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Respuesta  Mensaje 1 de 2 en el tema 
De: 2158Fenice  (Mensaje original) Enviado: 24/11/2022 06:54




1556 - ISABEL DE GUEVARA: el trabajo de las mujeres – Por Félix Luna.

La historia es cosa de hombres, ya se sabe. Pero de tanto en tanto aparece alguna mujer que tuvo que ver con sucesos importantes. En roles aparentemente secundarios, ellas están siempre atrás o al lado de los varones y en las crónicas del pasado van conformando una trama silenciosa, abnegada y de sostén que no siempre se ha valorizado.
Este es el caso de ISABEL DE GUEVARA, de la cual sólo sabemos que estaba casada con el sevillano Pedro de Esquivel y que vino a estas tierras con la expedición del primer Adelantado del Río de la Plata, don Pedro de Mendoza. Desde Asunción, el 2 de junio de 1556. Esta mujer envía una carta a la reina Juana (Juana la Loca, nominalmente reina de España pero en los hechos confinada por su demencia, y que, a la fecha de la carta ya había muerto) en la que cuenta los trajines que ella y otras mujeres tuvieron que afrontar.
Relata el desastroso destino del asentamiento que estableció el Adelantado a orillas del Río de la Plata. El hambre los había acosado y fue tan grande –afirma Isabel- «que ni la de Jerusalén se la puede comparar». Entonces los hombres cayeron en tanta debilidad y flacura «que todos los trabajos cargaban las pobres mujeres, así en lavarles la ropa como en curarlos, hacerles de comer lo poco que tenían, limpiarlos, hacer centinelas, rondar los fuegos, armar las ballestas y cuando algunas veces los indios les venían a dar guerra (. . .) dar alarma por el campo a voces, SARGENTEANDO y poniendo en orden los soldados».
¡ADMIRABLE SÍNTESIS DEL PAPEL DE LAS MUJERES! Desde las funciones domésticas comunes, como lavar la ropa, atender a sus compañeros, y hacerles comida, hasta esas cosas que debieron asumir en la emergencia: vigilar el campamento, mantener vivos los fuegos, poner las armas a punto. Y sargentear. En la carta, el verbo quiere decir literalmente, reemplazar a los sargentos, pero también se podría tomar como confesión de una actitud normal de las mujeres, en todas las épocas, respecto de los varones. . .
Estas fuerzas de la parte femenina de la expedición fueron posibles porque «como las mujeres nos sustentamos con poca comida» no habían caído «en tanta flaqueza como los hombres» Y discretamente agrega que «si no fuera por la honra de los hombres, muchas más cosas escribiera con verdad y los diera a ellos por testigos». He aquí la aceptación del machismo de aquellos tiempos: no quiere contar más para que los hombres no se avergüencen de sus debilidades. . .
Cuenta después que «los pocos que quedaron vivos» resolvieron subir río arriba, «así flacos como estaban y en entrada de invierno». Agrega: «las fatigadas mujeres los curaban y los miraban y les guisaban la comida trayendo la leña a cuestas de fuera del navío. Y los animaban con palabras varoniles: «que no se dejasen morir, que presto darían con tierra de comida, metiéndoles a cuestas en los bergantines con tanto amor como si fueran sus propios hijos». Cuando llegaron «a una generación de indios que se llamaban timbúes, señores de mucho pescado» aderezaban la comida de modo que les hiciera mal, «a causa que los comían sin pan y estaban muy flacos».
Remontando el Paraná pasaron tanto trabajo las desdichadas mujeres –son palabras de Isabel- «que milagrosamente quiso Dios que viviesen por ver que en ellas estaba la vida de ellos». En las mujeres estaba, pues, la vida de sus compañeros, la posibilidad de dar nueva vida. Y «todos los servicios del navío los tomaban ellas tan a pecho que se tenía por afrentada la que menos hacía que otra, sirviendo de marcar la vela y gobernar el navío y sondar de proa y tomar el remo al soldado que no podía bogar y esgotar el navío» , es decir, sacar el agua que entraba por las tablazones. «Verdad es que a estas cosas ellas no eran apremiadas ni las hacían de obligación ni las obligaban, sí solamente la caridad».
FINALMENTE LLEGARON A ASUNCIÓN, Cuando Isabel de Guevara escribía su carta, la ciudad paraguaya era un pequeño emporio, con sembrados, animales domésticos, buenas casas y, sobre todo, mano de obra barata constituida por los indios que servían a los españoles. Pero cuando los exhaustos habitantes de la primera Buenos-Ayres llegaron allí, había que hacer todo. «Fue necesario que las mujeres volviesen de nuevo a sus trabajos, haciendo rozas con sus propias manos, rozando y carpiendo y sembrando y recogiendo el bastimento sin ayuda de nadie, hasta tanto que los soldados guarecieron de sus flaquezas y comenzaron a señalar la tierra y adquirir indios e indias para su servicio hasta ponerse en el estado en que ahora está la tierra».
Y después de esta relación de sus fatigas, Isabel pide que se le dé un repartimiento perpetuo y a su marido un cargo «conforme la calidad de su persona», pues se usó de mucha ingratitud con ella y tanto los primeros pobladores como los que llegaron después se han repartido la tierra «sin que de mí y de mis trabajos se tuviese ninguna memoria y me dejaron de fuera sin me dar indios ni ningún género de servicios».
¡Tantos trabajos y fatigas para no obtener siquiera un reconocimiento. . . ! El caso de Isabel de Guevara debe haberse multiplicado en aquellos tiempos y todavía se repite. ¡Cuántos hombres, para no ser tenidos por flojos, habrán cerrado los ojos a las tribulaciones de las mujeres! ¡Cuántas hembras anónimas habrán pasado las que pasó nuestra heroína sin que nadie recordara sus hazañas! Y así habrán caído en olvido sus enormes contribuciones durante ese período duro y exigido que fue la conquista.
Pero las mujeres tuvieron su compensación. Porque FUERON LAS TRANSMISORAS DE LA CULTURA, las que modelaron en sus hijos y sus nietos las fórmulas, las creencias, el protocolo y todo aquello que habían traído de España y ahora depositaban en su descendencia para que no se diluyera el acervo ancestral. Mientras sus compañeros andaban guerreando, cuidando sus haciendas o cabildeando para obtener cargos, encomiendas o mercedes, ellas elaboraban la sutil arquitectura que sería la base del poblamiento en estas tierras y, más tarde, el soporte de una ARGENTINA TEMPRANA, cuya identidad empezaría a definirse con fuerza aun dentro del rígido marco de la dominación hispana.
Y sin duda alguna, éste no fue rol desdeñable.

Félix Luna: «Segunda Fila - Personajes olvidados que también hicieron historia». Planeta, Buenos Aires, 1999.




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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: karmyna Enviado: 24/11/2022 07:06


 
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