3. Oriente sostiene a EE. UU.: una bomba de tiempo
La caída del dólar no es una amenaza externa, sino un peligro con causa interna. La amenaza no consiste en que el euro pretende sustituir o no al dólar. El verdadero peligro es que el sistema económico mundial de hoy se encuentra construido sobre una gigantesca pirámide invertida de deudas que en cualquier momento puede derrumbarse. El peso principal de la deuda mundial se encuentra en los propios EE. UU. y es ahí donde está el mayor peligro de un colapso financiero. Sumando la deuda pública y privada acumulada, EE. UU. debe un total de 38 billones (millones de millones) de dólares, es decir, casi el PIB mundial. La deuda del gobierno federal de EE. UU. actualmente es de 7,5 billones de dólares, o sea, el 65% del PIB y el congreso acaba de elevar su techo a 8,2 billones. La mitad de esta deuda, EE. UU. lo debe al exterior. En solo intereses paga 300 mil millones de dólares al año. La deuda de los Estados y gobiernos locales alcanza 1,6 billones de dólares, con lo que la deuda pública asciende a 9,1 billones de dólares. La deuda privada acumulada de los hogares estadounidenses (sumando hipotecas, tarjetas de crédito, etc.) alcanza 9,6 billones de dólares; la deuda empresarial 7,6 billones y la del sector financiero 11,7 billones de dólares. (Vea, André Gunder Frank, Uncle Sam marching without clothes: pag. 1 y M. W. Hodges, U.S. Foreign Affairs trade and reserve report, ambos en Internet).
Todo eso y mucho menos bastarían para que en cualquier otro país una moneda se desplomase y que la nación estuviera bajo una severa política de ajuste estructural. Sin embargo, desde 1945, el dólar como moneda de reserva y moneda de pago mundial, brinda a EE. UU. enormes "subvenciones globales" que se ven amenazadas al disputarse actualmente su liderazgo. Casi el 60% de 1,5 billones de dólares diarios de transacciones internacionales en monedas se realizan en dólares frente a un 37% en euros; la mitad de 9 billones de dólares de exportaciones mundiales anuales de bienes y servicios se realizan en dólares y; dos tercios de los 2,8 billones de dólares de las reservas mundiales están en dólares, frente a un 20% en euros. La bolsa de valores de EE. UU. tenía a principios de este milenio un valor aproximado de 13 billones de dólares y el mercado de bonos 22 billones. Los dos mercados juntos representan un valor de 35 billones de dólares. Con ello, aproximadamente un tercio del comercio en certificados de valores se da en dólares. Los extranjeros poseen el 23% (8 billones de dólares) del total de los certificados de valor en EE. UU. (M. W. Hodges, U.S. Foreign trade and reserve report y Frank Shostak, Does the Fed fight inflation, Internet). Al poseer la moneda mundial y al endeudarse con el exterior, EE. UU. se endeuda en su propia moneda que es capaz de emitir. Al emitir dinero para poder pagar sus deudas, el efecto inflacionario se exportaría. Ningún otro país del mundo está en estas condiciones especiales de pagar su deuda externa en moneda propia. Al emitir dinero en forma descontrolada, cualquier otro país del mundo sufriría un severo proceso inflacionario interno. Al poseer la moneda de reserva internacional, sin embargo y, al endeudarse con el exterior, EE. UU. recibe crédito gratuito de casi todos los países del mundo que depositan importantes reservas internacionales en papeles de valor en dólares. El déficit acumulado en la balanza comercial de EE. UU. alcanza casi 6 billones de dólares, lo que representa más del 50% del PIB. Las importaciones de EE. UU. alcanzan actualmente el 15% del PIB y las exportaciones un 8% y la brecha no para de crecer (Vea, Barry Downs y Hill Matlack, With paper money-confidence is suspicion asleep, 31-12-2004; Internet).
Son sobre todo los consumidores a crédito los que elevan las importaciones. Actualmente, el 21% del consumo estadounidense consiste en productos importados. Una cuarta parte del actual déficit comercial EE. UU. se lo debe al comercio con China. El Banco Popular de China y el Banco de Japón además de otros bancos centrales de Asia, que sostienen un superávit crónico en la balanza comercial con EE. UU., han acumulado unas reservas internacionales equivalentes a 2,2 billones de dólares. Para mantener la demanda efectiva de los productos orientales, esas reservas se han mantenido en su gran mayoría en dólares norteamericanos. En los dieciocho meses de junio de 2003 a diciembre de 2004, las reservas extranjeras mundiales en dólares han aumentado en nada menos que un billón de dólares (y Luis Uchitelle, "Alto nivel de deuda en EE. UU. hace que algunos pronostiquen crisis", en: La Nación 11 de diciembre, suplemento The New Cork Times, pág. 2 y Downs y Matlack, op. cit.).
Cualquier país con un fuerte déficit en la balanza comercial se ve obligado a controlar el déficit fiscal para garantizar al menos el pago de los intereses de la deuda. Sin embargo, al recibir capital de gratis en la calidad de reservas internacionales, EE. UU. más bien puede aumentar su déficit fiscal. Para garantizar su hegemonía se tira a una costosa guerra en Irak para evitar que el euro destrone al dólar. La economía de guerra brinda oportunidad a la industria militar norteamericana, su único sector económico verdaderamente competitivo. En vez de aumentar los impuestos para costear la guerra, la administración Bush más bien los bajó en beneficio del 5% más rico de EE. UU. De esta forma la empresa privada norteamericana se ve beneficiada a costa de un déficit fiscal creciente.
La mitad de la deuda pública norteamericana la financian básicamente aquellos países que mantienen sus reservas internacionales en dólares, la otra mitad se la cobran a los trabajadores de EE. UU. La mitad de la deuda pública de EE. UU. es negociable en el mercado de bonos y certificados de la Tesorería. Casi la mitad de esta deuda pública federal negociable (de 7,5 billones de dólares) está en manos de inversores extranjeros y más del 50% de esas inversiones extranjeras a su vez se encuentra en manos asiáticas. La otra mitad de la deuda pública no es negociable en el mercado. De esos fondos no negociables más del 40% proviene del fondo federal de seguro social que se encuentra actualmente en bancarrota. De ahí la política cínica de Bush de privatizarlo. Además de la participación en la deuda pública, los inversores extranjeros poseen el 13% de todas las acciones y el 24% de las obligaciones privadas negociables.
Al depreciarse el dólar, las reservas internacionales de los países asiáticos perderían valor rápidamente. La conservación de las reservas asiáticas en dólares, permite por el momento que EE. UU. continúe importando sus productos y servicios. La consecuencia, sin embargo, es que las pérdidas aumentarán con el tiempo. Con los ingresos obtenidos con sus exportaciones, los países asiáticos adquieren más bonos en dólares. De esta forma siguen financiando a crédito la ascendente demanda norteamericana de los productos asiáticos. El problema de los asiáticos solo se agrandaría con el tiempo. Si, en cambio, los países asiáticos procuran diversificar sus reservas, comprando otras divisas, provocarían desde ya una caída rápida del dólar. Todos quieren seguir ganando y todos creen que pueden salvarse. Al caer finalmente el dólar, el primero que vende puede salvarse, pero la masa de capital que llegue luego, sufriría pérdidas enormes.
Al suponer que los países asiáticos adoptasen al euro como opción substitutiva de reserva internacional, la importación norteamericana se reduciría y la importación europea se elevaría. Solo un mayor déficit en la balanza comercial de la Unión Europea permitiría mantener la demanda necesaria para la exportación asiática. Con el actual tipo de cambio, la Unión Europea ya se encuentra al borde de la recesión. La adquisición masiva de euros como reserva internacional en vez de dólares aumentaría el precio del euro aún más todavía. En términos geopolíticos la confrontación transatlántica resulta menos directa con la sustitución del dólar por una canasta de monedas, sin excluir de la misma al dólar. El euro no representa un puerto muy seguro y EE. UU. hará lo posible para demostrarlo. Más probable es la sustitución del dólar por una canasta de monedas donde figuran el euro con el yen y eventualmente el yuan junto al dólar. El papel del oro como reserva internacional es ascendente. De hecho después de EE. UU., que tiene casi el 60% de sus reservas en oro, también la Unión Europea tiende a tener la mitad de sus reservas en oro. Cualquiera de los escenarios, sin embargo, implicaría una caída importante del dólar. Nos encontramos sobre una bomba de tiempo que puede explotar en el año 2005. En medio de esta inseguridad monetaria internacional, los precios del oro y de la plata suben y subirán vertiginosamente (Vea, Joseph Stiglitz, 9 de enero de 2005; "El pasado cobra en el 2005"; en: La Nación, San José, pág. 40A).