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من: Sanjuis_58  (الرسالة الأصلية) مبعوث: 02/06/2004 14:45

Crónicas cubanas| La batalla sin balas


Cuba vive día a día una batalla sin balas en la lucha cotidiana para frenar las nuevas medidas del bloqueo a la isla impuestas por el Gobierno de Estados Unidos.
Cuba vive día a día una batalla sin balas en la lucha cotidiana para frenar las nuevas medidas del bloqueo a la isla impuestas por el Gobierno de Estados Unidos.
Por: Vicente Rodríguez

EL SIGLO DE TORREÓN 

Amanece en La Habana. En el día quince mil cuatrocientos treinta y cuatro de embargo económico de Estados Unidos contra Cuba, persiste la lucha de la isla. Es una batalla sin balas, que se libra en trincheras cotidianas, en las calles, en escuelas y oficinas.

Para el mundo, el bloqueo volvió a ser noticia la semana pasada, cuando el presidente norteamericano, George W. Bush, anunció nuevas medidas para acelerar la caída del régimen del comandante Fidel Castro. Para los cubanos, las sanciones no han dejado de ser la novedad en los últimos cuarenta y dos años, tres meses y cuatro días.

Y es que la nueva estrategia de Washington sembró de dudas muchos horizontes familiares. Circularon rumores: decaería el turismo, habría despidos en masa, volvería la época espinosa del desabasto. El Gobierno reaccionó entonces con un comunicado de veintidós párrafos en donde se mezclan los consejos prácticos y las fórmulas diplomáticas, de modo que a nadie le quedara duda, de este y del otro lado del océano, de que hay un plan de acción.

El mensaje confirmó el temor de algunos: quedó suspendida hasta nuevo aviso la venta de cualquier producto que se cotice en dólares, con excepción de artículos de aseo e higiene personal. Pero también garantiza que no habrá alza en los precios, ni cambio alguno en los servicios de salud y educación. Continúan también los programas de alimentación en las escuelas y el apoyo a la producción agropecuaria.

La luz comienza a abrirse paso por las calles de La Habana vieja y las escuelas se inundan con un bullicio de niños. El revoloteo de sus pañoletas rojas y azules se confunde con el ruido de la ciudad que despierta. Un vendedor de diarios ofrece el Granma, el periódico oficial. La tinta roja de los titulares grita: Gigantesca marcha de protesta contra la política fascista de Bush hacia Cuba este viernes.

El otro informativo disponible, el Juventud Rebelde, también convoca a resistir ante los asedios del “agresor rapaz” contra la isla. Los habitantes de la isla leen los impresos que cuestan veinte centavos cubanos, es decir menos de diez centavos mexicanos. Algunos salpican la calle con el espíritu festivo del Caribe y comienzan un ensayo espontáneo de consignas contra Washington con las que el viernes piensan inundar el malecón.

¡Abajo el fascismo, viva Cuba libre!

Para otros, el enfrentamiento del fin de semana es aún lejano. Se entregan a la lucha de todos los días: ofrecen cucuruchos de maní salado, “aquí las rebanadas de pastel, lleve el refresco gaseado, le cuesta un peso nomá”.

En las banquetas, mientras observan a sus hijos entrar a la escuela, las mujeres comparten sus tácticas para sortear esta nueva crisis en medio de la crisis. Hablan con una preocupación reposada, habitual, como quien conoce la tormenta y vive acostumbrado a convivir con ella. Y es que cuando muchas de ellas nacieron, el bloqueo llevaba muchos años de iniciado. Llevan vestidos sencillos, a veces con remiendos de emergencia, pero los portan con la elegancia diáfana de las convicciones firmes.

En este nuevo capítulo de una lucha entre vecinos, hay quienes comienzan a desgastarse en la batalla: doña Belem Vielma es uno de ellos. Con ochenta y dos años, tiene la respiración pausada de los viejos, pero una inquietud vital le desborda la mirada: quiere visitar a su hijo en Miami. Para tener al menos una oportunidad de viajar a la tierra del dólar, necesita conseguir un pasaporte de la nación europea, por eso hace cola todos los días afuera de la embajada de la madre patria.

Mis padres eran españoles dice con profundo acento caribe y tengo la ciudadanía española, así que no debiera haber ningún problema. Lo que quiero es estar con mi hijo. Pero llevo ya una semana de venir todos los días y nada.

Doña Belem no es la única que acude a sus raíces como un salvoconducto para salir de este país; decenas de sus compatriotas ven en sus árboles genealógicos un escape a sus crisis personales. Algunos llevan tres días alineados afuera del edificio.

Este empalme de urgencias provoca cada mañana un caos afuera de la embajada española, de modo que a algunos la paciencia les estalla y acaban por abandonar también esos intentos.

Cansada, la mujer sale de la fila cuando el sol de mediodía castiga. Pero advierte que volverá mañana. El viernes no, aclara, porque prefiere ir al malecón a protestar contra el endurecimiento de las políticas norteamericanas hacia la isla. No puede olvidar que en un principio, dice, ellos son los culpables de que ella y su hijo no puedan estar juntos.



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