Estaba ahí, yo lo sabía y me leía en sus ansias de ser la musa
de mi inspiración, estaba ahí y solo buscaba el momento justo
para hablarme, para sacar de mis entrañas mi secreto,
mi verdad, para confesarme sus intrigas, sus deseos, sus sueños.
-Poeta tengo algo que decirte.
-A ver hazlo aquí estoy como siempre.
-No sé que soy o seré en tu vida o en tu destino,
pero en la mía eres un faro en la tempestad,
eres la paz en el mar agitado de mis dudas y pensamientos,
eres el motivo de mi felicidad y quien pinta
mi mundo con un arcoíris de colores.
¿Qué hacer ante semejante palabras que salían de su boca?
Si yo sabía que era verdad, si cada día dibujaba en mi pluma
el trazo de su cintura y los contornos
de su espalda entre sus curvas majestuosas.
Entonces ella seguía al interpretar mi silencio.
-Escucho la melodía de tu voz y sé que no habrá
nadie igual porque hondos suspiros salen de mi alma
sin poder evitarlo y oye siento la necesidad de abrazarte,
de tocar cada parte de tu cuerpo desde el volcán de tu pecho,
sentir las caricias de tus manos, la pulpa de tus besos,
tu olor a hombre, dejo que mi cuerpo experimente
cada sensación que me libera, me hace sentir mujer
y amada de la forma que quiero.
-Eres la poesía en su alma pura.
-Poeta tú me llevas a la cúspide del placer, cuando siento
y deseo todo de ti, te quiero dentro mío … ¡Mi amor!