRACION 
  
  
  
 BIBLIOTECA ROSACUZ 
 MANLY P. HALL 
  
 PREG Y RESP. R.C. 
 FOLLETOS ROSACRUZ 
 LINKS ROSACRUCES 
  
 ROBERTO RUGGIERO 
  
 FRANCISCO NÁCHER 
 ALEXANDRA B. PORTER , 
 JOSÉ MEJIA .R 
 MARTA BRIGIDA DANEY 
 LIBRO DE URANTIA 
 SALUD Y CURACION 
 CUENTOS PARA NIÑOS 
 EL SITIO DE ACSIVAMA 
  
 NOTAS AL INTERIOR 
 LA BELLEZA DE LA VIDA 
 TUS REFLEXIONES 
 BIBLIOTECA 
 PPS ESOTERICOS 
 MUSICA 
 GRUPOS Y AMIGOS 
  
  
 Señor, haz de mi un instrumento de tu paz. 
 LA MORADA DE JESÚS 
  
 
 
  Herramientas
 
VARIOS AUTORES: CONSECUENCIAS DE UNA CALUMNIA...(I) Mario Roso de luna
Elegir otro panel de mensajes
Tema anterior  Tema siguiente
Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: moriajoan  (Mensaje original) Enviado: 13/04/2012 18:30

 

 

 

CONSECUENCIAS DE UNA CALUMNIA...(I)
Mario Roso de luna

 Continuando con las cartas comenzadas en el capítulo anterior1, nos
encontramos con estas otras de Helena no menos notables:
Wurzburg, mayo, 1886:
«No me importan esas censuras, precisamente porque son inmerecidas.
Thiers, ante ciertas injurias lanzadas contra él, solía compararse a un paraguas
viejo sobre el que durante cincuenta años no había cesado de llover.
Parafraseando a aquél, yo diré que también soy un antiguo paraguas, ya que
aguas sucias y basuras de todo género han caído sobre mí durante más de
veinte años, y poco me pueden importar ya unas gotas más o menos. ¡Aviada
estoy, en verdad, entre los jesuítas, los protestantes y la imbécil Sociedad de
Investigaciones Psíquicas, con el ‹simpático› Hodgson desempeñando el papel
de esbirro de todos ellos!
»Sin embargo, me dirige usted cargos acerca de que oculto a todos los
secretos referentes a los Mahatmas. Si cortándome la lengua pudiese borrar
cada palabra de verdad pronunciada por mí acerca de los Santos Maestros, en
el acto me volvería muda para siempre. Cuanto autorizadamente podía decir
acerca de Ellos, y muchos más, lo he dicho, y ahora sufro por haber profanado
Su nombre y las sagradas cosas procedentes de Ellos. Por haber amado
demasiado la Causa teosófica he pecado de indiscreta, en mi deseo de servirla,
y he expuesto aquello que jamás debí pronunciar.
»¡A vosotros todos –y aún al pobre Olcott– os ha tocado el mejor papel en
esta tragicomedia. Sois las supuestas víctimas, ¡oh, nobles corazones
engañados por mí, la más hábil e inmoral impostora del siglo!
»Como Hodgson dice en su Memoria, soy ‹la vil espía rusa›, la
conspiradora; la autora de los Mahatmas. Bien. ¡Así sea! Pero no es a mí, a
H.P.B., que poco tiempo he de vivir ya sobre la tierra, a quien el enemigo
persigue con ello. Insensato en alto grado sería quien tal creyese. Es a la
misma Sociedad humana a quien así persiguen. Es a la Verdad a quien
querrían destruir. Los que así piensan olvidan que mi pretendida ‹invención
de los Mahatmas para engañar y burlar al mundo› sólo ha traído sobre mí
durante estos diez años últimos penas y amarguras de todo género que me han
llevado a las puertas de la muerte: ¡a mí, que pude dedicarme, si tal hubiese
sido mi deseo, a labores literarias que me habrían proporcionado honra y
dinero, muchísimo dinero; a mí, que, apoyando a los espiritistas, entre los que
habría contado los defensores por millones y que me hubiesen dado fama y
celebridad en vez de la infamia en que vivo, según aquellos que juzgan
meramente por las apariencias ! De los que dudan, repito, me lavo las manos.»
Wurzburg, octubre, 1886:
«No desespero. Estoy escribiendo La Doctrina Secreta, pero aquí no tengo
libros ni nadie que me ayude, y trabajo muy lentamente.
»Desea usted que ‹los que hablan mal de mí me respeten›, mas no me cuido
lo más mínimo del respeto de aquellos a quienes desprecio de todo corazón.
Mi corazón se ha endurecido. Nada me importa ya, salvo mi deber hacia los
Maestros y la Causa Teosófica. A ambos ofrezco cada gota de mi sangre y
hasta el último latido de mi corazón envenenado y destrozado por la vil y
traidora naturaleza del hombre.»
Londres, enero, 1888:
«Lo que me queda de vida ya no es mucho, y he aprendido a tener paciencia
en estos tres últimos años. Mi salud ha mejorado, pero, en general, la he
perdido para siempre. Sólo cuando me siento y escribo me encuentro bien. Ni
andar ni tenerme de pie puedo arriba de un minuto.»
Londres, julio, 1888:
«Sí, tiene usted razón. Accidentada y maravillosa ha sido mi vida, pero las
maravillas y accidentes que de ella se cuentan no son todas debidas al hecho
de hallarme en relación con los grandes hombres a quienes en la India
principiaron a llamar Mahatmas. Los Maestros que yo conozco no son los
yoguis que se encuentran en la India, que fijan su residencia en la espesura de
los bosques, donde viven durante siglos, en compañía de los árboles, cuyas
ramas crecen entre sus piernas y brazos y se sostienen durante años sobre una
pierna, o se entregan a las tapas (devociones) conteniendo el aliento. Son
simplemente adeptos de la Ciencia Esotérica y el Ocultismo, adeptos cuyos
‹Cuarteles generales› se hallan situados en cierta región del Tíbet y cuyos
miembros están esparcidos por el mundo entero. Estos hombres eminentes,
gloriosos, más sabios que ningún otro sobre la tierra; santos completos
algunos de ellos, y otros que no lo son tanto. Estos son los hombres que yo
conozco; con quienes he aprendido cuanto sé; con los que he vivido y a
quienes he jurado servir por siempre jamás hasta mi último suspiro, y a
quienes sirvo fiel, si no sabiamente, y que existen. No se trata aquí de creer o de
dejar de creer en Ellos. No es este el problema. Hasta es bien posible que
Ellos hayan hecho cuanto estaba en su poder para que las gentes desconfiaran
de Su existencia, ya que desde el año 1879 hasta 1884 su creencia en ellos ha
degenerado en adoración y en fetichismo. Jamás pretendí yo ser el
representante de Ellos, sino su servidora y fiel esclava, esclava, sí, hasta la
muerte… Concluyamos. Usted no me conoce ni me ha conocido nunca tal cual
realmente soy. Algún día quizá alcanzará a conocerme mejor.»
Londres, noviembre, 1889:
«El presente siglo no es nada propicio a la exposición de hechos llevados a
cabo sin discernimiento, y me ha tocado en suerte el sufrir mucho
personalmente a causa de lo que sobre mí atrajera la necia divulgación de mis
fenómenos. Cuando, casi moribunda, abandoné la India, los misioneros
consideraron tal hecho como un triunfo para ellos. También lo interpretó así la
Sociedad de Investigaciones Psíquicas, con sus escándalos y payasadas. Pero,
marchándome, pude escribir La Doctrina Secreta, La Clave de la Teosofía y La Voz
del Silencio, y preparar dos tomos más de La Doctrina Secreta, cosa que jamás
hubiese podido hacer en la turbulenta atmósfera psíquica de la India, ni
tampoco existiría hoy en Inglaterra una Sociedad Teosófica capaz de rivalizar
con la de la India en cuanto al número e inteligencia de sus miembros.»
Londres, abril, 1890:
(Esta carta no fue dirigida a mí, sino a los Miembros hindúes, carta que
después, por determinados motivos, no se publicó, pero de la que se me
permitió tomar los siguientes fragmentos):
«Uno de los principales factores en el renacimiento de la Aryavarta (Gran
India antigua), debido al ideal de los Maestros, ha sido, en parte, obra de la
S.T., pero, debido a falta de discernimiento, cuanto a los abusos a que se
vieron expuestos los Nombres y Personalidades de Ellos, surgieron grandes
errores. Yo, por solemnísimo juramento, me había comprometido a no revelar
jamás a persona alguna la verdad, salvo a algunos que, como Damodar,
hubiesen sido definitivamente elegidos y llamados por Ellos. Lo único que se
me permitía revelar entonces era que semejantes grandes hombres existían en
alguna parte; que algunos de ellos eran hindúes y que eran sabios como nadie
en la antiquísima sabiduría de la Gupta Vidya, habiendo adquirido todos los
Siddhis (poderes), no según lo representan la tradición y los velados escritos
antiguos, sino tales cuales son de hechos y en la Naturaleza, y también que yo
era una Chela (o Discípula) de uno de Ellos. Pronto, sin embargo, nacieron en
la descarriada imaginación de algunos hindúes las más ridículas y fantásticas
ideas respecto de los Maestros, y algunos hasta llegaron a rebajarlos. Nuestros
adversarios, al describir a un Mahatma como un Jiva-Mukta completamente
desarrollado, objetaban que como tal Jiva-Mukta (o Ser que ha trascendido
ya el humano nivel) no podría ya comunicarse con nadie que viva en este
mundo, añadiendo que, como nos hallábamos en el Kali-Yuga (o Edad
Negra), era imposible que pudiese existir en nuestros tiempos Mahatma
alguno.»
«Los sufrimientos mentales de H.P.B. a raíz de los insultos del informe de la
Sociedad de Investigaciones Psíquicas –dice Sinnett en su citada biografía–,
no necesitan de minuciosa explicación y de nada serviría tampoco el relatar
punto por punto los prejuicios sugeridos al Sr. Hodgson contra ella por los
esposos Coulomb, prejuicios absurdamente admitidos como pruebas por la
Comisión de dicha Sociedad2. Yo, por mi parte, hubiese preferido el demorar
la publicación de esta obra hasta reunir mayor número de datos que hubiesen
completado la historia de su vida. Pero tal como la obra aparece, espero
confiadamente en que todo lector discreto habrá de considerarla como una
indirecta refutación, más eficaz en sí que cualquiera controversia sobre las
circunstancias que ofuscaron la mente del Sr. Hodgson en Adyar, y sobre la
monstruosa y gratuita afirmación expuesta por aquella Sociedad diciendo que
la señora Blavatsky era una impostora, ‹no una impostora vulgar, no, sino la
impostora más completa, más ingeniosa y más interesante que registra la
Historia›.»
La Sociedad, representada por dicha Comisión, no tendrá probablemente
muy larga existencia. Se alzó como un cohete con brillante estela de fuego que
podría haberla hecho subir hasta el cielo; pero merced a la errada dirección de
su trayectoria retrocedió casi instantáneamente hacia el suelo, y la energía que
debió impulsarla a lo alto sepulta ahora profundísimamente su cabeza en la
arena. En cambio, los frutos literarios de la vida de H.P.B. sobrevivirán a los
recuerdos que la actual generación conserve de los esfuerzos realizados para
desvanecer el interés de los prodigios físicos que obró, y que, en verdad,
constituyen la mínima circunstancia de su vida, ya que el relato de las
maravillas con las que ella estuvo relacionada, aunque haya llenado tan
extensamente las páginas de este volumen, no es mas que la espuma sobre la
superficie que bajo sus auspicios ha estado fluyendo en nuestra época a través
del pensamiento humano. Ella decía:
«De qué quejarme? ¿No me dejó el Maestro en libertad de seguir los
dictados del señor Buddha, que nos ordena alimentar aun a una serpiente
hambrienta sin temor de que se revuelva y muerda la mano del que la
alimentó, y arrostrar el karma que castiga a quien aparta su vista del pecador
y del miserable y no consuela al afligido?… ¿Soy yo mayor o mejor en algún
modo que lo fueron Saint Germain, Cagliostro, Paracelso y tantos otros
mártires cuyos nombres aparecen en la Enciclopedia del siglo XIX con el
título de charlatanes e impostores? Será el karma de los ciegos y malos jueces,
no el mío… En lo sucesivo puedo hacer mayor bien permaneciendo en la
sombra que figurando de nuevo en primera línea en el movimiento. Dejad,
pues, que me oculte en desconocidos parajes y escriba y escriba enseñando a
cuantos quieran aprender. Puesto que el Maestro me obliga a vivir, dejadme
vivir en relativa paz. Es evidente que el Maestro quiere que todavía trabaje
para la S.T., pues no me ha permitido estipular un contrato con… (aquí el
nombre de un editor extranjero, quien le había ofrecido pingüe
remuneración), para escribir únicamente en su publicación. El Maestro no
consintió que el año pasado firmase este contrato cuando me lo propusieron
en París, ni tampoco quiere que lo sancione ahora, pues dice que he de
emplear el tiempo de otro modo. ¡Ah! En cuán cruel y malvada injusticia se
me ha envuelto. Imaginad la horrible calumnia del Christian College Magazine,
cuya afirmación de que yo había tratado de estafar al señor Jacobo Sassoon
diez mil rupias en el negocio Roorie dejaron pasar sin contradicción aun los
mismos X… e Y… quienes sabían con seguridad plenísima que semejante
acusación es la más abominable de las calumnias. Pocos saben que, después de
haber trabajado y consagrado mi vida durante más de diez años al progreso de
la Sociedad, hube de salir de la India como una mendiga, fiada para mi
cotidiano sustento de la generosidad de The Theosophist, revista que fundé con
mi dinero. He de pasar por mercenaria impostora, por estafadora, cuando
gasté todo el dinero que me rendían mis artículos rusos, y durante cinco años
doné el importe de la venta de Isis y los ingresos de The Theosophist para el
sostén de la Sociedad… Perdóneme que le diga todo esto y me muestre tan
egoísta; pero es una respuesta directa a la vil calumnia, y los teósofos de
Londres tienen el derecho de saberlo.»
Tengo en mi cartera toda una serie de artículos escritos por los amigos de
madame Blavatsky en su favor, que ningún periódico ruso publicaría por
temor a la polémica. Contestando a una alusión del Novoie Vremia sobre esta
misma exposición de la Sociedad Psíquica una veintena de miembros de la
Sociedad Teosófica de Londres, que conocían a fondo toda la intriga, enviaron
un comunicado colectivo al editor, pero este comunicado nunca se publicó, y
el artículo difamatorio continuó apareciendo en aquel periódico fundado en
las calumnias de la Sociedad Psíquica.

 

 

 



Primer  Anterior  2 a 2 de 2  Siguiente   Último  
Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: Mitzi Enviado: 13/04/2012 19:27
Es notable la seguridad de Blavatsky.   


 
©2024 - Gabitos - Todos los derechos reservados