viajes a cuba - LA CUBA DEL GRAN PAPIYO

EL VERDADERO BLOQUEO DE CUBA VIENE DEL INTERIOR La Vanguardia (España), junio 2, 2002
por Raúl Rivero Castañeda

La Habana: un hombre que bajo el sol del Caribe monta la bicicleta china de marca Forever después de comer sólo una rebanada de pan, pasándosela con un muy mal café, encuentra difícil ponderar el embargo comercialimpuesto por Estados Unidos a Cuba.

Un hombre así almuerza en su mente, él y su familia. Para él, el pensamiento abstracto es un lujo que requiere un cierto tiempo, información y una razón para reflexionar acerca de una cuestión que, a primera vista, parece ser de otra galaxia.

La verdad es que los cubanos ordinarios están más oprimidos por un embargo personal, uno que los ha transformado en peones amordazados y con ojos vendados. El debate acerca del embargo estadounidense es incoloro âremovido a un lejano rincón de la menteâ en comparación con la obstructiva situación nacional que los envuelve. En este país, el verdadero bloqueo, el que afecta la vida diaria de la gente, es el sistema interno de gobierno, es el lazo que asegura que Cuba permanezca inmovilizada y pobre.

El antiguo rechazo entre las dos naciones no tiene importancia para las personas ordinarias; ellas desean una relación más cercana con Estados Unidos, donde viven muchos de sus familiares y amigos. Sin embargo, ningún proceso político ha creado un camino aceptable para poder llegar a alcanzar tal meta. Entonces, el punto muerto al que han llegado los dos países concierne en realidad sólo a los cubanos que tienen tiempo de contemplar cuestiones políticas elevadas.

Esos individuos leen periódicos fabricados en las oficinas del Partido Comunista; ven sólo dos canales de televisión, ambos cortados con la misma tijera, y escuchan emisoras de radio que transmiten siempre los mismos gastados discursos. Cuba no provee un libre flujo de información y sus ciudadanos reciben y leen sólo propaganda pura. Aunque el público sospecha de las proclamaciones gubernamentales, no tiene ningún tipo de medio para poder hacerse escuchar. De ahí que su silencio parezca sancionar la situación.

En realidad, los cubanos quieren deshacerse de las desigualdades que existen entre su gente y sus líderes antes de pensar en enfrentarse con los problemas entre su país y EE.UU. Los ciudadanos ordinarios quieren tener un modesto negocio, contar con acceso a una prensa libre, organizar partidos políticos, rehacer la sociedad y liberar a los prisioneros.

A las autoridades les gusta pintarse como víctimas de un poderoso gigante decidido a sofocar a una nación y a su pueblo unido, pero cuando se mira de cerca es imposible encontrar la cara de tal víctima. La nación no es una ciudadanía unida, sino más bien un país mediocre creado a partir del amordazamiento universal de su pueblo. Uno puede catalogar sistemáticamente las formas en las que las autoridades maltratan a mucha de su gente como igual de terrible que el trato que ellos claman que tienen los enemigos de Cuba con ella.

Esos funcionarios deberían tomar el dinero que gastan intentando convencer a otros países acerca de la naturaleza generosa que tienen los sistemas públicos de educación y de salud de Cuba y utilizarlo para satisfacer las necesidades del pueblo de Cuba. De hecho, los servicios médicos son cada vez más y más precarios, y el sistema educacional no ha avanzado más allá de un sistema común de adoctrinamiento político. Cuando el Gobierno sí enfrenta los asuntos del bienestar público, sus esfuerzos producen solamente individuos dependientes que se someten a la voluntad de un grupo de líderes autoseleccionado, cuyos miembros son “elegidos” de tiempo en tiempo en elecciones dirigidas.

El compromiso de los líderes con la soberanía de las masas, entonces, resulta evidentemente falso. Las habladurías acerca de la libre voluntad de los cubanos son en realidad un acto caprichoso y criminal en contra del propio pueblo. En las últimas semanas, treintaiséis activistas de los derechos humanos, miembros de la prensa alternativa y representantes del naciente movimiento por los derechos humanos, han sido detenidos y podrían ser prontamente enjuiciados.

Podemos todos estar de acuerdo en que los seres humanos no tienen el deber de vivir bajo el mandato de ningún maestro ni de ninguna filosofía, en que los individuos deben vivir libremente, disfrutando el derecho a una existencia generosa y alegre entre sus familiares y amigos. Pero en Cuba uno vive en la confusión de una máquina de propaganda que se infiltra en la vida todos los días, enfatiza un clima de jovialidad popular, personifica el gozo de un caballo castrado, con su habilidad para embriagar a los inocentes, inspirar a los ignorantes y reconfortar a los frustrados.

Los cubanos están finalmente consignados a hacer ayuno de esquemas rígidos e imposibles. El resultado resulta obvio: cientos de miles de adultos jóvenes se embarcan en un futuro cuyo sendero está plagado de símbolos muy arriesgados y retos inmensos. Al sentir que la puerta ha sido cerrada de golpe frente al futuro de su país, trabajan diligentemente sólo por su bienestar individual.

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