ETERNAS CASAS CHORIZO, FORTALEZA DE INMIGRANTES
Por Lis Solé
En estas épocas primaverales de geranios y malvones, cómo no recordar las tan queridas casas chorizo de los abuelos con sus galerías floridas y luminosas.
Ya casi imposibles de encontrar han sido transformadas en departamentos, locales de negocios o mono ambientes, producto de esos aires de modernidad que no valoran el pasado.
Esas casas eran, en realidad, casas con patio, con frentes sencillos que poco decían de las amplias habitaciones que ocultaban.
El frente, apenas con una o dos ventanas altas y una puerta con o sin zaguán, no hablaban de la hermosa galería abierta que daba al patio y que remataba en un portón al exterior, no muy ancho por el simple hecho de que los terrenos eran chicos y no se podía comprar dos, pero también porque los autos y vehículos eran bien angostos.
Esas casas chorizo no solamente caracterizaron las construcciones sino también la forma de pensar y la cultura de los habitantes del 1900, el estilo de los italianos inmigrantes y hasta las medidas en varas españolas que fueron las que definieron su ancho.
CASAS FUERTES QUE DUREN PARA SIEMPRE
Cuando se desvalorizan las cosas es porque no se conoce su pasado, no se sabe de su historia. Es tal como sucede con esas casas tan altas y de anchas paredes hechas para que duraran varias generaciones… Uno ni se imagina que el diseño original se remonta al Imperio Romano, en Italia, en donde estaba presente la actitud de dominar y conquistar para siempre, por lo tanto, las edificaciones debían ser fuertes, de paredes gruesas e indestructibles en una concepción de que la fortaleza edilicia y perdurable aseguraba la existencia y poderío del Imperio, y en el caso de estas casas chorizo tan sólidas, la permanencia y unión eterna de la familia.
La disposición de las habitaciones en hilera, tal como los chorizos, es lo que les da el nombre tan conocido en nuestro paíos pero en Europa, en realidad eran dos casas enfrentadas, unidas en las puntas, en forma de anillo. Los techos apuntaban hacia el centro donde se juntaba el agua en una cisterna conocida como “complubium”, ingeniosa forma de recolección de agua en aljibes que aseguraba la provisión constante en toda la construcción.
Estas casas, llegan de la mano de los inmigrantes a Argentina -con las políticas inmigratorias de Domingo Faustino Sarmiento a partir de 1880-, y se establecen en los pueblos ya definitivamente creados y en paz adaptándose al tamaño de los terrenos y a los bolsillos inmigrantes.
DE LA CASA ANILLO A LA CASA CHORIZO
Cuando llegan en masa los inmigrantes a la ciudad de Buenos Aires, y de acuerdo a la legislación vigente, los lotes que se podían adquirir eran de solo diez varas españolas, o sea 8,66 metros, y esa medida, se traslada a todos los pueblos del interior.
Con sólo ocho metros -que eran además los que podían adquirir los recién llegados-, la construcción debía limitarse a medio anillo. Para aprovechar bien el poco espacio, sobre la misma medianera, se levantaba una pared de 45 a 50 centímetros de ancho y en el medio del lote, una pared de 30 centímetros del lado que daba el sol, espacio donde estaría la galería y el patio.
Y acá la característica tan particular de estas casas: un único techo que cerraba una única habitación de cuatro, ocho o doce metros (las habitaciones tan conocidas de 4 X 4, que luego se dividía con tabiques de 15 centímetros).
Gracias a este sistema de construcción, se pueden derribar las paredes interiores sin que se mueva la estructura. En realidad era un galpón largo, un súper loft en la actualidad, que se dividía con paredes intermedias de menos grosor que actuaban como biombos y con la particularidad de que podían crecer o adaptarse con la compra de otro lote.
Los techos tenían caída hacia el centro del terreno y a una altura aproximada de cuatro metros. Desde la medianera se tiraban vigas o rieles de hierro hacia la pared central con una bovedilla de ladrillos enyesados con o sin molduras en las uniones del cielorraso que dependía de la cantidad de dinero del propietario.
Lamentablemente, eso las transforma en fáciles de derribar y transformar en locales comerciales o depósitos los que las ha llevado a casi su total desaparición.
Increíble en estos días pensar en tener el baño afuera. Pero así era: ricos y pobres tenían el baño afuera. Pasaba que los olores y la suciedad debían estar lo más distanciados de las habitaciones que, si bien todas tenían salida a la galería, también tenían puertas internas que permitían pasar de una punta a otra de la casa sin salir al exterior pero… dificultando a todas luces la privacidad de cada una de ellas.
La cocina estaba al final de las piezas, antes del baño. En ese lugar, nada limpio por cierto, los inmigrantes faenaban animales, pelaban aves y en muchos casos era aún más sucio que el baño pero al estar al final de la casa, se aseguraba su ventilación.
De 1890 a 1940 la casa chorizo fue evolucionando con la Argentina, dejando espacio adelante para hacer huertas y la incorporación del garaje aunque con medidas muy ajustadas.
Como estas casas eran casi estándares, eran fáciles de construir, de fácil armado: todas las habitaciones, sus puertas y ventanas tenían las mismas medidas y los artesanos carpinteros y herreros, imprimían su sello de acuerdo a su creatividad y a la billetera del dueño.
FRENTES AUSTEROS QUE OCULTABAN LA ACTIVIDAD DE LA CASA
Con el frente angosto, la casa alargada, de una sola planta, ocultaba piezas enormes de 4 X 4 y una galería preciosa donde brillaban encantadores pisos calcáreos con dibujos de colores o en damero, con una estética y delicadeza que asombra en estos tiempos, producto de un trabajo artesanal que ya no existe.
La fachada telón, muy austera, se adaptaba al modelo italiano pompeyano, con un frente bien cerrado por una puerta y una ventana balcón con rejas de hierro.
Algunas tenían la primera pieza dedicada para negocio y en ese caso, en el frente se visualizaba una puerta grande, con zaguán, y al lado otra puerta más chica que entraba directamente a la galería o del mismo zaguán, al final, otra puerta daba a la casa de la familia.
La cantidad de piezas dependía de la situación económica del propietario por eso es que la casa, podía seguir extendiéndose hacia el fondo terminando en habitaciones de huéspedes o de la servidumbre.
La fachada es parecida en casi todas; abajo, hasta una altura de unos 60 a 80 centímetros, un friso o basamento y una pared lisa hacia arriba con el coronamiento que, si el presupuesto alcanzaba, se completaba con hermosas y variadas ornamentaciones. La vista final se completaba con un revestimiento conocido como “símil piedra París” que le daba un acabado de piedra que no se pintaba y que les da actualmente, ese característico tono arena.
ENCANTADORAS GALERÍAS DE MOSAICOS CALCÁREOS Y MALVONES
¡Y todo rematado por esas encantadoras galerías de pisos calcáreos!
Todas las habitaciones tenían puertas y ventanas que daban a la galería: puertas de dos hojas con banderolas y ventanas de una hoja, también con banderola, con vidrios repartidos que se cerraban por dentro con puertitas de madera rebatibles que se ajustaba con una tranca de hierro. Los pisos de las habitaciones eran de madera de pino tea machimbrado con sótano que lo aislaban del frío y la humedad. Si tenía negocio, el piso era de mosaicos calcáreos y zaguanes, galerías y la cocina, con piso de ladrillos o también, de calcáreos.
En las galerías, no faltaban las grandes macetas de cemento con patas y relieves que mostraban malvones y geranios, plantas que perfumaban el espacio a la vez que los llenaban de color. Entre estos macetones, se intercalaban estructuras de hierro de diferentes alturas que podían sostener una o varias macetas pequeñas que, en primavera y verano, eran un lujo a la vista. El techo mostraba los tirantes de pinotea que sostenían, en la mayoría de los casos, cielorrasos de ladrillos que proporcionaban frescor en las tardes cálidas y que terminaban en cenefas de chapa de variados modelos que les daban, el remate encantador de estas casas chorizo en un ámbito tan íntimo, sin vista a la calle, donde se desarrollaba la vida familiar con las mujeres haciendo labores domésticas y los chicos jugando, postal típica de la idiosincrasia de la época.
ESPERANZA Y FORTALEZA DE INMIGRANTES
Cada lugar, cada casa tiene su historia y al conocerla, se trae parte del pasado al presente y se recuperan saberes que nunca imaginamos que estuvieran y que fueron parte de los sueños de nuestros mayores inmigrantes.
¿Quién podría decir que estas casas se inspiraron en el Imperio Romano? ¿Quién se imaginaba que habían venido de la mano de los abuelos italianos? ¿Cómo saber que esa disposición fue repetida durante siglos en Andalucía y bajada de los barcos por españoles e italianos?
Simples, poco vistosas pero con una fortaleza única, reflejan a la Argentina inmigrante con aspiraciones de progreso y con la esperanza de llegar a un lugar para vivir para siempre, con la poesía y decisión de que sería para toda su vida y la de sus hijos… y de allí su fortaleza y esas paredes tan anchas que aseguraran su perdurabilidad.
Encantadoras casas chorizo. Esperanza y fortaleza de familias inmigrantes.
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