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No solo Tango...: El Bombo legüero
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من: 2158Fenice  (الرسالة الأصلية) مبعوث: 12/01/2010 07:33

"Junto a un bombo legüero...", dice la zamba

El instrumento se difundió en el país desde Santiago del Estero
 

La primera incursión "musical" del ser humano nació de la percusión. El hombre primitivo lograba efectos rítmicos mediante el palmoteo o golpes contra su cuerpo. Los antecesores más arcaicos del bombo se encuentran en los "pozos pateados", excavaciones en el suelo que se cubrían con cortezas de árboles y en el "tambor de hendidura", tronco ahuecado a la manera de una canoa. En sucesivas evoluciones, ambos "instrumentos" se golpeaban con los pies, con las manos y, finalmente, con el "bastón de ritmo".

Pero estos instrumentos de percusión todavía no se acercan al bombo, ya que la vibración no proviene de una membrana. La utilización de los parches, como elemento sonoro, es posterior, y antes de llegar al bombo que hoy conocemos, instrumento de percusión membranófono, el ser humano incursionó en infinidad de pruebas.

Sí sabemos que durante la Edad Media y con el nombre de "atabal", era instrumento indispensable en las fanfarrias. Se transportaba con correa a la espalda de un hombre mientras que otro, situado detrás, lo hacía sonar; más tarde se los acomodó por pares, a los costados de la cabalgadura y el jinete pasó a ser el músico encargado de hacer surgir sonidos marciales.

En procesión o en carnaval

Se pueden distinguir tres variedades básicas del bombo en nuestras tierras: el de procesión, el de banda y el de orquesta. El de procesión tiene menor altura y mayor diámetro que el de orquesta. El hecho de que carezca de aros lo asemeja a una caja gigantesca y sugiere su posible origen prehispánico. Se lo golpea con uno o dos mazos, y el ejecutante lo cuelga de su cuello y lo mantiene en posición horizontal. Se utiliza, mayormente, en el Noroeste y es el instrumento por excelencia en las procesiones religiosas.

El bombo de banda es siempre un tambor "chato". Comienza a imponerse en el Noroeste, unido a las bandas de sikuris y anatas, y es infaltable en los conjuntos que hacen música bailable durante el carnaval jujeño. Se percute con un mazo sobre uno de sus parches, el que a menudo lleva leyendas y emblemas que identifican al grupo o comunidad. Al igual que el bombo de procesión, se toca de pie.

El bombo de orquesta es tubular y se lo construye excavando un tronco (de palo borracho, de ceibo) hasta transformarlo en un cilindro de paredes delgadas. Lleva en cada extremo un parche de cuero de cordero, de vizcacha, cabra o vaca, cosidos a sendos aros de rama de sauce o de mimbre, los que, una vez finalizada la operación del "retobado", quedan cubiertos por el mismo parche. Sobre ellos se apoyan los aros que se unen entre sí mediante presillas. Se golpea con un mazo de cabeza de corcho o de fieltros, y se utilizan dos mazos para los redobles.

Su origen es europeo y parece haberse difundido desde Santiago del Estero hacia todo el centro y el noroeste argentino. La innovación de los golpes en el aro, además de en el parche, parece haber sido una novedad que aportó el eminente intérprete y folclorista don Andrés Chazarreta.

Vibraciones de mi pago

El sonido del bombo es de una gran contundencia y poder en los fortissimi , delicado en el mezzoforte y de gran sensualismo y misterio en el piano y el pianissimo . Si el percusionista quiere apagar las vibraciones, lo hace poniendo la mano en el parche. Se puede obtener un sonido seco y contundente y cerrado si se percute en el centro del parche, y si se percute a dos tercios del radio se logrará un sonido más amplio y difundido.

En cuanto a la denominación de bombo legüero, que no es otra cosa que un bombo de orquesta, fue introducida por los hermanos Abalos en época bien reciente. Al componer la "Zamba de mi pago", a comienzos de la década del 70, cuya primera estrofa reza: "Un violín gemidor/ junto a un bombo legüero/ y un viejo arpero,/ noticias me traen de ´ande soy", surgió la denominación destinada a obtener rapidísimo renombre. A partir de éste, se echó a correr la idea de que el bombo así designado era capaz de un volumen tal que hacía posible oírlo no a una, sino a varias leguas, pero la realidad demuestra que a ese instrumento -similar, como se dijo, al que utilizan los restantes "bombistos"- no es posible oírlo más allá de los mil metros.

En ese ámbito se producen constantes innovaciones. Por ejemplo, el ejecutar de pie el bombo criollo de orquesta fue costumbre impuesta por el conjunto Los Chalchaleros a partir de 1945. Hasta ese momento, el músico lo tocaba sentado, al igual que el resto de sus compañeros.

El bombo de orquesta criollo, legüero solamente por el afanoso deseo de alabarlo como al mejor y más sonoro, es el alma rítmica infaltable de todo nuestro folklore norteño. Y aunque no sea cierto lo de legüero, es verdad que igualmente se lo oye desde cada rincón de la patria.

Por Silvia Long-Ohni
Para LA NACION

Bombo Legüero

"El bombo legüero o criollo, no se conoció en Argentina hasta la llegada de los españoles a estas latitudes, aunque ya había un instrumento de características similares  conocido como bombo nativo antecesor de nuestro bombo legüero". 
"El bombo nativo, como muchos instrumentos de percusión étnicos surge por una necesidad del hombre de expresarse a través de la música en festejos y rituales religiosos".

Se lo denomina legüero por su intensa percusión que se escucha en el campo a muchas leguas, medida de distancia que equivale a 5 km. En su fabricación se utilizan troncos de ceibo, tala o quebracho blanco de unos 50 cm. de alto y 35 de diámetro en promedio y dos membranas (parches), de cuero de oveja, cabra, guanaco, vizcacha u otro animal. La madera no debe estar totalmente seca, para facilitar de esta manera la tarea del artesano. Los parches se cosen a dos aros constituidos por ramas de sauce o mimbre que luego quedan cubiertas por los aros externos, la afinación del mismo se logra por medio de tientos, dispuestos en forma de zigzag entre el aro superior e inferior, pasados por unos anillos de cuero (afinadores) que tensan los parches en forma pareja.El cuerpo principal del instrumento posee una serie de lonjas o templaderas que sirven para estirar el parche, pasando por orificios de los aros, los que son preparados con tientos de cuero crudo o bien suela recortada.

Bombo Legüero realizado en madera de Ceibo, sus parches son de cuero de oveja y cabra.

 

Esta expresión constituye una de las tantas originalidades que el Movimiento Nativista ha difundido a través de los medios de comunicación masiva.

Fue concretamente el conjunto Los Hermanos Ábalos el que al componer y grabar la “Zamba de mi pago” – a principios de la década del setenta

– echó a correr la idea de que el sonido del bombo criollo de orquesta – hasta ese momento llamado “bombo indio” por entusiastas periodistas y animadores del género –

poseían un volumen tal que era posible escucharlo ya no a una sino a varias leguas. La primera estrofa de la zamba rezaba:

 
                                           
Un violín gemidor
                                      Junto a un bombo legüero
                                             Y un viejo arpero
                                  Nostalgias me traen de ´ande soy.

 
Debe recordarse que una legua es una medida itineraria superior a los cinco kilómetros. En ningún instrumento acompañante de música resultaría funcional semejante alcance.

Mucho menos, si con él se trata de acompañar a un desafortunado “violín gemidor”: el cordófono no lograría hacer oír su melodía y los bailarines se desorientarán por obvio aturdimiento.

Concedamos que, pese a lo que explicita la letra de la zamba – refiriéndose en su segunda estrofa inequívocamente a un baile –

este instrumento no fuera utilizado para bailar sino para dar avisos, por ejemplo durante las procesiones, en las que el bombo, en efecto, se encarga de informar al vecindario del paso o la llegada

de los promesantes a efectos de que se sumen a la marcha o ultimen los preparativos ceremoniales. Aguijoneadas por nuestra curiosidad y habida cuenta de que en el bombo de procesión sí se requiere –

o al menos es preferible – un gran volumen sonoro, nos hemos dedicado en diferentes oportunidades a comprobar el alcance del mismo en pleno campo santiagueño, grabador de alta fidelidad en mano.

El resultado ha sido que en ningún caso llegamos a oír a ninguno de estos rústicos tambores antes de un kilómetro. Veíamos aproximarse el misachico desde mucho antes, pero el bombo –

a veces más de uno en forma simultánea- no es escuchaba hasta no acercarse por lo menos a mil metros.

Después comprobamos que ni siquiera los grandes bombos de banda militar podrían ser llamados “legüeros” con propiedad, porque tampoco alcanzan semejante distancia.

Esta realidad – quizá poco simpática, pero absolutamente objetiva – no impide que en la actualidad se hable por radio y televisión de bombos “de una legua”… hasta

“de cinco leguas”; alcances que según sus promotores se lograrían con absoluta precisión de acuerdo a la relación de sus dimensiones, técnicas de elaboración y tipo de materia prima utilizada.

Parece saberse de antemano que ningún comprador de estos bombos industrializados – algunos, ciertamente, de excelente factura – procederá a realizar un control de calidad riguroso

ni necesitará jamás hacerse oír con su instrumento a cinco kilómetros de distancia.

La práctica de ejecutar el bombo criollo de orquesta de pie fue impuesta por el conjunto Los Chalchaleros a partir de 1945.

Hasta ese momento el “bombisto” tocaba sentado, al igual que el resto de los músicos.



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