Los Verdes, por su parte, obtuvieron el 4,5% de los votos y 17
diputados. En el bloque de la derecha, los electores castigaron
severamente al Partido Moderado (antes llamado Conservador), que sufre una
derrota histórica, la más grave desde 1976, al pasar del 22,9% de hace
cuatro años al 15%. Los vencedores morales del bloque burgués fueron los
liberales, que triplican sus votos: del 4,7% de 1998 al 13,3% de anoche.
La victoria de los socialdemócratas, bastante más holgada de lo que se
esperaba y por encima del 36,4% cosechado en 1998, cuando registraron los
peores resultados de su historia, se explica, según los primeros análisis,
por la movilización de la maquinaria del partido en los últimos días de
campaña Sus militantes se emplearon a fondo en la recta final en la
búsqueda del voto, sobre todo, entre los inmigrantes. Un sector de la
población donde había cundido la preocupación por las propuestas liberales
de recortar las ayudas sociales que reciben y exigirles superar un examen
de sueco para obtener la ciudadanía. Este efecto final evitó que se
produjese el previsto thriller electoral. La participación, del 78%, fue
la más baja que se produce en Suecia desde II Guerra Mundial, pero anoche
no se sabía si la afluencia de los extranjeros a las urnas había sido
mayor que 1998, cuando sólo votaron el 35%.
Líder sólido
Hacia las diez de la noche y con un ramo de rosas rojas en las manos,
un exultante G철ran Persson, hizo su primera aparición pública. Tras
esperar a que cesaran los gritos de "G철ran, G철ran", afirmó que los
resultados suponían un "fantástico progreso". Su triunfo le consolida como
un líder sólido que previsiblemente podrá negociar desde una posición de
fuerza con sus aliados de izquierda y sus adversarios de la derecha.
El Partido de la Izquierda y los Verdes, que rechazan la incorporación
de Suecia al euro y a la OTAN, insistieron durante la campaña en formar
parte del Gobierno, una pretensión que Persson ha descartado de momento.
Los resultados además, con el descenso de votos de los ex comunistas y el
estancamiento de los ecologistas, ponen en principio las cosas más fáciles
al líder socialdemócrata
La victoria de los socialdemócratas suecos es también una buena noticia
para la Europa comunitaria, en opinión de la mayoría de los analistas.
Según éstos, una derrota de Persson hubiera hecho muy difícil que el
partido se empleara a fondo en la campaña del referéndum sobre el euro,
que Suecia celebrará el año que viene, probablemente en otoño.
En el bloque de la derecha los resultados abren una profunda crisis, ya
que evidencian que los cuatro partidos que lo forman pese a presentarse
con una plataforma común siguen muy divididos y sufren una aguda crisis de
liderazgo, como se puso de manifiesto en los últimos días de campaña
cuando se ensarzaron en una absurda pelea sobre cuál de los cuatro líderes
debería ser elegido primer ministro en caso de victoria.
Problemas de inmigración
El éxito de los liberales se debe principalmente a la habilidad de su
jefe de filas, Lars Leijornborg, que ha sabido meter en la agenda política
sueca el problema de los inmigrantes. Anoche, al son de los acordes de la
música de la película Rocky, Leijornborg saludó a sus militantes y
explicó el crecimiento electoral de su partido "por haber puesto sobre la
mesa los verdaderos problemas de la sociedad sueca". El gran perdedor fue
el líder moderado, el joven Bo Lundgren, que ha visto cómo sus electores
acudían a votar a los liberales dado lo grisáceo y frío de su mensaje
político. Anoche fue uno de los últimos en aparecer y sólo para decir que
de momento no pensaba en dimitir.
A largo plazo, el avance liberal revolucionará el panorama de las
fuerzas conservadoras. La astucia con la que han manejado el problema de
la inmigración podría indicar que la derecha al fin ha encontrado una
palanca más eficaz que la tradicional exigencia del recorte de impuestos
para desmantelar el modelo social
sueco.