Si ud. se cree que lo que está pasando en Argentina y en otros países es un fenómeno nuevo está muy equivocado, pués la historia nos enseña que desde el nacimiento de una república el imperio yanqui con complicidad de los capitalistas y anexionistas la saquean, como es el caso de el saqueo de la Cuba de ayer
Cuando se analizan las consecuencias que tuvo para la economía cubana el Tratado de Reciprocidad firmado con EE.UU. en 1902 y su sustituto en 1934 y lo comparamos con los objetivos del ALCA en América Latina, se puede afirmar que no existen marcadas diferencias.
Lo confirma el ejemplo de Cuba, primera república establecida en el siglo XX, que fue a la vez el primer escenario donde actuó el naciente imperialismo yanqui. Por lo tanto, no resulta ocioso recordar las condiciones que facilitaron su desarrollo y que hoy constituyen premisas de la Asociación de Libre Comercio de las Américas.
Fueron concedidas privilegiadas facilidades arancelarias para los productos del poderoso vecino del Norte, que como un pulpo fue absorbiendo los recursos del país, sus minas, las reservas potenciales de combustibles, los servicios públicos, los bancos. Así como los principales medios de difusión, que trataban de desvirtuar las raíces culturales e históricas del pueblo cubano.
Los libros, revistas y periódicos, salvo algunas excepciones, enaltecían el modo de vida norteamericano. Los textos de historia que enseñaban en las escuelas decían que Cuba debía su independencia a los Estados Unidos. Paralelamente, la estructura de la economía permanecía inalterable, pues el país cada vez más era exportador de materias primas y consumidor del producto terminado que adquiría en el Norte.
El 25% del territorio nacional, la cuarta parte, que se calculaba en unas 202 105 caballerías, pertenecía a 96 propietarios, en su casi totalidad empresas azucareras norteamericanas.
Veamos el caso de la United Fruit Company, que poseía 1 094 kilómetros cuadrados del territorio nacional. Explotaba 6 158 caballerías, muchas de ellas adquiridas a 10 centavos la caballería, cuando para apoyar la expansión capitalista en los primeros años del siglo expulsaron de sus tierras a miles de campesinos.
La United Fruit Company inició operaciones en la Isla en 1899 con un capital de 1 050 000 dólares que, en 1955, se había convertido en 350 millones de dólares.
Eso ocurría cuando en la década 1950-60 la desocupación llegó en Cuba a la cifra pavorosa de 1 231 000 personas, sólo tres personas ocupadas de cada diez que necesitaban trabajo. Los casi 70 000 jóvenes que anualmente llegaban a la edad laboral se hallaban ante un muro impenetrable de desempleo que era estructural y crónico, según estudios publicados por la entonces Universidad Católica de Villanueva.
Durante el régimen dictatorial de Batista la deuda pública creció de 177 millones de dólares en 1952 a 1 200 millones, a la vez que reducían las reservas monetarias de 534 millones de dólares a sólo 77 millones.
Después de los reajustes de la cuota azucarera cubana de 1947 realizados por EE.UU. para beneficiar la producción subsidiada de azúcar de remolacha, en 1955 hubo otra reducción en más de 240 000 toneladas anuales, que repartió Washington entre Puerto Rico, Islas Vírgenes y Santo Domingo, donde empresas norteamericanas habían invertido capitales en ese sector.
Esas rebajas de la cuota azucarera significaron un descenso de ingresos por 368 millones de dólares de las exportaciones, y la reducción de los ingresos de los trabajadores fue de más de 300 millones de pesos. Sin embargo, ningún central operó con pérdidas en las 95 compañías azucareras que controlaban los 161 ingenios en activo de la República.
Entre las propiedades agrícolas norteamericanas estaba la ganadería. Las cinco principales compañías controlaban 5 200 caballerías. Asimismo, las principales inversiones mineras norteamericanas en Nicaro y Moa alcanzaron los 180 millones de dólares, mientras que las realizadas en electricidad y teléfono reportaban unos 344 millones de dólares. A esto hay que agregar las inversiones en cítricos y arroz, entre otros.
Los bancos norteamericanos controlaban más de la tercera parte de los depósitos bancarios nacionales.
Adquiría prioridad la prospección del petróleo. Las refinerías de la Esso, Standard Oil, Texaco y Shell, en conjunto, superaban los 100 millones de pesos anuales de ganancias. Las compañías petroleras gastaron decenas de millones de dólares para descubrir los yacimientos de petróleo, la mayoría de los cuales sellaron, pues estaban dedicados a garantizar necesidades bélicas norteamericanas.
Otro de los grandes negocios de EE.UU. en la Isla era el de la electricidad que monopolizaba la Electric Bond and Share. Contaba en aquella época con 732 413 usuarios, servicio que brindaba fundamentalmente a la población urbana.
El 70% de las producciones que realizaban en el país se concentraban en un radio de unos 50 kilómetros en torno a la Ciudad de La Habana, mientras la provincia de Oriente representaba el 14% de la producción industrial.
Estos sectores y otros como los del cemento, producciones de envases y artículos de vidrio, molinos de trigo, fueron las principales inversiones producidas en esta etapa por los estadounidenses, cuya tendencia en aquella época era controlar el comercio y las distintas actividades industriales fundamentales del país.
Pese al deterioro económico, Cuba mantenía la imagen de un país con un alto nivel de vida. Por lo menos, esa impresión la ofrecía por el experimento de sociedad de consumo que tenía lugar en parte de la población, principalmente en la capital del país, donde residía el 25% de los habitantes de la nación.
Ejemplo de ello era el hecho de que gran parte de la economía doméstica se mantenía hipotecada en pagos de plazos que representaban no menos de 100 millones de pesos que invertían la población en terrenos, muebles y artículos electrodomésticos, entre otros.
Cuba gastaba anualmente un millón de dólares en comprar chiclets, por lo que era el principal comprador de ese artículo en los Estados Unidos. Las exportaciones norteamericanas hacia la Isla procedían de 42 estados de la Unión, cuyos empresarios fueron perjudicados con el bloqueo, que luego del triunfo de la Revolución el Gobierno de la potencia del Norte estableció contra el pequeño país caribeño.
Prácticamente todos de los llamados 500 gigantes de la economía estadounidense, citados por la revista Fortune, tenían intereses económicos en la Isla. Sin embargo, los capitalistas cubanos mantenían gran parte de su fortuna en el exterior.
Se calculaba en más de 300 millones de dólares el capital cubano invertido en Estados Unidos; 47 millones en acciones estadounidenses sin contar las inversiones en Canadá, Puerto Rico, Venezuela, Centroamérica, España y Francia. Solamente en la Florida las inversiones cubanas excedían los cien millones de dólares.
En noviembre de 1958, a un mes de la caída del dictador, el poder de compra del peso cubano en relación con el costo de los alimentos descendió a su nivel más bajo en muchos años; la balanza de pagos era negativa en 71 millones. La crisis empezaba a tocar en las puertas de los millonarios que empezaron a hacer las maletas, porque los nuevos tiempos se acercaban y no eran favorables.
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