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General: La Piedra Filosofal
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De: Alcoseri  (Mensaje original) Enviado: 15/05/2021 04:53
La Piedra Filosofal
Es la piedra de toque con la que han tropezado nuestros modernos químicos. Y podemos afirmar que si nuestros sabios hubieran comprendido el lenguaje secreto de los viejos alquimistas, las leyes de la práctica de Hermes les serían conocidas, y la piedra filosofal habría cesado, desde haría tiempo, de ser considerada como quimérica.
Hemos asegurado más atrás que los alquimistas conformaban sus trabajos a la teoría hermética -al menos, tal como la entendían-, y que ése fue el punto de partida de experiencias fecundas en resultados puramente químicos.
Prepararon así los disolventes ácidos de los que nos servimos, y por la acción de éstos sobre las bases metálicas obtuvieron las series salinas que conocemos. Reduciendo a continuación esas sales, bien mediante otros metales, los alcalinos o el carbón, bien por el azúcar o los cuerpos grasos, encontraron de nuevo, sin transformaciones, los elementos básicos que habían combinado previamente. Pero esas tentativas, así como los métodos que empleaban, no presentaban diferencia alguna con las que se practican corrientemente en nuestros laboratorios.
Algunos investigadores, no obstante, llevaron sus trabajos mucho más lejos. Extendieron singularmente el campo de las posibilidades químicas hasta tal punto, incluso, que sus resultados nos parecen dudosos si no imaginarios. Es verdad que esos procedimientos a menudo son incompletos y están envueltos en un misterio casi tan denso como el de la Gran Obra.
Puesto que nuestra intención es -como hemos anunciado- resaltar útiles a los estudiantes, entraremos, en este sentido, en algunos detalles y mostraremos que esas recetas de sopladores ofrecen más certidumbre experimental de lo que estaríamos dispuestos a atribuirles. Que los filósofos, nuestros hermanos, cuya indulgencia reclamamos, se dignen perdonarnos estas divulgaciones.
Pero además de que nuestro juramento afecta sólo a la alquimia y creemos que nos hallamos estrictamente en el terreno espagírico, deseamos, por otra parte, mantener la promesa que hemos hecho de demostrar mediante hechos reales y controlables que nuestra química lo debe todo a los espagiristas y alquimistas, y nada en absoluto a la filosofía hermética.
El procedimiento alquímico más simple consiste en utilizar el efecto de reacciones violentas -las de los ácidos sobre las bases- a fin de provocar, en el seno de la efervescencia, la reunión de las partes puras y su unión irreductible bajo la forma de cuerpos nuevos. Se puede así, partiendo de un metal próximo al oro -con preferencia la plata-, producir una pequeña cantidad de metal precioso. He aquí, en este orden de investigaciones, una operación elemental cuyo éxito certificamos si se siguen bien nuestras indicaciones.
Verted en una retorta de vidrio, alta y tubular, el tercio de su capacidad de ácido nítrico puro. Adaptadle un recipiente provisto de tubo de escape y colocad el aparato en un baño de arena. Operad bajo el recipiente calentando el aparato suavemente y sin alcanzar el grado de ebullición del ácido.
Apagad entonces el fuego, abrid la boca del tubo e introducid una ligera fracción de plata virgen o de copela que no contenga la menor traza de oro. Cuando cese la emisión de peróxido de nitrógeno y la efervescencia se haya calmado, dejad caer en el licor una segunda porción de plata pura. Repetid así la introducción del metal, sin prisa, hasta que la ebullición y el desprendimiento de vapores rojos manifiesten poca energía, indicios de una próxima saturación.
No añadáis ya nada más. Dejad que se deposite durante una media hora y, luego, decantad con precaución, en un recipiente, vuestra solución clara y aún caliente. Encontraréis en el fondo de la retorta un pequeño depósito en forma de arenilla negra. Lavadla con agua destilada tibia y vertedla en una capsulita de porcelana.
Reconoceréis en los ensayos que este precipitado es insoluble en ácido clorhídrico, como lo es en el ácido nítrico. El agua regia lo disuelve y da una magnífica solución amarilla del todo semejante a la del tricloruro de oro. Añadid agua destilada a ese licor, precipitadlo por una lámina de zinc y se depositará un polvo amorfo, muy fino, mate, de coloración marrón rojizo, idéntica a la que da el oro natural reducido de la misma manera.
Lavad convenientemente y, luego, desecad ese precipitado pulverulento. Al comprimirlo contra una plancha de vidrio o contra el mármol, os dará una lámina brillante, coherente, de un hermoso brillo amarillo por reflexión y de color verde por transparencia, cuyo aspecto y características superficiales >serán las del oro más puro.
A fin de aumentar en una cantidad nueva vuestro minúsculo depósito, podréis volver a empezar la operación cuantas veces gustéis. En este caso, tomad de nuevo la solución clara de nitrato de plata a la que se habrán añadido las primeras aguas de lavado.
Reducid el metal con zinc o cobre. Decantad y lavad en abundancia cuando la reducción se complete. Desecad esa plata en polvo y servíos de ella para >vuestra segunda disolución. Continuando así, reuniréis bastante metal como para hacer más cómodo el análisis.
Además, os aseguraréis de su verdadera producción, suponiendo incluso que la plata empleada al comienzo contuviera algunas trazas de oro. Pero este cuerpo simple, obtenido con tanta facilidad aunque en escasa >proporción, ¿es de verdad oro? Nuestra sinceridad nos impulsa a decir no, o, al menos, todavía no.
Pues si presenta la más perfecta analogía exterior con el oro, e incluso la mayoría de sus propiedades y reacciones químicas, le falta, no obstante, un carácter físico esencial: la densidad. Este oro es menos pesado que el natural, aunque su densidad propia sea ya superior a la de la plata.
Podemos, pues, considerarlo no como el representante de un estado alotrópico más o menos inestable de la plata, sino como oro joven, oro naciente, lo que revela aún su formación reciente. Por supuesto que el metal producido de nuevo es susceptible de tomar y conservar, por contracción, la densidad elevada que posee el metal adulto.
Los alquimistas utilizaban un procedimiento que aseguraba al oro naciente todas las cualidades específicas del oro adulto, y denominaban esa técnica maduración o afirmación, y sabemos que el mercurio era su agente principal.
Aún se encuentra citada en algunos manuscritos antiguos latinos con la expresión de Confirmativo. Nos resultaría cómodo señalar, a propósito de la operación que acabamos de indicar, muchas observaciones útiles y consecuentes, y mostrar sobre qué principios filosóficos reposa, en ella, la producción directa del metal. Podríamos, asimismo, dar alguna variante susceptible de aumentar su rendimiento, pero franquearíamos con ello los límites que voluntariamente nos hemos impuesto. Dejaremos, pues, a los investigadores el cuidado de descubrir todo eso por sí mismos y de someter sus deducciones al control de la experiencia.
Nuestro papel se limita a presentar hechos, y a los alquimistas modernos, espagiristas y químicos corresponde sacar conclusiones. Pero en alquimia hay otros métodos cuyos resultados vienen a aportar la prueba de las afirmaciones filosóficas y que permiten realizar la descomposición de los cuerpos metálicos, largo tiempo considerados como elementos simples.
Estos procedimientos, que los alquimistas conocen aunque no los utilicen en la elaboración de la Gran Obra, tienen por objeto la extracción de uno de los dos radicales metálicos: azufre y mercurio.
La filosofía hermética nos enseña que los cuerpos no tienen ninguna acción sobre los cuerpos y que sólo los espíritus son activos y penetrantes. Son los espíritus los agentes naturales que provocan, en el seno de la materia, las transformaciones que observamos en ella.
Pues la sabiduría demuestra por la experiencia que los cuerpos no son susceptibles de formar entre sí más que combinaciones temporales cómodamente reductibles. Tal es el caso de las aleaciones, algunas de las cuales se licuan por simple fusión, y de todos los compuestos salinos. Asimismo, los metales aleados conservan sus cualidades específicas pese a las propiedades diversas que afectan en estado de asociación.
Se comprende, pues, de qué utilidad pueden ser los espíritus en el desprendimiento del azufre o del mercurio metálicos, cuando se sabe que son los únicos capaces de vencer la fuerte cohesión que liga estrechamente entre sí esos dos principios. Antes, es indispensable conocer lo que los antiguos designaban con el término genérico y bastante vago de espíritus.
Para los alquimistas, los espíritus son influencias reales, aunque físicamente casi inmateriales o imponderables. Actúan de una manera misteriosa, inexplicable, incognoscible, pero eficaz, sobre las sustancias sometidas a su acción y preparadas para recibirlos. La radiación lunar es uno de esos espíritus herméticos.
En cuanto a los alquimistas, su concepción se evidencia como de orden más concreto y sustancial. Nuestros viejos químicos engloban bajo la misma clasificación todos los cuerpos, simples o complejos, sólidos o líquidos, provistos de una cualidad volátil apta para hacerlos enteramente sublímales. Metales, no metales, sales, carburos de hidrógeno, etc., aportan a los alquimistas su contingente de espíritus: mercurio, arsénico, antimonio y algunos de sus compuestos, azufre, sal amoniacal, alcohol, éter, esencias vegetales, etc.
En la extracción del azufre metálico, la técnica favorita es la que utiliza la sublimación. He aquí, a título de indicación, algunas maneras de operar. Disolved plata pura en ácido nítrico caliente, según la manipulación antes descrita, y luego añadid a esta solución agua destilada caliente. Decantad el licor claro, a fin de separar, si hubiere lugar, el ligero depósito negro del que hemos hablado.
Dejadlo enfriar en el laboratorio a oscuras y verted en el licor, poco a poco, ya sea una solución filtrada de cloruro sódico o de ácido clorhídrico puro. El cloruro de plata se precipitará al fondo de la vasija en forma de masa blanca cuajada. Tras un reposo de veinticuatro horas, decantad el agua acidulada que sobrenada, lavad rápidamente al agua fría y haced desecar espontáneamente en una piedra donde no penetre ninguna luz.
Pesad, entonces, vuestra sal de plata, a la que mezclaréis íntimamente tres veces la misma cantidad de cloruro de amonio puro. Introducidlo todo en una retorta de vidrio alta y de capacidad tal que sólo el fondo esté ocupado por la mezcla salina.
Dad fuego suave al baño de arena y aumentadlo por grados. Cuando la temperatura sea suficiente, la sal amoniacal se elevará y tapizará con una capa firme la bóveda y el cuello del aparato. Este sublimado, de una blancura de nieve, raramente amarillento, permitiría creer que no encierra nada de particular. Cortad, pues, diestramente la retorta, separad con cuidado ese sublimado blanco y disolvedlo en agua destilada, fría o caliente.
Finalizada la disolución, hallaréis al fondo un polvo muy fino, de un rojo brillante: es una parte del azufre de plata o azufre lunar, separado del metal y volatilizado por la sal amoniacal en el curso de su sublimación.
Esta operación, no obstante, pese a su simplicidad, no deja de presentar grandes inconvenientes. Bajo su apariencia fácil, exige gran habilidad y mucha prudencia en el manejo del fuego. Es preciso, en primer lugar, si no quiere perderse la mitad, y más, del metal empleado, evitar sobre todo la fusión de las sales. Pues si la temperatura se mantiene inferior al grado requerido para determinar y mantener la fluidez de la mezcla, no se produce sublimación.
Por otra parte, cuando se establece, el cloruro de plata, ya de por sí muy penetrante, adquiere, al contacto con la sal amoniacal, un mordiente tal que pasa a través de las paredes de vidrio y escapa al exterior. Muy frecuentemente, la retorta se resquebraja cuando la fase de vaporización comienza, y la sal amoniacal sublima en el exterior.
En esta clase de ensayos se puede advertir un hecho curioso y que hace imposible toda tentativa de industrialización. El resultado, en efecto, varía en razón inversa de la cantidad de metal empleado. Cuanto más se actúa sobre fuertes masas, menos producto se recoge. El mismo fenómeno se observa con las mezclas metálicas y salinas de las que, generalmente, se extraen pequeñas cantidades de oro.
Si la experiencia suele tener éxito al operar >sobre algunos gramos de materia inicial, trabajando una masa décupla es frecuente que se coseche un fracaso total. Durante mucho tiempo, hemos buscado, antes de descubrirla, la razón de esta singularidad, que reside en la manera como los disolventes se comportan en la medida de su saturación. El precipitado aparece poco después del comienzo, y hasta hacia la mitad del ataque.
Se vuelve a disolver en parte o en su totalidad a continuación, según la importancia misma del volumen del ácido.
"Geber" o Jābir ibn Hayyān en su Suma de perfección del magisterio (Summa pertectionis >Magisterii), habla así del poder que tienen los espíritus sobre los cuerpos. «¡Oh, hijos de la doctrina! -exclama-. Si queréis hacer experimentar a los cuerpos cambios diversos, tan sólo lo conseguiréis con la ayuda de los espíritus (per spiritus ipsos fieri >necesse est). Cuando estos espíritus se fijan en los cuerpos, pierden su forma y su naturaleza y ya no son los que eran.
Cuando se opera su separación, he aquí lo que sucede: o los espíritus se escapan solos, y los cuerpos a los que estaban fijados permanecen, o los espíritus y los cuerpos se escapan juntos al mismo tiempo.»
Las colorea en la masa de un color rojo por transparencia y verde por reflexión ni siquiera tiene el recurso de acudir a las retortas de arcilla, de tierra o de porcelana, más porosas aún que las de vidrio, puesto que debe poder observar constantemente la marcha de las reacciones si desea estar en condiciones de intervenir en el momento oportuno.
En este método hay, como en muchos otros del mismo tipo, ciertos secretos de práctica que los alquimistas se han reservado prudentemente. Uno de los mejores consiste en dividir la mezcla de los cloruros interponiendo un cuerpo inerte, susceptible de empastar las sales e impedir su licuefacción.
Esta materia no debe poseer cualidad reductora ni virtud catalítica, y también es indispensable que se la pueda aislar fácilmente del caput mortuum. Antaño se empleaba el ladrillo triturado y diversos absorbentes tales como el estaño calcinado, la piedra pómez, el sílex pulverizado, etc.
Estas sustancias suministran, por desgracia, un sublimado muy impuro. Damos preferencia a cierto producto desprovisto de cualquier afinidad para los cloruros de plata y de amonio, que extraemos del betún de Judea. Aparte la pureza del azufre obtenido, la técnica resulta muy cómoda. Se puede, sin dificultades, reducir el residuo a plata metálica y reiterar las sublimaciones hasta la extracción total del azufre. La masa residual ya no es entonces reducible y se presenta bajo el aspecto de una ceniza gris, blanda, muy suave, grasa al tacto, que conserva la huella del dedo y que cede, en poco tiempo, la mitad de su peso de mercurio específico.
Esta técnica se aplica igualmente al plomo. De precio menos elevado, ofrece la ventaja de proporcionar sales insensibles a la luz, lo que dispensa al artista de operar en la oscuridad. No es necesario ya emplear la composición de sustancias trituradas y amasadas.
Finalmente, como el plomo es menos fijo que la plata, el rendimiento en sublimado rojo es mejor y el tiempo empleado es más corto. El único aspecto molesto de la operación procede de que la sal amoniacal forma, con el azufre del plomo, una capa salina compacta y tan tenaz que se la creería fundida con el vidrio.
También resulta laborioso despegarla sin rotura. En cuanto al extracto en sí, es de un hermoso color rojo revestido en un sublimado amarillo fuertemente coloreado, pero muy impuro en comparación con el de la plata. Importa, pues, purificarlo antes de emplearlo. Su madurez es también menos perfecta, consideración importante si las investigaciones están orientadas a la obtención de tinturas especiales.
No todos los metales obedecen a los mismos agentes químicos. El procedimiento que conviene a la plata y al plomo no puede ser aplicado al estaño, al cobre, al hierro o al oro. Más bien es espíritu capaz de extraer y aislar el azufre de un metal, dado que ejercerá su acción sobre otro metal en el principio mercurial de éste. En el primer caso, el mercurio será fuertemente retenido, mientras que el azufre se sublimará.
En el segundo, se verá producirse el fenómeno inverso. De ahí la diversidad de métodos y la variedad de técnicas de descomposición metálica. Por otra parte, y sobre todo, la afinidad que muestran los cuerpos entre sí, y la que muestran éstos por los espíritus, lo que regula su aplicación.
Se sabe que la plata y el plomo tienen juntos una simpatía muy marcada, de lo que son prueba suficiente los minerales de plomo argentífero. Pues bien; ya que la afinidad establece la identidad química profunda de esos cuerpos, es lógico pensar que el mismo espíritu, empleado en las mismas condiciones, determine los mismos efectos.
Es lo que sucede con el hierro y el oro, los cuales están ligados por una estrecha afinidad, hasta el punto de que cuando los prospectores mexicanos descubren una tierra arenosa muy roja, compuesta en su mayoría de hierro oxidado, concluyen de ello que el oro no está lejos.
También consideran esa tierra roja como la minera y la madre del oro, y la mejor indicación de un filón próximo. El hecho parece, sin embargo, bastante singular, dadas las diferencias físicas de esos metales. En la categoría de los cuerpos metálicos usuales, el oro es el más raro de entre ellos, en tanto que el hierro es, ciertamente, el más común, el que se encuentra en todas partes y no sólo en las minas, donde ocupa yacimientos considerables y numerosos, sino incluso diseminado en la superficie misma del Sol. La arcilla le debe su coloración especial, unas veces amarilla, cuando el hierro se encuentra dividido en estado de hidrato, y otras roja, si está en forma de sesquióxido, color que se exalta aún por la cocción (ladrillos, tejas, cerámicas). De todos los minerales clasificados, la pirita de hierro es el más vulgar y el más conocido. Las masas ferruginosas negras, en bolas de diversos grosores, en conglomerados testáceos y de forma arriñonada, se encuentran con frecuencia en los campos, al borde de los caminos y en los terrenos gredosos. Los niños del campo en México tienen la costumbre de jugar con esas marcasitas que muestran, cuando se las rompe, una textura fibrosa, cristalina y radiada. En ocasiones encierran pequeñas cantidades de oro. Los meteoritos, compuestos, sobre todo, de hierro magnético fundido, prueban que las masas interplanetarias de las que proceden deben la mayor parte de su estructura al hierro.
Ciertos vegetales contienen hierro asimilable (trigo, berro, lentejas, alubias, patatas). El hombre y los animales vertebrados deben al hierro y al oro la coloración roja de su sangre. En efecto, las sales de hierro constituyen el elemento activo de la hemoglobina. Son, incluso, tan necesarias para la vitalidad orgánica, que la Medicina y la farmacopea de todos los tiempos han tratado de suministrar a la sangre empobrecida los compuestos metálicos apropiados para su reconstitución (peptonato y carbonato de hierro).
Entre el pueblo, se ha conservado el uso del agua convertida en ferruginosa por inmersión de clavos oxidados. Finalmente, las sales de hierro presentan una variedad tal en su coloración, que puede asegurarse que bastarían para reproducir todas las tonalidades del espectro, desde el violeta, que es el color del metal puro, hasta el rojo intenso que da a la sílice en las diversas clases de rubíes y granates.
No hacía falta tanto para arrastrar a los alquimistas a trabajar con el hierro, a fin de descubrir en él los componentes de sus tintes. Por lo demás, este metal permite extraer con comodidad sus constituyentes, sulfuroso y mercurial, en una sola manipulación, lo que representa ya una gran ventaja. La grande y enorme dificultad reside en la reunión de esos elementos, los cuales, pese a su purificación, rehúsan enérgicamente combinarse para formar un cuerpo nuevo.
Pero pasaremos sin analizar ni resolver este problema, ya que nuestro tema se limita a establecer la prueba de que los alquimistas siempre han empleado materiales químicos puestos en acción con la ayuda de medios y operaciones químicas.
Así que la Masonería ha guardado un Secreto y escondido a lo largo de la historia. Seguramente a estas alturas debes estar preguntándose si realmente existe tal Piedra Filosofal o si se puede fabricar . Probablemente hayas leído libros de Alquimia que hablan de ese Polvo Blanco de Oro , pero parece que falta algo, ¿no?
Muchos sostienen que la Piedra Filosofal Tiene propiedades asombrosas y hace cosas maravillosas a la mente y al cuerpo, es como una píldora roja; que es la puerta de entrada a la Energía Universal , con la cual obtendrás lo que deseas - energía.
La Primera Materia o La Materia Prima, la base de nuestra piedra es un azufre mercurial todos poseen en abundancia, pero todos lo odian y desprecian; se cree que es la más vulgar y repugnante de todas las sustancias.
Es el líquido dorado del que disponemos todos los días y lo consideramos simplemente como Residuos - Orina.
Esta orina la debes dejar que se pudra durante 2 semanas y separar las aceite claro y tierra blanca. La tierra blanca es nitrato de amonio y compuestos de fosfato. La urea se descompone y se convierte en amoníaco, luego la bacteria convierte el amoniaco en nitratos.
Cuando aparece el aceite por primera vez, es claro y fácil de pasar por alto si no inclina la luz correctamente. Eso reflejará un arco iris de colores como lo hacen la mayoría de los aceites. Cuando separados y limpia, luego se une con la tierra y se seca cuidadosamente en un polvo.
Si se usa demasiado calor, explotará. Este es la piedra verdadera sin multiplicar de los alquimistas. Prueba de ello se puede encontrar en transmutación. 1 parte de nuestra Piedra Universal Roja se transmutará 10 veces su peso de plomo fundido en oro.
Cuenta una leyenda que hace 12.000 años un hombre descubrió , en lo que hoy es el desierto del Sahara en África, que una sal blanca y la consumió como alimento. Esta sal lo cambió profundamente y se dio cuenta de lo que realmente era esta sal: se había formado de su propia orina; lo había encontrado en el mismo lugar donde orinaba cada día.
Pero esto era solo la Tierra Blanca o la Piedra Blanca. Por miles de años, este secreto se mantuvo entre unas pocas personas elegidas, y nombraron su hermandad la Hermandad Blanca debido a su fascinación y obsesión con este polvo blanco. Eventualmente, esta hermandad se convirtió en lo que hoy es Masonería
La palabra Rosacruz proviene de las palabras ROSI - significa rocío y CRUCI significa crisol (copa de fuego). Pero para encubrir eso dirían que significa ROSA y CRUZ. Esto se debe a que encontraron que cuando el rocío de la mañana esta sobre los pétalos de una rosa y se expone a fuego lento en un matraz, un material parduzco se forma que luego se convierte en un polvo blanco y es muy parecido al sarro de la Orina cuando se seca . Y puede luego quemarse más y volverse polvo rojo. _
Mucho más tarde en la historia, descubrieron que se podía obtener un aceite rojo de la orina putrefacta. Si se deja en la oscuridad y solo se expone solo a los rayos de la luna, pero nunca el sol, eventualmente se forma un aceite transparente de colores en la superficie. Esta es la cola del pavo real. Se vuelve rojo después de separarse y circulado. Este fue el material que se convertiría en el famoso Piedra filosofal de la Edad Media.
Descubrieron que este polvo derivado de la Orina humana curaba toda enfermedad y, finalmente, incluso lo probó en metal para descubrir que el plomo (y otros metales) se pueden transmutar en oro.
No buscaban los primeros alquimistas una sustancia que podría hacerle eso a un metal; lo encontraron por coincidencia, por un accidente . Simplemente querían ver qué medicamento podrían ser capaces para hacer de metales con este mercurio rojo. Calentando el metal a rojo vivo e hirviendo, el polvo rojo lo transmutaría en oro. Pero por qué ¿oro?. __
Entonces ahora unirían la Tierra Blanca con el Aceite Rojo para formar un sólido polvo que cambia tu funcionamiento mental tan profundamente, relacionaron la forma en que el plomo se convierte en oro mediante esta tintura universal. _
Al hacerlo de esta manera, se vuelve imposible revelar este secreto a cualquiera porque sonará a charlatanería. En estos tiempos modernos Sin embargo, se han encontrado muchos beneficios para la salud a partir de sustancias en el orina, y algunos llegan a beber su propia orina y se curan de graves enfermedades.
Por suerte para ti ese no será el caso. No necesitas cientos de litros de orina , sino solamente poner una gota de orina debajo de tu lengua, ya una o varias veces al día , así no pasa por los ácidos gástricos que destruyen las propiedades de la Orina , sino que debajo de la lengua ira directamente a tu torrente sanguíneo, claro sus beneficios no son instantáneos , sino luego de meses de este procedimiento.
Cada alquimista usó su propia orina para hacer su propia Piedra dentro de su propio organismo . Se afilan los sentidos hasta que los Espíritus y seres del Reino Astral se conviertan en seres visibles. Fortalecen el Cuerpo Astral hasta lograr la dominación sobre lo físico, y es posible salir y viajar al centro de las galaxias de nuestro Universo. _ Entonces a conocerás el secreto. Ahora obtendrás tu deseo. Hay tan poco escrito al respecto que buscar en la red "orina" y "la La piedra filosofal "sólo presentará unos pocos documentos sobre la proceso, y muchos textos antiguos de alquimia que afirman que es una pérdida de tiempo intenta hacer la piedra con la orina dentro de tu propio hígado y convertir cosas tan viles en cosas sublimes .
Y aunque verá que la Tierra Blanca se forma sin esfuerzo en cada orina En ocasiones, el aceite no se manifiesta siempre. Debes intentar una y otra vez a través de varias estaciones y temperaturas. Seguro que la ingesta de Vino tiene algo que ver con eso, o tal vez depende de ciertas alineaciones astrológicas en los cielos, como los alquimistas del pasado han siempre señalado.
Diluir la orina tan pronto como se recolecte. Agregue el doble de su volumen de agua pura destilada del rocío de la mañana. Cualquier agua servirá, pero pura destilada el rocío de la mañana ayudará a producir más aceite.
Nunca agregue más líquido fresco después de que haya pasado el primer día.
Diluyendo la orina, verá que se forma una película en la superficie y parte de esta piel / película también caerá al fondo. Esto película es de lo que se forma el aceite. Separarlo por filtración, luego colocar el papel en agua limpia y filtrar de nuevo. Repita esto hasta que la película ya no tiene un mal olor.
Ahora digiera la última solución de agua / película hasta que se forme un aceite transparente la superficie. Digerir más y se vuelve rojo. Evaporar el agua hasta que solo quede el aceite. Tenga mucho cuidado de no evaporarse demasiado o comenzará a evaporar el aceite. Ahora mientras el aceite aún está caliente, agregue el nitro de amoníaco. Debe mantenerse caliente porque el El nitro de amoniaco querrá enfriarlo por su reacción con el rastro. Cantidad de agua. Agregue suficiente nitro de amoníaco hasta formar cristales.
Derrita los cristales a 350F y tenga mucho cuidado porque el amonio el nitrato puede explotar en este punto. Entonces déjalo enfriar y tendrás tu Piedra. Se multiplica en poder usando la quintaesencia del Oro.
_______________________________________________
CONSEJOS: Exponga la solución solo a la luz de la luna y nunca a la luz del sol. La luz del sol o incluso la luz artificial ayudará a que crezcan otras bacterias y hongos que impedirá el trabajo.
La urea en la orina se descompone en amoníaco y luego las bacterias oxidar eso en nitrato de amonio que es lo que precipita al fondo del recipiente. Esta es la tierra blanca que debes recolectar. Es ¿Qué causa el "estallido" o la pequeña explosión cuando arrojas la piedra en plomo Fundido. Sin este nitro de amoniaco explosivo, los aceites no transmutar los metales. _
Otro método: o Agregue cloruro de magnesio a la orina y se forma un precipitante que se fosfato de magnesio y amonio.
Limpiar este precipitante con varios lavados hasta que deje de tener mal olor.
Este material ha tomado el fósforo que normalmente se encuentra en el aceite superior y combinado con el amoniaco que se encuentra en la tierra blanca
Alcoseri
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