Esto parece ser una sociedad de cómplices
Escrito por Luis Ortega: Periodista cubano residente en Miami al cual por la falta de libre expresión de esa ciudad no se le permite publicar sus artículos y tiene que publicarlos en un periódico de Nueva York.
Mis compatriotas de Miami, es decir, los cubanos, han resucitado una vieja plaga de la Cuba de ayer. Me refiero a la guataquería. Esa palabra, en Cuba tenía un significado particular. Se refería a la costumbre criolla de volcar elogios desmedidos sobre un personaje poderoso. Por ejemplo, cuando el viejo dictador Machado le preguntaba a uno de sus asistentes sobre la hora, el hombre se apresuraba a responder: "¡La que usted quiera, Genera!".
Aquí, en Miami, está pasando lo mismo. el día 7 de noviembre, dos días después de las elecciones, el suplemento en español del Miami Herald comparó al presidente George W. Bush con el presidente Roosevelt, llenado casi toda la primera página con la foto de Bush. "Ha logrado ya una estatura política que favorece su campaña para la reelección", dijo el periódico.
El otro periódico, el diario, que circula casi clandestinamente entre los viejos cubanos de Miami, ha dicho cosas increibles. Lo último ha sido un título en primera página que dice que Graham es el demócrata victorioso en la Florida. Es decir, el senador Bob Graham, el mismo que, con el otro senador, ayudó a sacar a Janet Reno de la candidatura para imponer a un abogado de Tampa que nadie conocía y que más bien parecía de lejos, un aliado secreto del gobernador Jeb Bush. Es curioso los dos senadores demócratas de la Florida hicieron todo lo que era necesario hacer para impedir que Janet Reno obtuviera la nominación del Partido Demócrata.
¿Casualidad? ¿Torpeza? ¿Mala intensión? ¿Complicidad? quién sabe. Bob Graham y Bill Nelson, los dos senadores de la Florida, tomaron parte en la intriga que Janet Reno obtuviera la postulación. Los dirigentes del partido en la Florida hicieron todo lo posible para cerrarle el paso a una mujer que tenía serias posibilidades de ganar la elección frente a un gobernador tan cuestionado como Bush. No fue posible. La dejaron sola en el medio de la calle, sin dinero y sin apoyo y levantaron la candidatura de un abogado desconocido, muy poco hábil, y que, desde el primer día, recibió un caluroso apoyo del gobernador Bush. Desde que su nombre salió a la calle, sospechosamente, el gobernador Bush la emprendió contra el desconocido McBride como si este fuera, realmente, el enemigo a vencer. Fueron los republicanos los que le dieron a McBride la investidura de adversario a vencer. Los hechos han demostrado que McBride era el candidato que le convenía a Jeb Bush. En ningún momento el abogado de Tampa formuló la más leve crítica contra la corrupción republicana, contra los negocios en la Florida, contra el estado miserable de la escuela pública, contra los mismos antecedentes del millonario Jeb Bush. Nada, ni una palabra.
En las elecciones primarias de septiembre 10, Janet Reno, sin recursos, cercada por las pandillas del gobernador, rechazada por los dirigentes del partido en la Florida, fue puesta a un lado. Hubo escándalo en la elección. Hubo fraude. A pesar de la guerra que le habían hecho los mismos demócratas, la mujer dio muestras de su carácter y decencia y no hizo ninguna denuncia. Se limitó a apoyar fervorosamente a McBride después de ser derrotada. No ha vuelto a abrir la boca.
Una simple ojeada a esta situación revelaría hasta donde ha crecida la famosa güataca cubana de otros tiempos. El hecho de que los cubanos del Herald en español comparen a George W. Bush con Franklin Delano Roosevelt sirve para poder apreciar hasta donde llega la audacia de estos plumíferos. Ya empezaron la campaña para reelegir al hombre en el 2004.
Ahora bien, en última instancia, al Partido Demócrata la ha ocurrido lo mejor. Por primera vez en muchos años se ha dado el caso de que el gobierno en el poder, en su primer período, gane unas elecciones parciales. La tradición demócrata en los Estados Unidos siempre ha consistido en todo lo contrario. La derrota a mitad del período de 4 años siempre ha servido como un contrapeso. Ese es el equilibrio saludable para toda democracia legítima. Ahora ese equilibrio se ha roto y tenemos en la Casa Blanca un presidente tan despistado que va a operar, durante los dos próximos años como el jefe de una monarquía absoluta de origen divino. Vamos a asistir ahora al endiosamiento del gran guerrero George W. Bush. los medios de comunicación (con pocas excepciones) van a falsificar la realidad porque están en manos de las grandes corporaciones que han llegado a creer que ellos pueden hasta inventar la realidad que más les convenga.
Ahora, con todo el poder en las manos, los Bush se enfrentan a una grave responsabilidad. No hay contrapeso. No hay equilibrio. Hay muy pocas figuras respetables en el Partido Demócrata. Estos dos senadores de la Florida dan la medida de lo que es el partido. Esta pequeña intriga que han hecho para imponer al candidato que estaba destinado a perder la gobernación define muy bien la situación.
Al presidente le ha caído encima una tarea muy pesada. Todo lo que ocurra en el país, la miseria que puede y debe sobrevenir, tras dos años de disparates, todo eso será responsabilidad suya. Esto, claro, suponiendo que no se haga una limpieza en el Partido Demócrata para eliminar los sobrantes. Porque podría también ocurrir que ahora empiece el culipandeo en Washington y todos, demócratas y republicanos, restablezcan la complicidad.
Tomado de el diario /LA PRENSA de Nueva York