| | Ha ocurrido ya en cuatro ocasiones durante el curso del año. Primero fue en enero, durante la reunión interamericana celebrada en Monterrey, cuando George Bush dijo que Washington y México trabajarían por la democratización de Venezuela. Chávez se enojó con México, pero México no emitió ninguna aclaración. Después fue cuando el vocero de la Casa Blanca informó a los medios que los presidentes Fox y Bush se habían puesto de acuerdo, en charla telefónica, para votar en Ginebra contra Cuba por el asunto de los derechos humanos. Hubo aclaraciones sobre diferencias, pero 48 horas el voto mexicano fue como lo anunció Washington. La tercera vez, Collin Powell, el secretario de Estado norteamericano, felicitó a México por el congelamiento de su relación diplomática con el gobierno de Cuba. O sea, que aprovechó la oportunidad para llevar agua a su molino y México nada pudo hacer con el nuevo gol metido a velocidad de bala en su portería. Y la cuarta fue apenas el jueves último, cuando en medio de la bronca México-La Habana, funcionarios de Washington anunciaron “el interés de conversar con el gobierno de México y los de otros países interesados en un futuro democrático en Cuba”. Fue el gol más doloroso, disparado justo cuando todas las evidencias apuntaban a que México estaba más del lado estadunidense que del cubano, con la salvedad de que ahora sí hubo respuesta, contundente y negativa así no se haya mencionado al provocador; simplemente se le marcó el “fuera de lugar”, ¿pero en las tres ocasiones anteriores México apoyaba a Washington, o Washington jugó a sorprender a un portero desubicado? Le doy un antecedente; usted sabrá qué conclusión sacar: El 14 de febrero de 1977, José López Portillo fue a Washington para su primera entrevista oficial con James Carter, y cuando la visita de Estado concluyó, el canciller Santiago Roel se quejó con el presidente porque el equipo de comunicación de la Casa Blanca había ganado todas las jugadas de prensa al de Los Pinos. López Portillo reclamó a Rodolfo Landeros por la falta de resultados, y un par de meses después aquel director general de Comunicación Social de la Presidencia renunciaba al cargo. Suele, pues, ocurrir que en materia de comunicación México pierda los juegos con Washington, pero ya también se vio que le sucede igual con La Habana... Y estos resultados no sólo se dan en el nivel internacional. Ya se ha visto que el gobierno federal va perdiendo la batalla de la información con el gobierno del Distrito Federal. Sucede así, esté usted seguro, porque las jugadas políticas como las acciones administrativas —sean buenas o malas— las áreas de comunicación —sepan operar o no— a veces son las últimas que las conocen y ahí están los resultados: goliza tras goliza, marcadores permanentemente en contra. ¿En todo lo del videoescándalo a quién le ha creído usted: al procurador general de la República o al de Justicia del Distrito Federal? ¿A Santiago Creel o a Martí Batres? ¿Al canciller cubano Pérez Roque o al mexicano Derbez? ¿A Fox, a Castro o a López Obrador? Y viene una prueba más: El martes 18 está programado para quitar la vida en Oklahoma al mexicano Oswaldo Torres Aguilera, condenado a la pena máxima por el delito de homicidio. ¿Cree usted que le conmuten la pena o que lo ejecuten? ¿Cree usted que México reclamará a Washington si la ejecución se confirma? ¿Argumentará México que no puede intervenir en asuntos internos de Estados Unidos cuando sí lo hace en los de Cuba? El amateurismo en todos los campos de la administración le está costando sangre al gobierno de Fox; y luego de tres años, cuando ya debieran haber aprendido. Cuando los costos del lento aprendizaje se concreten en desajustes graves de la gobernabilidad, a ver si se dan por enterados... SE CONFIRMÓ... Que la política se hace con el cerebro y no con el hígado... A Óscar González todos sus amigos le reconocemos su gran valía, su inteligencia y preparación y muchos han querido convencerlo de que la política, como la calculadora, son igual de frías pero deben ser igual de exactas... Insisto en que Elba Esther Gordillo había sido acusada con antelación de apoyar candidatos de otros partidos, pero había pruebas y argumentaciones como la que aquí reproduje el viernes... Pero escuchar una voz anónima a través de un celular, que a la vez pone en marcha una grabadora para reproducir otra conversación telefónica que presuntamente ocurrió entre dos personas; y luego hablar de esto como el gran cuerpo del delito es como hacerse el hara kiri a bordo de un tiovivo... Si el PRI iba saliendo indemne de la última etapa de escándalos políticos y va en recuperación electoral, ¿para qué empinarlo una vez más?
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