A pesar de que su vida personal era complicada, Juana seguía cosechando éxitos con la poesía y la escritura y se convirtió en un emblema de nuestro país.
Los rumores sobre sus adicciones, sobre su complicada vida familiar, y hasta su romance prohibido con el doctor Eduardo de Robertis, que conoció en la madurez y que fue el gran amor de su vida, ya son conocidos.
Lo que queremos recordar es su amor por la escritura y su gran talento para contar historias, sus contribuciones a la cultura de Uruguay, el ejemplo en el que se convirtió para muchas mujeres uruguayas, traspasando fronteras y siendo aclamada en todo el mundo como la gran Juana de América.
Hasta dónde se sabe,muy poco en realidad,su hijo vivió de ella y fue violento como su padre se llamó Julio César Ibarbourou Fernández. Nació en 1917 y su madre se refería a él como su "poema vivo".
La relación entre la madre y el hijo no fue sencilla; se reportó que Juana fue víctima de violencia tanto de su marido como de su hijo, lo que la llevó a una profunda tristeza y al consumo de morfina.
En la vejez de Juana, su hijo, Julio César, no tenía a dónde llevar los objetos de su madre tras su fallecimiento, y los muebles fueron vendidos en un remate.
Julio César Ibarbourou Fernández
El 21 de diciembre de 1944 hicieron la sucesión de los bienes dejados
tras la muerte de Lucas Ibarbourou: poseían la casa de la calle Comercio, otra
ubicad en la calle Mahoma, una propiedad en Carrasco, la mansión Amphión,
un automóvil marca Hudson, otro automóvil Buick, además de una buena
cuenta bancaria, mobiliario fino y alhajas. Se estimó un total de $ 84. 741. Una
fortuna para la época.
Pero ya para ese mismo año 44, su único hijo, Julio César, había
vendido los dos autos y la casa de Carrasco, se había gastado todo el dinero
de la cuenta bancaria y había hipotecado las propiedades que alquilaban. Julio
César arruinó la vida de su madre, material, física y moralmente. No sólo
dilapidó en poco tiempo todo el dinero que ella había ganado con sus libros que
el padre cuidadosamente había invertido, sino que luego le quitaba la pensión
que el gobierno le asignó para que sobreviviera cuando hubo quedado en la
miseria. Era un jugador compulsivo a quien la madre nunca se atrevió a
enfrentar. En el año 1947, para seguir pagando las deudas del hijo, ella tuvo
también que vender “Amphión”, que fue adquirida por la embajada de Bélgica.
Ella alquiló una vieja casona sobre la avenida 8 de Octubre Nº 3061. Obtuvo
100.000 pesos por la venta de mansión, la mayoría del dinero fue para pagar
deudas, pero logró retener algunos fondos que depositó en el Banco
Supervielle. Cuando tiempo después el banco quebró, Juana perdió el único
dinero que le quedaba y volvió a caer en la desesperación.