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General: Blancanieves, el Relato de un Viaje Iniciático Masónico
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De: Kadyr  (message original) Envoyé: 07/12/2025 22:47
Blancanieves, el Relato de un Viaje Iniciático Masónico

En las profundidades del alma humana, donde los velos de la ilusión se entretejen con los hilos dorados de la verdad eterna, el cuento de Blancanieves se revela no como un simple relato infantil, sino como una alegoría exquisita del viaje iniciático: ese sendero tortuoso y luminoso del autoconocimiento y la superación personal. Blancanieves, pura y radiante como el alba que despunta sobre las nieves inmaculadas, encarna al iniciado, al alma virginal que despierta a su propia divinidad. Los siete enanitos, esos guardianes humildes y laboriosos del subsuelo, simbolizan las virtudes latentes o las facultades fragmentadas del ser, guías silenciosas en el camino espiritual. Y la madrastra, esa bruja envidiosa y sombría, personifica las tentaciones voraces, los obstáculos internos, las sombras del ego que acechan para devorar la luz naciente.

Como bien advertía Sigmund Freud en su exploración del inconsciente, «los sueños son la vía regia hacia el conocimiento del inconsciente en la vida anímica», y de igual modo, este cuento —y su sublime adaptación cinematográfica de Walt Disney en 1937— actúa como un sueño colectivo, un espejo mágico que refleja las profundidades ocultas de la psique. Jean Duprat, en su revelador artículo «Una película iniciática: Blancanieves y los siete enanitos», nos invita a contemplar exclusivamente la versión animada, liberada de las posibles distorsiones del cuento original de los hermanos Grimm, publicado 120 años antes. ¿Acaso estos símbolos esotéricos brotan de una intención deliberada de los creadores, o emergen —como sugeriría Carl Gustav Jung— de los arquetipos mentales universales, esos patrones primordiales del inconsciente colectivo que surgen espontáneamente en la narración humana?

Duprat disecciona la película con la precisión de un alquimista, revelando personajes que no son meras caricaturas, sino reflejos vivos del alma en su danza eterna entre luz y oscuridad. Blancanieves despierta a la conciencia de su belleza espiritual, anhelando el Amor Divino encarnado en el Príncipe —ese beso simbólico mediado por la paloma, mensajera de paz celestial—. La Reina, con su espejo implacable, representa el alma mundana, pervertida por el narcisismo luciferino: «Ser la más bella», clama, eco de aquel ángel caído que, en palabras de Jung, simboliza «la sombra que todo ser humano lleva consigo, la parte inferior de la personalidad». Esta rivalidad no es superficial; es el drama cósmico del rechazo a la jerarquía divina, el impulso destructivo que exige la muerte simbólica del alma pura.

La huida de Blancanieves por el bosque terrorífico —ese laberinto de ramas retorcidas y ojos luminosos— marca el segundo nacimiento, la muerte iniciática de la vida profana. Como Freud describía el complejo de Edipo como un rito de paso brutal hacia la madurez psíquica, aquí la heroína desciende al inframundo, alineando su corazón con el centro del mundo. El cazador, misericordioso, sustituye su corazón por el de una cierva —símbolo femenino del sacrificio, evocando el carnero de Isaac, la sustitución redentora que abre las puertas a la libertad.

Los enanitos, mineros de diamantes en las entrañas de la montaña (Mons, la mente; Mens, el espíritu), extraen la luz divina del corazón humano. Sus nombres —Dormilón, Estornudador, Feliz, Gruñón, Tímido, Sabio y Mocoso— no designan identidades separadas, sino funciones complementarias de una misma psique, tal como Jung describía los arquetipos en su «proceso de individuación»: el alma vegetativa (Dormilón, desconectado del exterior; Estornudador, hiperreactivo), el alma apetitiva (Feliz, plenitud serena; Gruñón, agresividad externa; Tímido, retraimiento evasivo) y el alma racional (Sabio, el intelecto supervisor). «No se trata de ver identidades diferentes —afirma Duprat—, sino funciones complementarias de una misma identidad». Aquí , agrego que estos enanitos son como los siete chakras del esoterismo oriental, ruedas de energía que deben armonizarse para que el kundalini —la serpiente de fuego— ascienda hasta la coronilla, despertando la conciencia crística.

La gran limpieza de la cabaña, con Blancanieves dirigiendo a los animales en una sinfonía de orden y fraternidad, ilustra la ayuda mutua masónica: el alma espiritual domeña las facultades caóticas, ocupando simultáneamente las siete camas —señal de que la luz integra todas las sombras.

Llega entonces la segunda muerte: la bruja, ahora satánica y encapuchada, ofrece la manzana —fruto del Árbol del Conocimiento, cuya sección revela el pentagrama, estrella de la humanidad regenerada—. Al morderla, Blancanieves regresa ilusoriamente a la individualidad separada, cayendo en el letargo de la ignorancia. Pero, como enseñaba Jung, «no hay venida a la conciencia sin dolor»; esta muerte es el nigredo alquímico, la putrefacción necesaria antes del rubedo, la resurrección dorada.

Los enanitos, poderes del alma, persiguen y aniquilan a la Reina, precipitando su caída al abismo —fin de la ilusión infernal—. Blancanieves yace en su ataúd de cristal, rodeada de luto, hasta que el Príncipe, rayo solar encarnado, la despierta con el beso del Amor Divino. Ya no pertenece al plano horizontal de la existencia profana; ha ascendido verticalmente, más allá de la forma, hacia la «transformación trascendente» que Jung llamaba «la unión de los opuestos».

Bruno Bettelheim en su texto «X», culmina: Blancanieves ha muerto dos veces —primero al estado profano en el bosque, luego a la individualidad con la manzana— para renacer en su identidad definitiva, exaltada quizás al tercer grado masónico, el Maestro que ha vencido a la muerte.

En síntesis, los símbolos se despliegan como un mandala viviente:

Blancanieves: El alma pura, el Sí-mismo junguiano en busca de integración.

Los siete enanitos: Las siete virtudes o facultades que deben ser pulidas como diamantes brutos.

La Reina-Bruja: La Sombra freudiana y junguiana, el ego inflado que debe ser confrontado y disuelto.

El espejo: La introspección implacable, «el espejo mágico» que obliga al alma a mirarse sin adornos.

La manzana: La tentación del conocimiento separado, pero también la semilla de la gnosis redentora.

El Príncipe: El ánimus divino, la verdad liberadora que disipa el sueño de la separación.

Siempre he  contemplado este cuento con asombro: en una era de distracciones superficiales, Blancanieves nos susurra al oído que todo ser humano lleva dentro una reina envidiosa, siete enanitos desordenados y una princesa dormida. El beso del despertar no llega de afuera; surge cuando, valientemente, nos atrevemos a morder la manzana de la conciencia, morir a lo viejo y resucitar en la luz eterna. Así, el «Érase una vez» se transforma en un eterno «Aquí y ahora», invitándonos a todos a nuestro propio viaje iniciático.

Alcoseri


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De: Kadyr Envoyé: 07/12/2025 22:48
Blancanieves y los siete enanitos

En su artículo titulado «Una película iniciática: Blancanieves y los siete enanitos», Jean Duprat presenta su visión de que ciertos datos esotéricos se comunican a todos a través de los medios tradicionales y populares, como la famosa película de animación de Walt Disney que analiza, estrenada en cines en 1937, una adaptación cinematográfica del cuento escrito por los hermanos Grimm 120 años antes.

 

El autor se centra exclusivamente en la película de animación, y no en el cuento original, para evitar cualquier influencia que pudiera alterar la interpretación espiritual de los mensajes y símbolos que contiene. ¿

 

Acaso estos mensajes provienen de una intención deliberada o de «arquetipos mentales» que surgen durante la interpretación del cuento?

 

Jean Duprat analiza la película estudiando a los diversos personajes en acción, caricaturas y reflejos del alma humana, para extraer los significados de los mensajes que, en su opinión, fueron ocultados por los guionistas que adaptaron el cuento.

 

Así, a través de estos personajes, el alma espiritual toma conciencia de su belleza y vocación (representada por Blancanieves), mediante el deseo de conocer el Amor Divino (a través del Príncipe), acompañada de una sensación de paz (la heroína le da un beso simbólico a su Príncipe por medio de una paloma), tras haber comprendido su decadencia impuesta por la mundanidad del alma (la Reina). Esta belleza se revela mediante la conciencia del alma (el espejo mágico), bajo el escrutinio del alma mundana (la Reina).

 

Este despertar se manifiesta en el encuentro entre lo divino y lo humano (véase el rito iniciático).

 

La conciencia seguirá gradualmente al conocimiento y la comparación entre la belleza y el estado mundano del alma a través del juicio individual (el espejo), bajo la luz de la mirada divina (simbolizada por la mirada del Príncipe).

 

El autor da un giro al exponer la rivalidad entre Blancanieves y la Reina respecto a su belleza.

El alma individual rechazaría la jerarquía de valores, la belleza del ser, hasta el punto de exigir y engendrar su destrucción, mediante el rechazo de la espiritualidad y su camino, incluso hasta el punto del asesinato simbólico, cargado de simbolismo dentro del medio (el corazón de Blancanieves será reemplazado por el de una cierva, símbolo equivalente de lo femenino y al símbolo del bosque del carnero, que nos remite al sacrificio de Isaac y a la muerte iniciática, el paso obligatorio de un estado de esclavitud a un estado de libertad).y el punto de partida del aterrador y abrumador "viaje iniciático" de la oscuridad a la luz, que culmina en una paz y seguridad tranquilizadoras al final.

 

La huida de nuestra heroína a través del bosque puede interpretarse como un segundo nacimiento, tras tomar conciencia de su propia obra iniciática: alinear su corazón, centro de su ser, con el centro del mundo.

Esta «muerte» simboliza el fin de su vida profana.

 

Los personajes de los enanos, mineros y extractores de diamantes (símbolos de pureza, luz y presencia divina en el corazón), que trabajan en las montañas (una asimilación simbólica entre «Mons»: montaña; y «Mens»: mente), dentro de la mina (el corazón), simbolizan las siete facultades del alma, cuyos nombres designan cualidades de la psique.

 

Nuestro autor evoca cualidades relacionadas con:

- tanto el alma vegetativa, a través del personaje de Durmiente (sin conexión con el mundo exterior), quien es la antítesis del personaje de Estornudo (que, por el contrario, responde a las exigencias del mundo exterior);

- Al alma apasionada, representada por el personaje de Feliz (que simboliza la estabilidad y la plenitud), antítesis de Gruñón (movimiento exterior cargado de agresividad), quien a su vez se opone totalmente al personaje de Tímido (introvertido, símbolo de evasión),

- así como al alma racional, representada por el personaje de Sabio, quien supervisa a los seis enanos mencionados (reflexión, intelecto, etc.).

 

Según el autor, y cito: «no se trata de ver identidades diferentes, sino funciones complementarias de una misma identidad».

 

Nuestro autor evoca diversas nociones surgidas durante el proceso iniciático.

En efecto, las nociones de hermandad y ayuda mutua se manifiestan con claridad en los diálogos entre Blancanieves y los animales del bosque, particularmente en la escena donde todos participan en la gran limpieza de la cabaña de los enanos.

 

El concepto del ser y sus diversos aspectos están representados por los personajes principales:

 

- Así, la Reina es el reflejo del alma pervertida, centrada en el "Yo", que representa el mal con una actitud luciferina (la muerte de Blancanieves), con un único objetivo: ser la más bella (Lucifer fue evocado como "el más bello de los ángeles").

 

- Los enanos representan las diversas facultades del alma humana, sin perversión alguna, con una inocencia comparable a la de los niños (de ahí su pequeño tamaño y su simbólica imposibilidad de caer o ascender), en el centro de la humanidad (compárese con la cueva en el centro de la montaña y la mina de diamantes).

 

El personaje de Blancanieves se presenta como la personificación de la espiritualidad pura a través de sus viajes iniciáticos, simbolizados por la muerte (de la que escapa gracias a la bondad del cazador), su descenso al inframundo (su huida por el bosque), su resurrección (el despertar rodeada de animales en una atmósfera reconfortante, bañada en luz y tranquilidad) y su labor (limpiar la casa de los enanos).

Durante su encuentro con los enanos, simboliza el dominio del alma espiritual sobre las facultades del alma individual, representadas por los siete enanos (véase la escena donde nuestra heroína yace exhausta en las camas de los enanos, ocupando varias a la vez debido a su tamaño).

 

En este punto de la narración, entramos en un nuevo capítulo, presenciando la segunda muerte (iniciática) de nuestra heroína, envenenada por la Reina, quien ahora aparece como una bruja, encarnando el potencial infernal de la humanidad. Ella adquiere una dimensión satánica antes de desaparecer en la nada (una caída al barranco, símbolo ilusorio de tal potencial), empujada por los enanos (símbolos de las facultades del alma humana, capaces de aniquilar el mal).

 

El fruto utilizado para los propósitos de la Reina no es otro que una manzana, fruto del árbol prohibido, símbolo de la individualidad, causa de la separación del Jardín del Edén. Un corte transversal vertical de la manzana revela una estrella de cinco puntas, que es el receptáculo floral del fruto.

 

A lo largo de su artículo, Jean Duprat evoca el camino y la travesía del ser, inicialmente horizontalmente (la plenitud del estado individual) y luego verticalmente (cuando se abandona el plano horizontal, cuando se parte del camino individual).

Este pasaje, según el autor, es una «transformación más allá de la forma».

 

En nuestro caso particular, la heroína abandona esta individualidad al sucumbir simbólicamente a su segunda muerte (entonces aparece sin vida ante todos).

Al morder la manzana, regresa simbólicamente a su individualidad, la cual no puede alcanzar ya que ha llegado al centro (ella es la más bella a través de su realización iniciática); por consiguiente, sólo puede morir.

 

Renacerá bajo el beso del jinete divino, iluminada por los rayos del sol.

En cuanto a los enanos, símbolos de los poderes del alma, permanecen sólos en un mundo paralelo, fuera de su alcance.

 

Así termina el cuento.

 

Lectura del texto «Verdad» de Narcisse F :

 

Blancanieves habrá alcanzado inicialmente la muerte del estado profano, a través de su huida al bosque.y en segundo lugar, la muerte de la individualidad, al morder la manzana.

 

Según nuestro autor, el final del relato podría sugerir que nuestra heroína ha alcanzado su identidad definitiva.

También puede interpretarse como su exaltación y logro del tercer rango en nuestra orden...

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De: Kadyr Envoyé: 08/12/2025 00:50


 
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