El provecho de la adversidad.
Las cosas que tú llamas crueles, odiosas, abobinables, aprovechan primero a los mismos que les suceden, después al universo, del cual se preocupa más el G.A.D.U. Que de los individuos.
Además, aquellos a quienes les suceden desgracias las aceptan, y dignos de verdadero mal serían si así no lo hiciesen. A esto añadiré tales cosas conforme al destino, les suceden a los hombres buenos por la misma razón por la cual ellos son buenos. Te convenceré luego de que nunca debes compadecer al hombre bueno: él en efecto, puede ser tenido como desdichado, pero no puede serlo.
De todas las proposiciones que he presentado la más difícil de aceptar es la que expuse primero: que las cosas que nos aterrorizan y hacen temblar redundan en provecho de quienes les suceden. <¿redunda en su provecho -dirás tú- el ser desterrados, el ser reducidos a la pobreza, el ser privado de hijos y esposa, el ser difamados y debilitados?> Si te asombras de que estas cosas puedan redundar en provecho de alguien, te asombrarás de que algunos puedan ser curados con hierro y fuego, no menos que con hambre y sed. Pero si pudieras advertir que a algunos, para darles salud, se les roen los huesos, se les enrollan y extraen las venas, se les amputan los miembros que no pueden ser adheridos sin que se produzca la perdición del todo, también estarías de acuerdo en que ciertas desgracias redundan en bien de quienes las padecen. Ciertos goces que son alabados y apetecidos, resultan perjudiciales para aquellos que con ellos se deleitan, a semejanza de las indigestiones, las borracheras y los demás abusos que matan de placer.
Entre muchas magníficas palabras de nuestro Demetrio cuéntase ésta, de la que tengo un impresión reciente, pues suena y vibra todavía en mis oídos: “Nada me parece ,ás desgrciado -dijo- que a aquél al que nunca le ha sucedido una desgracia”. Éste, en efecto , no ha podido ponerse a prueba a sí mismo. Aunque todas las cosas se realicen según su deseo, y aún antes de su deseo, sin embargo, el G.A.D.U. Tendrá un mal concepto de él: no se le ha juzgado de vencer alguna vez a la fortuna, la cual rehúye todo cobarde, como si dijera “¿por qué enfrentarme a semejante adversario?” en seguida depondrá armas. 
Contra él no es necesario ningún tipo de poder, bastará una amenaza para ser vencido, la naturaleza sabrá que no es capaz de resistir ni una pizca de adversidad. Búsquese otro con el cual podamos medir fuerzas, Avergüenza pelear con un hombre que está dispuesto a ser vencido. El gladiador considera deshonroso que lo enfrentern a uno más débil y sabe que vence sin gloria el que vence sin peligro. Lo mismo hace la fortuna: busca a los más fuertes como contrincantes, A algunos los pasa por alto desdén ; ataca al más duro y justo contra el que puede desplegar su fuerza. (Lucius Séneca)