¿Es el Gran Arquitecto del Universo un Demiurgo?
El concepto del Demiurgo ha fascinado a pensadores a lo largo de la historia, representando una figura que infunde vida y movimiento al universo sin ser necesariamente el Dios supremo. Esta entidad podría no ser enteramente benigna ni maligna, lo que plantea dilemas profundos para filósofos, teólogos y, en particular, para los masones. Uno de los enigmas centrales es el origen del mal en el mundo, un obstáculo recurrente en las reflexiones humanas. ¿Cómo explicar el sufrimiento y el caos si el universo es obra de un creador divino? Para aquellos que ven la creación como un acto directo de un Dios único y bondadoso, surge la contradicción: si Dios es responsable de todo, ¿por qué permite el mal? Como señala Platón en su diálogo Timeo, el Demiurgo, al ser bueno, desea que todas las cosas sean lo más semejantes a él posible, sin envidia alguna: "Era bueno, y en el bueno nunca surge envidia alguna respecto de nada. Y, como no tenía envidia, quiso que todo llegara a ser lo más semejante posible a él mismo" (Timeo).
Sin embargo, esto no resuelve el problema, ya que imaginar un mundo perfecto futuro implica criticar la bondad del orden actual.
En este contexto, Dios no actúa como causa inmanente de cada acción humana, ni como un custodio directo del bien y el mal. Más bien, se presenta como un gran arquitecto soberano, similar al Demiurgo descrito por Filón de Alejandría, quien enfatiza que Dios está por encima y aparte de la creación. En la masonería, este Dios es el Gran Arquitecto del Universo (GADU), no necesariamente su creador directo ni su sostenedor constante; otros agentes, incluyendo los propios masones, comparten la responsabilidad de la obra.
La humanidad siempre ha intuido la presencia de una inteligencia no humana que guía ciertos aspectos de la creación: elevada, pero ni divina ni bestial, ni perfectamente buena ni mala. No se trata de un Egregor formado por mentes humanas, sino de algo anterior. Este Demiurgo no es infalible, pero sus capacidades superan con creces las de los humanos sabios mortales. Podríamos equipararlo a la inteligencia inherente en la naturaleza, esa "madre sabia" que algunos llaman Demiurga. El término proviene del griego antiguo dēmiourgos, usado en Atenas para referirse a un artesano o trabajador público que proveía herramientas de bienestar a los ciudadanos. Aristóteles lo adoptó para describir al Gran Artífice que crea y mantiene la vida en la Tierra, lo que podría inspirar el apelativo masónico de Gran Arquitecto.
En la era de Aristóteles, la Tierra era el centro del universo, con astros girando a su alrededor, haciendo natural concebir al Demiurgo como la fuente trascendental de toda existencia. Hoy, con la visión no heliocéntrica y cosmológica moderna, debemos repensar esta inteligencia: no a nuestra imagen, sino como un ser delegado para ejecutar la obra universal, al menos en nuestro planeta.
La ciencia contemporánea empieza a sugerir un "Diseño Inteligente" en patrones del ADN, evocando a un diseñador similar al GADU. Observamos orden en el universo: galaxias, estrellas y moléculas orgánicas expandiéndose desde un punto inicial indiferenciado. En los primeros momentos del Big Bang, surge el orden con fotones, partículas y átomos que se organizan en estructuras complejas. ¿Qué fuerza impuso este orden en lugar del caos? Antiguas cosmogonías hablan de un ser que separa la luz de las tinieblas, una intuición notable.
Los cátaros, perseguidos en la Cruzada Albigense de 1209, veían este mundo como creación de un Demiurgo malévolo —identificado con Jehová del Antiguo Testamento o el Dios católico—, un dios ciego que forjó un reino dual de bien y mal, materia corrupta. No creían en la crucifixión de Jesús, alineándose con gnósticos tempranos, y postulaban un Dios verdadero más allá, indiferente a nuestras acciones. Sólo importaba prepararse para el encuentro con el GADU, sin sacerdocios formales, distinguiendo entre creyentes y un círculo iniciático.
Es valioso postular un ser supremo, pero diferenciarlo del conocimiento energético cósmico evita confusiones. Como una gran explosión inicial que se expande y eventualmente reconverge, mezclando bien y mal en un equilibrio primordial.
La humanidad actual es una etapa primitiva en esta tarea cósmica. Esta inteligencia elevada no es humana ni divina, ni omnipotente ni infalible, pero trasciende nuestra visión. En dos milenios, figuras como Copérnico, Galileo y Einstein han transformado nuestra percepción: la Tierra es un planeta más en una galaxia entre millones. Debemos distinguir el Demiurgo —espíritu de la Tierra— de una deidad universal incomprensible. Los pueblos antiguos rara vez concebían dioses absolutos: Jehová era limitado, al igual que Ahura Mazda o los dioses budistas. Los primeros cristianos heredaron esto, y sólo el pensamiento griego equiparó a Dios con lo absoluto. Como argumenta Emil Cioran en EL ACIAGO DEMIURGO, la omnipotencia divina es absurda: "Dios es amoroso pero no omnipotente, u omnipotente pero no amoroso. No puede ser ambos".
Aceptar un dios limitado implica una fuente mayor más allá.
Convencido de una inteligencia benevolente pero finita detrás del mundo, y de que el hombre sirve un propósito superior, surge alivio: la vida tiene sentido sin un dios abrumador. La historia terrestre muestra una transformación gradual de lo inanimado a lo consciente, con adaptaciones ingeniosas y belleza que sugieren un plan cósmico. Si es obra de leyes ciegas, es una maravilla; si de una inteligencia, merece reverencia. En el sistema solar, el Sol podría ser esa inteligencia superior, creador de vida, con el Demiurgo en rol subordinado: cuidador hasta que la vida se autogobierne.
Biólogos personifican la naturaleza como inteligente, traicionando un reconocimiento subyacente. El Sol crea el patrón de vida; la Tierra, como inteligencia pura, acepta su intención, pero el Demiurgo ejecuta la tarea, apareciendo en mitos culturales. Mito e historia son gemelos: el primero eterno, la segunda temporal. Postulamos cuatro conceptos: una Fuente Insondable del universo; el Sol como dios del sistema solar; la naturaleza o biósfera como unidad viva; y el Demiurgo como inteligencia planetaria. Este último no es singular, sino uno y muchos, como el color azul presente íntegramente en múltiples formas. El amor trasciende, inherente a la vida.
Profundizando en si el Gran Arquitecto del Universo (GADU) masónico es un Demiurgo, surgen argumentos a favor y en contra, basados en perspectivas filosóficas, gnósticas y masónicas.
Argumentos a favor:
Ambos se describen como arquitectos o artesanos del cosmos. En Platón, el Demiurgo impone orden matemático al caos preexistente, similar al GADU como diseñador racional y benevolente del universo en la masonería.
El GADU no es un creador ex nihilo, sino un ordenador, resonando con el Demiurgo platónico.
Influencias gnósticas y esotéricas en la masonería: Algunos ven al GADU como el Demiurgo gnóstico, creador del mundo material, opuesto a un Dios espiritual superior. En gnosticismo, el Demiurgo es el "Gran Arquitecto" del Antiguo Testamento, y la masonería incorpora elementos simbólicos que podrían aludir a esto, como la emanación y la creación demiúrgica.
Deísmo compartido: El GADU es un concepto inclusivo y deísta, no atado a dogmas religiosos específicos, similar al Demiurgo como entidad intermedia, no omnipotente, que delega en humanos (como masones) la perfección de la obra.
Argumentos en contra:
Benevolencia vs. malevolencia: En la masonería, el GADU es supremo y bondadoso, sin connotaciones negativas, mientras que en el gnosticismo (algo que ha influenciado en Cioran), el Demiurgo es un "mal demiurgo" ignorante o malévolo, creador de un mundo defectuoso.
La masonería rechaza el dualismo gnóstico, enfocándose en un Dios único y positivo.
Supremacía vs. subordinación: El GADU es el Ser Supremo, no un intermediario delegado como el Demiurgo platónico o gnóstico. Rituales masónicos lo invocan como el absoluto, no como un "dios inferior".
Ausencia de referencias explícitas: La masonería no menciona al Demiurgo en sus textos o rituales; el GADU es un término neutral para Dios, compatible con diversas fes, sin las implicaciones filosóficas negativas del Demiurgo en tradiciones como la cátara o gnóstica.
En última instancia, si el GADU es un Demiurgo depende de la interpretación: para un enfoque platónico-masónico, sí podría serlo como artesano benevolente; para una visión gnóstica-cioraniana, implicaría aceptar un creador imperfecto, lo que choca con el optimismo masónico. Como reflexiona Cioran: "Para comprender cómo pudo haber creado, hay que imaginárselo a la batalla con el mal, que es innovación, y con el bien, que es inercia".
Esta tensión invita a una exploración más profunda del tema. Asi que, sigamos entonces con esta idea del Demiurgo y el Gran Arquitecto del Universo. La tensión entre un creador benevolente y uno que podría ser imperfecto plantea preguntas profundas. Por un lado, en la visión platónica, el Demiurgo es un artesano que organiza el caos con bondad, como dice Platón en el Timeo : Quiso que todo fuera bueno y nada, en la medida de lo posible, fuera malo ( Timeo).
Esto encaja con la idea masónica del Gran Arquitecto como un ser supremo que diseña con orden y propósito, guiando a la humanidad hacia la mejora. Pero, por otro lado, la perspectiva gnóstica, como la de los cátaros o la que Cioran explora en , ven al Demiurgo como un creador defectuoso, atrapado en la dualidad del bien y el mal.
Cioran lo expresa así: El Demiurgo es un ser híbrido, ni ángel ni demonio, que fracasa en su intento de imitar la perfección ( El mal demiurgo ). En la masonería, el Gran Arquitecto del Universo (GADU) es un símbolo de unidad, un concepto amplio que no se ata a un dogma religioso específico.
Podríamos argumentar que el GADU es un Demiurgo en el sentido platónico: un ordenador del cosmos, no su creador desde cero. Esto lo respalda la idea de que los masones son co-creadores, trabajando para perfeccionar la obra del Arquitecto. Sin embargo, el gnosticismo complica esto al sugerir que el Demiurgo es ignorante o incluso malévolo, algo que la masonería no acepta, ya que el GADU es visto como intrínsecamente bueno.
Otro punto en contra es que el GADU no se presenta como un ser subordinado, como lo es el Demiurgo en muchas tradiciones. En los rituales masónicos, el GADU es el Ser Supremo, no un intermediario. Además, la masonería evita especulaciones metafísicas profundas sobre el mal, enfocándose en la moralidad práctica y la mejora personal.
Comparado con el Demiurgo cátaro, que crea un mundo material corrupto, el GADU masónico inspira un universo de orden y armonía, más cercano a la visión de Platón. Entonces, ¿es el GADU un Demiurgo? Dependería de la percepción de cada quien y de la realidad concreta.
Alcoseri