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El  Padre en el cielo os perdona vuestros pecados, 
por lo tanto, debéis aprender a perdonaros los unos a los 
otros. 
 
Libro 
de Urantia. Pág.1762
 
 
Nosotros tenemos la piel muy sensible y nos resulta 
fácil el sentirnos heridos y nos cuesta mucho perdonar las ofensas, pero no 
dudamos en pedir a Dios que perdone nuestras faltas.  Jesús fue enfático cuando nos dijo: 
"¿Cómo puedes implorar a Dios que te tenga consideración por tus imperfecciones, 
si castigas a tus hermanos culpables de las mismas debilidades humanas? Yo os 
digo a todos vosotros: habéis recibido generosamente las cosas buenas del reino; 
dad pues generosamente a vuestros semejantes en la 
tierra»."1764
 
No se 
trata de encontrar todo bien y de ignorar la maldad, se trata de transmutar 
nuestros pensamientos y sentimientos para que no se enquisten en nuestra alma, 
ellos deben ser aves de paso, no dando ocasión para juzgar a los que nos 
ofenden.  "Jesús enseñó los peligros e ilustró la injusticia de 
presumir juzgar a los semejantes. La disciplina debe ser mantenida, la justicia 
debe ser administrada, pero en todos estos asuntos debe prevalecer la sabiduría 
de la hermandad. Jesús impartió la autoridad legislativa y judicial al 
grupo, no al individuo. Aun esta autoridad del grupo no debe ser 
ejercida como autoridad personal. Siempre existe el peligro de que la decisión 
de un individuo se vea distorsionada por el prejuicio o por la pasión. El juicio 
del grupo puede prevenir más fácilmente los peligros y eliminar las injusticias 
de la opinión personal. Jesús trató siempre de minimizar los elementos de la 
injusticia, la venganza y la represalia."1764
 
Nos sería mucho más fácil el entregar el perdón a los que nos 
ofenden, si tuviésemos la suficiente empatía para pensar en ellos ante s que en 
nosotros, ponernos en sus zapatos y pensar el por qué de su manera de actuar, 
porque "Jesús enseñó que el pecado no es hijo de una naturaleza defectuosa, sino 
más bien el descendiente de una mente conocedora dominada por una voluntad no 
sumisa. Sobre el pecado, enseñó que Dios ha perdonado; que nosotros 
podemos disponer personalmente de ese perdón mediante el acto de perdonar a 
nuestros semejantes. Cuando perdonas a tu hermano en la carne, creas de esa 
manera en tu alma la capacidad para recibir la realidad del perdón de Dios por 
tus errores."1861
 
Por 
tanto, al perdonar 70 veces 7 los únicos que salimos ganadores somos nosotros, 
pues estamos haciendo espacio para que las bendiciones de Dios nos acompañen y 
nuestro Espíritu residente nos indique la mejor manera de actuar con todos los 
que nos rodean, de manera de crear la paz en nuestro corazón para poder unirnos 
a los miles que estamos empeñados en que algún día la Paz Mundial sea no utopía 
como pareciera ser hoy, sino una realidad tangible, porque "con Dios todo es 
posible"
 
yolanda silva solano