Por: Max Lesnik. Para quienes vieron por la televisión el debate presidencial de anoche entre el candidato Demócrata Barack Obama y el Republicano John McCain está bien claro quien será el futuro huésped de la Casa Blanca en enero del próximo año.
Mas que por lo que cada uno de ellos dijo ante la audiencia de la televisión, que fueron millones los norteamericanos los que presenciaron el debate, la imagen física de cada uno de los contendientes, fue lo que resultó decisivo y definitorio, sobre todo para aquellos que se clasifican como âindecisosâ o âindependientesâ, un segmento de votantes para quienes el sectarismo partidista no cuenta a la hora de emitir su voto en las urnas.
Barack Obama lució fresco, juvenil, ágil en sus respuestas, mientras se movía en el escenario donde se llevaba a cabo el evento, con dominio pleno de la situación, como cuando el torero sale a la plaza de toros a hacer juegos y filigranas con su capote, antes de darle la estocada final al otrora Miura bravío, ahora lento, torpe, de errático andar , que en su rostro refleja el cansancio de quien quiere que aquello se acabe y cuanto antes mejor.
No quiero ser ofensivo con mis palabras sobre McCain. Me pareció cosa de lástima. Su hora ya pasó. No le queda nada. Solo esperar su derrota final. El debate no solo lo ganó Obama. Sino que también lo perdió McCain. Dicen los chinos que una imagen vale por mil palabras. Esa imagen de un hombre vencido, el rostro de la derrota, fue la que todos vieron por televisión.
Les habló para Réplica de Radio-Miami, Max Lesnik.