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General: ¿Conoces la historia del Santo Grial?
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De: Kadyr  (Mensaje original) Enviado: 20/03/2024 17:00
¿Conoces  la  historia del Santo Grial?

 ¿Sabíais que está ligada   a las leyendas del rey Arturo y que los nazis lo  buscaron en el monasterio español de Montserrat? Seguramente muchos habéis oído hablar de la  copa usada por Jesucristo para consagrar el   vino en la última cena que compartió con sus  apóstoles, justo antes de que lo detuvieran y   crucificaran. Aquel recipiente que tomó entre  sus manos y, según la Biblia, se lo dio a sus   discípulos diciendo: “Tomad y bebed todos de  él, porque este es el cáliz de mi sangre”. El santo cáliz viene alimentando la imaginación  del ser humano desde siglos atrás, y ha servido   de inspiración para artistas como el compositor  alemán Richard Wagner y su ópera 'Parsifal',   escrita en el siglo XIX, o, más  recientemente, cineastas como los   Monty Python en su película 'Los  caballeros de la mesa cuadrada',  de 1975, o Steven Spielberg –seguro que muchos  recordáis 'Indiana Jones y la Última cruzada',   la película de 1989 en la que el intrépido  arqueólogo busca el santo grial–. Por no   mencionar a escritores como el estadounidense Dan  Brown y su 'best seller' 'El código Da Vinci'. El santo grial es una de las reliquias  más preciadas de la cristiandad. Pero   se encuentra a medio camino entre la realidad  y... el mito, ya que, aunque resulta verosímil   pensar que un cáliz usado por Jesús de Nazaret  fuera conservado por los primeros cristianos,   en ninguna parte de la Biblia se habla de un  recipiente en el que se guardara la sangre   derramada de Cristo en la cruz ni que otorgue  poderes sobrenaturales como la inmortalidad. Ya se habló del grial en el  evangelio apócrifo de Nicodemo,   que data del siglo IV y, como evangelio apócrifo,  no ha entrado en el canon oficial de la Iglesia   porque se considera que incorpora abundante  fantasía. Ahí se dice que José de Arimatea,   tras ver a Jesús de Nazaret agonizando en  la cruz, corrió al lugar donde se había   celebrado la última cena, tomó la copa  que el maestro había bebido y regresó   con ella al monte Calvario para recoger en el  recipiente la sangre que manaba de sus heridas. De esa fuente bebieron sin duda las  epopeyas que se escribieron en la Edad   Media y en las que influyeron también  de forma determinante las Cruzadas,   una serie de guerras religiosas impulsadas  por la Iglesia católica entre los siglos XI   y XIII y que tenían como misión recuperar para la  cristiandad la región conocida como Tierra Santa,   en Oriente Próximo, que se encontraba bajo el  dominio de los musulmanes desde el siglo VII. Así surgieron las leyendas sobre el rey Arturo y  sus caballeros, historias de aventuras fantásticas   que en su gran mayoría eran ficticias, aunque  se cree que algunas de ellas pudieron basarse   en la existencia de un jefe britano de carne  y hueso. En este otro vídeo os hablamos de   los personajes reales en los que se basa la  figura del mago Merlín, tutor del rey Arturo. Quien más ayudó a extender las leyendas artúricas  fue el clérigo galés del siglo XII Geoffrey de   Monmouth. Detrás vinieron autores como el poeta  galo Chrétien de Troyes, escritor de la segunda   mitad del siglo XII considerado el fundador de  la literatura artúrica en francés y uno de los   primeros autores de novelas de caballerías. Fue  Chrétien de Troyes el primero en mencionar en   su obra un grial. Lo hizo en la última novela que  escribió, titulada 'El cuento del grial' y también   conocida como 'El libro de Perceval', que inició  en el año 1180 y no llegó a completar porque   falleció antes. En esta novela en verso habla de  una extraña ceremonia celebrada en el castillo   del Rey Pescador, una fortaleza encantada, y en  dicha ceremonia se usa un grial, una lanza y un   plato de plata. Será testigo de ello un joven  caballero de la corte del rey Arturo, Perceval. Mientras que en el texto de Troyes el grial no  parece un objeto sagrado como tal, poco después,   otro galo, Robert de Boron, que se cree que pudo  ser un cruzado fallecido en Palestina en 1212,   fue el primero en vincular claramente el  grial con una reliquia de la sangre de   Cristo. Lo hizo en su poema 'José de  Arimatea', en el que nos desvela los   orígenes del santo cáliz. La primera  vez que menciona este recipiente es   durante el arresto de Jesús de Nazaret  tras la celebración de la última cena. Después de pasar por varias manos, según el  poema de Boron, la copa llegó a José de Arimatea,   personaje bíblico que era el propietario  del sepulcro en el que depositaron el   cuerpo de Jesucristo tras su ejecución.  Y de ese cuenco, según cuenta Boron,   se sirvió José de Arimatea para recoger en él las  gotas de sangre que aún manaban de las heridas   del hijo de Dios. ¿Recordáis? Es algo que se  contaba en el evangelio apócrifo de Nicodemo. Jesucristo, tras resucitar de entre los muertos,   le dijo a José de Arimatea que llevara  el cáliz a la isla de Britania. Y,   una vez allí, lo ocultó en Ávalon –que suele  asociarse con la localidad de Glastonbury–.   El Espíritu Santo fue quien ordenó la instauración  de la mesa del grial, en conmemoración de la mesa   de la última cena. José de Arimatea entregó  la sagrada reliquia a su cuñado Bron, que se   convirtió en el nuevo guardián del grial. Y es que  una orden de guardianes se encargó de custodiar el   cáliz en territorio británico. Hasta que en esa  línea sucesoria llegó Perceval, caballero del rey   Arturo. Por cierto, Robert de Boron, en otra  de sus obras, 'Merlín', explica cómo el mago   creó la mesa redonda a modo de imitación  de la mesa del grial de José de Arimatea. Si hablamos de epopeyas medievales sobre el rey  Arturo, también hay que mencionar al caballero y   poeta bávaro Wolfram von Eschenbach y su  obra titulada el 'Parzival' –otra de las   formas de llamar a Perceval–, que concluyó  en 1215. Como curiosidad, os contaremos que,   según algunos expertos, este trovador medieval no  sabía leer ni escribir, pero hacía que le leyeran   los libros y tenía una memoria increíble. Seis  siglos después, el compositor Richard Wagner se   inspiraría en sus obras para escribir  sus óperas 'Tannhäuser' y 'Parsifal'. Y no podemos olvidar los libros Lanzarote-Grial,  también conocidos como el ciclo de La Vulgata,   compuesto por cinco volúmenes escritos  en prosa en Francia en el siglo XIII y   que constituyen una de las mayores fuentes de  las aventuras del rey Arturo y sus caballeros. Por cierto, en las diferentes leyendas  artúricas hubo tres caballeros de la   mesa redonda que buscaron y hallaron el  santo vaso. Uno de ellos fue Perceval,   al que ya hemos mencionado. Otro fue sir  Bors el Desterrado, a menudo considerado   como uno de los mejores caballeros de Camelot.  Y el tercero fue sir Galahad, hijo ilegítimo   de sir Lanzarote y Elaine de Corbenic,  supuesta descendiente de José de Arimatea. Las leyendas medievales sobre el santo grial,  entendido como un objeto que poseía poderes   sobrenaturales, a menudo se mezclaron con mitos  propios de la cultura celta. En esta se hablaba,   por ejemplo, de un caldero divino. Así,  encontramos la historia del dios celta   Dagda y su caldero de la abundancia, que era  mágico, ya que su comida era capaz de saciar a   todos los Ser Humano s de la Tierra y, además, tenía  el poder de resucitar a los guerreros muertos. De igual manera, las leyendas señalan que el santo  grial cristiano posee propiedades curativas y   tiene el poder de alimentar a miles de soldados,  resucitar a los muertos y, a aquel que beba de él,   concederle el regalo de la vida eterna. Algo que  en realidad choca con las creencias cristianas,   según las cuales, la vida eterna se alcanza  a través de Dios, y no con una reliquia. Esos poderes mágicos que las leyendas han  atribuido al grial han provocado que su búsqueda   haya sido una constante a lo largo de la historia,  y especialmente en la Edad Media. Fue entonces,   en concreto coincidiendo con la época de las  Cruzadas, cuando se produjo un 'boom' de la   búsqueda no solo del cáliz de Jesucristo, sino de  otras muchas reliquias religiosas. Reliquias que   podían ser, por ejemplo, diferentes partes del  cuerpo de los apóstoles, un santo o un mártir   u objetos relacionados con ellos o con el propio  Jesucristo. Y siempre se guardaban en recipientes   Santa quienes traían consigo estas reliquias,  como si fueran botines de guerra. Por supuesto,   también proliferaban las falsificaciones,  que también se vendían a precio de oro. Iglesias y otros lugares sagrados compraban  las supuestas reliquias porque les daban   prestigio y animaba a los cristianos  a visitar en peregrinación sus templos   para ver en persona esos objetos sagrados  a los que se atribuían propiedades mágicas,   ya que estar en su presencia era como  entrar en contacto directo con la   divinidad. Muchos esperaban de esas reliquias  que pudieran hacer el milagro de, por ejemplo,   sanarlos. Había reliquias de todo tipo: desde  los supuestos dientes de leche de Jesucristo,   los clavos con los que fijaron sus manos  y pies a la cruz o la corona de espinas   hasta los huesos de San Pedro o la cabeza  de Juan el Bautista, entre otras muchas. Y, por supuesto, la Vera Cruz o Santa Cruz,  en la que, según la tradición cristiana,   crucificaron a Jesús de Nazaret y que, según  se cuenta, en el siglo IV fue localizada por   Helena de Constantinopla, madre del  emperador Constantino I el Grande,   tras unas excavaciones en el monte Calvario,  en Jerusalén. Siglos después, los templarios,   muy ligados también a la leyenda del santo grial,  la llevaban en sus batallas. Al final hubo tantos   fragmentos de la cruz que, uniéndolos, habrían  salido como resultado no una cruz, sino varias. Una de las reliquias más valoradas y buscadas era  el santo cáliz. El santo grial. Algunos creían   que era una copa, otros, como hemos visto,  que era un caldero y, según otras versiones,   una piedra caída del cielo, una especie de  piedra filosofal que concedía la longevidad. Y si hablamos del grial, debemos  mencionar a los caballeros templarios,   cuya orden se cree que fue fundada en torno al  año 1118, después de que el noble galo Hugues de   Payens y otros ocho caballeros hicieran votos  de pobreza, castidad y obediencia, siempre al   servicio de Dios. Su objetivo era proteger a  los peregrinos que se dirigían a Tierra Santa.   El nombre, templarios, les viene del palacio  que les regaló el rey Balduino II de Jerusalén,   que en realidad era la mezquita de  Al-Aqsa, pero que, según los cruzados,   se había levantado donde antes había estado  el Templo de Salomón de los relatos bíblicos. Esta milicia terminó acumulando mucho poder  y grandes riquezas, sobre todo gracias a las   donaciones de los reyes europeos; y eso  les hizo ganarse enemigos peligrosos,   como el rey de Francia, Felipe IV el  Hermoso, que a principios del siglo XIV,   basándose en las acusaciones de dos templarios  que habían sido expulsados de la orden, ordenó   apresar a los templarios de Francia y confiscó  sus bienes. A muchos los quemaron vivos en París,   incluido el Gran Maestre general. Pero esa es  una historia que os contaremos en otra ocasión. Ahora vamos con la leyenda que los une al  vaso sagrado. Y es que algunos defienden que   la orden de los templarios sobrevivió y aún  hoy conservan objetos mágicos como el grial,   que no solo es una copa o cáliz material, sino que  otorga un gran poder, el conocimiento absoluto. Iglesias y museos de todo el planeta  defienden estar en posesión del   verdadero santo cáliz. Se calcula  que hay en torno a 200 aspirantes   a ese título en todo el mundo. Y  si hablamos de España tenemos que   destacar dos de estos templos religiosos  que creen custodiar la preciada reliquia. Uno de ellos es la Catedral  de Valencia. En su sitio web,   se asegura que, y cito textualmente:  “Tanto por los datos arqueológicos como   por el testimonio de la tradición y los  documentos que se poseen, es completamente   verosímil que este hermoso vaso estuviera en  las manos del Señor”. De lo que no hay duda es   de que se trata de una pieza espectacular, con  detalles de oro, perlas, esmeraldas y rubíes. Según la leyenda que rodea a este cáliz, fue  san Pedro, el primer papa, quien lo llevó de   Jerusalén a Roma para custodiarlo y usarlo para  el sacramento de la eucaristía. Pero cuando el   emperador Valeriano inició la persecución  de los cristianos, el grial se envió a un   lugar lejos de Roma para ponerlo a salvo. Y  ese lugar fue Huesca, en el norte de España.   Desde allí lo trasladaron a otros lugares,  por ejemplo durante la invasión musulmana,   siempre con la intención de custodiarlo. Pero  tener certeza histórica de ello es complicado. En cambio, sí tenemos la certeza de que en  el año 1399, ese cáliz estaba en poder del   rey Martín de Aragón, formaba parte de  su relicario real; y el monarca lo llevó   al palacio de la Aljafería de Zaragoza –aparece  citado en el inventario del monarca–. Asimismo,   hay constancia de que 38 años después,  el entonces rey Alfonso V de Aragón le   hizo entrega del cáliz a la Catedral  de Valencia como garantía de una deuda.   En ocasiones, la reliquia tuvo que salir de  Valencia, por ejemplo, a principios del siglo   XIX, durante las guerras napoleónicas. También  durante la guerra civil española se escondió, y   regresó definitivamente a la Catedral de Valencia  una vez finalizada la contienda, en 1939. Dos   papas han celebrado la Eucaristía con este cáliz:  Juan Pablo II en 1982 y Benedicto XVI en 2006. También en España hay quien defiende  que el Santo Grial se encuentra en León,   en el museo de la Real Colegiata de San Isidoro,  y recibe el nombre de Cáliz de doña Urraca. Desde   luego se trata de una pieza única. Un estudio,  llevado a cabo por los investigadores españoles   Margarita Torres y José Miguel Ortega, apunta a  que el llamado cáliz de Doña Urraca, primogénita   del monarca Fernando I de León, puede ser el  santo grial. En su libro 'Los Reyes del Grial',   se explica que el hallazgo en 2010 de unos  documentos en la Biblioteca de Al-Azhar,   en El Cairo, ha permitido acreditar el viaje que  el santo grial hizo desde Jerusalén hasta España. En la reconstrucción de ese camino, se  menciona que en el siglo XI el califa   egipcio al-Mustansir se apoderó de la  reliquia, que se encontraba en Jerusalén,   y que se la regaló al monarca de la taifa de  Denia, en la Península Ibérica, en pago por su   ayuda durante una hambruna que sufrió Egipto.  Asimismo, estos historiadores explican que   el monarca musulmán se lo regaló al rey de León  Fernando I el Grande, que era uno de los monarcas   más poderosos de la cristiandad en aquella época,  para ganárselo y que no atacara su territorio,   como así fue. Como veis, se ofrece un itinerario  muy preciso de la reliquia cristiana. Sin embargo,   son varios los historiadores que han argumentado  contra la hipótesis de que sea el santo grial. Cuando se habla de los aspirantes a santo cáliz  que hay en el mundo, se suele mencionar también al   Sacro Catino o santo grial genovés, que, según las  crónicas, se llevó consigo a Génova el mercader y   líder militar italiano Guglielmo Embriaco en el  año 1101 tras participar en la Primera Cruzada y   ayudar en la conquista de Jerusalén. En realidad  no se cree que este plato, con forma hexagonal y   de color verde que se conserva en el Museo del  Tesoro de la Catedral de Génova, sea el santo   grial, sino que lo usó Jesús de Nazaret para  comer el cordero pascual en la última cena. Cuando las tropas de Napoleón  Bonaparte conquistaron Génova en 1806,   se llevaron el plato y en París comprobaron que  no estaba hecho de esmeralda, como se pensaba,   sino de vidrio. Y estudios recientes han  descartado que sea de la época de Jesucristo,   creen que es posterior. Los franceses devolvieron  el Sacro Catino diez años más tarde roto en varios   pedazos. De hecho, se ha tenido que restaurar  en diversas ocasiones; la más reciente en 1951. El problema de muchos de los presuntos santos  griales que hay en el planeta suele ser el mismo:   ninguno de ellos parece, a priori, el  cáliz que tendría un judío del año 32   de nuestra era con orígenes humildes, como  era el caso de Jesucristo y sus discípulos. Aunque en este punto debemos aclarar que, en  el caso del cáliz de la Catedral de Valencia,   mientras que las asas y el pie de oro,  así como las joyas que adornan la base,   son muy posteriores a la época de Jesucristo  –son medievales–, al parecer el santo cáliz   sería solo la parte superior: una taza de  ágata finamente pulida y que “los arqueólogos”,   y cito textualmente el sitio web de la Catedral  de Valencia, “consideran de origen oriental y   de los años 100 al 50 antes de Cristo”,  lo que situaría la copa en el lugar y el   tiempo adecuados para que pudiera ser el cáliz  usado por el hijo de Dios en la última cena. Y en el caso del cáliz de León,  aunque, tal como lo conocemos hoy,   está datado en la segunda mitad del siglo XI,  ya que se hizo a partir de las joyas personales   que donó la propia doña Urraca, que se convirtió  en Señora de Zamora tras la muerte de su padre,   Fernando I de León, las dos piezas de ágata  (ónix) que constituyen su base, que son las   que viajaron desde Jerusalén a la península  ibérica, datan del siglo I de nuestra era. Y, ya que estamos en España, queremos  contaros una historia curiosa acerca de   la visita que hizo al monasterio catalán de  Montserrat el líder nazi Heinrich Himmler,   fundador y jefe supremo de las SS y que estaba  al frente de la Sociedad para la Investigación   y Enseñanza sobre la Herencia Ancestral Alemana,  conocida comúnmente como Ahnenerbe. En la tarde   del 23 de octubre de 1940, los frailes del  monasterio le abrieron las puertas a Himmler,   que se encontraba al final de una visita de cuatro  días a España, durante la cual se había reunido   con Francisco Franco y su ministro de Exteriores,  Ramón Serrano Suñer, para, entre otros temas,   preparar el encuentro que iba a tener lugar  entre Franco y Hitler en Hendaya. Al gerifalte   alemán lo acompañaron en su visita al monasterio  Ser Humano s de las SS y algunas autoridades catalanas. ¿Y qué buscaba en este lugar  sagrado Himmler? Por cierto,   justo el día en que Franco y  Hitler se reunían en Hendaya.   Pues resulta que pensaba que los templarios habían  dejado allí el santo grial y que aquellos monjes   benedictinos lo custodiaban. ¿Y por qué creía eso?  Porque había seguido las pistas del escritor nazi,   aficionado al esoterismo y miembro de la  Ahnenerbe, Otto Rahn, que había dicho que en   el himno del monasterio, 'El Virolai', se hablaba  de “Mística Font de l'aigua de la vida” (es decir,   “la mística fuente del agua de la vida”).  Además, en 'Parsifal', la ópera de Wagner,   a quien admiraban Adolf Hitler y las élites  nazis, se decía que el santo grial se guardaba   en Montsalvat (Monte de la Salvación), en un  castillo ubicado en los Pirineos; y el nombre de   Montserrat guarda cierto parecido con Montsalvat.  Por cierto, Otto Rahn también buscó el Santo Grial   en el Languedoc, en las ruinas de Montsegur,  en el sur de Francia. Por supuesto, sin éxito. Pero volvamos a Himmler. El líder de las  SS, ferviente creyente del ocultismo,   pensaba que conseguir el santo cáliz supondría  apropiarse de un arma secreta con poderes   sobrenaturales al servicio del Tercer Reich, un  talismán que les permitiría ganar la guerra contra   los aliados. Los monjes de Montserrat acogieron al  líder nazi con reticencias, porque sabían de las   dificultades que estaban viviendo los miembros  de la Iglesia católica en la Alemania nazi, y,   de hecho, se vivieron algunos encontronazos  entre el alemán y los religiosos, en especial   con uno llamado Andreu Ripol, que hablaba alemán  sin dificultad y llegó a debatir con Himmler   respecto a la pretendida superioridad  racial que defendían Hitler y los suyos. Así que podéis imaginar la cara que se les quedó a  estos religiosos cuando el líder nazi les preguntó   si ocultaban allí el santo grial. Por supuesto se  fue con las manos vacías, porque en el monasterio,   la pieza más antigua no era otra que la imagen  de la Virgen de Montserrat, conocida popularmente   como La Moreneta por el color oscuro de su piel  y que es una talla románica policromada del siglo   XII de una gran belleza. Himmler  no mostró ningún interés por ella. La relación de los nazis con las reliquias no  acaba aquí. Para quienes no lo hayáis visto,   en este otro vídeo os hablamos  de la lanza del destino. A día de hoy podemos decir que quizá el mayor  tesoro del santo cáliz son todas esas historias   que se han ido escribiendo sobre él  durante todos estos siglos. Y que su   verdadera magia ha residido no tanto en  hallarlo como en su perenne búsqueda. ¿Y vosotros? ¿Qué opináis de la historia del santo  grial?   


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Respuesta  Mensaje 2 de 2 en el tema 
De: Kadyr Enviado: 20/03/2024 17:00
francmasón con mandil y collarín masónico ,   sobre piso ajedrezado   ,  comiendo una manzana que le dio una mujer masona con collarin masónico y mandil


 
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